El ataque del demonio a través de los sentidos y cómo defenderse.
El enemigo está en las sombras, susurrando tentaciones, tratando de corromper tu alma…
Usando sonidos para alejarte de la luz.
El diablo ataca a través de tus oídos.
Pero también puedes combatirlo con otros sonidos.
En esta entrega, nos sumergiremos en el misterioso ataque oculto del demonio, a través del sentido del oído.
A través de los sonidos que nos rodean.
Descubriremos cómo el enemigo trata de infiltrarse en nuestras vidas a través de esta puerta sensorial.
Y veremos algo fascinante, cómo a través de los sonidos que producimos, podemos plantar una poderosa defensa espiritual.
¡Bienvenido a un episodio que cambiará la forma en que percibimos el mundo sonoro a nuestro alrededor!
Satanás siempre nos ataca a través de nuestros sentidos: nuestra vista, el tacto, el olfato, el gusto, y los oídos.
A través de la vista con imágenes seductoras de la publicidad, la pornografía, la violencia.
Con imágenes ilusorias que distorsionan la realidad.
Y a través de la vanidad expresada en la obsesión por la apariencia física y la comparación con otros.
No ataca a través del olfato, con aromas artificiales de perfumes, ambientadores, y otros químicos.
El incienso en rituales satánicos, que conectan con lo oculto.
Y con olores desagradables, que despiertan emociones negativas, como por ejemplo cuando se fuman drogas.
Nos ataca a través del gusto, por ejemplo, de la comida chatarra, que busca el exceso, la gula y la adicción.
Del alcohol que altera la mente.
Y sabores artificiales que distorsionan el gusto natural.
Nos ataca a través del tacto, la violencia física.
Los tocamientos inapropiados y la perversión.
Y el materialismo, con la obsesión por las posesiones y apego a lo material.
Y nos ataca a través de los oídos con música mundana que distraen de la fe y promueven valores contrarios.
De las blasfemias, la murmuración, chismes, críticas, discordia entre personas.
Y a través de gritos que oímos, como los de dolor y sufrimiento; porque el diablo se considera el autor del sufrimiento.
Le gusta atacarnos con el sonido de las batallas, el estruendo de las armas y el clamor de los guerreros, que nos recuerdan la destrucción y la muerte.
Nos ataca con la música seductora, con ritmos sensuales o letras licenciosas, que son una herramienta para tentarnos.
A través de las risas de burla y escarnio, porque son sonidos de conflicto entre la gente.
Y de los sonidos de peleas y gritos, especialmente dentro de la familia.
Pero a su vez hay una serie de sonidos que nosotros hacemos, que no sólo le desagradan, sino que lo combaten, y que queremos develar.
Al demonio le desagrada el sonido de las campanas de las Iglesias, especialmente para llamar a misa y durante ella.
Las campanas tienen un gran poder espiritual.
Producen un sonido que el demonio no puede soportar.
Cuando suenan las campanas grandes de la iglesia, se está llamando a la gente a que vaya a la misa.
Se llama a recordar el sacrificio de Jesucristo, que trae abundantes gracias.
Decía San Juan María Vianey que si conociéramos el valor de una sola misa, haríamos todo el esfuerzo posible por no faltar.
Y cuando suena la campanilla dentro de la misa nos está diciendo que es el momento de la consagración.
Y no solo provoca nuestra atención, sino que es un sonido de alegría porque Dios desciende del cielo y toma la apariencia de pan y vino.
San Patricio usaba con frecuencia una campanilla dondequiera que iba.
Siempre que establecía una nueva comunidad cristiana en algún lugar de Irlanda, le regalaba a su discípulo una campana para llamar a los feligreses a la oración, y para usar durante las ceremonias.
Y utilizaba la campana como herramienta para la batalla espiritual.
Se dice que expulsó a todas las serpientes de Irlanda usando su campana.
El sonido de las campanas se asoció siempre con la protección divina y se creía que podía ahuyentar a los espíritus malignos.
Y la Iglesia católica ha preservado esta capacidad de las campanas para expulsar demonios, porque en el Ritual Romano de bendición de las campanas, el sacerdote reza,
“A su sonido, que todos los espíritus malignos sean ahuyentados”.
Por eso los exorcistas usan campanas durante sus sesiones para expulsar demonios.
Pero además los científicos de San Petersburgo confirmaron experimentalmente que el repique de campanas de la iglesia puede ser curativo.
Por eso en Rusia, las campanas suenan constantemente durante las epidemias.
Porque la gama de ultrasonidos del repique de campanas mata a los virus de la gripe, la hepatitis y el tifus.
Puedes usar campanas dentro de tu hogar. ¿Alguna vez lo pensaste?
También al demonio le duele el sonido de leer la Biblia y el que produce el Rosario.
Al demonio le molesta que las personas lean la Biblia porque son guiados por la palabra de Dios.
Porque les da instrucciones, incluso con conocimiento infuso que llega a su mente, a través de las imágenes que provoca.
Sólo el sonido de pasar las hojas le produce dolor.
Y ni que hablar que la leas en voz alta, como hacen los exorcistas durante los exorcismos.
Y le molesta que reces el Rosario. Ha dicho que cada avemaría es como un mazazo sobre su cabeza.
Y aun cuando lo reces en silencio, le molesta el sonido de las cuentas cuando las pasas.
Es como un arma de artillería, que aunque no está disparando visiblemente, le hace temblar, porque aún el sonido de las cuentas, al recitar las avemarías sucesivas en silencio, le hacen daño.
Y es más, aunque no estés rezando y lo lleves colgado en tu pecho o en tu bolsillo o en tu cartera, su leve sonido es doloroso para él.
Dentro de misa hay dos sonidos que te pueden pasar desapercibidos, pero le molestan especialmente, porque muestran tu humildad ante Dios.
Uno es cuando te golpeas el pecho, te confiesas pecador diciendo “por mi culpa, por mi gran culpa”, te arrepientes, pides perdón y buscas enmendarte, de forma sincera.
El sonido del golpe de pecho representa un acto de humildad, contrario a la soberbia, que es una característica central del demonio.
Él no quiere que te arrepientas de ningún acto, que no te sientas pecador y menos que busques enmendarte.
Y el otro sonido que manifiesta tu humildad ante Dios es el sonido de las rodillas al tocar el suelo o el reclinatorio.
Demuestra adoración a Dios, algo que el demonio detesta.
Se pone rabioso cuando te pones de rodillas ante Dios, porque él no lo adora.
Ve que nosotros nos ponemos de rodillas delante del Señor, y ese sonido de las rodillas que tocan el reclinatorio o el suelo combate al demonio.
Por eso los sacerdotes hacen daño cuando quitan los reclinatorios, porque están diciéndole a la gente que no se ponga de rodillas.
La acción de arrodillarse en oración, es un repelente más fuerte contra el demonio, que la sola oración.
Además de estos sonidos que tratamos hay otros que duelen al demonio, como los cánticos religiosos: cantos de alabanzas a Dios, o cantos gregorianos.
Las voces angelicales, especialmente de los niños, que representan la pureza y el bien, lo contrario al diablo.
Las risas de niños que denotan inocencia y alegría, y contrarrestan la oscuridad del diablo.
Y también el silencio reflexivo, que busca elevarse para encontrarse con Dios, y combate el ruido en que el demonio quiere que vivas permanentemente.
Bueeeno hasta aquí lo que queríamos hablar, sobre cómo podemos combatir al demonio a través de los sonidos, especialmente de algunos que quizás no habías considerado hasta ahora.
Y me gustaría preguntarte si eras consciente de cómo el demonio te ataca a través de los sonidos y cuáles sonidos consideras más dañino para tu fe.
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