Nuestra Señora del Rosario del Milagro de Córdoba, Argentina ( 7 de octubre)

Es un hecho históricamente comprobado que en tiempo de calamidades públicas, sequías, epidemias y otros flagelos, el pueblo de Córdoba ha acudido con fe a invocar el auxilio de «La Negrita » (como cariñosamente se la llama), la Sma. Virgen del Milagro y que nunca ha visto fallidas sus esperanzas…

Fue en la noche del 19 de junio de 1592. Un terremoto sin mayor importancia, suceso no por frecuente en la región, menos aterrador, había despertado a los moradores del Callao, que instintivamente acudieron a refugiarse, como lugar más seguro, en las playas de su mar.

Al amanecer del día 20, cuando la calma había tornado un tanto a los espíritus, una nueva inesperada, absorbió los comentarios sobre el reciente temblor; flotando apacible sobre las olas del Pacífico, parecían acercarse hacia la costa, dos bajeles, que muy pronto se identificaron como dos simples arcones.

La curiosidad acicateó los ánimos y sólo cuando el regidor de la ciudad, el Excmo. Sr. García Hurtado de Mendoza, Virrey del Perú, ordenó lo pertinente para recogerlos, pareció que todos se tranquilizaban. Una vez que las cajas arribaron a la playa, no poca sorpresa causó el leer en sus cubiertas sendos rótulos grabados a fuego que decían:

«Una Señora del Rosario para el Convento de Predicadores de la Ciudad de Córdoba, Provincia del Tucumán, remitido por Fray Francisco Victoria O. P ., Obispo de Córdoba del Tucumán».
«Un Señor Crucificado para la Iglesia Matriz de la Ciudad de Salta, Provincia del Tucumán, remitido por Fray Francisco Victoria O.P., Obispo de Córdoba del Tucumán».

No cabía duda, como consecuencia de un naufragio, tan común de aquella época, y de modo portentoso sólo se salvaban esos dos venerables y santos símbolos de la piedad cristiana.

Hubo grandes celebraciones y festejos del pueblo y de la iglesia recibiendo el milagro del rescate de las imágenes, el tiempo pasaba sin sentir y era necesario cumplir con la voluntad del remitente. A ese fin, en Lima se formaron sendas comitivas que se disputaban el honor de llevar en sus hombros los regios presentes del cielo.

Organizada la procesión, en las puertas de la ciudad fue des pedido el piadoso cortejo en medio de las salvas del ejército y los cánticos y plegarias del pueblo. y en cada pueblo del trayecto se renovaban los portadores de las efigies, al par que las fervorosas manifestaciones de fe.

En continua marcha triunfal llegaron las imágenes a la ciudad de Salta donde, como era lógico, fueron recibidas con ardoroso entusiasmo, en el llamado desde entonces Campo de la Cruz, renovándose con mayor esplendor las solemnidades con que fueron honradas en el Perú.

Desde Salta donde quedó el Santo Cristo, continuó la devota comitiva portando a la Sma. Virgen destinada para Córdoba y muchos caballeros siguiendo el ejemplo de los que habían llegado del Potosí aumentaron el séquito, para entregar la preciosa imagen del Rosario a la Comunidad Dominicana.

Córdoba, famosa por su piedad y por su ciencia, recibió el divino presente, con pompa extraordinaria y desde entonces la Virgen del Rosario del Milagro ha sido el foco central de su devoción.

La ciudad le dedicó un altar y un magnífico Santuario, que muy pronto se hizo célebre por los innumerables prodigios dispensados en él por la Sma. Virgen, en favor de aquellos que imploraron e imploran su celeste protección.

Es un hecho históricamente comprobado que en tiempo de calamidades públicas, sequías, epidemias y otros flagelos, el pueblo de Córdoba ha acudido con fe a invocar el auxilio de «La Negrita » (como cariñosamente se la llama), la Sma. Virgen del Milagro y que nunca ha visto fallidas sus esperanzas.

Esta singular protección experimentada en innumerables oportunidades ya de un modo Colectivo en la República como particular en las familias, hizo que el Obispo Fr. Reginaldo Toro O. P. en nombre de su diócesis, pidiese al Santo Padre León XIII, la corona pontificia, quien benignamente la concedió en vista de las indiscutidas maravillas obtenidas por medio de la prodigiosa imagen.

El primero de octubre del año 1892, Córdoba renovaba sus manifestaciones de amor hacia su excelsa protectora, ciñendo su frente con corona de reina, a la que entre los muchos favores le había dispensado, no había sido el menor haber librado a nuestro pueblo en el año 1807 del poder del invasor, de lo que hay perenne testimonio en las banderas existentes en la Basílica, y que ofrendara Liniers a la Sma. Virgen del Milagro, a quien había invocado, recibiendo muy luego el apoyo de su celestial protección.

En 1934 acababa la Santa Sede de elevar a trono arzobispal la antigua Diócesis de Córdoba del Tucumán y Córdoba al recibir tan fausta nueva no pudo olvidar a la que ha sido testigo de sus alegrías y sus dolores y en un solo clamor suplica al Sumo Pontífice, declarase a la Santísima Virgen del Rosario del Milagro, Patrona Principal de la Arquidiócesis y el Santo Padre Pío XI accede gustoso a estos votos y este hecho auspicioso fue celebrado en el día 3 de octubre de 1937, con todo fervor y piedad, alcanzando las ceremonias magnificencia inenarrable, señalando para el catolicismo de Córdoba una fecha inolvidable. Baste decir, que cerca de 5.000 hombres participaron en la comunión nocturna y más de 100.000 almas acompañaron a su Reina y Patrona en la procesión jubilar de su patronazgo.

La imagen de talla de Nuestra Señora del Rosario que allí se venera, conocida también como la Virgen del Milagro, réplica de la que se halla en el Santuario de Atocha, mide algo más de un metro y medio de altura.

A su protección, Liniers atribuyó el triunfo sobre los invasores ingleses de 1806 y 1807, y en prueba de gratitud envió al Santuario cordobés dos banderas cobradas al enemigo.

Igual actitud tomó el General San Martín al ofrecer a la venerada imagen una de las banderas del Ejército de los Andes.

Obró también el favor de la Virgen de los Milagros al poner término a las sequías que diezmaron los campos de la provincia, tal la sufrida en 1846, o en ocasión de la epidemia de cólera de 1867.

La devoción a esta Virgen, que se remonta a más de cuatro siglos, no podía sino culminar con la coronación pontificia que León XIII le otorga por disposición fechada el 1º de octubre de 1892.

La fiesta principal, como es tradición en la Orden de Santo Domingo, se conmemora el primer domingo de octubre, precedida por un solemne Novenario que culmina con una procesión. Es en octubre cuando la asistencia de fieles se intensifica, si bien durante todo el año llegan peregrinaciones, tanto de las parroquias de la ciudad capital como así también del interior de la provincia.

 

BASILICA DE SANTO DOMINGO

El deterioro que el transcurso de los años ocasionó al primitivo Convento de Santo Domingo obligó a su demolición en 1857 demolición. El templo actual, de estilo renacentista, quedó inaugurado el 28 de setiembre de 1861, día de su consagración.

Es uno de los templos más importantes del país. Fue testigo de hechos fundamentales, desde el nacimiento mismo de la nación. Actualmetne guarda parte del patrimonio histórico, cultural y arquetecónico del país.

Este templo está bajo la custodia de los dominicos, con 400 años de permanencia en la provincia de Córdoba.

Su actual estructura data de las construcciones de 1861, y es la tercera que se levanta en el mismo terrenos, ya que las dos anteriores fueron arrasadas por las aguas del arroyo La Cañada, que inundaba periódicamente la joven ciudad, y databan del siglo XVII.

En su construcción se destacan claramente las cuatro torres, cuyas cúpulas están revestidas con finos azulejos donados por Justo José de Urquiza, quien organizó constitucionalmente el país en 1853. Hasta principios del siglo XX, el templo estuvo pintado de blanco, pero luego se cambió por la tonalidad que hoy presenta.

En su parte inferior, los pares de pilastras marcan, con dos óculos y una ventana coral, la división en tres naves de la iglesia. Luego de una marcada cornisa, están las torres que se destacan por sus cúpulas revestidas con azulejos. Según apuntan las crónicas, estos azulejos fueron especialmente donados por Justo José de Urquiza. Cuatro pequeñas cúpulas acompañan a la cúpula mayor que culmina con un escudo del Sagrado Corazón de Jesús.

De acuerdo a datos documentales gráficos, el templo estuvo originalmente pintado de blanco. No obstante, a principios del siglo 20 ya presentaba dos tonalidades, similares a las que exhibe en la actualidad.

Una vez en el interior, lo primero que se destaca es la forma de cruz latina que posee la iglesia. Pero, la atención mayor se concentra en las bóvedas y cúpulas decoradas con altos relieves dorados y fondos en granate y verde.

Sobre ellos, el óleo de Honorio Mossi La muerte de Santo Domingo, es el que abre el recorrido por las joyas artísticas que guarda el templo.

A mano izquierda se accede a una de las naves en donde se alinean los retablos del Espíritu Santo Personificado; San José y el Niño; San Vicente Ferrer entre los arcángeles San Rafael y San Miguel; Santo Domingo de Guzmán (el fundador de la orden de los dominicos) y del Sagrado Corazón, nuevamente.

En este sector también hay algunas obras de Genaro Pérez, una réplica del Señor del Milagro de Salta y, en las alturas, un óleo realizado por Mossi en 1896 sobre revoque estucado que muestra el encuentro de Santo Domingo y San Francisco en Soriano.

En la nave derecha continúan los retablos dedicados a Santa Catalina de Siena; Nuestra Señora de la Asunción; Santo Tomás de Aquino; Santa Rosa de Lima; San Martín de Porres y El Calvario.

Luego de trasponer los portones de hierro forjado y el atrio, se ingresa al sector denominado nítrex, una especie de galería ubicada antes de la puerta principal. En ese lugar es posible distinguir la presencia de cuatro placas en las que se hace referencia a las órdenes religiosas que más influencia tuvieron en el desarrollo y la historia de la ciudad: dominicos, mercedarios, jesuitas y franciscanos.

En el sector central se destacan el altar de plata, realizado en el Alto Perú y de típica factura jesuítica, del siglo XVIII; las cúpulas en las que figuran las pinturas de los Evangelistas; el altar con el Cristo crucificado, Santo Domingo y San Francisco; y los escudos de las familias cordobesas acaudaladas que aportaron económicamente para la construcción de la basílica.

Arriba del altar, preside la escena la imagen de Nuestra Señora del Milagro del Rosario, coronada en 1892 y declarada patrona de la Arquidiósesis de Córdoba en 1937.

También, sobresale el púlpito que data del año 1862. Es de madera tallada y está coronado por la figura de un ángel policromado, dorado en oro y con ojos de vidrio. Detrás del altar la Capilla del Santísimo, un particular lugar de recogimiento en el que se ubica el sagrario realizado en plata.

Al subir por las escaleras de mármol, llamada “la escalinata de los promesantes” que conduce hasta el sector posterior del habitáculo de la Virgen, hay a lo largo de la escalera, numerosos nichos guardan las ofrendas de quienes hicieron sus promesas y, una vez en la planta alta, se puede observar el cofre que protege a la imagen de la Virgen montado sobre columnas de ónix diseñadas por el arquitecto Roca, ofrendas y banderas que fueron donadas por el virrey Liniers utilizadas durante las invasiones inglesas.

Por sus características constructivas, se supone que el sector donde está la sacristía corresponde al período colonial. En esta sala sobresalen numerosos cuadros de la escuela cuzqueña (del siglo XVIII), la imagen de vestir de Santo Domingo y la cripta.

 

ORACIÓN A LA VIRGEN DEL ROSARIO DEL MILAGRO

Santísima Virgen María,
Nuestra Señora del Rosario del Milagro,
Por tu travesía sobre las olas del mar,
Por tu arribo al Puerto del Callao,
Por la veneración que te tributaron en Lima
Los primeros santos latinoamericanos,
Y, en nuestra Córdoba, San Francisco Solano
y los santos Alonso Rodríguez y Juan del Castillo,
por los méritos de tu Hijo crucificado
cuya imagen acompañabas hasta nuestra patria Argentina,
por haber elegido esta ciudad
para establecer tu trono de misericordia,
escucha la oración de tu Pueblo.

Ten misericordia de los tristes y abatidos,
De quienes están solos o encarcelados,
De los pobres y desamparados,
De los enfermos y discapacitados,
De nuestros familiares y amigos difuntos.
Sostén con tu intercesión
a quienes se esfuerzan cada día por vivir el Evangelio,
Que se mantengan unidos los esposos
Que han recibido el sacramento del matrimonio,
Que los niños y jóvenes asuman los ideales evangélicos,
Que no falte disponibilidad para consagrarse
en la vida sacerdotal y religiosa.

Te pedimos que haya paz, alegría y prosperidad
en nuestros hogares, nuestra patria y el mundo entero.
Virgen del Milagro, ruega por nosotros que acudimos a ti. Amén


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