Cómo fueron entregadas por el cielo las oraciones cristianas más rezadas.
A lo largo de los siglos los católicos han orado a Dios con las mismas palabras, respondiendo a las mociones del Espíritu Santo para que oremos sin cesar.
Y quizás una de las mayores dichas al hacerlo, es la sensación de seguridad y confianza de la conexión con la historia y la tradición.
A veces tendemos a verlas sólo como los lazos invisibles que nos unen a los cristianos, puentes que nos unen a todos los que las hemos recitado a lo largo de los siglos, orando siempre con las mismas palabras.
Y está bien.
Pero esa es sólo una visión humana, porque la otra forma de verlas es que la mayoría de las oraciones más recitadas de la Iglesia tienen un origen sobrenatural.
En ocasiones han sido dictadas desde el cielo directamente, a veces están basadas en revelaciones bíblicas y otras veces en hechos sobrenaturales que sucedieron.
Aquí te contaremos sobre el origen sobrenatural que tienen las oraciones más populares que recitan los cristianos, lo cual nos indica que la fe que practicamos no es de hechura humana, sino que nos ha sido entregada desde el cielo.
Empecemos este recorrido por el Padrenuestro.
Durante el sermón de la montaña, los discípulos le pidieron a Jesús: «Señor, enséñanos a orar».
Y en respuesta, Jesús les enseñó el Padre Nuestro.
Podemos encontrar esta oración en los evangelios de San Mateo 6 y San Lucas 11, con pequeñas discrepancias entre las dos versiones.
La otra oración más popular es el Santo Rosario.
Entre los primeros cristianos existía la devoción de la repetición de oraciones, en especial el Padrenuestro, mediante una cuerda de oración o también poniendo 150 piedritas en una bolsa.
Este sistema de repetición viene del judaísmo y está relacionado con la repetición de los 150 salmos.
Pero en el año 1214 Santo Domingo estaba angustiado porque había fracasado en su intento de convertir a los herejes cátaros albigenses.
Así que se fue solo al bosque y lloró y oró continuamente por tres días para aplacar la ira del Dios Todopoderoso.
Azotó su cuerpo y ayunó, y en esa circunstancia Domingo experimentó una aparición de María Santísima.
En su mano Ella sostenía un rosario y le enseñó a Domingo a recitarlo.
Le pidió que lo predicara por todo el mundo, prometiéndole que muchos pecadores se convertirían y obtendrían abundantes gracias.
El nombre Rosario le fue dado mucho más adelante.
Una leyenda piadosa dice que la Santísima Virgen fue vista recogiendo rosas de los labios de un joven monje que estaba recitando el Avemaría, y las tejía en una guirnalda que luego colocó en Su cabeza.
El Rosario se mantuvo como la oración predilecta de los cristianos durante casi dos siglos.
Y cuando la devoción empezó a decaer, la Virgen se apareció a Alano de la Rupe y le pidió que reviviera la devoción.
Le dijo también que se necesitarían volúmenes inmensos para registrar todos los milagros logrados por medio del rosario y reiteró las promesas dadas a Santo Domingo referentes al rosario.
Y es entonces cuando revela las promesas para quien lo rece con devoción.
En definitiva, María había unido en el Rosario la cuerda de oración que usaban los monjes, con la repetición de las oraciones del Padrenuestro y el Avemaría.
El Avemaría, que se repite 50 veces en el Rosario, tiene dos partes.
Por un lado está la unión de una doble salutación extraída del Evangelio.
La salutación del arcángel Gabriel en la Anunciación, «Alégrate, llena de gracia, el Señor es contigo: bendita tú eres entre las mujeres», Lucas 1,28.
Y la salutación de Santa Isabel en la Visitación, «Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre» Lucas 1, 42.
Y la segunda parte del rosario contiene una súplica a la Madre de Dios, «Santa María Madre de Dios, ruega por nosotros…, etc.»
El título Madre de Dios fue el primer dogma mariano, proclamado en el Concilio de Éfeso, en el año 431.
El Avemaría es una oración que permanece estable desde el siglo V.
En el rosario también se reza el Gloria corto al final de cada decena.
Y también se suele recitar el Gloria al final de cualquier oración o texto devocional.
Su fundamento bíblico se encuentra en Mateo 28,19 donde Jesús pide a los Apóstoles que vayan por el mundo bautizando a las personas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
El concepto de Gloria a Dios para siempre es muy manejado por San Pablo en sus cartas.
Y se dice que en el año 529 se agregó la segunda parte de la oración «como era en el principio ahora y siempre por los siglos de los siglos», para dar la confirmación de la eternidad de las tres personas de la Santísima Trinidad en un solo Dios.
El formato de esta oración está establecido en la Iglesia desde los años 600.
Y se suele finalizar el Rosario recitando la Salve o Salve Regina. «Dios te salve Reina y Madre de Misericordia…, etc».
Los monjes o monjas de monasterios cantan esta hermosa oración al final del día antes de dirigirse de la capilla a sus celdas.
Es la conclusión tradicional de la liturgia de las horas.
Y en 1492 por ejemplo, en su viaje al Nuevo Mundo, Cristóbal Colón reunía a sus hombres en la cubierta todas las noches para cantar la Salve Regina, como señal de su confianza en la protección de la Virgen.
Una antigua tradición dice que el monje cisterciense del siglo XII, San Bernardo de Claraval, compuso esta oración.
En una biografía de San Bernardo se cuenta cómo el texto de la Salve Regina le fue comunicado en una visión mística.
Una noche, Bernardo estaba durmiendo en el dormitorio entre los otros monjes, cuando escuchó un sonido glorioso de voces provenientes de la capilla.
Así que, sin despertar a nadie más, se dirigió en silencio a la capilla y, ¡he aquí!, había multitudes de ángeles dentro, bañados en el resplandor de la luz celestial.
Estaban cantando alabanzas a Dios todopoderoso y a la Santísima Madre de Dios, con armonías indescriptiblemente bellas.
Y vio a la misma Santísima Virgen de pie en medio de ellos.
Sostenía un incensario dorado en una mano y un bote de incienso en la otra.
Uno de los ángeles condujo a Bernardo al lado derecho del altar, junto a la Virgen.
Y allí escuchó cantar con voz angelical la Salve Regina.
Bernardo recordó cuidadosamente todo lo que escuchó, y al día siguiente lo anotó completa y precisamente, y envió una copia al Papa Eugenio III.
Y el pontífice ordenó entonces que esta antífona se cantara solemnemente en todas las iglesias del mundo, en honor a la Madre de Dios.
Esta narración indica que Bernardo sirvió como escriba para la revelación de la Salve Regina, en lugar de su autor real.
Pero en otra de las oraciones más populares de la Iglesia un Papa fue el autor de la oración, a raíz de un hecho sobrenatural que le sucedió.
El Papa fue León XIII y la oración es a San Miguel Arcángel, «San Miguel Arcángel defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo, … etc».
La que se hizo popular porque León XIII ordenó que se recitara al final de todas las misas del mundo, y se realizó así durante 90 años, pero se la quitó cuando la reordenación litúrgica, a consecuencia del Concilio Vaticano II.
El 13 de octubre de 1884, después que León XIII había terminado de celebrar la Santa Misa en la Capilla del Vaticano, acompañado de unos pocos cardenales y miembros del personal del Vaticano, de repente se detuvo al pie del altar.
Se quedó allí durante unos 10 minutos, como si estuviera en trance, con el rostro empalidecido.
Entonces, va de la capilla a su oficina, y compuso la oración a San Miguel, con las instrucciones que se dijera después de las misas en todo el mundo.
Cuando se le preguntó lo que había sucedido, lo explicó diciendo que cuando estaba a punto de dejar el altar, de repente escuchó voces, dos voces, una suave y la otra gutural y áspera.
Parecían venir de cerca del tabernáculo.
Y oyó la siguiente conversación.
La voz gutural, la voz de satanás con su orgullo, jactándose a Nuestro Señor dijo, «Yo puedo destruir tu Iglesia».
La suave voz de Nuestro Señor contestó al desafío, «¿Tu puedes? Entonces sigue adelante y hazlo».
Satanás entonces le pidió, «Para ello, necesito más tiempo y más poder».
Y Nuestro Señor le preguntó, «¿Cuánto tiempo? ¿Cuánto poder?»
Y satanás le contestó «75 años a 100, y un mayor poder sobre aquellos que se entregan a mi servicio».
Y Nuestro Señor aceptando el desafío le dice «Tú tienes el tiempo, tú tendrás el poder. Has con ellos lo que quieras».
Y luego de eso León XIII vio una nube de demonios imposible de contar, que se dirigían a atacar el Vaticano.
Y finalmente podemos terminar la lista de las oraciones más populares con el gesto de la Señal de la Cruz, que se hacen los cristianos ante un hecho o un objeto sagrado o frente a problemas.
Tertuliano nos dice en el año 200, que,
«En cualquier cosa que nos ocupa, nosotros los cristianos marcamos nuestras frentes con la Señal de la Cruz».
Bueno, hasta aquí lo que queríamos hablar sobre la génesis sobrenatural de las oraciones más recitadas por los cristianos de toda la historia, nos fueron dadas desde el cielo de alguna manera no humana.
Y me gustaría preguntarte qué otras oraciones cristianas conoces que también han tenido un origen sobrenatural al igual que estas que contamos.
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