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‘Él me puso aquí y le voy a preguntar a Él que quiere que haga’.

 

Esta es una anécdota sobre una situación no prevista, de las tantas que se presentan en el día, que se le presentó a Juan Pablo II y muestra la forma que él tenía de resolverla.  

 

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Una persona de Sicilia, que tuvo la fortuna de acompañar a Juan Pablo II a menudo en sus incursiones en Abruzzo, junto con los hombres de seguridad, cuenta un epidodio que vivió con él, que es revelador.

Una vez, en plena noche me doy cuenta de que no hay corriente eléctrica y voy a ver el cuadro de control. Advierto detrás de mí una sombra que pasa y una voz inconfundible: «No soy un fantasma, soy el Papa» 

Eran las cuatro de la mañana. Y después vino la explicación:

«Voy por Él. Yo no pido ser ayudado a hacer lo que yo decido, voy a preguntarle que cosa debo hacer, porque es Él que me puso aquí.»

Un episodio que hace pensar. El Papa era consciente de lo que pensarían los demás y les previno con buen humor: Yo no soy un fantasma…

Pero inmediatamente la confianza que hace bien, la historia de cómo oraba. Interesante este modo de vivir el estado de gracia: si tú me pusiste aquí, dime qué hacer.

Ninguno de nosotros es el Papa y no tenemos derecho a demandar instrucciones como el vicario de Cristo. Pero cada uno de nosotros tiene una responsabilidad y no sabe cómo lidiar con ella de una manera completa.

Aquí está el consejo del Papa: Yo no tengo que pedir ayuda para conseguir lo que quiero, tengo que preguntar lo que Él quiere que haga.

Este pequeño episodio ayuda mucho. No puedo ser un verdadero cristiano si no me paro frente al sagrario para escuchar.

¿Cuál es la tonta prisa que me impide invertir mejor mí tiempo delante de él?

Fuentes: Tempi, Signos de estos Tiempos

 

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