¿Podríamos estar enfocando equivocadamente el tema con el clero?
Quien escribe este artículo estaba tomando un curso a principios de la década pasada sobre el Génesis con un sacerdote teólogo de renombre, y con uno de los compañeros le preguntamos al profesor, antes de terminar la clase de ese día, que opinaba sobre las noticias que habían comenzado a aparecer sobre los abusos sexuales de sacerdotes. El sacerdote era una persona amable, cariñosa y chistosa, pero respondió a nuestra ingenua pregunta con una violencia extrema, diciendo que no había tal cosa como los abusos sexuales, que era una patraña de los enemigos de la Iglesia y nos acusó de difundir una información falsa que dañaba a la Iglesia. Todos los alumnos del curso quedamos sorprendidos por la desmedida violencia de la contestación y pensamos que si no hubiera algo de verdad no hubiera reaccionado negándolo de esa forma. Luego los hechos corroboraron nuestra hipótesis.
Pero en realidad no sólo hubo abusos sexuales realizados por sacerdotes, sino que en realidad, lo más complicado para la Iglesia fue la negación de los mismos, que llevó a la persecución de quienes decían que algo sucedía, a la parálisis inicial para combatirlos y hasta grados variables de encubrimiento como forma de defensa de la institución.
Aún hoy, algunos de los lectores de nuestras publicaciones se ofenden cuando publicamos algún artículo que trata el tema de los abusos sexuales de sacerdotes, porque pretenden barrer la basura para debajo de la alfombra. Pero la única forma eficaz de contener esta lacra, que tanto mal nos ha hecho es hablarlo con claridad, tal como lo enfrentó Benedicto XVI y ahora Francisco.
Los sacerdotes que atacan sexualmente a menores no lo hacen por ser sacerdotes sino por desviados y hacen un daño terrible a la Iglesia, que no se soluciona ocultándolos. El peor mal que se hace a la Iglesia es no denunciar el problema, porque ya hemos visto que la negación ha tenido efectos funestos.
William Van Ornum profesor de psicología en el Marist College y director de investigación y desarrollo de la Fundación Americana de la Salud Mental en la Ciudad de Nueva York, teólogo en la Universidad DePaul, ha planteado una interesante vinculación entre el alcoholismo y los abusos sexuales, referida a EE.UU., pero que vale para todas las regiones, y que resumimos.
LA VIDA ÍNTIMA DE SACERDOTES Y OBISPOS
En 1972, la Conferencia Estadounidense de Obispos Católicos decidió llevar a cabo una empresa de gran escala que es relevante para la situación actual de la Iglesia.
Se estudió a un gran número de sacerdotes representante del sacerdocio de Estados Unidos a través de entrevistas clínicas intensivas, así como pruebas de personalidad objetivas y subjetivas. El psicólogo clínico Dr. Eugene Kennedy fue uno de los principales autores de este informe del grupo de tarea «Un estudio psicológico del sacerdocio norteamericano».
Una conclusión evidente fue un alto número de sacerdotes identificados por los psicólogos como psico-socialmente inmaduros. Esto se describe en más detalle como su incapacidad para compartir totalmente una gama de relaciones humanas, incluyendo las íntimas; la soledad se destacó como una característica importante del sacerdocio (Kennedy declaró que las «rectorías son lugares tristes»); y el futuro fue descrito como un marco en el que los problemas psicológicos se incrementarían y se mostrarían en formas imperceptibles.
En retrospectiva, este informe parece certero. Eugene Kennedy nos ha recordado continuamente la forma en que se ignoraron los resultados de este estudio, y ha tomado nota de la incapacidad de la Iglesia para librarse de los abusos sexuales en un libro, «La herida abierta», así como en artículos y discursos.
Frank J. Kobler llevó el estudio del sacerdocio un paso más allá y evaluó la salud psicológica de los obispos, obviamente con el apoyo de la Iglesia. 75 de los 200 obispos de la nación fueron estudiados, de nuevo, a través de entrevistas y por diversos tipos de pruebas psicológicas. Los obispos salieron como psicológicamente más sanos que los sacerdotes.
En este momento, sabiendo que la salud psicológica general de los obispos y sacerdotes católicos parece ser un factor muy relevante, es un factor que podría ser estudiado y cuya presencia puede tener un papel complejo en el ciclo de abuso sexual dentro de la Iglesia Católica Romana.
LA NEGACIÓN
Durante más de una década ha sido escrito extensivamente el papel de «negación». La negación puede ser definida como: ignorar que el abuso se produce; minimizar los incidentes de abuso y su gravedad; ignorar los efectos evidentes del abuso sexual, así como a los responsables implicados.
Si bien muchos de estos incidentes de negación muestran ineptitud y torpeza, las ocurrencias más serias apuntaban a la ceguera institucional sistemática de un mal que está ocurriendo dentro.
Muy rara vez, o nunca, hay hipótesis o especulaciones formuladas en relación al por qué hay tanta negación. Se menciona como un hecho pero no hay intento de llegar a una causa fundamental.
LA VINCULACIÓN CON EL ABUSO DEL ALCOHOL
Tal vez ningún estado psicológico se asocia tanto con la negación como es el abuso del alcohol. En las familias donde existe el abuso del alcohol, todo el mundo aprende a ocultar el problema, permiten que el alcohólico siga funcionando, y evitan que los extraños conozcan la verdad. La meta es evolucionar dentro del sistema familiar en sí, tal como la fidelidad extrema al sistema, en un intento de mantener los secretos en su interior. Este proceso describe exactamente lo que ha sucedido en la Iglesia desde hace décadas.
¿Sería una especulación razonable que de alguna manera el alcohol haya jugado un papel en la crisis de los abusos sexuales en la Iglesia?
Incluso podría haber varias maneras en que el alcohol haya sido parte de o haya magnificado este evento. Por ejemplo, sacerdotes o prelados con este problema pueden no haberse enfrentado directamente con él y esto podría haber iniciado o ampliado un clima de negación, en el que se habría producido también la negación de los abusos sexuales. Sería interesante por cierto si pudieran revisarse los registros personales de sacerdotes de décadas pasadas para ver con qué frecuencia este problema se abordó.
También útil sería de mirar la forma en que los problemas de abuso de alcohol y drogas son ahora tratados. ¿Quién hace que un sacerdote vaya en busca de ayuda por un problema? ¿Existen recursos efectivos disponibles? Si el problema es grave, ¿hay una ayuda eficaz para hospitalizarlo? ¿A dónde acude un obispo o sacerdote en busca de ayuda por el abuso de alcohol?
Si se utiliza la tasa de prevalencia, el 13% de las personas se conviertan en alcoholicos en la población general de Estados Unidos, sería de esperar que unos 31 obispos de los 240 que aproximadamente hay en los Estados Unidos hayan mostrado esta condición. A partir de ahí, sería interesante ver si los obispos que presentan alcoholismo fueron algunos de los más destacados en ignorar los abusos de los sacerdotes a su cuidado.
El diagnóstico de un problema de este tipo es extremadamente sensible. El estudio Loyola de 1972 que se menciona puede ser poco práctico para el 2014. Pero las ideas tal vez ayuden a entender mejor por qué hay «negación» o podrían mejorar «rendición de cuentas» – dos grandes palabras utilizadas por el cardenal O’Malley en la reunión del Vaticano, del 1-3 mayo de 2014 (ver aquí).
Quizás a alguien leyendo esto ahora se le ocurre siquiera una pequeña forma de implementar estas ideas y en silencio ayude a un líder de la Iglesia, que puede tener un problema alcohólico. Al hacerlo, se avanza hacia la creación de un ambiente a largo plazo más seguro para los niños.
Fuentes: Aleteia, Signos de estos Tiempos