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Hagamos un Tour por las Catacumbas Romanas

Las catacumbas han cautivado siempre la imaginación del público, pues se pensaba que habían servido de refugio a los cristianos en tiempos de persecución.

 

CATACUMBAS PRINCIPAL

 

Sobre ellas se han creado además leyendas acerca de gente que se pierde en sus galerías y desaparece sin dejar rastro. Pero todo esto no es más que fruto de la fantasía. Las catacumbas son cementerios subterráneos (en su gran mayoría cristianos).

 

Pasaje de entrada
Pasaje de entrada

 

Desde tiempos remotos, la ley romana prohibía enterrar a los muertos dentro de la ciudad. Las necrópolis se situaban por ello fuera de los muros, a lo largo de las principales vías consulares que salían de Roma, donde se encuentran ahora las catacumbas.

Los romanos solían incinerar los cadáveres, pero judíos y cristianos preferían la inhumación. Por eso, pronto se vieron faltos de espacio y comenzaron a excavar galerías subterráneas en la dócil roca de tufo del subsuelo de Roma, partiendo del pequeño terreno de la necrópolis de superficie.

 

Pasaje con urnarios
Pasaje con urnarios

 

Durante las persecuciones sirvieron, en casos excepcionales, como lugar de refugio momentáneo para la celebración de la Eucaristía.

Terminadas las persecuciones, las catacumbas se convirtieron, sobre todo en tiempo del papa San Dámaso I (366-384), en verdaderos santuarios de los mártires, centros de devoción y de peregrinación desde todas las partes del imperio romano.

 

Pasaje de Distribución
Pasaje de Distribución

 

Hubo otros motivos que llevaron a la elección de las excavaciones subterráneas.

En los cristianos se vivía de un modo muy fuerte el sentido de la comunidad: deseaban encontrarse juntos también en el «sueño de la muerte».

Además, estos lugares apartados permitían, especialmente durante las persecuciones, reuniones comunitarias reservadas y discretas y permitían el uso libre de los símbolos cristianos.

 

Pasaje con techo alto
Pasaje con techo alto

 

De acuerdo con la ley romana, que prohibía la sepultura de los difuntos dentro de los muros de la ciudad, todas las catacumbas están situadas a lo largo de las grandes vías consulares y, generalmente, en las zonas de los suburbios de aquel tiempo.

 

Pasaje amplio con urnarios en las paredes
Pasaje amplio con urnarios en las paredes

 

HISTORIA DE LAS CATACUMBAS

Durante el primer siglo, los cristianos de Roma no tuvieron cementerios propios. Si poseían terrenos, enterraban en ellos a sus muertos. Si no, recurrían a los cementerios comunes que usaban también los paganos.

Por este motivo, San Pedro fue enterrado en la «necrópolis» (ciudad de los muertos) de la Colina Vaticana, abierta a todos; del mismo modo, San Pablo fue sepultado en una necrópolis de la Vía Ostiense.

 

Inscripciones de señalización en las paredes
Inscripciones de señalización en las paredes

 

En la primera mitad del siglo segundo, después de tener algunas concesiones y donaciones, los cristianos empezaron a enterrar a sus muertos bajo tierra. Y así comenzaron las catacumbas.

Muchas de ellas se excavaron y se ampliaron alrededor de los sepulcros de familias cuyos propietarios, recién convertidos, no los reservaron sólo para los suyos, sino que los abrieron a sus hermanos en la fe.

Andando el tiempo, las áreas funerarias se ensancharon, a veces por iniciativa de la misma Iglesia. Es típico el caso de las catacumbas de San Calixto: la Iglesia asumió directamente su administración y organización, con carácter comunitario.

 

Cripta de Santa Cecilia
Cripta de Santa Cecilia

 

Con el edicto de Milán, promulgado por los emperadores Constantino y Licinio en febrero del año 313, los cristianos dejaron de sufrir persecución. Podían profesar su fe libremente, construir lugares de culto e iglesias dentro y fuera de las murallas de la ciudad y comprar lotes de tierra sin peligro de que se les confiscasen.

Sin embargo, las catacumbas siguieron funcionando como cementerios regulares hasta el principio del siglo V, cuando la Iglesia volvió a enterrar exclusivamente en la superficie y en las basílicas dedicadas a mártires importantes.

 

Tumba en Catacumba Domitilla
Tumba en Catacumba Domitilla

 

Cuando los bárbaros (Godos y Longobardos) invadieron Italia y bajaron a Roma, destruyeron sistemáticamente muchos de sus monumentos y saquearon muchos lugares, incluidas las catacumbas.

Impotentes frente a tales devastaciones, que se realizaron repetidamente, hacia la mitad del siglo VIII y el comienzo del IX los papas hicieron trasladar las reliquias de los mártires y de los santos a las iglesias de la ciudad, por razones de seguridad.

 

En San Calixto
En San Calixto

 

Una vez realizado el traslado de las reliquias, no se volvieron a visitar las catacumbas y se abandonaron totalmente, excepto las de San Sebastián, San Lorenzo y San Pancracio.

Con el tiempo, materiales de desprendimientos y la vegetación obstruyeron y escondieron las entradas de las demás, hasta el punto de que se perdió su rastro. Y durante toda la Edad Media se ignoró dónde se encontraban.

 

Pasajes en Catacumbas
Pasajes en Catacumbas

 

La exploración y el estudio científico de las catacumbas empezaron, siglos más tarde, con Antonio Bosio (1575-1629), llamado el «Colón de la Roma subterránea».

Y en el siglo XIX, Juan Bautista de Rossi (1822-1894), considerado el fundador y padre de la Arqueología Cristiana, realizó la exploración sistemática de las catacumbas, especialmente de las de San Calixto.

 

de Priscila
de Priscila

 

DESCRIPCIÓN DE LAS CATACUMBAS

Las catacumbas están formadas por galerías subterráneas, que parecen verdaderos laberintos y que en conjunto alcanzan a medir muchos kilómetros.

En las paredes de toba de este intrincado sistema de galerías se excavaron filas de nichos rectangulares, llamados lóculos, de diferentes dimensiones, capaces de albergar un solo cadáver, aunque no era raro que contuviesen dos o más.

 

Craneos formando un mosaico
Craneos formando un mosaico

 

La sepultura de los primeros cristianos era muy sencilla y pobre. Siguiendo el ejemplo de la de Cristo, se envolvían los cadáveres en una sábana o lienzo, sin ataúd.

Los lóculos se cerraban después con lápidas de mármol o, en la mayor parte de los casos, con piezas de barro cocido y se fijaban con argamasa.

Sobre la tapa se grababa a veces el nombre del difunto, con un símbolo cristiano o el deseo de paz en el cielo. Con frecuencia se ponían junto a las tumbas lámparas de aceite o redomas con perfumes.

 

Tumbas en San Calixto
Tumbas en San Calixto

 

Por su colocación en filas superpuestas, las tumbas daban la idea de un gran dormitorio, llamado cementerio, término de origen griego que significa «lugar de descanso».

De este modo, los cristianos querían afirmar su fe en la resurrección de los cuerpos. Además de los lóculos, había otras clases de tumbas: el arcosolio, el sarcófago, la forma, el cubículo y la cripta.

El arcosolio, una tumba típica de los siglos tercero y cuarto, es un nicho mucho más grande con un arco encima. La lápida de mármol se ponía horizontalmente. Generalmente el arcosolio servía de tumba a toda una familia.

El sarcófago es un sepulcro de piedra o de mármol, ordinariamente adornado con esculturas en relieve o con inscripciones.

La forma es una tumba excavada en el suelo de las criptas, de los cubículos o de las galerías. Numerosas formas se encuentran junto a las tumbas de los mártires.

 

En catacumba Domitilla
En catacumba Domitilla

 

Los cubículos (el término significa «cuartos de dormir») eran pequeñas piezas, verdaderas tumbas de familia, con capacidad para varios lóculos.

El uso de una tumba de familia no era un privilegio reservado a los ricos. Los cubículos y los arcosolios estaban con frecuencia decorados con frescos que tomaban escenas bíblicas y reproducían los temas del Bautismo, la Eucaristía y la Resurrección, simbolizada con el ciclo de Jonás.

La cripta es una pieza más grande. En tiempos del papa San Dámaso, muchas tumbas de mártires se transformaron en criptas, es decir, en pequeñas iglesias subterráneas, embellecidas con pinturas, mosaicos y otros tipos de decoración.

 

Urnarios en las paredes
Urnarios en las paredes

 

Las catacumbas eran tarea exclusiva de una asociación especializada de trabajadores llamados «fossores» (excavadores). Excavaban una galería tras otra a la débil luz de sus lámparas y para llevar la tierra a la superficie se servían de cestos o sacos que hacían pasar a través de los lucernarios, que se habían abierto en la bóveda del techo de las criptas, de los cubículos o a lo largo de las galerías.

Los lucernarios eran grandes pozos que llegaban hasta la superficie. Cuando concluía el trabajo de excavación, los lucernarios quedaban abiertos al aire y la luz como conductos de ventilación e iluminación.

Los antiguos cristianos no usaban el término de «catacumba». La palabra es de origen griego y significa «cavidad», «cuenca». Los Romanos llamaban así a una localidad de la Vía Appia, en la que se encontraban canteras para la extracción de los bloques de toba.

Allí cerca se excavaron las catacumbas de San Sebastián. En el siglo IX el término se extendió a todos los cementerios con el significado específico de cementerios subterráneos.

 

La primera imagen de la Virgen María en catacumba de Santa Priscila
La primera imagen de la Virgen María en catacumba de Santa Priscila

 

LOS SÍMBOLOS

Los primeros cristianos vivían en medio de una sociedad mayoritariamente pagana y hostil. Desde la persecución de Nerón (64 después de Cristo) se consideraba que su religión era «una superstición extraña e ilegal».

Los paganos desconfiaban de los cristianos y se mantenían a distancia, sospechaban de ellos y los acusaban de los peores delitos. Los perseguían, los encarcelaban y los condenaban al destierro o a la muerte.

 

Pintura de Cristo
Pintura de Cristo

 

Como no podían profesar abiertamente su fe, los cristianos se valían de símbolos que pintaban en los muros de las catacumbas y, con mayor frecuencia, grababan en las lápidas de mármol que cerraban las tumbas.

 

Simbolos en Domitilla
Simbolos en Domitilla

 

Como a todos los antiguos, a los cristianos les agradaba mucho el simbolismo. Los símbolos expresaban visiblemente su fe. El término «símbolo» se aplica a un signo concreto o a una figura que, de acuerdo con la intención del autor, evoca una idea o una realidad espiritual.

Los símbolos más importantes son el Buen Pastor, el «orante», el monograma de Cristo y el pez.

 

Pintura en Catacumbas de Via Latina
Pintura en Catacumbas de Via Latina

 

El Buen Pastor con la oveja sobre los hombros representa a Cristo salvador y al alma que ha salvado. Este símbolo se encuentra con frecuencia en los frescos, en los relieves de los sarcófagos, en las estatuas, así como grabado sobre las tumbas.

 

Pintura de martir cristiano
Pintura de martir cristiano

 

El orante: esta figura, representada con los brazos abiertos, es símbolo del alma que vive ya en la paz divina.

El monograma de Cristo está formado por dos letras del alfabeto griego: la X (ji) y la P (ro) superpuestas. Son las dos primeras letras de la palabra griega «Christòs» (Jristós), es decir, Cristo. Este monograma, puesto en una tumba, indicaba que el difunto era cristiano.

 

Pintura en Catacumbas de San Sebastián, situada cerca de Roma
Pintura en Catacumbas de San Sebastián, situada cerca de Roma

 

El pez. En griego se dice «IXTHYS» (Ijzýs). Puestas en vertical, estas letras forman un acróstico: «Iesús Jristós, Zeú Yiós, Sotér» = Jesucristo, Hijo de Dios, Salvador. Acróstico es una palabra griega que significa la primera letra de cada línea o párrafo. Es un símbolo muy difundido de Cristo, emblema y compendio de la fe cristiana.

Otros símbolos son la paloma, el Alfa y la Omega, el ancla, el ave fénix, etc.

La paloma con el ramo de olivo en el pico es símbolo del alma en la paz divina.

 

Símbolos de la nueva fe palomas con ramitas de olivo y monograma de Cristo.
Símbolos de la nueva fe palomas con ramitas de olivo y monograma de Cristo

 

El Alfa y la Omega son la primera y la última letra del alfabeto griego. Significan que Cristo es el principio y el fin de todas las cosas.

El ancla es el símbolo de la salvación, símbolo del alma que ha alcanzado felizmente el puerto de la eternidad.

 

Jesús y los Apostoles en Domitilla
Jesús y los Apostoles en Domitilla

 

El ave fénix, ave mítica de Arabia que, según creían los antiguos, renace de sus cenizas después de un determinado número de siglos, es el símbolo de la resurrección.

Los símbolos y los frescos son como un Evangelio en miniatura, una síntesis de la fe cristiana.

 

Pintura en Domitilla
Pintura en Domitilla

 

IMPORTANCIA DE LAS CATACUMBAS

En Roma hay más de sesenta catacumbas, con cientos de kilómetros de galerías y decenas de miles de tumbas. También hay catacumbas en Chiusi, Bolsena, Nápoles, Sicilia oriental y África del Norte.

El sistema de excavación subterránea no lo inventaron los cristianos ni lo causaron las persecuciones. Las catacumbas eran simplemente cementerios colectivos cristianos, excavados en la profundidad de la tierra.

 

Martir Extraido de Catacumbas Romanas
Martir extraído de Catacumbas Romanas

 

Los cristianos adoptaron la técnica de la excavación que ya existía y la desarrollaron en gran escala con una vasta red de galerías en niveles superpuestos. Esta fue la solución para los problemas del entierro para una gran comunidad con un número creciente de miembros.

El rápido y enorme desarrollo de algunas catacumbas se explica con el culto de los mártires que se sepultaban en ellas, porque muchos cristianos insistían en tener una tumba cerca de los venerados sepulcros, para asegurarse su protección.

Jonas y la ballena en Catacumbas de Santa Priscila
Jonas y la ballena en Catacumbas de Santa Priscila

 

LA VISITA A LAS CATACUMBAS

Las catacumbas, por la importancia que encierran, reciben hoy la visita de miles de peregrinos de todas las partes del mundo.

Por su precioso patrimonio de pinturas, inscripciones, esculturas, etc., son consideradas auténticos archivos de la Iglesia primitiva, que documentan los usos y costumbres, los ritos y la doctrina cristiana como se entendía, se enseñaba y se practicaba entonces.

 

Símbolos en las paredes
Símbolos en las paredes

 

La visita a las catacumbas es una experiencia fascinante, pero su interés depende mucho del guía que os acompañe (obviamente no se puede entrar por cuenta propia en estos complejos laberintos subterráneos).

Las catacumbas más interesantes son, por este orden:
De San Calixto (zona Via Appia)
De San Sebastián (zona Via Appia)
De Domitila (zona Via Appia)
De Priscila (situadas en el otro extremo, al Norte de Roma, a 10 min. de Santa Inés)

 

como-llegar-catacumbas-roma
Como llegar a las catacumbas de Roma

 

Debes tener en cuenta también que cada catacumba cierra un día distinto de la semana y un mes diferente del año (te ofrecemos esta información cuando hablamos de cada una de ellas). Lo que es común a todas las que tratamos aquí son los precios y horario de apertura:: 9-12 y 14-17. Precio entradas: Entrada normal: 8,00 € Entrada reducida: 5,00 €

 

UN RECORRIDO 3D POR LAS CATACUMBAS DE PRISCILA

 

 

Entrada a Catacumbas de San Calixto
Entrada a Catacumbas de San Calixto

 

CATACUMBAS DE SAN CALIXTO

Cerradas: Los miércoles, 25 diciembre, 1 enero, Domingo de Resurrección y mes de febrero.

Giovanni Battista De Rossi, descubridor de las Catacumbas de San Calixto, cuenta en sus memorias cómo convenció a Pío IX para visitar las excavaciones.

Cuando llegaron a la Cripta de los Papas, en mayo de 1854, De Rossi le explicó las inscripciones y le mostró la lápida que San Dámaso hizo colocar en el siglo IV con los nombres de todos los Papas allí sepultados.

Fue entonces cuando Pío IX tomó conciencia de dónde se encontraba. Con los ojos llorosos por la emoción, se arrodilló y estuvo un rato absorto en oración. Era la primera vez, después de mil años, que un Papa volvía a poner los pies en las catacumbas.

Además de la Cripta de los Papas, las Catacumbas de San Calixto contienen la famosa Cripta de Santa Cecilia, donde se conserva una copia de la impactante escultura de Maderno (original y reliquias de la santa en su iglesia del Trastevere).

 

 Iglesia sobre catacumbas de San Sebastián
Iglesia sobre catacumbas de San Sebastián

 

CATACUMBAS DE SAN SEBASTIÁN

Cerradas: los domingos, 25 dic., 1 ene. y mes de vacaciones (22 noviembre-20 diciembre).

Son de las pocas catacumbas que nunca han quedado ignoradas. De ellas proviene el nombre “catacumba”: en este lugar existía desde el siglo I una gran oquedad, pues se utilizaba como cantera para la extracción de pozzolana (imagen).

Por eso el lugar se denominaba «ad catacumbas», que significa junto a la depresión. El toponímico catacumba se extendió luego al resto de cementerios subterráneos que se fueron descubriendo.

El mártir más famoso aquí sepultado es San Sebastián, a quien está dedicada también la basílica de ingreso al área subterránea. Pero en ellas se venera además la memoria de los apóstoles Pedro y Pablo, pues parece que en algún momento de la historia sus reliquias se trasladaron a este cementerio, quizás durante la construcción de sus respectivas basílicas.

 

Iglesia en las catacumbas de Domitilla
Iglesia en las catacumbas de Domitilla

 

CATACUMBAS DE DOMITILLA

Cerradas: Los martes y mes de enero.

Son las catacumbas más extensas de Roma. Surgen a partir de la propiedad de Flavia Domitila, una noble romana emparentada con el emperador Domiciano (final siglo I), desterrada por él a una isla hasta su muerte por su condición de cristiana.

Uno de los puntos más impresionantes de la visita es la basílica semi-subterránea de los mártires Nereo y Aquileo, construida en el siglo IV.

 

 

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Los cristianos japoneses que conservaron la fe sin sacerdotes

Se descubrieron catacumbas donde se ocultaban de la persecución. 

 

Durante la audiencia general en la Plaza San Pedro la semana pasad, el Papa Francisco citó el ejemplo de los primeros cristianos japoneses perseguidos, que conservaron la fe durante dos siglos y medio sin sacerdotes. Japón es un país muy querido por los jesuitas y al cual Bergoglio mismo quería ir como misionero cuando era un joven sacerdote.

 

catacumba de taketa

 

Ahora por diversos trabajos de investigación salieron a luz las catacumbas que utilizaron los cristianos perseguidos en Japón. Veamos lo que se descubrió en Taketa.

LO QUE DIJO FRANCISCO SOBRE LOS CRISTIANOS JAPONESES PERSEGUIDOS

“Aprendan de la Iglesia japonesa –dijo–, que debido a la persecución del siglo XVII se escondió durante casi dos siglos y medio, pasando de generación en generación la llama de la fe siempre encendida. Las dificultades y las persecuciones, cuando se viven con confianza y esperanza, purifican la fe y la fortalecen”

A propósito de la importancia del Bautismo para el Pueblo de Dios, dijo Francisco en la segunda de un breve ciclo de catequesis dedicado a los sacramentos cristianos,

“es ejemplar la historia de la comunidad cristiana en Japón. Escuchen bien: sufrió una dura persecución a principios del siglo XVII. Hubo numerosos mártires, los miembros del clero fueron expulsados y miles de fieles fueron asesinados. En Japón no había ningún sacerdote, todos fueron expulsados. Entonces la comunidad se retiró en la clandestinidad, conservando la fe y la oración a escondidas, y cuando nacía un niño, el papá y la mamá lo bautizaban, porque todos nosotros nos podemos bautizar. Cuando, después de casi dos siglos y medio, volvieron los misioneros a Japón, miles de cristianos salieron a la luz y la Iglesia pudo volver a florecer. ¡Habían sobrevivido con la gracia de su Bautismo! Pero, esto es grande, ¿eh? El Pueblo de Dios conserva la fe y sigue adelante. Habían mantenido, aunque en secreto, un fuerte espíritu comunitario, porque el Bautismo los había convertido en un solo cuerpo en Cristo; estaban aislados y escondidos, pero eran miembros del Pueblo de Dios, de la Iglesia. ¡Podemos aprender mucho de esta historia!”.

HACE POCO SE DESCUBRIERON UNAS CATACUMBAS CRISTIANAS EN LA «PEQUEÑA KYOTO»

Taketa — llamada también la pequeña Kyoto — se encuentra en la prefectura de Oita en el centro del Kyushu, rodeada por una serie de montañas, en el nacimiento del río Ono. Una zona de belleza natural que comprende aguas termales conocidas en todo el Japón. Lo eran también en los tiempos de los primeros misioneros, y hay quien lanza la hipótesis – pero solo eran habladurías – de que vinieron aquí para disfrutar de los saludables baños. Lo que es cierto es que un samurai bautizado por Francisco Javier en Oita se retiró a Taketa y muchos campesinos del lugar, fascinados por su ejemplo, se dispusieron a abrazar su fe.

Al principio se convirtieron al cristianismo más de doscientas personas, y bien pronto Taketa se convirtió en uno de los centros con mayor presencia cristiana de todo el Japón: sobre una población de cuarenta mil personas, cerca de treinta mil eligieron el nuevo culto.

Los misioneros, partiendo de Nagasaki, que era el principal centro de la cristiandad japonesa, tuvieron que pasar por aquí para llegar a Kyoto, entonces capital del Estado.

TODO CAMBIÓ CON EL COMIENZO DE LAS PERSECUCIONES

Muchas personas se vieron obligadas a elegir el budismo para no morir, otras — se cree que casi la mitad — se convirtieron en cristianos ocultos.

Los bosques que rodean la ciudad se transformaron en seguida en escondites donde los fieles podían practicar clandestinamente su fe. Se excavaron en las montañas pequeñas cuevas para poderse reunir y rezar.

Hoy estas capillas excavadas en la roca pueden visitarse. Hasta hace poco tiempo se conocía sólo una. Hace tres años, el asesor de los bienes culturales de Taketa, inspirado por la lectura de una novela — el Código de Javier, el autor es un japonés de Osaka cuyos antepasados residían precisamente en Taketa — que mezcla historia y ficción, tuvo una intuición: ¿y si hubiera más grutas? Se puso con linterna y casco a buscar entre los bosques y encontró otras siete.

LAS CAPILLAS CLANDESTINAS

DiceCristian Martini Grimaldi:

 A mi llegada a Taketa me acoge el alcalde Katsuji Syuto y soy enviado a casa de una anciana señora. En este edificio de hecho era donde se convocaba a los sospechosos de practicar la fe a escondidas y se les obligaba a pisar imágenes sagradas (los fumie) que representaban el rostro de Cristo o la Virgen. Lo sabemos con certeza porque es precisamente aquí donde se descubrió una de las muchas capillas clandestinas diseminadas por el territorio de Taketa en esa época. El pavimento sobre el que se pisoteaban los símbolos sagrados se vino abajo bajo el enorme peso de las personas aquí reunidas y se descubrió otra habitación – probablemente la bodega privada – que se utilizaba para las liturgias de los cristianos. En esa ocasión, el jefe de la ciudad fue inmediatamente condenado a muerte.

La dueña de la casa me franquea el paso hacia el semisótano. Me doy cuenta de que precisamente sobre la entrada hay una imagen de una divinidad shintoista. Es el signo de que la ley, después de tantos años, ganó la batalla: la que seguramente fue una casa perteneciente a una familia cristiana es hoy una vivienda que se distingue por los signos de la que fue entonces la religión dominante.

Pero el de las bodegas era solo uno de los muchos escondites que los cristianos se veían obligados a inventar para no ser descubiertos. En Taketa de hecho los cristianos perseguidos se reunían más en los bosques, en grupos de veinte o treinta para no hacer sospechar a las autoridades. Celebraban la misa a medianoche, a menudo asistidos por algunos intrépidos misioneros que vivían escondidos en algún refugio natural en las montañas. Hace un cierto efecto imaginar qué habríamos visto si hubiésemos estado en alguno de esos encuentros: velas y antorchas en la oscuridad, moviéndose al unísono a través del bosque, que debían parecer muchas misteriosas luciérnagas en la noche. Arriesgaban la vida a miles, y todo para acercarse a una “luz” aún más resplandeciente.

LAS DE TAKETA SON AUTÉNTICAS CATACUMBAS A CIELO ABIERTO

Hasta hoy se han descubierto ocho, aunque se cree que haya unas cien. Y es gracias a la conformación volcánica de las rocas de Taketa, si después de cuatro siglos podemos visitar en medio del bosque estas cavernas artificiales usadas por los cristianos para mantener su fe cuando todo alrededor amenazaba su supervivencia.

Existen otras cuevas en los alrededores de Nagasaki que se utilizaban con fines similares, pero son grutas naturales. Nadie las excavó. No son el signo vivo y límpido dejado por los fieles en busca de esta quietud que es el fermento natural para la renovación constante de la propia espiritualidad.

El hombre que las descubrió se llama Goto Atsusi. Sus antepasados eran cristianos ocultos. La idea de asociar al cristianismo estos lugares le vino al darse cuenta de que las grutas surgen precisamente en el terreno que se sabe pertenecía a un samurai cristiano.

“Algunas grutas ya se conocían, pero se creía que estaban dedicadas a una divinidad sintoísta”, dice Goto, que tiene unos cuarenta años, de buen aspecto y muy alto incuso para los estándares occidentales;

“por ejemplo — continua — el culto del zorro, inari en japonés. Inari era una inscripción encontrada a menudo en estas grutas. Se cree que era una transformación del acrónimo INRI. Aunque lo más probable es lo contrario, es decir, que los cristianos dejaran la inscripción INRI y que sucesivamente, después del final de las persecuciones, esas inscripciones se transformaran en el culto del zorro. Probablemente algún fiel shinto sustituyó esas inscripciones para reclamar esos espacios para su propio culto, o quizás para ocultar la existencia de áreas dedicadas al credo religioso enemigo”.

Hay también un modelo muy preciso que se representa en cada sitio, precisa Goto,

“junto a la capilla excavada en la roca hay siempre una gruta natural, esta de mayores dimensiones, donde se reunían los fieles, y junto a esta una fuente de agua para los sacramentos”.

LA DESAPARICIÓN DE LOS CRISTIANOS OCULTOS

Eran tres las personalidades más importantes para los cristianos ocultos: el chokata, es decir, el que organizaba las reuniones de los fieles, el oshiekata es decir, el catequista, y después el muzukata, el que se encargaba de los bautizos.

“Desde que era niño sabíamos la existencia de los kakure kirishitan. Eran cristianos escondidos hasta que terminó la prohibición de profesar la fe cristiana. De hecho sucedió una cosa bastante excepcional: cuando la prohibición de profesar el cristianismo cesó, desaparecieron también los cristianos ocultos. Probablemente se hicieron todos budistas”.

Un poco como los animales que viviendo en cautividad, al dejarles libres mueren por incapacidad de adecuarse al nuevo ambiente: esos cristianos, ya sin nada que esconder, no supieron adaptar su fe que se había nutrido durante dos siglos con ritos nacidos para conservarse en secreto.

Hoy viven veinticinco mil personas en Taketa, y de estas sólo trescientas son cristianas. Los católicos se pueden contar con una mano. Aun hoy aquí no existe una iglesia católica para el culto. Los pocos fieles se ven obligados a ir a Oita en tren o en autobús en un trayecto de más de una hora entre las montañas.

Pero en Taketa no están solamente las grutas para dar testimonio de la remota presencia cristiana. Hay también varios cementerios diseminados un  poco por todas partes. Para visitar uno tenemos que viajar en coche durante una hora entre las sugerentes carreteras secundarias sumergidas en una tupida vegetación a través de la cual apenas se filtran los rayos del sol.

Cuenta Grimaldi:

“Tomamos una carretera de tierra y, a los pocos minutos, bajamos del coche y nos aventuramos por encima del fango y de la hierba mojada por la ligera lluvia de la tarde. Nos encontramos en medio de lo que parece un cementerio abandonado. Un cementerio con lápidas insólitas. Distintas de las normales en Japón, verticales y adornadas con símbolos de divinidades budistas. Muchas de estas de aquí son planas. Y son precisamente estas las que señalan la presencia de difuntos cristianos. Estamos literalmente pisando la historia. Obligados a conformarse a un culto que en el fondo de su corazón no reconocían, estos cristianos buscaban en el más allá el rescate de una vida vivida en mala conciencia: la muerte les dio de verdad esa justicia que de vivos nunca habrían podido obtener“.

Fuentes: L’Osservatore Romano, Signos de estos Tiempos

 

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