Madre mía Celestial que me tienes reservado no sé si es dolor o alegría, pero se que en este día en que me siento agotado solo pienso en tu Hijo que llevo su Cruz a cuestas, que cargo todo el dolor sin expresar una queja.
Cuanto sufrió Jesús por el mundo y sus pecados, y también pienso por Ti tu dolor no se compara, nada ni nadie en la tierra sufrió lo que Tú sufriste.
Y siento que yo, Virgen mía, tendría que estar llorando no de pena sino de alegría por la carga que me das.
Madre: perdón por tener estos malos pensamientos, ahora me siento aliviado, sé que estoy iluminado y me siento resguardado con tu protección. Amén.
(Tomado de las apariciones de la Virgen María en San Nicolás, Argentina)