Nuestra lucha final es mantener las tentaciones a raya.
Para no caer en el pecado sistemáticamente y hacer de él nuestra forma de vida.
Pero todos luchamos contra algún vicio que no podemos sacarnos de encima.
Esa batalla ha sido la vida de la mayoría de los santos.
Así que no te sientas impotente.
Sólo tienes que prepárate para la lucha de manera adecuada, dar la batalla inteligentemente y sin perder motivación.
Lo peor que puedes hacer es resignarte a convivir con el pecado o sentirte culpable permanentemente por el pecado que cometiste.
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Debes mirar siempre para adelante.
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Y arbitrar las formas para deshacerte genuinamente de él, si no quieres perder la ‘amistad’ con Dios.
ROMPE CON LO QUE NO TE DEJA PROGRESAR EN LA PUREZA
Sin duda sientes de inmediato a lo que esto se refiere.
A rasgos y tendencias y cosas que nos limitan, que nos atan, que nos detienen.
Que nos detienen el progreso hacia adelante, que nos quitan nuestra libertad, que nos lanzan a la oscuridad, a veces, de una mazmorra.
Tenemos éxito, pero no tanto. Estamos felices pero de a ratos. Estamos en paz, pero no realmente.
Esto significa que algo tiene que ser roto.
¿Qué te detiene? ¿Qué te frustra? ¿Por qué no dejas de repetir lo mismo? Haz una lista. Escríbelo.
A menudo, se trata de una simple cuestión de tener una voluntad fuerte.
Eso es un requisito previo: para tener éxito en este lugar de adversidad llamado Tierra debes tener una voluntad que persevere – como el Antiguo Testamento dice, un espíritu “correcto” y “firme”.
Nunca voy a conseguir ese trabajo, podrías decir en tono preocupado. Yo nunca voy a terminar esta tarea. Yo nunca voy a hacer esto o este viaje nunca llega. Nunca encontraré el cónyuge correcto. Yo nunca…
Eso es un espíritu malo.
Nos mantenemos en esos temas cuando deberíamos estar “rompiendo” la esclavitud, diciendo lo contrario (lo voy a conseguir, voy a conseguir el trabajo correcto…).
Despertar cada mañana decidiendo ser feliz, decidiendo tener un buen día (deleitándome incluso en las pruebas).
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Y al final del día, dar gracias a Dios aun cuando no hayamos recibido exactamente lo que queremos, porque es Su Voluntad.
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Y el final del día significa que estamos un día más cerca del “deseo de nuestros corazones”.
Dios se encuentra con nosotros a nivel de nuestras expectativas.
Para hacer eso, sin embargo, se necesita una voluntad de hierro, ya que sólo el hierro es lo suficientemente fuerte como para romper los grilletes.
La adversidad es un don que nos permite “destruir el hierro”, para construir el músculo espiritual.
Cuando hacemos todo lo posible en lo natural, Él lo lleva luego a cabo en lo sobrenatural.
Si no lo haces, no verás milagros, no alcanzarás tu pleno potencial, lo que significa que estarás privado de tu misión.
Sólo serás feliz cuando te estés moviendo a trabajar en tu tarea en esta Tierra.
Cuando tenemos una voluntad de hierro también tenemos libre albedrío, porque una voluntad de hierro rompe ataduras.
Esto hace al alma paciente cuando el tema es la impaciencia; calma cuando el problema es la ansiedad; humildad cuando el tema es el orgullo.
Cualquiera que sea tu falta, simplemente no la repetirás.
¿Estás enojado? Sólo deja de estar enojado. Fuerza la situación.
¿Eres perezoso? Se diligente. ¡Solo hazlo!
Enumera los rasgos negativos en tu vida y tu linaje y luego simplemente no los repitas.
Sólo la libertad te puede hacer volver a lo que realmente eres. No esperes por las cosas para ser feliz.
Obtén la felicidad antes de que algo suceda y Dios te hará más feliz aún.
“Sacúdete el polvo, levántate, oh cautiva Jerusalén; quítate las cadenas alrededor de tu cuello, cautiva hija de Sión”, dice Isaías 52: 2.
Hay cadenas cuando estamos atrapados en las emociones equivocadas, cuando nos parece que no podemos encontrar la paz, cuando hay roces constantes, cuando existen malos hábitos y adicciones.
Estamos en esclavitud cuando estamos obsesionados con todos y con todo.
Incluso podemos estar encadenados con enfermedad transmitida a través de la línea de la familia y otros graves problemas físicos, emocionales o espirituales.
Y así repetimos la pregunta:
¿Deseo continuar ese patrón?
Si es así sólo “ve con la corriente”, pero si quieres alterarlo, salta de la corriente.
Lo mejor es ser un rompedor de cadenas.
Si hay algo en tu línea familiar que te ha envuelto en cadenas o a miembros de tu hogar, rompe esas cadenas en el Nombre de Jesús.
Estableciéndote en el “camino correcto”. Consiguiendo la libertad de la voluntad.
Tu propósito en la vida es encontrarte con tu espíritu libre.
Es muy fácil estar en una mala rutina.
Muchas veces, los miembros de las familias no crecen espiritualmente porque se convierten en marmotas, siempre lo mismo, las mismas negatividades, las mismas conversaciones, día tras día.
La pelota no se está moviendo hacia adelante.
Hay estancamiento, es un disco rayado, y cuando hay un estancamiento, estamos en un lodazal, en un pantano. Estamos “cerrados”.
Sabemos cuántas serpientes hay en los pantanos. Sólo una persona atada con cadenas puede estar en esa oscuridad, e incluso destruir un hogar.
Deshacernos de los rasgos negativos que “heredamos” es hacer la Voluntad de Dios.
Esto no significa aislamiento. Esto no significa separación.
Ciertamente no significa antagonismo. Significa seguir adelante con el enfoque principal: Dios.
Romper las cadenas es hacer lo contrario de lo que nos une a ellas. Es reconstruir. Significa diligencia. Significa auto-honestidad.
Esto significa la lealtad correcta. Rompes eslabones de la cadena cuando Dios es tu relación clave.
Nos enfrentamos a esa elección todos los días.
En todas las dificultades podemos optar por crear algo nuevo y sano o reciclar el veneno de las generaciones pasadas.
Podemos enviar a nuestros hijos, para sus propios hijos, una base de amor y bondad y paciencia, o podemos entregarlos al mismo infierno que podemos haber recibido de nuestros padres.
No pienses en el ayer. Todos los días empieza de nuevo, con esa alegría.
Donde hay pecado, arrepiéntete; donde el rencor ha echado raíz, perdón; donde hay mentiras en tu vida, busca la verdad; donde hay malos ejemplos (y malas tradiciones), un nuevo comienzo.
¿Cuál es la emoción o hábito más hiriente que tienes? ¿Ira? ¿Impaciencia?
¿Culpa? ¡Pocas cadenas son tan fuertes como culpabilidad!
Si vas al Espíritu Santo Él te iluminará.
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Ora suficiente y Dios te presentará lo que quiere, como un regalo, o te eliminará el deseo por ello.
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Cuando hayas hecho todo lo que es posible, Él vendrá a hacer lo imposible.
NO DESESPERES Y HAZ CASO DE ESTOS 10 CONSEJOS
Una de las cosas que tira a la gente abajo cuando se esfuerzan en hacer progresos espirituales es seguir cayendo en el mismo pecado una y otra vez.
Dices lo siento no voy a hacerlo de nuevo.
Entonces en la primera oportunidad que tenemos los hacemos de nuevo; aun sabiendo que es un pecado y que no debemos hacerlo, no nos podemos contener.
Esto nos llena de culpa, de vergüenza, nos pone frente a nuestra incapacidad, y es fácil querer renunciar.
Nos frustramos y nos decimos que no es realmente un pecado de todos modos si muchos lo hacen, o no es tan grave como parece.
Aquí hay 10 cosas que debes recordar si sigues cayendo en el mismo pecado.
1 – La perfección es la obra de toda una vida
¿Pensaste que ibas a ser santo en una noche? Este es un problema con nosotros los cristianos de ahora.
Nos gusta la solución inmediata, la solución indolora y la salida fácil.
El Papa san Juan Pablo II dijo: «La castidad es la obra de toda una vida».
Nada grande llega fácilmente.
Convertirse en santo es como convertirse en un atleta olímpico o un concertista de piano. No sucede rápidamente.
2 – No seas tan duro contigo mismo
Trata por todos los medios de establecer un alto nivel.
No seas demasiado complaciente contigo mismo, pero tampoco demasiado duro.
Si continúas tratando con genuina intención, entonces estás haciendo lo correcto.
Hay un viejo cliché que es verdad: «No importa cuántas veces te caes, lo que importa la frecuencia con que te levantas».
Mientras todavía estás en el camino y te levantas, no te castigues severamente si tropiezas.
3 – Se objetivo acerca de tu problema
La cantidad de culpa y vergüenza que sientes no es necesariamente un indicador preciso de la gravedad del pecado.
Tendemos a sentirnos más culpables y avergonzados de los pecados de la carne, porque son muy peligrosos y parecen muy sucios.
Pero tu falta de oración o tu falta de respeto a otras personas pueden ser más graves que pecados que son muy avergonzarse.
Tu orgullo y tu arrogancia puedes ser un mayor bloqueo espiritual que los pecados de la carne.
Esto no es para excusar los pecados de la carne, sino para decir que las emociones de culpa y vergüenza que sentimos por ellos a veces bloquea la conciencia de los demás pecados, que no nos hacen sentir tan avergonzados.
Se objetivo en tu examen de conciencia y no te regodees en tu culpa y vergüenza.
En su lugar, levántate, ve al confesionario y deposita la confianza en la misericordia de Dios.
4 – Ten claro el pecado mortal y el venial
Para que sea pecado mortal, el mismo tiene que ser una materia grave. Lee aquí lo que dice el catecismo de la Iglesia Católica sobre los pecados.
Eso significa que tiene que ser un pecado grave, que por su propia naturaleza te separa de amor de Dios.
En segundo lugar, tienes que saber que es un pecado mortal y que tiene que tener un elemento de deliberación y decisión al respecto.
Tienes que decir: «Yo sé que esto es un pecado grave, pero yo voy a hacerlo de todos modos». Cuando tropiezas y caes ten esto en mente.
Si cometes un pecado mortal, simplemente vuelve a Dios de inmediato y has un verdadero acto de contrición y un propósito de enmienda.
Si haces esto con la intención de ir a la confesión tan pronto como sea posible, estás en el camino de regreso a Dios.
5 – El pecado habitual a veces tiene raíces psicológicas profundas
Esto no te exime pero quiere decir que tu culpabilidad podría reducirse.
Si sufres de un problema de adicción genuino y no puedes superar un pecado en particular, ve a buscar ayuda profesional.
Los terapeutas y consejeros pueden ayudar a encontrar la causa de la adicción.
Si no puedes salir de un pecado en particular pueda que tengas un problema de adicción. Mucha gente lo tiene sin darse cuenta o bien lo niega. Piensa en ello.
Es posible que necesites un poco de ayuda extra. Eso está bien.
¿No te importa ir al dentista para las caries dentales, no es así?
No tengas vergüenza de ir a un sacerdote y plantearle tu problema.
6 – Toma el ministerio de liberación en serio
Si estás atrapado en un pecado en particular puedes estar oprimido por un espíritu maligno.
Cuando digo «espíritu maligno» no me refiero necesariamente a un demonio poderoso.
Podría ser un espíritu maligno de origen humano, un recuerdo traumático, una relación venenosa del pasado o algún factor diabólico o humanamente desconocido, que los demonios exacerban.
Si sientes que hay una dimensión de espíritu maligno en tu problema usa la oración simple y la terapia de ayuno.
Mantén los viernes como día de ayuno y céntrate en la oración del Señor como oración de liberación.
Si es necesario pide a un sacerdote local oraciones de liberación cuando vas a la confesión.
Y ten cuidado, porque muchos sacerdotes no están familiarizados con este ministerio y puede que tengas que buscar al sacerdote correcto.
7 – Entiende cómo funciona la tentación
En primer lugar está la idea de que es posible hacer algo en particular que es pecaminoso.
Luego viene la oleada de deseo.
Luego viene un impulso más fuerte en el que discutes contigo mismo.
Para entonces ya es demasiado tarde.
Resiste la tentación tan pronto como el pensamiento viene a ti.
Recuerda el ministerio de liberación y has una autoliberación.
Reprende a satanás e incluso puedes decir en voz alta: «¡Apártate Satanás!», como lo hacía Jesús.
8 – Utiliza sacramentales
La medalla de San Benito, Escapulario, el Rosario, las Sagradas Escrituras, todas estas son armas en la batalla espiritual.
Aprende cómo manejarlos y utilizarlos de forma activa.
9 – Ora para que veas el pecado como lo que realmente es
No vas a librarte del pecado hasta que no estés realmente disgustado por él.
Imagina ser adicto a las hamburguesas grasosas.
Tienes que dejar el hábito cuando llegas al punto donde se ve una foto de una hamburguesa grasosa y dices: «Ughhh! ¿Por qué iba yo a querer comer ese pedazo de grasa de animal muerto lleno de grasa pegajosa con salsa de tomate repugnante?»
Así que ora para que tus deseos se purifiquen y te sientas atraído por todo lo que es bello, bueno y verdadero.
10 – Encuentra un buen confesor y quédate con él
Declara tu arrepentimiento al confesor y construye una relación para que él pueda ver que estás haciendo progresos.
Si tu párroco no es esa persona encuentra uno que lo sea y lo valore.
Él te ayudará a superar los pecados que te mantienen preocupado.
EN DEFINITIVA
A – No te rindas
Hagas lo que hagas, no te rindas.
No digas que tu pecado no es un pecado. Esa es una forma de destrucción y una manera de mentir.
En su lugar enfrenta al pecado y sigue el esfuerzo de tu lucha.
¡Es una hermosa lucha! ¡No te rindas!
B – Recuerda que Dios está de tu lado
Demasiados católicos tienen un tipo de extraño sentimiento de culpa como si Dios estuviera listo en buscar los pecados para que les pueda dar una bofetada cuando se salen de la línea.
Créeme. Dios hace exactamente lo contrario.
«Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo» (Jn 3:17)
Trata de meterte en la cabeza que Dios está buscando cualquier oportunidad para perdonarte, no para buscar las oportunidades para condenarte.
Él no quiere que nadie perezca. ¡Ánimo!
PIENSA EN ESTOS CONSEJOS RADICALES DE LOS SANTOS
Hay algunos métodos probados por los santos que siempre deben tomarse en cuenta.
Primero, huir de las tentaciones y no darle espacio a los pensamientos impuros que nos llevan a conductas pecaminosas.
Segundo, ser radical en esta campaña, por tomar en cuenta lo que Jesús nos dice en Mateo 18, que si tu ojo te hace pecar quítatelo y tíralo, porque es mejor entrar en la vida eterna con un ojo que ser arrojado al infierno con los dos ojos.
Esto no debe ser tomado literalmente, pero si su espíritu.
Tercero, ser humilde, porque el orgullo y la soberbia son la madre de todos los pecados.
Una persona absolutamente segura de sí misma y sin miedo, seguramente caerá en la tentación mucho más fácil, que aquél que tiene conciencia de sus limitaciones.
Cuarto, pide la gracia de la pureza de corazón a Dios, y si lo pides con humildad Él te lo concederá.
Quinto, conságrate a María y pídele que conserve tu pureza y que te avise cuando estás por tropezar.
Fuentes:
- http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p3s1c1a8_sp.html
- http://www.patheos.com/blogs/standingonmyhead/twelve-things-to-remember-if-you-keep-doing-the-same-sin
- http://es.wikipedia.org/wiki/Pecado
- http://dailyverses.net/es/pecado
- http://www.mercaba.org/FICHAS/Mandamientos/lucha_contra_los_malos_pensamientos.htm
- http://justchristians.org/SanasPalabras/SPDownload/Sermones/S218sp.pdf
- http://www.homilia.org/preguntash/tentacionLucha.htm
- https://www.catholicgentleman.net/2013/07/fighting-for-purity/
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Muy buenos consejos. Acertados, cortos y justos. Y explicados de corazon, es decir que el que los redactó también tiene que luchar con sus pecados, no explico estos puntos dando cátedra sino humildemente. Muchas gracias.
Carlos de Argentina
Esta es la catequesis justa que debe dar la Iglesia. Todos somos pecadores, pero sólo los que nos arrepentimos e intentamos luchar para no caer nuevamente en nuestros pecados somos los que podemos decir que estamos dentro de la Iglesia. Las puertas de ella (la iglesia) siempre estuvieron abiertas, como los brazos de Cristo, para recibir a todos los pecadores, pero es preciso confesar los pecados y tener propósito de enmienda.En caso contrario, estaremos siempre con un pie adentro y uno afuera. Si alguien se toma el tiempo para ilustrarnos sobre la gravedad o no de nuestros pecados o faltas, nos ayuda a ir mejorando cada día un poquito. Eso se llama Dirección Espiritual. La mano de Nuestra Madre Santísima y la fuerza del Espíritu Santo, nos ayudarán para que nuestros pasos sean cada vez más firmes y seguros. Bendiciones.
Perdón Señor peque. Ten piedad y Misericordia de mi SEÑOR…
Pido al Señor que me de conciencia de pecado sin el cual no hay arrepentimiento posible.
Solo por obra del Espíritu Santo puedo reconocerme pecador, por eso formar parte del Cuerpo de Cristo es fundamental. No es bueno que el hombre este solo dicen las escrituras, con Cristo dejamos de estar solos ante el pecado y ante la vida. Doy gracias a Dios por haberme dado la Fe ahora mi responsabilidad es acrecentarla por medio de una vida entregada a la oración y al servicio al prójimo. Amar la Iglesia es amar a Cristo, no cualquier Cristo sino al Resucitado encontrarnos con el es lo mas grande a lo que podemos aspirar. Y una ultima cosa que durante días me ha rondado en la cabeza y vale la pena meditar » Estamos hechos para la vida eterna» repite una y otra vez esta simple frase y notaras que algo se mueve dentro de ti. Que el Señor nos bendiga y nos lleve a la vida eterna, amen.