La imagen se conserva en la Ermita de Santa Úrsula en el municipio canario de Adeje. Hay quién dicen que pudiera ser la imagen original de la Virgen aparecida a los guanches. Y otros que fue la primera copia.

Adeje es un municipio canario, perteneciente a la provincia de Santa Cruz de Tenerife. Está situado en el suroeste de la isla de Tenerife. Es la cuarta ciudad de Tenerife en cuanto a población.

 Los historiadores no tienen dudas. La imagen de la Candelaria que encontraron los guanches en la costa de Güímar, y que adoraron como su señora no era una virgen negra. Por la época, unos 100 años antes de la Conquista, se trataría de una virgen gótica: blanca y de pelo rubio, como la virgen del Pino. El tiempo, el aceite de nuez con el que limpiaban la figura y el humo de las velas con el que los dominicos rodearon la imagen hizo que la talla fuera oscureciéndose hasta parecer negra.

En el pueblo de Adeje creen firmemente que la imagen que ellos guardan con grandes dosis de cautela en la iglesia de Santa Úrsula mártir es la auténtica virgen de Candelaria. Dicen que el marqués de Adeje y Conde de la Gomera pidió que le dejaran la talla para hacer una copia y poder llevársela con él. En lugar de devolver la original, entregó la copia, y la virgen de Candelaria se trasladó a lomos de un burro hasta la Casa Fuerte de Adeje y después pasó a una pequeña capilla de su iglesia. Si esto llega a ser cierto, la imagen que se llevó el mar, en el temporal de 1826, hubiera sido una copia y no la auténtica.

Sin embargo, según el vicedecano de la Facultad de Geografía e Historia de La Laguna, que cita al historiador Jesús Hernández Pérez, en aquellos años, siglos XVII y XVIII se harían muchas copias de la virgen. Es verdad que una de ellas, tal vez una de las primeras, sea la que está en la iglesia de Adeje. Eso también lo afirma uno de los párrocos de la ermita, Agustín Sanabria, «esta es la primera copia que se hizo de la que se llevó el mar». De ahí su importancia: se conserva como en realidad era la virgen que vieron los guanches, y no como la imagen que años después ve el escultor Fernando Estévez. Es una Candelaria oscurecida, morena, y así es como reproduce la talla que la gente tanto adora en la basílica de Candelaria.

Pero hay otros que piensan que quizás no sea sólo una copia sino la verdadera imagen original.

 

UNAS RARAS INSCRIPCIONES

Otro de los misterios que rodea a la talla de La Candelaria de Adeje son las letras que bordean el manto de la imagen y que, todavía, no han podido ser descifradas. Las letras aparecían en la talla desaparecida en Candelaria y «evidentemente, el autor de la copia de Adeje también las reprodujo».

Se trata de letras del alfabeto colocadas sin aparente orden pero que «podrían corresponder a las iniciales de cada palabra de una oración o letanía, no se ha podido averiguar», aseguró el profesor de la Universidad de La Laguna, Gerardo Fuentes.

No obstante, este dato ha acrecentado los rumores y servido de argumento para determinados sectores que insisten en que este tipo de tallas ocultaban mensajes secretos de los caballeros templarios. «Estas letras, sin embargo, son habituales en tallas góticas. El Cristo de La Laguna también las tiene en el paño de pureza. No se han podido descifrar pero se continúa investigando», concluyó el experto.

Las extrañas letras de la talla original de la Virgen eran:
En la pretina del cuello:
ETIEPESEPMERI
En la manga izquierda:
LPVRINENIPEPNEIFANT
En la parte inferior de la túnica:
EAFM IPNINI FMEAREI
En el cinturón:
NARMPRLMOTARE
En el manto, en el brazo derecho:
OLM INRANFR TAEBNPEM REVEN NVINAPIMLIFINIPI NIPIAN
En la orla de la mano izquierda:
EVPMIRNA ENVPMTI EPNMPIR VRVIVINRN APVI MERI PIVNIAN NTRHN
En la parte trasera, en la cola:
NBIMEI ANNEIPERFMIVIFVE

 

LA TALLA ORIGINAL DE LA CANDELARIA Y LA NUEVA

Sobre 1390, la actual Candelaria era un paraje solitario y desértico que frecuentaban los pastores guanches del menceyato de Güimar. Una tarde, dos naturales que conducían su ganado, vieron como algunas cabras se negaban a pasar al llegar a la boca del barranco, se adelantó uno de ellos pensando que había gente que les quería robar y encontró, sobre una peña, la Santa Imagen.

Con esta leyenda, comienza el fervor y adoración de los isleños a la Virgen de Candelaria. Fervor que todos los quince de agosto se transforma en una monumental romería, que se conforma desde todos los puntos de la isla de Tenerife hasta llegar a la Basílica de Candelaria, donde espera a los romeros, la Patrona de Canarias.

Pero lo que muchos de estos romeros no saben es que la talla de la Virgen de Candelaria que preside el altar de la Basílica de Candelaria, no es la original, aquella que encontraran los Guanches en la playa de Chimisay (antiguo nombre de la playa del Socorro), a finales del siglo XIV o principios del XV, sino una escultura realizada por el artista Fernando Estévez de Salas, discípulo de Lujan Pérez en 1827, por encargo de los frailes dominicos que cuidaban el santuario en esa época.

Y es que, un año antes, en 1826, concretamente la noche del 7 de Noviembre, un temporal de viento y lluvias que asolaban la isla hizo correr las aguas del barranco que, desbordado a su encuentro con el Santuario, derribó los muros de la capilla que albergaba la Imagen, y la precipitó, junto a los escombros, al mar. Muchos fueron los intentos por recuperar la reliquia: se vigilaron las costas, se enviaron barcos a recorrer el litoral, se registraron las playas, pero todo fue en vano. Había desaparecido, trágicamente, la original Virgen de Candelaria.

La actual Imagen fue realizada por el escultor Estévez teniendo en cuenta algunos retratos de la desaparecida, pero no se trata de una copia de esta, ya que su autor, en contra de lo deseado, imprimió a su obra un sello personal y estilo neoclásico, representando a la Virgen con notables variaciones sobre el original perdido de estilo gótico. Con el paso del tiempo la obra se apolilló y tuvo que ser restaurada por el escultor orotavense Ezequiel de León que, en 1972, construyó un nuevo cuerpo completo de brazos fijos, tallado en madera de cedro, al que le adaptó la cabeza y manos del escultor Fernando Estévez, procediendo a continuación a policromar la túnica de la Virgen con las típicas inscripciones que tenia la Imagen desaparecida.

Debido a las reformas la Imagen ha perdido altura y por los vestidos con que actualmente se presenta es imposible apreciar estos cambios, por lo que, muchos son los que desconocen esta labor de conservación. De otro lado la Comunidad Dominica, ha sido cauta en divulgar estas reformas por respeto a la diversidad de opiniones que se podrían suscitar con tales conocimientos.

 

LA DESPARICIÓN DE LA TALLA ORIGINAL DE LA CANDELARIA Y LA APARICIÓN DE LA DE ADEJE

La Imagen que actualmente se venera en la Basílica de la Candelaria no responde a la perdida en el aluvión de 1826. Sin embargo, una talla considerada facsímile de la original puede contemplarse actualmente en la Iglesia de Santa Ursula de Adeje.

Esta talla, presenta una aureola de misterio sobre su origen, que a más de uno ha hecho dudar si se trata de la verdadera Virgen de Candelaria que encontraron los pastores en las playas de Chimisay y que, por algún motivo oculto, fue a parar, primero a los Marqueses de Adeje y luego a la ermita de Santa Ursula que tan celosamente la guarda en la actualidad. Para algunos la idea no es del todo descabellada, para otros, resulta un grave error histórico.

Veamos cuales son los hechos que alimentan estas dudas.

Según el historiador D. José Rodríguez Moure la noche del 7 de noviembre de 1826, presentóse sobre Tenerife una de esos temporales de viento y lluvias torrenciales que en períodos más o menos largos suelen visitarla y que, por desgracia, siempre dejan hondas huellas de su marcha destructora.

Continúa el historiador haciendo mención a un hecho insólito: la capilla o Iglesia provisional que aún subsiste, comunicaba con las obras del nuevo Templo por una puerta a los pies de la Capilla, que en la noche de este día, por un descuido quedó abierta. Describe a continuación la reacción de los frailes dominicos, encargados del cuidado del Santuario, ante la violencia del temporal: la comunidad de esta casa, estaba reducida a cuatro ancianos religiosos sacerdotes y dos legos no menos viejos que ellos, los que solo, dentro del Convento, viéronse sorprendidos por el terrible huracán, que habiendo revuelto las tejas de la cubierta, encontráronse precidados a dejar sus celdas y a refugiarse en la Cueva que sirvió de morada a los Marqueses de Adeje para pasar las fiestas, y que por la nueva fábrica quedaba dentro del traspatio del Convento. En este refugio que la inclemencia de la lluvia les obligó a tomar, aunque calculaban que la casa y Capilla estaría toda mojada, no se preocuparon del Sacramento y de la Santa Imagen, pues creíanlo libre de todo riesgo por la altura de las hornacinas o nichos donde los tenían reservados en la pared del fondo de la Capilla.

Y acaba el relato de esta manera: y precipitándose con furia devastadora las aguas reembalsadas, al tenderse en la embocadura llevándose doce casas de las que adornaban la plaza: pero como un gran brazo de la corriente entrara por la obra del Templo a la Capilla, (pues según se ha dicho, la puerta de comunicación había quedado abierta por descuido) pronto subió el nivel de aquella a más de dos metros de altura, cuya masa, obrando sobre la pared de fondo donde estaba colocada la Santa Imagen, la derribó, llevándose la estimada reliquia al cercano mar…

Hemos de reconocer que estos hechos, así contados y admitidos como ciertos por los historiadores, de haberse producido en la actualidad, hubieran originado que los frailes, los legos, y hasta el mismísimo Marqués de Adeje hubieran tenido que soportar como primeros sospechosos, el minucioso interrogatorio policial consecuencia de tan irregular relato.

Téngase en cuenta que, en Canarias, como indica Rodríguez Moure, no es frecuente este tipo de temporales, ni se presenta de un momento para otro. Incluso, se relata que otros textos, que desde la una de la tarde de aquel día, se apreciaron grandes gotas de lluvia y se avistaban unas inusuales nubes muy negras sobre el Teide. Por lo tanto ¿Cómo pudieron ser los frailes tan poco previsores?. Desde que empezaran las lluvias hasta que las aguas del barranco tomaran el caudal necesario para llevarse hasta doce casas de la plaza, debieron de pasar varias horas. Entonces ¿Por qué los frailes , encargados del cuidado y la seguridad de la Virgen, no se llevaron con ellos hasta su refugio la Santa Imagen, que era de madera ligera y sólo medía un metro?. Y ¿Cómo olvidaron cerrar la puerta de la Capilla que guardaba en su interior la tan preciada Imagen?.

Sería más lógico pensar que, por la violencia de la tormenta y con el fin de protegerla, llevaran la Santa Imagen hasta la cueva del Marqués de Adeje y que la puerta de la Capilla quedara abierta por que no se encontraba la Imagen en ella. Y que al día siguiente, ocultaran este hecho a los vecinos del pueblo y aprovecharan las circunstancias acaecidas para entregar la Imagen al Marqués que solo tendría que recogerla en la Cueva de su propiedad.

Pero, ¿Qué motivos podrían tener los frailes para actuar así?. Veamos cual era la situación política de aquellos años: La invasión de Napoleón y el destronamiento de Fernando VII, que dio origen a la guerra de la Independencia, también repercutió en Canarias, y aunque la guerra no se dejó sentir en las Islas de una manera directa, se vivieron las incertidumbres propias que conlleva una contienda de esta importancia.

A estos acontecimientos siguieron los de la proclamación de la Constitución de 1812, la restauración de Fernando VII, y la creación del Obispado de Tenerife. Más tarde el restablecimiento de la Constitución de Cádiz en 1820, y con él el verdadero alcance de las nuevas ideas y la mísera suerte que aguardaba a las órdenes religiosas.

Los Dominicos de Candelaria hubieron de entregar los inventarios sobre las riquezas de la Virgen que les fueron precisados y sufrir numerosas vejaciones. No obstante, prosiguieron con las obras del nuevo Templo, por haber sido destruido el mismo en un incendio de 1784 del que sólo se salvó la Imagen y algunas pertenencias del Santuario. A partir de 1823, acabada la restauración de Fernando VII, les fueron devueltas al clero sus posesiones y se permitió abrir nuevamente los conventos clausurados, entre ellos el de Candelaria. Esta sucesión de hechos había marcado, a buen seguro, el ánimo de los frailes.

Posteriormente, en 1835, se volvió a dar órdenes desde Madrid de la extinción de los conventos y con ello la expulsión de los religiosos de Candelaria, incautándose el Estado de todos los bienes del Convento, incluidos el edificio y las alhajas. Los pocos libros que poseían fueron a parar a los más variados propietarios y muchos de ellos destruidos. Las puertas, ventanas y vidrieras del restaurado Templo de Candelaria, fueron arrancadas y llevadas a casas particulares de Gúimar. La Diputación Provincial se apropió del magnifico dorsel de terciopelo de seda y oro que se utilizaba en el trono de la Virgen, y del soberbio crucifijo de marfil que tenia el altar del Santuario, que acaba siendo usado para recibir el juramento de los diputados.

Los luctuosos acontecimientos durante los años previos a 1826 y la presunción de los que se avecinaban pudieron ser suficiente motivo para que el Marqués, hombre poderoso y cercado a la política de aquella época, decidiera junto con los frailes, llevar a la Virgen hasta un lugar seguro, su casa de Adeje, la Casa Fuerte, donde estaría protegida hasta que vinieran tiempos mejores.

Esta hipótesis queda también sustentada en otro hecho insólito. El siguiente año, antes de encargarse la actual imagen, y presentándose las fiestas en honor a la Virgen, recoge en sus textos Rodríguez Moure: Apremiando el tiempo de la próxima fiesta y recordando los religiosos que en la Parroquia de Adeje había un facsímil de iguales proporciones que la perdida imagen, mandado a esculpir por los piadosos Marqueses de Adeje, pidieron al Prelado se les facilitara mientras apareciera la perdida o el Santuario se proveyera de otra. Corrió el tiempo y la festividad presentóse, teniendo los religiosos que traer un retrato al óleo que de la desaparecida Imagen tenían en el oratorio privado de la finca de la Granja.

O sea, que los piadosos Marqueses, les negaron el favor de prestar la Imagen. Y aquí surge otra interesante cuestión. ¿Por qué se negaron los Marqueses a cederla si era una copia?. Una explicación razonable sería que se trataba del original, y en consecuencia no podía ser exhibido por temor a ser reconocido por los fieles. Y algo mucho más importante, ¿Por qué no aparece ninguna mención de la Imagen de Adeje hasta esta fecha, cuando se reconoce en la actualidad, que se trata del facsímil más antiguo de la Virgen de Candelaria?. Por otro lado, resulta incoherente que, el Marqués, Protector y Patrono de la Virgen de Candelaria, entorpeciese con su postura las fiestas de su protegida.

A continuación veamos la descripción que sobre la talla original hicieran Fr. Alonso de Espinosa primero, y posteriormente Fr. Juan Abreu Galindo. Nos dicen ambos autores que, la imagen es de más o menos 5 palmos de altura (aproximadamente 1 metro), contando con la peana en que apoyaba los pies. Su posición era de pie, con la cabeza recta y mirando al frente, teniendo en el brazo derecho al Niño Dios, desnudo, las piernecitas dobladas y los brazos también. Aprisionaba por las alas un dorado pajarito de moñita o peineta, y por último, la Imagen del Niño tenía la cabeza ladeada a la derecha y miraba a algo que estaba a los pies de la Madre. El brazo izquierdo de la Virgen, en posición inverosímil, sostenía al Niño, y en la mano izquierda, que se presentaba en posición cerrada y muy natural, tenía un trozo de vela como un jeme de color verde, que daba a entender podía aumentarse con otro, a voluntad, y por último apoyaba las plantas de los pies sobre una tabla redonda o peana, como de cuatro centímetros de alto, pintada de color encarnado, descubriéndose la parte externa del pie izquierdo que salía un poco del diámetro de la peana. La indumentaria constituíala una túnica dorada, imitando el color amarillo, desde el cuello hasta los pies, haciendo el talle un cinturón cerrado, azul, como de dos centímetros de altura. El manto, también azul obscuro, salpicado de flores de color de oro, caíale desde los hombros por uno y otro lado del cuerpo, sujetándolo sobre el pecho una traba cuerda encarnada. La parte del pie que se dejaba ver por los bajos de la túnica, presentaba calzado un chaplín cerrado, de color encarnado. La cabeza de la Santa Imagen adornábala hermosa cabellera partida a la mitad, cayendo sobre los hombros en seis ramales tendidos por la espalda. El rostro muy proporcionado a la estatura, era ligeramente ovalado, adornado por rasgados ojos, boca pequeña y bien plegada y con unas hermosas rosas en las mejillas. La Imagen esta adornada en el cuello del vestido, cinturón en los extremos de las mangas y al pie de la túnica con unas letras, que aún en la actualidad, no ha podido entenderse su significado.

La coincidencia entre esta descripción que hacen ambos autores de la talla original encontrada por los guanches y la que se encuentra en la iglesia de Santa Ursula de Adeje son casi generales. No obstante, algunos historiadores y expertos en arte, encuentran diferencias entre los colores del manto de ambas, así como, en los dibujos del mismo, en el número de ramales del pelo, pero sobre todo, hacen hincapié en la diferencia de estilo. La de Adeje se fecha hacia mitad del siglo XVII, la catalogan de estilo renacentista, y a la original anterior al siglo XVI y de estilo gótico. A pesar de todo, sobre las diferencias de color que plantean, debe tenerse en consideración, la gran cantidad de errores que cometieron los cronistas en las descripciones realizadas, por ejemplo, las relativas a las letras de la túnica, de las que existen al menos, cinco versiones diferentes, ocasionadas unas veces por erratas de imprenta y otras por errores de trascripción de los escritos originales. Además, no deben descartarse las posibles restauraciones, con los consiguientes cambios de color de las pinturas que deben haberse realizado sobre la talla de Adeje. Es conocido, por ejemplo, que un Párroco de Santa Ursula, llegó a pintar completamente el altar mayor, tapando todas las inscripciones originales. Otra cuestión importante pende sobre el origen de la Virgen de Adeje.

Existen multitud de Imágenes de la Virgen de Candelaria, tanto en el Archipiélago como en Sudamérica, pero se conocen en la mayoría de ellas, los datos del autor, fecha de realización y hasta el nombre del devoto que la encargó. En el caso de la Virgen de Adeje, no solo no se conoce al autor, sino que no se precisa la fecha de su realización con exactitud, si bien es cierto, que los archivos de Canarias han sufrido continuos expolios que complican bastante toda investigación. La importancia de la reseña consiste en que muchas de las referidas imágenes son facsímiles de la de Adeje, como la de Ntra. Sra. de Candelaria de Caracas.

La duda sobre si la talla de Adeje se trata de la original ha circulado por la isla en todas las épocas.

Rodríguez Moure recoge en sus escritos unas coplas que circularon en 1827 a raíz de la desaparición de la Virgen en el mar y que hablan por si solas del sentir y mal pesar de los habitantes de la Isla. Dice así: La Virgen de Candelaria, se la llevo el temporal. Ya los frailitos perdieron la cañita de pescar.

Esta revista solicitó al obispado de Tenerife que emitiera su opinión sobre este tema. Solo conseguimos la más absoluta reserva de nuestro interlocutor telefónico y una ligera alusión a que nos dirigiéramos a la Parroquia de Adeje.

Hace algunos años, se llevó a cabo sobre una astilla de la talla de Adeje la prueba del Carbono 14 que arrojó unos resultados que permanecen celosamente en poder del Ayuntamiento de la Villa y de los que solo se sabe que no lograron precisar su antigüedad con exactitud. Paralelamente, se le practicaron algunas radiografías que permitieron observar en el interior de la Imagen, a la altura del corazón, un objeto opaco que bien pudiera ser de metal o una piedra preciosa.

A pesar de la negativa de algunos historiadores a reconocer la posibilidad de que la Virgen adejera sea la original desaparecida en 1826, en una aseveración todos coinciden: La talla de Adeje es el mayor y mejor facsímil de la Virgen de Candelaria, realizado a la vista del original.

Esto, por si mismo, supone el reconocimiento del gran valor artístico de la talla y sobretodo, que es la que más se acerca en su aspecto a la antigua Virgen de Candelaria.

En la Villa de Adeje, muchos son los que creen que su Virgen es la misma que el 7 de Noviembre de 1826 desapareciera del Santuario, pero pocos lo manifiestan abiertamente.

En la Iglesia de Santa Ursula, la Virgen permanece muda tras los viejos barrotes que la protegen, tan solo visitada por los fieles de la Villa y algún que otro turista. Mientras, la Basílica de Candelaria recibe a diario miles de fieles que pretenden ver a su Patrona. Si la Patrona original, que veneraron los guanches, los conquistadores, y posteriormente, durante más de 400 años los tinerfeños, fuera la que permanece en un apartado rincón de la Iglesia de Adeje, se habrá cometido con Ella un ultraje imperdonable. Esperemos que no se equivoquen los expertos y estemos libres de pecado.

Fuentes: Revista EL SOL ATLANTICO de agosto de 2000, por Daniel Feo y otras.

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