La maniobra contra la Virgen de Guadalupe es desautorizar al indio Juan Diego.

Hay poderosas fuerzas modernistas dentro de la Iglesia que no creen en los milagros ni en las apariciones marianas, y que en definitiva consideran a la religión como una construcción humana, para adorar a un Dios del que sólo dicen, podemos tener referencias vagas.

Y una de las cosas que tratan de hacer es transformar las apariciones marianas en un símbolo, en lugar de una realidad de la Virgen María presentándose ante videntes.

En nuestro tiempo un objetivo es desmitificar a la Virgen de Guadalupe, dada su importancia.

Y la forma en que lo realizan es poniendo en duda la existencia del indio Juan Diego, porque si nunca existió, entonces la aparición de la guadalupana fue fraguada y estaríamos frente a una de las mayores estafas de la historia de la religión.

Aquí hablaremos sobre los argumentos que los incrédulos dan para negar la existencia del indio Juan Diego y también relataremos las evidencias históricas que muestran su existencia.

Los católicos estamos acostumbrados a oír de los protestantes que, sin el menor rubor de no presentar pruebas, dicen por ejemplo, que lo que se le apareció a los tres pastorcitos de Fátima fue un demonio y no la Virgen María.

Algunos hasta dicen que fue un extraterrestre.

Les importa un bledo que ocurrieron milagros vistos por miles de personas y que la catequesis fue cristiana y no demoníaca.

Pero esto pasa también dentro de los católicos.

Hay muchos, y cada vez más, especialmente entre los sacerdotes y religiosos, que descreen de cualquier aparición mariana.

Y aunque a veces revisten sus prejuicios, encubriéndolos con explicaciones teológicas, siempre se nota un componente de celos.

Cómo alguien, que no fue consagrado por un obispo, por ejemplo un vidente, puede ser más escuchado, cuando ellos son los que realizan las mediaciones legítimas con Dios.

Hay obispos antiaparicionistas que enfocan el tema desde el punto de vista de la obediencia, como sucede en el conflicto entre el Obispo de Salta y los servidores de la Inmaculada Madre del Divino Corazón Eucarístico de Jesús.

Aparición que se está produciendo desde 1990 con grandes frutos y sin embargo no es del agrado del Obispo, porque no obedece totalmente a él. 

Y queremos plantear un caso especialmente grave, porque busca torpedear la aparición latinoamericana más importante, la Virgen de Guadalupe del Tepeyac, a pesar que fue a partir de esta aparición que las Américas se transformaron en el continente más cristiano.

Es difícil que puedan ir directamente contra la aparición, pero la ponen en duda desconfiando de que haya existido el indio Juan Diego, su vidente.

De la misma forma que los contrarios al cristianismo buscan también torpedearlo, poniendo en duda la existencia histórica de Jesús de Nazareth.

Si el indio Juan Diego no existió, entonces la guadalupana sería un mito religioso que crearon los sacerdotes de la época, trasponiendo al catolicismo una divinidad pagana, y Juan Diego sería uno de los personajes del mito.

O sea que la Virgen de Guadalupe sería una forma de darle respetabilidad a la Virgen María, a los ojos de los indígenas, asociándola a sus propias divinidades.   

Otros dirán directamente que Guadalupe fue un instrumento catequético usado por los misioneros en la evangelización de los indígenas. 

Y algunos otros ven a la guadalupana como una creación del naciente criollismo, para afirmar su poder frente a los españoles, o sea que se construyó un símbolo de la nueva realidad nacional mexicana, donde se da espacio al indio Juan Diego como parte de ese mestizaje político.

La aparición de la Virgen de Guadalupe perdería fundamento si resultara que Juan Diego nunca existió.

Sin embargo el sacerdote Guillermo Schulenberg, que estuvo a cargo de la Basílica de Guadalupe de 1963 a 1996, manifestó que la existencia de Juan Diego era un símbolo y no una realidad, y que la imagen de la Virgen de Guadalupe era producto de una mano indígena y no de un milagro.

Sin embargo, las investigaciones exhaustivas que se realizaron para la beatificación en 1990 y canonización en el 2002 de Juan Diego, establecen que éste Juan Diego nació en 1474 en Cuautitlán.

A 20 kilómetros al norte de Tlatelolco, hoy parte de Ciudad de México.

El se describe a sí mismo como un hombrecillo o un don nadie, y es por esto que dice que tiene falta de credibilidad ante el Obispo.

Trabajaba la tierra e incluso era dueño de una parcela, fabricaba mantas y estaba casado pero sin hijos.

Entre los años 1524 o 1525 se produce su conversión al cristianismo y fue bautizado junto con su esposa, con el nombre cristiano de Juan Diego y ella con el nombre de María Lucía.

Se dice que era reservado y de un carácter místico, de poco hablar y que hacía penitencias frecuentes.

Que caminaba 20 kilómetros desde su poblado, atravesando montañas y poblados, hasta Tlatelolco, para ir a misa sábados y domingos, y recibir instrucción religiosa.

Su esposa María Lucía falleció en 1529 y Juan Diego se fue a vivir con su tío Juan Bernardino, así le quedaba más cerca de la iglesia, a sólo 14 kilómetros.

El 9 de diciembre de 1531, cuando se dirigía a Tlatelolco, en un lugar denominado Tepeyac, tuvo una aparición de María Santísima, quien se le presentó como «la perfecta siempre Virgen Santa María, Madre del verdadero Dios».

La Santísima Virgen le habló en su idioma nahuatl. 

Y lo llamó «Juanito, Juan Dieguito, el más pequeño de mis hijos», mostrando así su cariño.  

En ese momento Juan Diego tenía 57 años, lo que significaba que era un anciano para los estándares de la época.

María le encargó que pidiese al Obispo Juan de Zumárraga, la construcción de una iglesia en el lugar de la aparición.

Y como el Obispo no aceptó la primera vez, la Virgen le pidió que insistiese.

Juan Diego volvió a hablar con el franciscano y éste le solicitó pruebas objetivas de la aparición.

Y el 12 de diciembre la Virgen se le volvió a presentar, y le dijo que subiera hasta la cima del cerro Tepeyac para recoger flores y traérselas.

A pesar del frío invierno y la aridez del sitio, Juan Diego halló unas flores muy hermosas, que las recogió en su tilma y se las llevó a la Virgen, quien le dijo que se las presentara al Obispo, como prueba de la veracidad de la aparición.

Cuando Juan Diego estuvo ante el obispo, abrió su tilma y dejó caer las flores, mientras que apareció en el tejido de su tilma la imagen de la Virgen de Guadalupe, hasta hoy inexplicablemente impresa.

En el cerro del Tepeyac, se levanta enseguida una ermita dedicada a la Virgen María bajo el nombre de Guadalupe.

La ermita se convirtió en punto de atracción devocional de parte de los indios como de los españoles, criollos y mestizos, lo que ninguno de los frailes misioneros pudieron frenar, aunque al principio fueron hostiles.

Juan Diego se fue a vivir a un pequeño cuarto pegado a la capilla que alojaba la tilma con la imagen de la Virgen de Guadalupe.

Y pasó el resto de su vida completamente dedicado a la difusión del relato de las apariciones entre la gente de su pueblo, muriendo el 30 de mayo de 1548, a la edad de 74 años.

Los relatos de la época del Nican Mopohua, el Nican Motecpana y el Códice de Escalada, hablan de la existencia de Juan Diego y su historia

Las excavaciones arqueológicas han confirmado la existencia de una casa indígena de finales del siglo XV o principios del XVI debajo del templo posterior.

Y luego de muerto Juan Diego, los indígenas se juntaban alrededor de su antigua casa para pedir su intercesión.

Porque estas construcciones se convertían espontáneamente en lugares de referencia para mantener en ellas el recuerdo del presunto santo.

Esta primera iglesia es donde se ha señalado como la tumba de Juan Diego.

Pero para la mentalidad de la época no era bien visto que se fuera a venerar a una persona si no se había iniciado un proceso de beatificación.

Por lo que se les ocurrió quitar todo signo de que allí estaba la sepultura del indígena, incluyendo una placa de su sepultura.

Luego de muchos años, se volvería a poner una placa que dice que allí está enterrado Juan Diego, placa que quitarían y volverían a poner.

Pero además, en la época cristera se modificó todo para evitar que el lugar fuese profanado, luego las personas que lo sabían fueron muriendo y nunca revelaron donde quedó su cuerpo exactamente.

En la actualidad no se sabe dónde está el paradero del cuerpo de Juan Diego, únicamente que está enterrado en la primera iglesia, pero a pesar de los numerosos intentos de búsqueda no se ha logrado identificar su sepulcro.

Además de la tilma también hay otras pruebas de su existencia, como el documento de una religiosa que afirmaba ser descendiente de Juan Diego, Sor Gertrudis del Señor San José, que está en el Archivo del Convento de Corpus Christi en México.

Y la mesa que sirvió para colocar la tilma con la imagen de la Virgen de Guadalupe, que fue posteriormente convertida en cuadro, y colocada en el convento de San Francisco y en ella dice así: «Tabla de la mesa del ilustrísimo Sr. Zumárraga, en la que dicho neófito (Juan Diego), puso la tilma en la que estaba estampada esta maravillosa imagen».

Bueno hasta aquí lo que queríamos hablar sobre que el no hallar el cuerpo de Juan Diego lo usan para sembrar duda de la existencia y del milagro de la Virgen de Guadalupe, a pesar que este no es un caso único, de muchos personajes históricos no se ha podido encontrar su sepultura. 

Y me gustaría preguntarte si crees que Juan Diego existió como una persona o es un símbolo.

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