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ORACIÓN I

Oh gloriosísima Virgen,
escogida por decreto eterno del Altísimo
para ser la Madre del Verbo encarnado,
tesorera de las divinas gracias y
abogada de los pecadores,
yo, tu muy indigno siervo,
a ti recurro a fin de que te dignes ser mi guía y consejera
en este valle de lagrimas.

Consígueme, por la preciosísima Sangre de tu divino Hijo,
el perdón de mis pecados, la salvación de mi alma
y todo cuanto sea necesario y útil para obtenerla.

Intercede también
para que la Iglesia triunfe sobre sus enemigos
y el reino de Jesucristo
se propague por toda la tierra.
Amen

  

ORACIÓN II

Madre del Buen Consejo dirige tu maternal mirada sobre nosotros. Deseamos imitarte y seguirte para aprender a tratar y amar a Jesús, Señor de nuestra existencia.

El será nuestro tesoro, que mostraremos con gozo a la humanidad. Por eso te necesitamos: “Ven con nosotros”, guíanos, Tú, Madre del Buen Consejo y acompáñanos en la búsqueda de aquello que Tu Hijo ha pensado hoy para cada uno de nosotros.

Preséntanos a Jesús, enséñanos a escucharle y a servirle donde Él nos necesite. Recuérdanos el consejo que diste en las bodas de Caná: “Haced lo que Él os diga”.

Por eso Madre sé tú:
La inspiración de nuestros pensamientos
La guía de nuestros pasos
La maestra de nuestra disponibilidad.
La Madre y consejera de nuestra perseverancia.
Amén.

 

ORACIÓN III

¡Oh María, Madre Mía!, que has sentido las alegriàs auteras del sacrificio por el que fuiste la virgen prudente por excelencia, te pido me concedas el don que me haga preferir siempre la ley de Dios antes que todos los placeres y satisfacciones mundanas.

¡Oh María, Madre Mía!, guíame en todos los instantes de mi vida, se mi consejo y mi compañía, Tu Madre, que tan llena estuviste del Espíritu Santo, haz que tu Hijo………………………………………………………… sea siempre dócil y obediente a tu cálida mano. Ilumina mi alma y aléjame de la precipitación y la ligereza, ayúdame a diferenciar el error de la verdad.

Acompaña a cada una de mis decisiones, y no me dejes para que yo pueda conducirme en mi vida bajo tu divina luz protectora.
¡Oh Nuestra Señora del Buen Consejo!.
Ilumíname para llegar puro al Señor.

Pidamos como un Hijo le pide a su Madre, que Nuestra Señora del Buen Consejo, nos guie en el camino de la Vida, para no ser egoístas, y saber perdonar como Jesús nos perdono todos Nuestros Pecados y no dudo en dar su Vida por todos Nosotros.

¡Oh, Madre, protégenos, cuídanos, guíanos en el camino de Cristo.
El Amor no se deja llevar por la ira, sino que olvida las ofensas y perdona.
El Amor disculpa todo,
Todo lo cree,
Todo lo espera y todo lo soporta.
Jesús en ti confió…

 

ORACIÓN IV

Madre del Buen Consejo dirige tu maternal mirada sobre nosotros.
Deseamos imitarte y seguirte para aprender a tratar y amar a Jesús,
Señor de nuestra existencia.

El será nuestro tesoro, que mostraremos con gozo a la humanidad.
Por eso te necesitamos:
“Ven con nosotros”, guíanos, Tú, Madre del Buen Consejo
y acompáñanos en la búsqueda
de aquello que Tu Hijo ha pensado hoy
para cada uno de nosotros.

Preséntanos a Jesús, enséñanos a escucharle
y a servirle donde El nos necesite.

Recuérdanos el consejo que diste en las bodas de Caná:
“Haced lo que El os diga”.

Por eso Madre sé tú:
La inspiración de nuestros pensamientos
La guía de nuestros pasos
La maestra de nuestra disponibilidad.
La Madre y consejera de nuestra perseverancia.
Amén.

 

ORACIÓN V

En honor de tu purísimo Corazón
y en agradecimiento a la augustísima Trinidad
de las excelsas prerrogativas a ti compartidas,
oh María Santísima,
recito humildemente tres Ave Marías,
implorando de tu materna piedad el Buen Consejo
para cumplir la voluntad de Dios y merecerme la gracia…

si ésta será conveniente a mi eterna salvación.

Consagrándote totalmente mi corazón,
me confío a tu Buen Consejo y te suplico tu Bendición.

 

PEQUEÑAS LETANÍAS DE LA VIRGEN DEL BUEN CONSEJO

Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo, óyenos
Cristo, escúchanos
Dios Padre Celestial, ten piedad de nosotros.
Dios Hijo Redentor del mundo, ten piedad de nosotros.
Dios Espíritu Santo, ten piedad de nosotros.
Trinidad Santa un solo Dios, ten piedad de nosotros.
Santa Virgen María, nuestra Madre, aconséjanos y protégenos.
Hija dilectísima del Eterno Padre, aconséjanos y protégenos.
Madre Augusta del Hijo de Dios, aconséjanos y protégenos.
Divina Esposa del Espíritu Santo, aconséjanos y protégenos.
Templo viviente de la Santísima Trinidad, aconséjanos y protégenos.
Reina del Cielo y de la tierra, aconséjanos y protégenos.
Sede de la Divina Sabiduría, aconséjanos y protégenos.
Depositaria de los secretos del Altísimo, aconséjanos y protégenos.
Virgen prudentísima, aconséjanos y protégenos.
En nuestras perplejidades y en nuestras dudas, aconséjanos y protégenos.
En nuestras angustias y en nuestras tribulaciones, aconséjanos y protégenos.
En nuestros quehaceres y en nuestras empresas, aconséjanos y protégenos.
En los peligros y en las tentaciones, aconséjanos y protégenos.
En los combates contra el demonio, el mundo y la carne, aconséjanos y protégenos.
En nuestros desánimos, aconséjanos y protégenos.
En todas nuestras necesidades, aconséjanos y protégenos.
En la hora de nuestra muerte, aconséjanos y protégenos.
Por tu Inmaculada Concepción, aconséjanos y protégenos.
Por tu feliz Natividad, aconséjanos y protégenos.
Por tu admirable Presentación, aconséjanos y protégenos.
Por tu gloriosa Anunciación, aconséjanos y protégenos.
Por tu bendita Visitación, aconséjanos y protégenos.
Por tu divina Maternidad, aconséjanos y protégenos.
Por tu santa Purificación, aconséjanos y protégenos.
Por los dolores y las angustias de tu materno corazón, aconséjanos y protégenos.
Por tu preciosa Dormición, aconséjanos y protégenos.
Por tu triunfal Asunción, aconséjanos y protégenos.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, perdónanos Señor.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, escúchanos Señor.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, ten piedad de nosotros.
V. Ruega por nosotros, santa Madre de Dios.
R. Y obtiene nos el don del Buen Consejo.

Oremos
Oh Dios, que nos has dado por madre la Madre de tu dilectísimo Hijo y te has dignado glorificar su hermosa imagen mediante una milagrosa aparición, recuérdanos, te suplicamos, que siguiendo siempre sus consejos, podamos vivir según tu Corazón y alcanzar la patria celestial. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
D. S. B.
Concedemos la indulgencia de 100 días a quien recite devotamente la precedente plegaria.

Felice Bonomini Obispo de cómo, Imprimatur
Comi, 8 de febrero de 1954. Felix, Ep. Com.

 

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