Esta imagen es de las más veneradas que se cuenta en la Nación Peruana, su culto formado a fines del siglo XVI y la gran Iglesia ubicada en la serranía de este país constituyen uno de los primeros Santuarios Marianos y foco de peregrinación en América del Sur, comparable a sus contemporáneos de Guadalupe en México y Copacabana en el Alto Perú…

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La imagen de Nuestra Señora de Cocharcas conocida tiernamente en la región como la Mamacha Cocharcas es una advocación mariana propia del Departamento de Apurímac, Perú. Esta efigie es de las más veneradas que se cuenta en la Nación Peruana, su culto formado a fines del siglo XVI y la gran Iglesia ubicada en la serranía de este país constituyen uno de los primeros Santuarios Marianos y foco de peregrinación en América del Sur, comparable a sus contemporáneos de Guadalupe en México y Copacabana en el Alto Perú.

“Cocharcas” significa en quechua “pantano” o “lugar cenagoso”

Sebastián Quimicchi, natural de San Pedro de Cocharcas, fue favorecido por un milagro que le concedió Nuestra Señora de Copacabana a orillas del lago Titicaca. Como agradecimiento, en 1598 mandó tallar una efigie que fuese su réplica y venerarla en su pueblo, esta imagen fue realizada por Tito Yupanqui descendiente directo de los Incas.

En poco tiempo comenzó la Virgen a derramar abundantes milagros y ello hizo fama a su culto que creció de manera considerable, organizándose gran romería hasta su Santuario. La celebración de su fiesta está a cargo de la antigua Cofradía y los populares quimichos (nombre derivado del apellido Quimichi), son los encargados de llevar en procesión a la Virgen, por las principales calles.

 

EL SUEÑO DE SEBASTIÁN QUIMICHI

Su historia remonta a los primeros tiempos del Virreinato. Hacia fines del siglo XVI vivía en San Pedro de Cocharcas un joven, descendiente del curaca Chuquisullca, llamado Sebastián Quimichi. En la víspera de la fiesta patronal, se hirió con un hacho de maguey encendido, cuyas astillas le atravesaron la muñeca de lado a lado. Lisiado y desdeñado en su tierra, se fue al Cusco a buscar trabajo. Allí, en casa de una palla (dama noble) del linaje de los Incas, se enteró que la Santísima Virgen tenía un santuario en el Collao, al borde del Titicaca, donde obraba incontables prodigios. Lleno de confianza, decidió marchar a Copacabana.

Puesto en camino, una noche tuvo un sueño sobrenatural, y al despertar descubrió que las astillas, que hacía tanto tiempo tenía dentro de la mano, habían quedado fuera sin lesión ni dolor alguno. Al llegar al santuario, completamente recuperado, sintió un gozo y una paz indefinibles y, postrándose ante el altar de María, dejó que sus ojos y su alma le expresasen con lágrimas y suspiros la gratitud de su corazón. En retribución, se propuso llevar a su pueblo una copia de aquella imagen y promover su culto.

Para tal fin, viajó a La Paz y después a Potosí a la procura de limosnas. Con ellas adquirió, de regreso a Copacabana, una réplica de la venerada imagen que el propio escultor de ésta, Francisco Tito Yupanqui, había tallado para un clérigo del Tucumán fallecido antes de serle entregada. Feliz con su preciado tesoro, Sebastián iba ya a partir, cuando sucede algo inesperado: el Prior del Santuario ordena incautarle la imagen. Al parecer, supuso que el devoto había recogido esas limosnas a nombre de la Virgen del Lago y sin la autorización competente. Como ni sus ruegos, ni sus explicaciones bastaron, el buen Quimichi decidió ir hasta Chuquisaca y exponer ante el Obispo y la Audiencia la justicia de su causa. Finalmente, tras mover cielo y tierra pudo rescatar su imagen.

El retorno a Cocharcas fue un continuo triunfo: “Iba por el camino Sebastián con sus compañeros —narra el cronista Fernando de Montesinos— cantándole a la Virgen grandes elogios, que los montes y las peñas y los caminos se allanaban, dando paso a la Virgen, y que por donde pasaba, salían rosas, alhelíes y clavelinas y todas flores”. No escasearon los favores de Nuestra Señora a aquellas gentes sencillas, como tampoco faltaron las contradicciones.

Al llegar a Urcos, extrañó al cura que un indio causase tanto alboroto y que, sin la autoridad del Prelado del Cusco, promoviese estas demostraciones. Avisó al Obispo, Don Antonio de la Raya, y éste ordenó que antes de entrar en la ciudad, decomisaran la imagen y condujesen a Sebastián a su palacio.

El devoto indio fue encarcelado y la imagen llevada a la Iglesia de la Compañía. Luego que todo se aclaró, el Prelado le autorizó a proseguir su viaje. Este incidente sirvió para que trascendiese más lo que ya se sabía de esta imagen y dio ocasión a que los vecinos del Cusco la honrasen y aclamasen. El Obispo concedió asimismo la facultad de venerarla en San Pedro de Cocharcas y fundar una cofradía en su honor.

Fernando de Montesinos nos relata la llegada de la imagen a Cocharcas (pocos años después de la entrada de su gemela a Copacabana, en 1583): “Hubo muchas fiestas en el recibimiento de la imagen, danzas, cofradías de toda la doctrina con sus pendones, arcos de flores y regocijos de fuego. Entró en su casa la soberana Señora por el mes de Setiembre del año 1598; así como la imagen divisó el pueblo, comenzó a llover, estando sereno el cielo, y continuó la lluvia hasta que llegó a la iglesia; que se advierte, por presagio de bienes, en la relación desta historia, que se guarda en aquella santa Iglesia. Pusieron la imagen en el altar mayor, y luego comenzó Dios a obrar por ella grandes maravillas. Al principio se iban pintando los milagros; hoy como son tantos, no se cuida desto”.

Pasado algún tiempo, viendo lo pobre que estaba su iglesia, Sebastián emprendió otra peregrinación a Chuquisaca para conseguir más limosnas. Sin embargo, en Cochabamba le aguardaban nuevas aflicciones: el vicario, no dando crédito a las licencias que portaba, rasgó los papeles y le incautó lo recolectado. Al fin, el piadoso Sebastián cayó gravemente enfermo y, con cristiana resignación, entregó santamente su alma al Creador.

Al poco tiempo el dinero fue liberado y destinado a las mejoras del templo. Fue el primer Obispo de Huamanga, Fray Agustín de Carvajal, quien dispuso que la fiesta de la Virgen se trasladase al 8 de setiembre, dado que el 2 de febrero coincide con la estación de lluvias, lo cual era un obstáculo para la afluencia de peregrinos y una amenaza constante para los que se arriesgaban a llegar hasta el santuario.

 

LA IMAGEN

Existen muchas otras réplicas de la imagen, producto de la gran devoción que fue impulsada por aquella época por sus devotos fuera del departamento de Apurímac, entre ellas las de mayor importancia se encuentran las de Lima, Sapayanga y Orcotuna (Huancayo).

La Virgen es representada con un ramillete de rosas y amancay (Lirio de la Sierra de Sudamericana) en la mano derecha, mientras que en la izquierda porta al Niño Jesús con el mundo en sus manos mientras bendice al espectador. Sobresale el amplio manto y el vestido, riquísimamente bordados.

La venerada imagen de la Mamacha Cocharcas es una hermosa talla en madera policromada de regular tamaño. No sobresale por la finura de sus rasgos, pero es devota y tiene indudable parecido con su gemela de Copacabana.

La Cofradía realiza diversas peregrinaciones con réplicas llamadas «Reina Grande» y «Reina Chica» hacia las ciudades de Cuzco, Huamanga (Ayacucho) y otras localidades vecinas recaudando las limosnas que erogan los devotos. Como parte de su gran celebración regional, también se realizan corridas de toros y bailes tradicionales. Estas festividades tienen lugar después de las cosechas, asociada con las lluvias y la fertilidad de la tierra.

El 8 de setiembre de 1946 se realizó la solemne coronación canónica de la imagen, precedida de una asamblea mariana en Ayacucho, a la que siguió un Congreso Mariano realizado en torno al mismo santuario.

Su Fiesta se celebra el «8 de Septiembre». Este día en la Diócesis de Abancay es «Solemnidad», y toda la región de Apurimac acude a visitar a su «Mamacha». Las celebraciones constituyen el alma del Departamento de Apurimác, de manera especial para la provincia de Chincheros, siendo declarado por el Gobierno Regional este día «feriado» acudiendo grande cantidad de peregrinos a visitar y orar a la «Reina de los Andes Peruanos».

La principal, antigua y cuatricentenaria celebración de todo Apurimac y la Sierra peruana fue y es la Fiesta de Nuestra Señora de Cocharcas en su Tradicional Santuario del Distrito de Chincheros, principal lugar de peregrinación de muchos devotos católicos del Perú y extranjero desde 1598, en que se inció su culto, se celebran novenas, misas y procesiones a fines de Agosto y primeras semanas de Septiembre. Es un hermoso espectáculo observar a los cientos de romeros bajar desde los cerros entonando canticos en quechua y tocando instrumentos de viento como quenas y zampoñas en honor de su «Mamacha».

La celebración de su fiesta está a cargo de las decenas de devotos o quiminchos (nombre derivado del apellido Quiminchi), quienes son los encargados de llevar en procesión a la Virgen, por las calles del distrito de Cocharcas.

 

LA IGLESIA

En las márgenes del río Pampas, en la provincia de Chincheros, Apurímac, sobre una florida meseta está situado este monumental Santuario Mariano.

En 1623 se le dedicó una nueva iglesia, que años más tarde reedificó y culminó el ilustre Obispo de Huamanga, Don Cristóbal de Castilla y Zamora. En un letrero, aún visible, se lee: “Acabóse esta Iglesia y Retablo de Ntra. Sra. de Cocharcas. Año 1675”.

Su amplio interior atrae la atención por las muchas pinturas que decoran los muros, encerradas todas en valiosos marcos. Mons. Fidel Olivas Escudero hizo trasladar los restos de Sebastián a la sacristía el 14 de setiembre de 1903 y en la lápida que los cubre hizo grabar la siguiente inscripción: “Aquí yacen los restos de Sebastián Martín, Quimichu de la Virgen de Cocharcas. Año 1600”.

La Iglesia de Cocharcas es de estilo barroco, para ello se utilizaron piedras finamente labradas. Se aprecia una boveda de medio punto, en cuyo interior se guardan importantes lienzos de la escuela cusqueña y de algunos maestros españoles. El altar mayor esta decorado con un retablo de cedro; bañado en pan de oro y mide aproximadamente 10 metros de alto. La iglesia fue declarada patrimonio cultural de la nación en 1941.

Tal es el más notable santuario de los Andes del Perú, tan afamado en los tiempos virreinales y cuya romería, concurridísima antaño, daba ocasión a una feria que ha decaído con el tiempo.

También la iglesia ha sufrido algún deterioro, en especial a raíz del incendio de 1992. Y el tesoro de la imagen ha disminuido notablemente: el anillo de oro obsequiado por el Papa en 1600, las coronas imperiales donadas por los Reyes de España, la valiosa custodia del Santísimo y hasta el viejo libro manuscrito con la historia original, han desaparecido.

VIDEO

Virgen de Cocharcas

Orcotuna – Virgen de Cocharcas

Ishua. Novenas a la Virgen de Cocharcas

Ishua 2001: Procesión de la Virgen de Cocharcas


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