Propuesta para limitar la democracia y la libertad de expresión.
El debate sobre si existe un calentamiento global de la tierra o no, y en caso de que exista, si éste es producido por el hombre o debido a ciclos o factores naturales, parece tener connotaciones políticas, pero no sólo por los intereses económicos y de manejo de poder en las sociedades que se ven detrás, sino también por dos propuestas de académicos de limitar quien puede hablar del tema y quien no, como forma de acallar a la disidencia.
Esto se inscribe dentro de una tendencia creciente hacia el autoritarismo que está sufriendo occidente, que descree cada vez más en la democracia como real forma de gobierno y manejo de los consensos, y en la libertad de expresión como garante de las libertades individuales.
Estas propuestas de académicos, que vemos abajo, si bien están referidas a acallar las disidencias respecto al cambio climático, son parte de la lógica del “discurso políticamente correcto” imperante, que busca el discurso único por la vía de estigmatizar y quitarle espacio de difusión a las posiciones disidentes al pensamiento único.
DOS TESIS DE ACADÉMICOS PARA ESTIGMATIZAR A LOS CONTRARIOS
La Prueba A es un llamado el mes pasado para tipificar como delito la negación del cambio climático. Lawrence Torcello, un filósofo de la Universidad de Rochester, en Nueva York, argumenta en The Conversation que,
«Tenemos buenas razones para considerar la negación del cambio climático como penalmente y moralmente negligente.»
Y denuncia a,
«todas las actividades de los niegan el cambio climático que reciben financiación como parte de una campaña sostenida para socavar la comprensión del público del consenso científico».
La inspiración para la propuesta del Dr. Torcello es la condena por homicidio de seis científicos italianos y un ministro de defensa local tras el terremoto de L’Aquila de 2009. En el que murieron 300 personas y dejó a casi 66.000 personas sin hogar. Los científicos parecieron consentir cuando un funcionario local aseguró al público que no había peligro.
El cambio climático ya está matando a más personas que el terremoto de L’Aquila, dice el Dr. Torcello. Dado que existe un consenso científico de que esto se debe al calentamiento global antropogénico, los «negacionistas» merecen ser encarcelados – especialmente si ellos están financiando a científicos deshonestos, cómplices que se llenan sus bolsillos mientras dicen mentiras por dinero.
«¿Qué vamos a hacer con los que están detrás de la financiación corporativa bien documentada de la negación del calentamiento global? Los que deliberadamente se esfuerzan por asegurar que la ‘información inexacta, incompleta y contradictoria’, llegue al público. Es hora de que las sociedades modernas interpreten y actualicen sus sistemas jurídicos en consecuencia».
La Prueba B es otro artículo en The Conversation co-escrito por un profesor de derecho, un profesor de educación, un profesor de filosofía, autor líder del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático, y un profesor en gestión, todos de la Universidad de Monash, en Melbourne, Australia. Pero ellos no son en absoluto marginales. David Griggs tiene una reputación mundial como científico del cambio climático y fue entrevistado a principios de este mes por la revista líder científica Nature .
Su enfoque es más suave. En vez de encarcelar a los negacionistas del cambio climático, quieren que figuras clave en la gestión empresarial, el derecho, la medicina y la educación superen pruebas de carácter y virtud antes de ser autorizados a participar en el debate.
El modelo de los académicos es la crisis financiera global de 2007 y 2008. Si los financieros, empresarios y abogados hubieran sido objeto de programas de educación del carácter, no se habría producido la crisis. En consecuencia, se necesita adoctrinamiento en «las virtudes de valor, resiliencia, compasión e integridad» antes de que a la gente se les permita intervenir en el debate.
«Tratamos de ‘entrenar’ gerentes, abogados y profesionales de la medicina para ser conscientes de los códigos de ética y de todo tipo de reglas con, al parecer, sólo algún efecto. Pero no intentamos seriamente desarrollar la capacidad de caracter en los sectores donde los programas mundiales más importantes y de largo plazo están en juego».
Aunque parezca increíble, no importa qué tan orwelliano pueda parecer, los académicos insisten en que «la sostenibilidad global» está en riesgo a menos que los gobiernos implementen «educación, pruebas y concesión de licencias para el carácter»:
«Algunos dirán que la virtud no puede ser evaluada o que el proceso es opresivo, pero aún está por verse. La regulación del caracter, en sí misma, se nos presenta como un objetivo fundamental del desarrollo sostenible. Es tal vez lo único que realmente hará una diferencia en el tiempo que nos queda para actuar».
UNA MUESTRA DE LA HILACHA AUTORITARIA
Cualquiera que sea el lado en que usted está en el debate sobre el cambio climático, sin duda usted debe encontrar alarmantes estos esquemas para ahogar el debate, por las amenazas de cárcel o pruebas de caracter.
Estas propuestas tienes poca oportunidad de ser implementadas, pero dan una idea del desdén que algunos académicos tienen para el proceso democrático y la libertad de expresión.
En una democracia saludable, una prueba de carácter ya está en marcha. Se administra a intervalos regulares, es cuidadosamente regulada, y se actualiza regularmente. Se llama elección. Los votantes están eligiendo a las personas que los representarán en base a su «valor, resiliencia, compasión e integridad».
La democracia no es un sistema perfecto, pero ha sido mejor en la protección de los derechos humanos que el gobierno de los tecnócratas y dictaduras en general.
Mientras que la mitigación del posible cambio climático es claramente un asunto importante, no es más importante que las cuestiones de vida o muerte que los votantes abordan en cada elección – como si ir a la guerra, si se procede a conceder derechos humanos a grupos minoritarios, o si se debe legalizar el aborto y la eutanasia.
En una democracia, las políticas se debaten ante el electorado. El lado con las políticas mejor argumentadas gana las elecciones. Si las políticas fallan, sus partidarios van a cambiar en las próximas elecciones. Es un proceso prolongado y, a menudo doloroso, pero produce cosas buenas.
El plan descabellado cocinado por los académicos de Monash es característico de los escépticos de la democracia. Hace más de 2.000 años Platón decía que el estado ideal debe ser dirigido por tutores que se distinguen por su sabiduría y virtud. Veía las democracias, que eran desordenadas y fácilmente manipulables por los políticos sin escrúpulos, con desprecio y miedo.
Las democracias occidentales promovieron los logros científicos y los avances tecnológicos. Fueron las autocracias las que terminaron por ahogar la ciencia, porque no pudieron adaptarse para dar cabida a sus beneficios. Los regímenes autocráticos son los peores contaminadores y los mayores despilfarradores de los recursos naturales. Con el tiempo las democracias hacen mucho mejor uso de sus recursos, ya que son mucho más ingeniosas.
Lo que estos dos ensayos en The Conversation muestra es que el debate del cambio climático es más que una disputa sobre si el calentamiento global es antropogénico o un episodio en una historia de la variación natural. También es una disputa acerca de la capacidad de las democracias para funcionar eficazmente y por tanto se inscribe dentro de un debate político e ideológico.
Fuentes: Mercatornet, Signos de estos Tiempos