Los remedios para sanar la enfermedad.

La enfermedad entró en la humanidad por el pecado original, de modo que cuando estemos en el cielo no habrá más enfermedades.

Mientras tanto debemos lidiar con ellas en nuestra peregrinación en la Tierra.

La Iglesia tiene una gran cantidad de recursos para la sanación, sin embargo últimamente parecería que se está refiriendo solamente a la curación por la medicina tradicional, como si las otras fuentes no existieran.

Siempre hay que recurrir al médico cuando una persona está enferma, Dios está actuando a través de ellos.

Pero como la curación es un fenómeno divino y no humano, debiera ser complementado por otras acciones de apoyo.

Aquí hablaremos sobre los distintos recursos de sanación que tienen los fieles a su disposición.  

En primer lugar, Dios deja pasar las enfermedades que nos acosan a los humanos, porque nada escapa a Su control.

Pero Jesús nunca describió las enfermedades que encontró como enviadas por Dios, sino que echó fuera el mal cuando la gente suplicó por sanidad.

Por eso la primera práctica es pedir a Dios que sane al enfermo.

Y dejarlo en sus manos, Él decidirá qué es lo mejor para el enfermo.

Quizás Él tenga otro plan.

Y también se debe recurrir al médico, porque la medicina es un plan de Dios para nuestra sanación, aunque en nuestra época incrédula parece que es la única posible.

Incluso dentro de la Iglesia.

Porque muchos sacerdotes y obispos promocionan ante todo las recetas médicas y se olvidan del arsenal que Dios puso en manos de los cristianos para tratar las enfermedades, por lo menos complementariamente.

La práctica más típica de curación en la Iglesia es ministrar el sacramento de la unción de los enfermos, que lo realiza un sacerdote untando con el santo crisma al enfermo, oyendo su confesión, rezando con él y administrándole la comunión.

Hemos visto en otros videos que la hostia consagrada, la real presencia del cuerpo y la sangre de cristo, es un elemento sanador.  

Y que la confesión también es sanadora, porque perdona los pecados y permite que la gracia fluya más fácilmente.

Otra práctica de la Iglesia es expulsar a los espíritus de enfermedad con oraciones de liberación, lo cual está probado por las prácticas que hacen los exorcistas.

Porque detrás de cada enfermedad hay un espíritu maligno, un demonio, que la provoca o que la está exacerbando.

Por lo tanto cuando te asedia una enfermedad hay que ordenar al espíritu que está detrás, que se vaya 

«En el nombre de Jesús, espíritu de enfermedad (se nombra la enfermedad), vete de mi cuerpo, sal ahora mismo».

Otro elemento que tiene la Iglesia para las sanciones es la oración.

Una buena parte de los católicos cree firmemente en el poder sanador de la oración. 

Valeri Slezin, del Instituto de Investigación y Desarrollo Psiconeurológico Bekhterev de San Petersburgo ha descubierto que la oración es un poderoso remedio.

No sólo porque regula los procesos en el organismo humano, sino que también restaura la estructura dañada de la conciencia.

Los científicos han descubierto por encefalogramas un estado desconocido de la conciencia que han llamado «comunión con Dios».

Cuando las personas se sumergen en el éxtasis de la oración, el ritmo cerebral se desacelera a una frecuencia de tres hertz.

Esa frecuencia remite al cerebro a un estado infantil.

Entonces durante una oración las preocupaciones se mueven a un segundo plano o incluso desaparecen en absoluto.

Y así es posible tanto la curación física, moral y psicológica.

Esto lo explicamos en otro video que recomiendo mirar https://youtu.be/G7txsQzreSs

También los servicios de la Iglesia, o sea las misas, ayudan a mejorar la salud según la ingeniera y electrofísica Angelina Malakovskaia, del Laboratorio de Tecnología Médica y Biológica.

Básicamente porque normaliza la presión arterial y los valores sanguíneos.

Y también las oraciones pueden neutralizar incluso la radiación atómica.

Se sabe que después de la explosión de Chernobyl los instrumentos para medir la radiación señalaban una lectura altísima, fuera de escala.

Sin embargo la radiación de fondo era normal cerca de la iglesia San Miguel Arcángel a cuatro kilómetros de los reactores.

Este poder de la oración, que es corroborado por decenas de investigaciones científicas en todo el mundo, puede verse también en las epidemias.

A finales de la década de 1840 el cólera que se había originado en Europa, llegó a San Luis en EE.UU., matando a más del 10% de la población.

En aquellos momentos no se conocía tan bien como ahora como funcionaba el cólera, que era producido por las aguas servidas y en ese momento la ciudad tenía un muy mal sistema de alcantarillado.

En ese momento la Universidad de San Luis, sólo para hombres, tenía 200 estudiantes internos.

El Padre Pierre-Jean De Smet, decía en una carta que en esos momentos todas las noches se hacían oraciones contra la calamidad y novenas en honor al Sagrado Corazón de Jesús en la Universidad.

Y que los sacerdotes Jesuitas centraron gran parte de su ministerio en servir a los enfermos.

En el momento más alto de la epidemia los alumnos se reunieron en la capilla de la cofradía, que estaba dedicada a la Virgen María, y le suplicaron que los protegiera, prometiendo que si ninguno de ellos caía víctima del cólera, colocarían en su estatua una corona de plata.

Ningún estudiante ni ningún jesuita enfermaron de cólera y los estudiantes cumplieron con la promesa.

Y con el mismo criterio, también hoy vemos en Europa muchas grandes iglesias construidas como acción de gracias por salvar a las ciudades de las epidemias, fruto de promesas realizadas por el pueblo y los sacerdotes. 

Otra herramienta dada por el cielo para curar enfermedades es la señal de la cruz sobre el agua para bendecirla.

Estudios científicos realizados por la Doctora Angelina Malakhovskaya investigaron el agua antes y después de la bendición.

Y encontraron que si se recita el Padrenuestro sobre el agua y se hace la señal de la cruz, el número de bacterias malignas es cien veces menor.

Y actúa aún más contra la radiación electromagnética.

Lo que se ha visto es que el agua no sólo se purifica con la bendición sino que cambia su estructura, volviéndose inofensiva y curativa.

Entonces la recomendación es que se bendiga cualquier alimento y bebida, porque eso no sólo tiene valor espiritual, sino también preventivo.

Pero el agua diferencia el nivel de creencia de la gente según la Doctora Angelina Malakhovskaya.

Cuando un sacerdote consagra el agua, la densidad óptica del agua es 2,5 veces mayor.

Cuando lo hace un creyente laico es 1,5 veces mayor.

Pero con la bendición de un hombre no bautizado ni creyente los cambios son insignificantes.

También confirmaron que el repique de campanas de la iglesia pueden ser curativo.

Por eso en Rusia las campanas suenan constantemente durante las epidemias.

Porque vieron que la gama de ultrasonido del repique de campanas mata a los virus de la gripe, la hepatitis y el tifus.

Las proteínas de los virus parecen inhibidas de trasmitir alguna infección.

Otros estudios científicos han demostrado el poder sanador del incienso en las iglesias, porque purifica el aire.

Descubrieron que el aceite esencial derivado del incienso tiene propiedades antimicrobianas.

Uno de esos estudios dice que quemar incienso reduce los recuentos de bacterias en el aire en un 68%.

Otro estudio encontró que tiene efectos antiinflamatorios y anticancerígenos.

Y además se ha demostrado que quemar incienso incluso tiene el poder de disminuir la depresión y la ansiedad. 

Los católicos de todas las épocas han comprobado también el poder curativo de reliquias de santos que exudan óleos, o generados por las lámparas de sus santuarios, o por el agua que fluye de los pozos cercanos a sus tumbas.

Por eso en los primeros siglos cristianos había la costumbre de verter óleo sobre las reliquias o relicarios de mártires y luego recogerlo en los frascos, esponjas o pedazos de tela.

Este óleo, llamado martyris oleum, se distribuía entre los fieles como un remedio contra la enfermedad.

Aún hoy, a pesar de la apostasía dentro de la Iglesia, se siguen empleando esos óleos.

Los más conocidos son el de Santa Filomena, el de Santa Walburga y el de San Nicolás de Bari, cuya tumba se abre la noche del 9 de mayo y se recoge el óleo.

Recordemos también que el gran sanador hermano André Bessette sanaba con el óleo de las lámparas puestas ante la imagen de San José.

Y en Irlanda del Norte se sostiene que la tierra de la tumba del Reverendo James McGirr, que murió en 1815, tiene propiedades curativas.

McGirr se ganó la reputación de ser un sanador por la fe y en su lecho de muerte dijo: «Después que muera, la arcilla que me cubre, curará todo lo que pude curar cuando estuve con ustedes mientras estaba vivo».

Y el microbiólogo doctor Gerry Quinn tomó muestras del suelo para ver si había alguna base científica para eso y encontró que una nueva especie de antimicrobiano que nunca antes se había descubierto, que contenía muchos antibióticos que mataban a algunos patógenos multirresistentes. 

Finalmente hay otro recurso que son las fuentes de agua que han surgido en varias apariciones marianas, la más famosa es el agua del Santuario de Lourdes.

Bueno, hasta aquí lo que queríamos decir sobre los diversos recursos para sanar el cuerpo y el alma que tienen a su disposición los fieles de la Iglesia Católica.

Y me gustaría preguntarte si has experimentado otras formas de sanación y cuales fueron.

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