El Santuario de Mariazell, en los montes de Estiria, Austria, es el más popular del centro de Europa. Recibe un millón de peregrinos al año. El pueblo de Mariazell, tiene unos dos mil habitantes, está en el corazón de Austria, a unos 160 kilómetros al sudoeste de Viena. A 870 metros de altura.
En todas direcciones bajo el cielo, los caminos y las trochas llevan desde las montañas hasta este lugar santo. Mariazell se ubica en la zona noreste de Steiermark (Obersteiermark), cerca a la frontera con la baja Austria (Niederösterreich) – a unos 160 km de Viena. El Santuario Mariano es la última estación del Mariazellerbahn, una ruta de tren de unos 85 km que se inicia en St. Pölten y termina en Mariazell. La vía férrea, completada en 1907, asciende unos 700 metros y demuestra que en el siglo XIX, Mariazell fue uno de los lugares más visitados en el Imperio Austro-húngaro.
En aquellos días, no habían problemas para que los peregrinos llegaran a la Madre de Dios en Mariazell. Sin embargo, es cierto que Mariazell descansa en las montañas. Las principales carreteras pasan por Mariazell. Aún hoy visitar este Santuario demanda amor por María y una decisión consciente.
Celebró sus 850 años con la visita del Benedicto XVI el 8 de Septiembre de 2007, quien dijo: «Es uno de los símbolos del encuentro de los pueblos europeos en torno a la fe cristiana… Desde hace 850 años vienen aquí personas de diversos pueblos y naciones (…) que rezan trayendo consigo los deseos de sus corazones y de sus países….
SANTA MARÍA DE LA CELDA
Mariazell, la «Magna Mater Austriae, Magna hungarorum Domina et Mater gentium slavorum» («Gran Madre de Austria, Gran Señora de Hungría y Madre de los pueblos eslavos»), la «Magna Mater Europae», se asienta en el corazón de unas de las últimas estribaciones de los Alpes orientales, en la verde región de la Estiria, entre hermosos y fértiles valles y montañas. Hasta este recóndito y recoleto lugar han acudido y siguen acudiendo cientos de miles de fieles de la Europa Central, especialmente de Austria, los Balcanes, Hungría y pueblos eslavos.
En 1157 los monjes benedictinos -tan benéficamente presentes en Austria como lo muestra la imponente abadía de Merkl, sobre el Danubio- fundaron este Santuario mariano. Erase que un monje benedictino llegó a aquella región a predicar el Evangelio. Llevaba consigo una imagen de la Virgen con su Hijo. La había hallado en las montañas, entre rejas. El monje construyó para él mismo y para la santa imagen una celda: la Celda de María. Su casa, la casa ya de todos sus hijos.
ROSTRO ROMÁNICO Y BARROCO, ROSTRO OCCIDENTAL Y ORIENTAL
En el siglo XIV se levantó sobre esta Celda de María, entonces románica en su primera factura, una Iglesia gótica, que, entre 1644 y 1663, vino a convivir y coexistir con las reformas barrocas llevadas a cabo por el arquitecto Domenico Sciassia, quien además añadió en la fachada del templo una tercera torre -ésta barroca- a los dos torres góticas, ya existentes.
Ni que decir tiene que esta fachada tan singular aporta una personalidad inconfundible y hasta bellamente inédita al Santuario. Ofrece así semblanza de armonía, de integración y de conjunción. ¡Y qué mejor símbolo que éste para esta Europa de pueblos, de emigrantes y de inmigrantes!
Asimismo la impresión que causa al peregrino la imagen de la fachada y del exterior del Santuario, rodeado por las montañas y en esta encrucijada de caminos que es siempre la Estiria austriaca, evoca también sabor oriental. En el corazón de Europa, Mariazell quiere ser así un reclamo y una parábola de la necesidad de que Europa respire por sus dos pulmones: el oriental y el occidental.
Tres grandes naves dividen en el interior majestuoso del templo, también muy restaurado durante el barroco. En el centro, antes del transepto y aislada, se encuentra la Gnadenkapelle, la capilla milagrosa de la Virgen de la Celda -Mariazell-, que atesora la imagen románica del siglo XII. Un fastuoso altar de plata de 1727 enmarca y engalana la celda, la capilla de María Santísima, que es armonizada por las notas de un extraordinario órgano de 1790.
En los años posteriores a la segunda guerra mundial, en Mariazell, uno de los campeones recientes de la libertad religiosa, el cardenal Josef Mindszenty, arzobispo de Estergom-Budapest y primado de Hungría, sufrió todo tipo de persecuciones y hostigaciones de parte del régimen comunista soviético asentado en Hungría. En 1971 hubo de abandonar el país, exiliándose en Austria, con estancias en Viena y en Mariazell. Fallecido en Viena, en el destierro, en 1975, sus restos mortales fueron enterrados en Mariazell. No regresó a su Hungría natal hasta 1991, cuando, tal y como él mismo había pedido en su testamento ya el poder comunista había desaparecido del país magiar. Cuando en 1991 sus despojos fueron inhumados en Mariazell, bajo la protección de la Gran Madre y Señora de Hungría, el cadáver permanecía incorrupto.
CRUCE DE CAMINOS, DE PUEBLOS, DE RAZAS, DE IDIOMAS Y DE CULTURAS
Y a esta su Virgen de la Celda, custodiada y atesorada entre montañas, entre valles y entre lagos, el pueblo fiel austriaco y centroeuropeo profesa una especial y tierna devoción filial. Es la advocación mariana nacional de Austria y corazón mismo de la Europa Central.
Entre sus recientes peregrinos y devotos ilustres, se halla también el Papa Juan Pablo II, el eslavo, el centroeuropeo Karol Wojtyla, quien el 13 de septiembre de 1983 pronunció ante su bienaventurada imagen una bellísima oración, a quien le dedicó el Ángelus del 15 de enero de 1989 y a quien evocó, con amor, ya en el Policlínico Gemelli de Roma, en uno de sus últimos mensajes, fechado el 7 de marzo de 2005 y destinado al embajador de Austria ante la Santa Sede.
Mariazell es cruce de caminos entre razas eslavas, arias, magiares y latinas. Es Babel de lenguas y palabras que se encuentran y se entienden. Es Cenáculo de ofrendas, de plegarias y de sentimientos que se elevan, se esponjan y se estrechan.
Es alma de una Europa, que debe ser fiel a sí misma y a su historia, que debe ser ella misma, que debe descubrir sus orígenes y reavivar sus raíces. Una Europa que debe respirar por sus dos pulmones. La Europa del espíritu, la Europa de los valores, la Europa de la solidaridad, en la que todos los europeos se sientan en su propia casa y formen una familia de naciones, faro luminoso para toda la humanidad. Una Europa, en suma, sí, que sea la casa común – la celda de acogida y libertad- donde se viva con alegría, se respeten la dignidad y los derechos de todos -especialmente de los más débiles-, se comparta con caridad y se sirva con esperanza la permanente Buena Nueva de Jesucristo.
Que Ella, la Magna Madre de Europa, interceda por este viejo, noble y querido continente y sus habitantes para que sigan siendo en el mundo y en la Iglesia testimonio de los verdaderos valores que hacen mejor al hombre y a la sociedad. Que Ella, la Virgen de Mariarell, interceda por nosotros.
Visita virtual apretando los puntos verdes
Fuentes: FdelaVM, Jesús de las Heras Muela para Ecclesia, Fides, y otras