La mayoría de las personas del siglo XXI está actuando como si no hubiera ninguna ley moral válida para todos los tiempos.

Piensan que cada generación debe decidir su moralidad; lo que es bueno y lo que es malo.

El posmodernismo del siglo XXI ha llevado al extremo este pensamiento, introduciendo la idea de que no es conveniente tener demasiados juicios morales.

Y se ha dado a la tarea de desarticular la moralidad imperante en la sociedad humana hasta ahora.

Esto también ha cundido entre los cristianos, porque algunos piensan que si bien hay leyes generales que Dios nos dio, también supuestamente el Espíritu Santo nos debe decir en cada época que es lo bueno y qué es lo malo de ellas.

Y por ello nos debemos de abstener de juzgar a la gente, aunque sea sólo mentalmente; esto es claramente posmodernista.

Toda esta problemática es parte de la guerra espiritual que se está desarrollando en este momento.


QUÉ ES EL POSMODERNISMO

El posmodernismo está eliminando paso a paso los juicios de inmoralidad de las conductas moralmente reprobables.

Situando como valor principal maximizar las gratificaciones de cada persona.

El poeta checo Vaclav Havel definió el posmodernismo como un estado en el que todo es posible y casi nada es cierto.

De hecho, la cosmovisión posmoderna no contiene nada que necesite tener definición y significado.

Todo, incluso las más contundentes contradicciones, debe ser aceptado.

Las reglas deben romperse para demostrar que nada tiene consecuencias.

El posmodernismo destruye el orden al privar a una sociedad de certezas, lógica e identidad.

La modernidad secular consideraba la cultura como una influencia ordenadora que conduce a la prosperidad.

Pero el posmodernismo la ve como una forma de facilitar la gratificación.

Sin embargo la cultura por definición no está restringida a las preferencias individuales.

Abarca la amplitud del conocimiento humano tal como se refleja en las artes, la economía, la política y la educación.

Y contribuye a la estructuración de todas las relaciones humanas, las instituciones y el Estado mismo.

Es este sentido posmoderno que posibilita el adoctrinamiento moral del que están siendo objeto los jóvenes en colegios y universidades.

El adoctrinamiento significa enseñar a una persona a aceptar una creencia sin crítica.

La mayoría de las colegios y universidades permiten muy poco pensamiento crítico.

Y desafiar el status quo puede tener consecuencias negativas tanto para los profesores como para los alumnos.

Es así como se desestructura la moral en la sociedad y se genera otra moral que sostiene que no hay que hacer juicio morales.

Es por eso que sostenidamente las encuestas muestran el crecimiento constante de la gente que opina que la homosexualidad, la pornografía, el aborto, el divorcio, eutanasia, etc. son aceptables.

E incluso tienen que llegar a la deshonestidad de fingir que no existen ciertos hallazgos científicos, para justificar la aceptación de aberraciones como el aborto, por ejemplo.

 

LA DESHONESTIDAD DEL ABORTO

El aborto es el complemento necesario de la liberación sexual de la moralidad.

La liberación sexual significa que los seres humanos deben tener la máxima oportunidad de perseguir el placer sexual por su propio bien.

La naturaleza, sin embargo, presenta un problema: el sexo es el que produce un embarazo.

Sin embargo el embarazo y la crianza de los hijos pueden ser arduos y exigentes para un humano moralmente maduro.

Por lo tanto, un cálculo hedonista posmoderno es que las consecuencias naturales del sexo tienden a echar a perder el placer individual del sexo.

Una vida dedicada a perseguir el sexo como un placer físico nunca puede tener éxito a menos que el embarazo pueda ser evitado.

De ahí la necesidad de la anticoncepción artificial, y cuando eso no funciona, el aborto como un método anticonceptivo de última instancia.

Para que esto solución funcione, sin embargo, tenemos que creer que el aborto no es moralmente problemático.

Y es aquí donde interviene la cultura de la mentira: nos negamos a creer que el aborto sea moralmente problemático a partir de toda clase de engaños.

El argumento más obvio es que un feto no es un ser humano. Esta afirmación es evidentemente falsa: ¿qué otro tipo de ser podría implicar?

Todo el mundo sabe que esta afirmación es falsa, incluso la gente que lo invoca cuando siente la necesidad de justificar el aborto.

¿Por qué casi todas las personas, incluso los defensores del aborto, se refieren al “bebé” de la mujer embarazada en los casos cuando saben que la mujer no va a buscar un aborto, sino que tiene la intención de llevar el embarazo a término y asumir los deberes de la maternidad?

Un argumento alternativo dice que un feto es un ser humano, pero no es una persona humana.

En esta visión se dice que el aborto no es moralmente problemático, porque el respeto moral se concede a la persona y no a la mera humanidad.

Un feto, aunque sea humano, no puede tener conciencia de sí mismo o preocupación por el futuro, y por tanto no se le deben dar las protecciones que tenemos naturalmente acordadas a una persona humana madura.

Si el argumento de la ausencia de una persona fuera correcto, entonces sería igual de moral practicar el infanticidio como un aborto, ya que los recién nacidos no tienen más sentido de auto-conciencia o preocupación por el futuro de lo que lo tienen los fetos.

Pero prácticamente todo el mundo está de acuerdo en que no sólo el infanticidio está mal, sino que es un asesinato.

El argumento de que el feto no es una persona, entonces, no es más que un recurso para justificar el aborto.

Se trata de un argumento deshonesto, y su falta de honradez es suficientemente evidente para socavar el compromiso de nuestra sociedad hacia la verdad y la moral.

En este clima posmoderno, que pretende cambiar la moralidad yendo hacia un mundo sin una moral establecida la presión hacia los cristianos y muy grande.

Y por eso creemos conveniente hacer un repaso de las desviaciones morales que pueden afectar a los cristianos.

Comencemos viendo las distintas morales que podemos desplegar.

 

MORAL DE ACTITUD

Es creer que los pecados que cometemos no nos impiden llegar al cielo, un grave error teológico.

Nuestro Señor – según esta falsa moral – sólo tomaría en cuenta nuestra disposición interior por aceptar su salvación.

Él ignoraría a propósito nuestros pecados, de los que ni siquiera intentaríamos salir.

Esto se resumiría así:

“Si la opción fundamental (mi actitud) es por Cristo, no importan las obras concretas (pecados o buenas obras) que realice”.

Esto se relaciona perfectamente con la herejía protestante de la “Sola Fe”.

Como mal enseñaba Martín Lutero sobre esto:

“Sé un pecador y peca fuerte, pero deja que tu fe sea más grande aún”.

En cambio la enseñanza de Dios está en clara oposición a esto, no se puede decir que uno ha elegido a Dios si no se cumple con su voluntad (Juan 14, 15).

La Fe sin (buenas) obras está muerta (Santiago 2, 14-17), y los pecadores que no se arrepienten no pueden heredar la bienaventuranza eterna en el Cielo (Salmos 5, 4).

Sólo el que persevere hasta el fin se salvará (Mateo 24, 13).

 

MORAL DE SITUACIÓN

Esta falsa moral propone que la bondad o malicia en una acción no viene por el cumplimiento o falta a una ley dada por Dios, sino de la situación del pecador.

Con este error se quiere determinar la moralidad, no por el acto en sí, sino por el estado de ánimo o circunstancias especiales de quién cometió una infracción.

Así se llega a adormecer las conciencias, hasta el punto de declarar: “para mí, ahora, esto no es pecado”.

Este vicio corrompe las mentes, se recurre al sentimentalismo para justificar pecados.

Y repercute en la sociedad:

Se promueve la posibilidad de abortar legalmente para hacer “justicia” a las mujeres violadas (como si el culpable fuera el bebé y no el violador).

-También se plantea para evitar una vida de sufrimientos en la pobreza o enfermedad extrema al bebé (la mejor forma de ayudar a los pobres o enfermos según esto es matarlos antes que nazcan).

-Otro grupo promueve el “matrimonio” entre personas del mismo sexo para hacer “justicia” al genuino enamoramiento de estas parejas.

Se quiere dar a estas uniones el mismo valor que las heterosexuales; algo que la biología básica desmiente fácilmente.

Se parte de las circunstancias para ganar empatía y así legalizar un mal o un desorden intrínseco, para distraer de la verdad objetiva.

Los jóvenes sin formación moral adecuada muerden fácilmente este anzuelo.

Se permite el mal en nombre de la tolerancia.

Los engañados incluyen a veces también a los perpetradores: las madres en crisis y los que sufren atracción al mismo sexo son enrolados en una batalla por un falso ideal.

Creen pelear por un mundo mejor negando la realidad evidente.

Los demás quieren ayudar a estos, haciéndoles “justicia”, pero esto es falsa misericordia, porque si la caridad no va unida a la verdad es sólo falsa caridad.

No se trata querer privarlos de autoproclamados y mal entendidos “derechos” de por intolerancia.

Sino de salvarlos del fuego del infierno, con amor y verdad, nunca uno sin el otro a ejemplo de Cristo (Juan 7, 53 ; 8, 1-11).

 

LA NUEVA MORAL

También recientemente se quiere dar borrón y cuenta nueva para la moralidad, y comenzar una desde cero.

Se quiere re-definir lo que es bueno según lo que promueva “la realización (superación) de la persona” en el tiempo en que vive.

Para los legisladores de nuestros países los sentimientos no pueden ser argumentos para legislar en base a ellos, así que se recurre a la Nueva Moral.

Se niega o ignora que exista una verdad esencial en el hombre.

Y se legisla en base al bienestar aparente de la población en un periodo histórico específico.

Ya no se reconoce en todo hombre la incambiable imagen de su Creador, sino que sólo se le considera como “hijo de su tiempo”.

Según esto el hombre de cada época es diferente, y por ello, cada generación debe determinar que es bueno o malo para la sociedad en la que ha nacido.

Ya no hay un norte moral, sino una lucha de conveniencias entre distintos sectores con distintos intereses, todos “jalando agua hacia su molino”.

Así es como se rehúye la verdad científica objetiva y el fin último de cada persona, Dios.

 

MORAL CONSECUENCIALISTA

Esta última llega al extremo de convertir la moral en un mercado de ganancias y pérdidas.

Se puede resumir en una frase: “el fin justifica los medios”.

Si en un acto no se ven consecuencias inmediatas negativas, el hombre sería libre de considerarlo como algo bueno.

Las abuelas ya nos advertían de esto cuando nos recordaban que “de buenas intenciones está empedrado el camino al infierno”.

Pero actualmente sólo se escucha decir: “pero si no le estoy haciendo daño a nadie…”.

Según esto, si se hiciera un comercial con mujeres desnudas rodeadas de hombres poniendo dinero entre sus pechos para promover la lucha contra el cáncer de mama, esto sería moral, pues el fin último sería loable.

En este error, el hombre decide el bien y el mal usando sólo su razonamiento de lo que serán las consecuencias finales.

El problema es que así se cargaría con la responsabilidad de todo el universo.

No sólo del entorno político o económico, sino del universo entero, lo cual no puede hacer válidamente el humano, ya que no es Dios.

Un ser limitado no puede por definición conocer todas las posibles consecuencias de algo.

Querer hacerlo es un acto de soberbia que recuerda a la tentación de la serpiente en el Edén (Génesis 3,5).

Llegados a este punto, podemos preguntarnos ¿Entonces qué moral debe seguir el cristiano?

El Sermón de la Montaña por Carl Bloch

 

PENSEMOS EN LOS DIEZ MANDAMIENTOS

Los diez mandamientos son eternos por darlos Dios y continúan válidos en la nueva alianza.

Jesús les dio su valor y plenitud.

Los primeros 3 (Éxodo 20,1-11) conciernen lo relativo a Dios y corresponden con Mateo 22,37

Él le dijo: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el mayor y el primer mandamiento.

A su vez con Mateo 22,39 encontramos

El segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.

Los siete restantes (Éxodo 20,12-17) resumen la ley y los profetas, redondeando los 10 mandamientos.

Aunque por sí solo el decálogo no es pleno, en la nueva alianza con la gracia de Dios se aspira a más, Jesús supera al decálogo cuando dice su nuevo mandamiento:

Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros. Que, como yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros. (Juan 13, 34)

Este mandamiento supera los límites prescritos en la vieja alianza: en el libro del Éxodo (Éx 20,1-17), Levítico (Lv 19, 18), Deuteronomio (Dt 6, 4s), etc.

Dios sabe que si la medida de la justicia (la ley) es sólo la equidad humana, entonces es incapaz de edificar el Reino de Dios porque tiende a corromperse.

Con relación a esto S.S. Francisco dice: “la misericordia de Dios lleva a cumplimiento la verdadera justicia(Audiencia General, miércoles 3 de Febrero de 2016)

Es por esto que la nueva alianza ha colocado la medida del amor al prójimo, no en lo cambiante de la experiencia de cada hombre, sino en el Amor eterno mismo, en Dios, en su infinita Misericordia (Lucas 6, 27-38).

Y amar es tener a Dios, una virtud, un hábito infundido por Él mismo en nuestra naturaleza herida.

Amamos porque Él nos ha amado primero (1 Jn 4, 19), y con actos concretos de nuestra voluntad respondemos a su invitación de entrar y obrar en nosotros (Ap 3, 20-21).

Imitando la Misericordia de Dios, los diez mandamientos son permanentes, universales y plenos.

El decálogo es elevado y constituye, por llamarlo de alguna manera, el primer escalón para llegar a la plenitud de la nueva ley proclamada por Nuestro Señor en el sermón de la montaña,  las bienaventuranzas (Mateo 5).

Alguien que no honre a sus padres (4to. Mandamiento) jamás podrá ser manso (2da. Bienaventuranza), pero ser manso va más allá de obedecer a los padres, por poner un ejemplo.

En términos generales si buscamos el bien social y personal en el falso dios de la búsqueda de placer inmediato y egoísta (las obras del cuerpo), nuestra existencia fracasa y la sociedad se descarrila.

Si, en cambio, somos movidos por el Espíritu Santo, sus frutos forjarán una sociedad mejor y se edificará el Reino de Dios (Gálatas 5, 18-26).

Pero ¿Tener que amar como Dios ama para ser bueno no limita mi libertad?

Libertad en Cristo #3 por AscendingArtz

 

LA LEY MORAL COMO CAMINO A LA LIBERTAD

El estudio de la ley moral nos puede parecer incómodo si se le ve como algo negativo que nos resta libertad, que nos quiere adoctrinar o forzar.

Esto se da por un mal entendimiento de la libertad.

Dice la Escritura: El Señor es Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor hay libertad. (2 Corintios 3, 17)

Por ende sólo la verdadera libertad nos conduce hacia Dios que es el Bien en sí mismo, y el bienestar nos trae la felicidad.

El estudio de la moralidad pierde la amargura si se entiende como algo positivo, como un aliado en nuestra inteligencia que nos ayudará a ser libres.

Y por ende encontrar la felicidad de la única manera que es posible.

Una analogía con tecnología:

Por usar tan mal (pecado-libertinaje) mi teclado (conciencia) he borrado las letras (duda moral).

Ahora no podré escribir fluidamente (infelicidad y esclavitud) porque no he aprendido a mecanografiar (ley moral).

Para salir de este embrollo que me impide salir adelante (esclavitud) buscaré la formación correcta, aceptando que tengo limitaciones (humildad).

Por sus credenciales y experiencia voy con la maestra de mecanografía (Magisterio de la Iglesia) para que me enseñe a mecanografiar (ley moral).

Me enseñará con el manual para teclear (la Revelación de Dios, en la Tradición y Sagrada Escritura) que ella conoce mejor que nadie.

Sólo si aprendo a mecanografiar (la ley moral), podré escribir fluidamente (seré libre y feliz).

Y a pesar de no tener las letras escritas (seguiremos afrontando dilemas morales durante toda nuestra vida) podré escribir correctamente (la gracia y libertad real).

Visto así la ley moral ya no es algo abstracto y que nos quita libertad, sino que es una guía segura que los astutos siguen para ser libres y felices.

Fuentes:


Informe Redactado por Marvin Marroquín
Estudios en arquitectura, filosofía, teología y apologética

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