La herramienta para quitar la oscuridad del mundo que trajo la Virgen.
Mientras la confusión y el desorden se ha ido apoderando cada vez más del mundo en los últimos dos siglos, hemos visto la visita más frecuente de la Virgen a través de sus apariciones.
Ambos hechos están conectados.
Y hay dos elementos relevantes en el mensaje de base que transmite Nuestra Señora.
Hace un llamado a la fidelidad hacia el mensaje de Dios que está en la Biblia y en el Catecismo, y un llamado a depositar la confianza total en Jesucristo.
Y en todas las apariciones trae una herramienta para derrotar la revolución que ha ido desarrollando el maligno, y nos repite que la usemos sin pausa.
Aquí hablaremos sobre cuáles son las consecuencias de la revolución a Dios que impulsa el maligno, sobre la infidelidad que rodea a buena parte de los cristianos y especialmente sobre el instrumento que ha traído Nuestra Señora para sacarnos de esta situación.
Jesucristo vino a la Tierra para deshacer las obras del maligno, dice en la primera carta de San Juan 3:8.
Porque el maligno poseía el mundo, había sido expulsado del Cielo a la Tierra por su desobediencia, en la famosa batalla con el Arcángel Miguel.
Y todas las espiritualidades que había suscitado eran paganas, adoraban a la naturaleza y pedían feas ofrendas.
Sin embargo Dios se había encargado de introducir partes de su revelación en ellas, y se centró en el pueblo de Israel para revelarse más plenamente.
Allí se encarnó Jesús y Él fundó una Iglesia para difundir la revelación completa de Dios, o sea para evangelizar.
Así el cristianismo se fue extendiendo rápidamente hasta que llegamos al período de la cristiandad, que podríamos situar entre los siglos IV a XVI.
Sin embargo el maligno no fue derrotado definitivamente y entonces fue operando una revolución, que ha ido creciendo, hasta llegar a nuestros días.
En los siglos de la cristiandad los ojos de la gente estaban puestos en Dios, y lo sobrenatural era parte de la vida diaria.
Pero en nuestro tiempo la revolución del maligno ha hecho grandes progresos y la idea de Dios ha desaparecido de la mayoría de los occidentales.
Primero a través de la rebelión a Sus mandamientos.
Luego con el crecimiento de la idea de que Dios no existe.
Y ahora considerando que los que creen en Dios son enemigos.
No sólo la civilización occidental que otrora fue cristiana ha dado la espalda a Dios, sino que ahora considera a Dios como un ser hostil.
Ya en 1947 el arzobispo Fulton Sheen dijo “estamos al final de la cristiandad”.
“El cristianismo, que es la vida económica, política y social inspirada en los principios cristianos, está terminando, lo hemos visto morir”.
Mira los síntomas, la ruptura de la familia, el divorcio, la hostilidad contra la vida humana, la rebelión contra la creación, la inmoralidad, la deshonestidad general.
La definición cristiana del hombre y la civilización ha sido reemplazada con la idea de que el hombre no tiene otra función en la vida que producir y adquirir riqueza y pasarla bien.
Con la idea de que el hombre es naturalmente bueno y no tiene necesidad de un Dios que le dé derechos, o un Redentor para salvarlo de la culpa, porque el progreso es automático gracias a la ciencia y la evolución, que un día harán del hombre una especie de dios.
Y con que el sentido de que la meta de la vida no es la salvación del alma, sino meramente idear nuevos avances técnicos, para hacer en esta Tierra una ciudad del hombre para desplazar a la ciudad de Dios.
Pasamos de descartar al Dios que se hizo hombre y que se encarnó para ayudarnos, a ensalzar al hombre que se hace Dios para vivir de acuerdo a sus instintos.
¿Y cuál es el resultado?
El caos en que se ha sumido el mundo, que incluso los mismos ateos perciben, pero no se explican por qué es.
Pero el caos de nuestros tiempos es el argumento más fuerte que jamás se podría presentar a favor del cristianismo.
Porque es la demostración de la desintegración que sigue al abandono de Dios.
Y ha llegado al punto de meterse en la vida de los cristianos.
Hoy la mediocridad y el compromiso caracterizan la vida de muchos cristianos.
La gran mayoría se informa con los medios paganos y miran sus programas, por las que imponen sus normas.
Y educan a sus hijos de la misma manera impía.
Ya no existe la oposición al paganismo que se supone que nos caracteriza.
Influimos en el mundo menos de lo que el mundo nos influye a nosotros.
No hay separación.
Sin embargo, las personas de fe no deben temer que Dios sea destronado, sino que reine la barbarie.
No es la Transubstanciación la que puede perecer, sino el hogar, la familia, la paz.
No son los sacramentos que pueden desvanecerse, sino la ley moral.
Porque Jesús prometió que las puertas del infierno no prevalecerán contra la Iglesia, y dijo además que estaría con nosotros todos los días, hasta el fin del mundo.
Por sombrías que puedan ser las cosas, nunca ha habido un argumento tan fuerte a favor de la necesidad del cristianismo, porque los hombres ahora están descubriendo que su miseria y sus aflicciones, sus guerras y sus revoluciones aumentan en razón directa al abandono del cristianismo.
El mal es contraproducente, solo el bien se conserva a sí mismo.
Esta miseria fue causa del hambre por la que el hijo pródigo dijo: “Me levantaré e iré a mi padre”.
Y el ladrón en el madero a la derecha de Jesús vino a Dios por la crucifixión.
Nuestro Señor nos avisó que estas catástrofes que vemos caerían sobre una civilización moralmente desordenada.
Pero no habló de que tengamos miedo, sino dijo que cuando estas señales comiencen a suceder, “erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca”, Lucas 21:28.
Y es por todo esto que el Señor está enviando a la Santísima Virgen a la Tierra, con mucha más frecuencia que en los siglos precedentes, para guiarnos de nuevo a Él y con un instrumento decisivo.
Previendo esto, Nuestra Señora entregó el Rosario a Santo Domingo y lo usó para derrotar la herejía albigense.
Y por ejemplo en 1571, Europa estaba amenazada por las fuerzas musulmanas del Imperio Otomano y San Pío V pidió a los fieles que rezaran el Rosario.
Y contra todo pronóstico, las fuerzas cristianas prevalecieron en la Batalla de Lepanto, salvando a Europa.
Y más recientemente, en 1917, mientras se desataba la Primera Guerra Mundial y se extendía el mal del comunismo, Nuestra Señora misma se apareció en Fátima y pidió que rezáramos el Rosario todos los días para obtener la paz en el mundo.
Y cómo la población no lo hizo masivamente vino luego la segunda guerra mundial.
Nuestra Señora nos ha proporcionado una herramienta para perseverar en nuestra fe, que destruye legiones enteras del mal y que da una fortaleza indestructible al que lo reza y protege incluso a los más débiles.
Ella nos prometió,
Prometo Mi especial protección y las mayores gracias a todos los que recen el Rosario.
El Rosario será una poderosa armadura contra el infierno, destruirá el vicio, disminuirá el pecado y vencerá las herejías.
El Rosario hará florecer la virtud y las buenas obras; obtendrá para las almas la abundante misericordia de Dios; apartará los corazones de los hombres del amor al mundo y a sus vanidades, y los elevará al deseo de las cosas eternas.
Obtendrás todo lo que me pidas con el rezo del Rosario.
Por eso no hay ninguna aparición mariana del último siglo que no pida el rezo del Santo Rosario.
Y le comunicó a Sor Lucía de Fátima que el Cielo había dado mayor poder al Rosario en esta última fase.
Sor Lucía reveló algo que tal vez a algunos se les haya pasado desapercibido, «la Santísima Virgen en estos últimos tiempos en que vivimos ha dado una nueva eficacia a la recitación del Rosario.
Hasta el punto de que no hay problema, no importa cuán difícil sea, ya sea temporal o sobre todo espiritual, en la vida personal de cada uno de nosotros, de nuestras familias, que el Rosario no pueda resolver.
No hay problema, les digo, no importa cuán difícil sea, que no podamos resolver con la oración del Santo Rosario”.
Y el Obispo Hugh Doyle dijo, “Nadie puede vivir continuamente en pecado y continuar rezando el Rosario: o abandonará el pecado o abandonará el Rosario”
Hoy es impensable pensar en la promesa de la Virgen en Fátima que dijo “al final Mi Inmaculado Corazón Triunfará”, sin considerar el instrumento que nos dio para hacer partícipes del triunfo de la contrarrevolución contra los planes del maligno, o sea el Rosario.
Nuestra Señora es la mujer vestida de sol que lucha contra el dragón infernal del Apocalipsis 12 y que vimos en Génesis 3:15 que le aplasta la cabeza.
Nosotros somos su estirpe, que le ayuda en la lucha, y el Rosario es el pertrecho para la batalla.
Y sabemos que el demonio se retuerce de temor y dolor cuando se le muestra un Rosario, y cuando ve que los fieles lo rezan.
Y ha dicho a más de un exorcista que cada Ave María es como un mazazo en su cabeza.
Por eso, la costumbre diaria de rezar el Rosario personalmente y las jornadas multitudinarios en las que se reza son tan importantes.
Bueno, hasta aquí lo que queríamos hablar sobre el misterioso nuevo poder con que el cielo ha dotado al Rosario, para combatir la confusión y el desorden que ha generado la revolución contra Dios que desarrolló el maligno.
Y me gustaría preguntarte si crees que el Rosario tiene un gran poder en la lucha contra el maligno o solo es una devoción piadosa para tranquilizar a los que lo rezan.
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