La maldad en el mundo atenta contra toda la creación, incluido el orden en la naturaleza.
La creación que realizó Dios es un todo interconectado y fue realizada sobre una base moral.
Esto implica que se convulsionará, cuando se viole la base moral con que se la creó, produciéndose desastres naturales en el hábitat del hombre.
De modo que hay una causa más profunda de los desastres naturales que la mera manipulación de la naturaleza por parte de los hombres, el abuso en el consumo de los recursos, la contaminación, etc,
Y esta causa es el pecado en general, el alejamiento de los mandamientos de Dios por parte de los hombres.
Aquí hablaremos sobre cómo la violación del plan moral de Dios para la humanidad es responsable de los desastres en la naturaleza, según las enseñanzas de la Biblia, los mensajes que han recibido místicos y videntes y la enseñanza tradicional de la Iglesia.
Y cómo esos desastres no son al azar, sino que obedecen a un plan de purificación de la humanidad.
Los terremotos se suceden por la inestabilidad de la placa terrestre y los huracanes son consecuencia de choques de agentes climáticos divergentes.
Pero Dios creó el universo y las leyes de la naturaleza, y Él puede mantenerlas y modificarlas cuándo le parezca.
Por lo tanto Dios es el dueño de los fenómenos físicos que suceden en la Tierra.
Pero en la Biblia vemos que Dios diseñó la creación como un todo interconectado, como lo vemos en el Génesis, y cada cosa que hizo vio que era buena.
Sin embargo, luego vino la desobediencia de los hombres con el pecado original.
El pecado frustró el plan de Dios y lo continúa haciendo.
Y como todos los planos están interconectados, se produjo una inestabilidad global hasta que se restaure.
O sea que la creación se rebela contra la frustración del plan original de Dios.
Y por lo tanto, los desastres naturales, lo mismo que la muerte, la enfermedad y el sufrimiento, tienen su causa primigenia en el pecado.
Pero Dios permite los desastres naturales con un fin didáctico, de enseñanza, para darnos el mensaje de que lo que estamos haciendo está mal y no como venganza.
Así lo hizo por ejemplo cuando el oscurecimiento y el terremoto a la hora que murió Jesús en la cruz.
Santa Hildegarda de Bingen, del siglo XII, Doctora de la Iglesia, dice que Dios creó el mundo con un significado moral.
Pero cuando el plan moral se rompe hay consecuencias tanto físicas como espirituales.
Los cristianos llamamos pecado al aspecto espiritual de ese quebrantamiento.
Lo que implica que el mundo físico que nos rodea, reacciona negativamente cuando se rompe la relación correcta con Dios, violada por el pecado.
Cuando los humanos son espiritualmente virtuosos, esto se refleja en el mundo físico mediante un florecimiento y cuando son espiritualmente pecaminosos y áridos, el mundo físico se ve sumido en el caos.
Hildegarda vio su propio período de tiempo como una de esas eras de gran sequía, y dirá que como resultado, «la fecundidad de la tierra ha fallado, porque los mismos elementos, violados por el pecado humano, han sido despojados de todo su función apropiada».
Y con más razón Hildegarda diría lo mismo sobre nuestro mundo actual.
Pero a continuación sostiene que podemos cambiar las cosas a través de la restauración de la justicia.
Por lo tanto la solución de fondo a los desastres que suceden en el mundo físico no radica únicamente en reparar el daño físico del entorno natural, sino en restaurar el equilibrio y la armonía a través de una relación justa con Dios.
Y profetizó que la renovación de la creación y el equilibrio vendrán cuando se purifique la corrupción en la Iglesia y en la sociedad, y se renueve la vida santa.
En sus propias palabras cuando, «los príncipes, junto con el resto del pueblo, se ordenen correctamente con la justicia de Dios».
La escritura está llena de menciones de eventos de la naturaleza producidos por razones espirituales, o sea, producidos como reacción de la creación ante los pecados de los hombres.
Lo que desmiente las tesis modernistas, de que los terremotos y otros eventos son simplemente el cumplimiento de las leyes de la naturaleza.
La Biblia registra que hubo un terremoto cuando Jesús fue crucificado, Mateo 27.
Otro gran terremoto quitó la piedra de su tumba, Mateo 28.
Y otro liberó a Pablo y Silas de la prisión, Hechos 16.
Y se profetizan en la Biblia una serie de desastres relacionados con la tribulación del final de los tiempos y la segunda venida de Jesucristo.
En Marcos 13 y Mateo 24 se habla de que se levantará nación contra nación, habrá terremotos y hambre, y dice que esto será el comienzo de los dolores de alumbramiento.
En Lucas 21 se agrega además que habrá pestes y grandes señales del cielo, en el sol, en la luna, en las estrellas, porque dice que las fuerzas de los cielos serán sacudidas.
En Apocalipsis 16 suceden desastres naturales cuando el séptimo ángel derramó su copa: fragor, truenos y un violento terremoto.
Y este libro está lleno de estas manifestaciones de la naturaleza como consecuencia del pecado.
Lo mismo podríamos hablar del Antiguo Testamento.
Por otra parte, la imagen que se le mostró a Sor Lucía de Fátima, cuando Nuestra Señora le dio el tercer secreto, es una clara expresión de las consecuencias que tiene el pecado en la naturaleza.
Vio a un ángel con una espada de fuego en la mano, que parecía como si fuera a prender fuego al mundo, mientras gritaba ¡Penitencia, penitencia, penitencia! a los hombres, obviamente por sus pecados.
Y ese fuego se apagaba por la intercesión de la Santísima Virgen.
Pero luego vino una iluminación adicional, la punta de la lanza en llamas toca el eje de la tierra y montañas, ciudades, pueblos y aldeas con sus habitantes son enterrados.
El mar, los ríos, y las nubes salen de sus límites, desbordando y trayendo consigo un torbellino de casas y personas en números que no son posibles de contar.
Y sor Lucía sintió decir «es la purificación del mundo a medida que se hunde en el pecado».
Y eso en repetirá en los mensajes de Akita, Japón, en 1973, Nuestra Señora dijo,
«si los hombres no se arrepienten y mejoran, el Padre infligirá un terrible castigo sobre toda la humanidad».
Y también dijo, como vimos en la imagen del tercer secreto de Fátima,
«Con Mi Hijo he intervenido muchas veces para apaciguar la ira del Padre.
He prevenido la venida de calamidades ofreciéndole los sufrimientos del Hijo en la Cruz».
También Nuestra Señora había afirmado un siglo antes, en las famosas apariciones de La Salette, en Francia, en 1846,
«La naturaleza pide venganza de los hombres, y se estremece de miedo, a la espera de lo que debe suceder a la tierra manchada de pecado.
Tiembla la tierra, y ustedes que profesan servir a Jesucristo, interiormente se adoran a vosotros mismos, tiemblen», refiriéndose a los sacerdotes y religiosos.
Y nos hablará del tamaño del pecado diciendo, «los lugares santos están en un estado de corrupción.
Muchos conventos ya no son más casas de Dios, sino pasturas para Asmodeo y los suyos».
Y esto lo relaciona directamente con efectos negativos en la naturaleza, dirá,
«Las estaciones serán cambiadas, la tierra producirá sólo malos frutos, los astros perderán la regularidad de sus movimientos, la luna sólo reflejará una débil luz rojiza.
El agua y el fuego harán movimientos convulsivos en la esfera de la Tierra, causando que montañas, ciudades, etc., sean tragados».
Y en las apariciones de Kibeho, en Ruanda, en 1981, la vidente Anathalie Mukamazimpaka, dijo que tuvo una visión de un evento en el que vio montañas chocar entre sí, piedras saliendo de la tierra, casi como si estuvieran enojadas.
Tormentas chocando unas contra otras y fuego viniendo de ellas.
Y Nuestra Señora le dijo que la gente está causando esto y que está llegando.
De modo que la causa de los problemas en la naturaleza no hay que buscarla solamente en el abuso de los hombres hacia ella sino, en el pecado de los hombres en general.
Los desastres crecientes en la naturaleza suceden porque estamos fuera de conformidad con lo que Dios manda.
Dios los está dejando pasar, es una intervención divina cuya causa última es sobrenatural, la reacción de la creación ante los pecados crecientes de la humanidad.
Como dice San Pablo en Romanos 8, «la creación entera gime y sufre dolores de parto».
Y cuando Juan Pablo II visitó como cardenal a EE.UU. en 1976 dijo,
«Ahora nos enfrentamos a la confrontación final entre la Iglesia y la anti-iglesia, entre el Evangelio y el anti-evangelio, entre Cristo y el anticristo.
El enfrentamiento se encuentra dentro de los planes de la Divina Providencia. Está, por lo tanto, en el plan de Dios, y debe ser un juicio que la Iglesia debe asumir y afrontar con valentía».
Y agregó,
«Tenemos que estar preparados para someternos a grandes pruebas en un futuro no muy lejano».
«A través de sus oraciones y las mías, es posible aliviar esta aflicción, pero ya no es posible evitar que suceda».
Y la otra cara a lo que hemos visto es lo que sucederá después.
Diversas visiones de místicos y de personas que han tenido experiencias cercanas a la muerte han mostrado que la tierra florecerá físicamente y dará más frutos, luego de la tribulación del final de los tiempos y de la purificación de la humanidad que está en proceso.
Bueno, hasta aquí lo que queríamos hablar sobre de qué forma el pecado de la humanidad, la violación del plan de Dios por parte de los hombres, en cualquier sentido que sea, produce desastres en la naturaleza y cómo Dios está en proceso de restaurar el esplendor perdido.
Y me gustaría preguntarte si has oído hablar a algún católico, sacerdote o laico, sobre esto o no.
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