Esta advocación nació en varias partes del mundo, pero también fue difundida a través de la de Italia y la de Portugal.
En muchos pueblos de España es su patrona lo mismo que en íbero América.
En Italia, Portugal y España la advocación fue producto de apariciones de la Virgen.
Apostado a la entrada del grandioso Templo de Jerusalén, el viejo Simeón esperó toda su vida el momento en que podría ver con sus propios ojos al Mesías tan esperado.
Su fe recibió al fin su premio, y el día feliz en que pudo tener en sus brazos al Divino Niño Jesús, levantó su rostro al cielo y proclamó agradecido:
“Han visto mis ojos tu salvación… luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel” (Lc 2, 30-32).
El venerable anciano hablaba con total acierto.
El Mesías poseía en sí mismo la luz sobrenatural y magnífica que irradiaría sus rayos hacia los confines de la tierra, conquistando las naciones, expulsando a los demonios y abriendo por fin a los hombres las puertas del Cielo.
¿Qué decir de la mujer elegida por Dios para traer semejante Luz al mundo? Siglos antes, ella había sido anunciada por el gran profeta Isaías:
“He aquí que una doncella está encinta y va a dar a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa ‘Dios con nosotros’ ” (Is 7,14; Mt 4,16).
Como portadora de esta Luz de infinito valor, mucha razón tendrían los hombres de los siglos futuros al venerarla bajo la hermosa invocación de Nuestra Señora de la Luz.
Es abogada de los Curtidores; Electricistas; Fontaneros; Embarazadas; y de los padecimientos visuales.
La Advocación de Nuestra Señora de la Luz está presente en muchos países aunque no necesariamente responde al mismo origen.
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La más popular es la de Italia, y de allí pasó a México.
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También tomó este nombre la aparición de Zeitún.
EN ITALIA
La iconografía de la Virgen de la Luz tiene su origen en la ciudad de Palermo (Italia) sobre el año 1722, cuando una monja visionó una imagen de la Virgen María evitando caer en las fauces de un monstruo maligno, mientras sostiene su alma.
La imagen de esta visión plasmada por un pintor sobre esas fechas de 1722, fue conservada en la ciudad de Palermo hasta 1732.
Cuando fue sorteada por el padre José Genovesi para el traslado a alguna fundación reciente de la Compañía de Jesús, siendo en suerte trasladada el 2 de julio de 1732 a la iglesia jesuita de León en Guanajuato (México), que desde el año 2005 es denominada Basílica-Catedral Metropolitana de Nuestra Madre Santísima de la Luz.
A partir de entonces, los jesuitas fueron quienes difundieron su culto por el continente americano.
La representación de la Virgen de la Luz es aquella donde muestra a la Virgen María evitando caer en las fauces de un monstruo maligno, mientras sostenía su alma y al Niño Jesús.
La Virgen María aparece vestida con túnica blanca y su manto azul (semejante al de la iconografía de la Inmaculada Concepción), que simbolizan su pureza y castidad, sobre un fondo de color amarillo dorado.
En los brazos sostiene con su mano derecha la figura de un alma, y con su brazo izquierdo al Niño Jesús, el cual escoge un par de corazones ardientes que un ángel porta y le ofrece en una cesta.
Los corazones ardientes simbolizan la caridad y el amor a Dios.
Sobre la cabeza de la Virgen María están un par de ángeles que la coronan como reina del cielo, mientras que a sus pies, le espera un monstruo (Leviatán) con sus fauces abiertas.
La figura de Leviatán fue censurada desde 1760 por la Iglesia Católica Romana y fueron sustituida por unas llamas que aludían al purgatorio, o unas nubes oscuras que simbolizan al pecado.
EN MÉXICO
La Catedral Basílica de León, está dedicada a la Madre Santísima de la Luz, patrona de la ciudad de León, Guanajuato, México.
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Ubicado en el centro histórico de le ciudad. Es la sede de la Arquidiócesis de León.
Levantado por los jesuitas en el año de 1765, sobre un edificio deteriorado, propiedad de la orden.
La obra quedó inconclusa debido a la expulsión de los jesuitas de los dominios españoles en el continente.
No se retomó sino hasta 1866, y aun sin concluirse. Esto debido a que se erigío la diócesis de León.
El templo se dedicó a la Virgen de la Luz, quien ya era patrona de la ciudad de León desde 1810.
Fué remozada en el siglo XIX por el arquitecto Luis Long, con motivo de la coronación de la virgen. Para el año 2005, el Papa Benedicto XVI elevó la Diócesis de León a la categoría de Arquidiócesis.
Con fachada de cantera, presenta una sola nave, ocho bóvedas y capillas anexas. Un crucero y cúpula con linternilla.
De planta en forma de cruz latina. Cuenta con dos torres, de construcción idéntica, de tres cuerpos.
La mayor parte del edificio está decorado al estilo Neoclásico, aunque en sus capillas, se encuentran variados estilos con composición ecléctica; desde lo detallado del neomudéjar hasta las composiciones geométricas del Art Decó.
Labrada en cantera de composición neoclásica, presenta dos cuerpos. En el primero dos pares de columnas de orden corintio que sostienen un friso enmarcan el arco de acceso, de medio punto.
El segundo cuerpo, también presenta dos columans del mismo orden, enmarcando la ventana del coro.
Las columnas del segundo cuerpo sostienen un frontón interrumpido en la parte central por un medallón con el relieve de dos ángeles sosteniendo el monograma de la virgen.
Destaca el hermoso y deslumbrante interior, de estilo neoclásico, así como los vitrales. El altar principal de mármol, custodia la imagen de la virgen.
Las capillas laterales, que suman seis en total, fueron decoradas en varios estilos.
El pueblo leonés muestra un gran fervor y afecto a esta advocación mariana, pues ha librado a esa comunidad de muchos males, entre ellos epidemias e inundaciones.
La imagen de la Nuestra Madre Santísima de la Luz que se venera en este recinto fue traída de Italia el 2 de julio de 1732, por la orden jesuita.
Y llegó a ser resguardada en la mencionada parroquia, mientras se concluían las obras de la nueva catedral.
EN ESPAÑA
Es un atardecer de primavera en el lugar que ahora llamamos Dehesa de la Luz, cerca del pozo que decimos de las matanzas.
Los cristianos y los moros están empeñados en feroz combate.
Las fuerzas están equiparadas. La victoria no se inclina en favor de ningún bando.
Oscurece. Se sigue luchando en la penumbra. Ya no se ve.
De pronto, en medio de la lucha, una Señora llena de luz aparece sobre una encina.
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Grandes resplandores emanan de su figura.
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Esta luz, como un sol, ilumina a los cristianos y ciega a los musulmanes.
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Aquellos al amparo de la luz de la Señora consiguen una gran victoria.
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La señora era la Virgen de la Luz.
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Muchos cristianos eran arroyanos que, agradecidos, le levantaron una ermita.
Los hechos históricos son estos: Era en los primeros días del mes de abril del año 1229.
El Rey que mandaba a los cristianos era Alfonso IX de León que conquista Arroyo y, a los pocos días, Cáceres el 23 de Abril, día de San Jorge, de 1229.
Este Rey de León, casado con Dña Berenguela de Castilla, es el padre de Fernando III, el Santo.
Los moros eran los almohades.
Estos árabes habían sido ya derrotados pocos años antes en la célebre batalla de las Navas de Tolosa de 1212 por los reyes de Castilla, Aragón y Navarra.
El lugar de la batalla, el arroyo y el pozo de las Matanzas.
Se llama de las Matanzas por las muchas bajas de los moros que murieron en el encuentro.
Otra leyenda, o tradición, que explica la fundación de la ermita y la devoción a la Virgen de la Luz de distinta manera es la del Conde Pelagio.
Es en el siglo VI. Dominan en España los visigodos.
Eran arrianos. Una herejía que negaba la divinidad de Jesucristo, y por lo tanto, la maternidad divina de María.
El Conde, fiero él, se enamoró perdidamente de una linda pastorcita, creyente ella, muy cristiana y fervorosa.
Pelagio se llamaba el Conde, Leticia la pastorcita.
A las reiteradas pretensiones amorosas del Conde se opone la hermosa pastorcita alegando: No me casaré jamás con un hombre no católico.
Yo amo a María la Virgen y a Jesús.
El conde, enfurecido por la negativa, mandó encarcelar a Leticia y a toda su familia.
En los calabozos del castillo rezaba la bella pastorcita.
El segundo día de Pascua los criados del Conde irrumpieron en su presencia para decirle asombrados:
“Señor!, el rebaño de Leticia, la pastorcita prisionera es cuidado por una anciana llamada María que ha devuelto la vista al ciego escudero Sixto”.
Y más dijeron al conde: Que cuando fueron a detener a la anciana para traerla al castillo, les había sido imposible hacerlo porque sus pies se habían quedado clavados en el suelo junto a una encina.
Al mismo tiempo decía la anciana:
«Arrepentidos los quiere Jesús. Decid al Conde que si no da libertad a Leticia y su familia se quedará ciego hasta que, arrepentido, se haga creyente.”
Enfureciéndose luego el Conde y, en su ira, quiso matar a Leticia, a su familia, a la anciana María y al rebaño.
Y, al instante, Pelagio quedó ciego, según la profecía. Sumido en la oscuridad de la ceguera, cayó de rodillas penitente el Conde, y , clamando en alta voz, decía:
“Señor, perdón, creo en Ti”.
Recobró la vista, convertido, y dio la libertad a Leticia y a su familia.
Aceptó la pastora los amores del Conde y se casaron junto a la encina sagrada donde habían visto los criados a la anciana María.
Y sobre la encina, apareció una señora muy bella y resplandeciente que les dijo:
“¡Seguid siendo buenos cristianos!. ¡La religión de Jesús os salvará!. La anciana María soy yo.
Seré vuestra luz en las tinieblas. Yo seré vuestra Patrona. Yo seré vuestra Virgen de la Luz y os protegeré en las desgracias.“
EN PORTUGAL
El Portugal del siglo XIV fue el lugar por excelencia donde floreció esta devoción, para difundirse luego a las provincias de ultramar.
La historia es la de Pedro Martins, un modesto agricultor de la villa portuguesa de Carnide, llevaba una existencia tranquila junto a su esposa.
Pero se vivían tiempos turbulentos.
Las crónicas no dicen exactamente cómo sucedió, pero el buen campesino terminó prisionero de los moros africanos.
Lejos del afecto de su familia, cayó en la infeliz condición de esclavo, sujeto a un régimen despiadado de trabajos forzados bajo un clima atroz, y, sobre todo, privado por completo del consuelo de su religión cristiana.
Los años iban pasando, llevándose con ellos toda esperanza humana para el cautivo.
Abandonado por los hombres, Pedro Martins se dirigió entonces, con más intensidad que nunca, hacia Dios.
Una noche, solitario en su celda, decidió rezar con más fervor y fe.
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Luego de orar durante horas, el sueño lo venció.
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Mientras dormía se le apareció una Señora radiante, que le prometió volver más veces para reconfortarlo y, después de su última visita, hacerlo regresar a Carnide.
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Una vez allá, agregó, debería buscar algo que le pertenecía y estaba escondido cerca de una fuente.
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Le hizo el encargo de edificar una capilla en ese lugar, cuya exacta ubicación ella misma le indicaría valiéndose de una luz.
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Por treinta noches consecutivas la Madre de Dios vino a consolar a Pedro.
Los dolores sufridos durante el día se desvanecían bajo la luz y la suavidad de las horas pasadas a los pies de María. Pero seguía prisionero.
Al despertar la trigésima noche, ¡qué sorpresa!.
De modo milagroso e inesperado estaba de regreso en su añorada aldea.
Con inmensa emoción reencontró a sus seres amados, que se admiraban de volver a verlo sano y salvo.
Pero no olvidó la petición de la Virgen, y de inmediato se lanzó a la búsqueda de lo que, según la indicación mariana, se hallaba oculto “cerca de una fuente”.
Había un lugar llamado Fuente del Machete (Fonte do Machado) donde una luz misteriosa venía apareciendo desde tiempo atrás, y llegaban curiosos de todas partes a observar el fenómeno.
Pedro decidió ir por la noche, en compañía de un primo, para realizar su búsqueda en aquel sitio.
Al llegar a la fuente divisaron una luz moviéndose frente a ellos.
La siguieron hasta un matorral, donde se detuvo encima de unas piedras.
No lo pensaron dos veces. Removieron las piedras y descubrieron, fascinados, una bellísima imagen de la Virgen.
La noticia del milagroso hallazgo recorrió el país, y ese mismo año –1463– comenzó la construcción de una capilla, de acuerdo a la orden de la Santísima Virgen.
Años más tarde sería reemplazada por una magnífica iglesia.
Atravesando los mares, la devoción a Nuestra Señora de la Luz se extendió al mundo entero, fructificando en gracias prodigiosas, de manera especial en las colonias portuguesas.
Se le atribuyen muchos milagros. Hacia 1650 existía en un pueblo de colonos al sur de Brasil una capilla dedicada a la Señora de la Luz, cercana a un río llamado Atuba.
Sus habitantes estaban perplejos al descubrir que cada mañana la imagen de la Virgen aparecía con su rostro orientado hacia una región de muchos pinos –curytiba, en lengua tupí– donde vivían los feroces indios tingui.
Se decidieron entonces a despejar esa área, encaminándose hacia allá dispuestos a enfrentar un eventual ataque de los indígenas.
Al acercarse se llevaron la gran sorpresa de encontrar a Tindiquera, el cacique de la tribu, que se les adelantaba sonriendo y recibiéndolos cálidamente.
Era, sin duda alguna, una milagrosa acción pacificadora de la Virgen.
Haciendo amistad con los colonos, el jefe indio no solamente les cedió el terreno que pretendían, sino que les indicó el mejor lugar, clavando su lanza en el suelo; los colonos la dejaron ahí como señal de respeto y amistad.
Al llegar la primavera, la lanza del amistoso cacique floreció. No hacían falta más pruebas.
Ahí mismo, bajo el amparo de la imagen protectora, fundaron una nueva villa cuyo nombre, tal como se acostumbraba entonces, mezclaba palabras portuguesas e indígenas: Nuestra Señora de la Luz de los Pinos de Curytiba.
En ese mismo sitio se levanta hoy una imponente catedral neogótica, testimonio de la acción al mismo tiempo pacificadora y luminosa de la Madre de Dios.
La admirable invocación de Nuestra Señora de la Luz es un convite continuo a todos nosotros, para que amemos y sigamos cada vez más a su Divino Hijo, que dijo de Sí mismo:
“Yo soy la luz del mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida” (Jn8, 12).
ORACIÓN A NUESTRA SEÑORA DE LA LUZ
Madre y señora, tú eres luz que disipas la sombra del engaño;
tú eres la dulzura que deleita al corazón
y eres la poderosa madre en quien espero y confío.
Aleja de mí todo peligro; guárdame, señora,
y en estos ocho días recíbeme por tuyo;
yo volveré, señora, a tus santísimos pies;
yo daré a mi corazón la dicha de saludarte,
y yo renovaré el amor que desde hoy te ofrezco.
Ángeles de la patria celestial, alabad por mi
a la madre santísima de la luz;
Dios y señor de la majestad y grandeza,
pues sólo vos sabéis lo que es María,
ensalzadla y engrandecedla y tú,
madre y señora, admite mi corazón;
las necesidades que tiene tú lo sabes; remédialas;
derrama el bálsamo suavísimo de tu amor;
has que en todas mis acciones te llame madre de la luz;
alúmbrame, compadécete de mi, y no permitas
que sea presa del demonio; y haz que,
pues te portas como mi madre, yo me porte
como tu hijo. Amén.
Equipo de Colaboradores de Foros de la Virgen María
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