Madre enséñanos a decir si a todos los proyectos divinos; danos el proclamar contigo las maravillas del amor de Dios como lo hiciste en la casa de Isabel; comunícanos, tu espíritu de adoración a Jesús en la pobreza de nuestra vida cotidiana, como Tú lo hiciste en Belén; particípanos tu capacidad de interiorización de los misterios del Dios vivo, de la pasión de tu Hijo y que cada día resucitemos a una vida de más entrega y generosidad, impulsados por la gracia de un nuevo y constante Pentecostés; que seamos testigos vivos y elocuentes de la vida, muerte y resurrección de tu hijo Jesucristo.