La Divina Providencia es la forma en que Dios cuida de los seres humanos, les otorga gracias y los protege contra los males.
Y en términos más generales, es el brazo ejecutor de Dios para mantener Su creación.
Pero en el caso de los seres humanos Dios no nos obliga a aceptarla, sino que requiere un acto de confianza nuestra, para desatar los mayores regalos.
Y es tan importante para llevar una vida en paz en la Tierra, que merece conocer cómo funciona y cómo abandonarse a ella.
Aquí hablaremos sobre qué es la Divina Providencia, cómo actúa en los seres humanos, cómo sintonizar con ella.
Cuando Dios se reveló al pueblo judío se preocupó de aclarar que es el único Dios, que tiene el control de todo, que vela personalmente por cada uno de los hombres y que quiere lo mejor para cada uno.
Y esto lo repitió y lo amplió Jesucristo en sus tres años de apostolado.
De modo que si lo dejamos actuar libremente en nosotros, si no le ponemos oposición, Dios nos guiará por el camino que nos conviene más.
Es de esta forma, que el Dios cristiano, que es el único Dios, nos asegura que no estamos atados al destino, como proclama la espiritualidad de Oriente.
Ni tampoco a la casualidad de la conjunción de fuerzas del momento, como proclaman los ateos.
¿Y cómo Dios gobierna a Su creación?
La Divina Providencia es el gobierno de Dios, con la que cuida y dirige todas las cosas en el universo.
A través de ella Dios es soberano sobre el mundo físico, sobre los asuntos de las naciones y sobre el destino humano.
Y protege a Su pueblo bajo el precepto del Amor. Porque nos ama, quiere lo mejor para nosotros.
¿Y qué medios utiliza la Divina Providencia para actuar?
Utiliza las leyes físicas, que Dios imprime y mantiene vigentes en las criaturas y en su entorno.
Cuando alguien se enferma de una gripe, por ejemplo, es Dios quien lo cura a través de los procesos naturales, pero interviene.
O a través de medicamentos que Él permitió y por el conocimiento médico que Él promovió.
Utiliza las leyes morales, y las iluminaciones y mociones particulares con las que dirige al hombre.
El Señor no solamente creó al hombre, sino que le dio a conocer el bien y el mal, a través de las leyes morales.
Y lo llenó de inteligencia y sabiduría para discernir lo bueno y lo malo.
Otro medio que usa es la oración de petición.
El Señor quiere que pidamos, nos manda «pedid y se os dará».
Por lo tanto la oración de petición es eficaz en lograr cambios.
Pero además Santo Tomás de Aquino explica que con la oración honramos a Dios, no sólo porque formulamos palabras que lo glorifican y honran, sino porque, orando, lo reconocemos como el Señor bueno y todopoderoso.
Y destaca tres errores en que caen los hombres, y cortan el vínculo de la oración para llegar a la Divina Providencia.
Algunos piensan que los asuntos humanos no están gobernados por la providencia divina, y por lo tanto la oración, como cualquier adoración a Dios, es en vano.
Otros afirman que todo sucede por necesidad, incluso en las cosas humanas, tanto por la inmutabilidad de la Divina Providencia, como por el determinismo de los astros, o por la concatenación de causas.
Y para éstos también queda excluido cualquier uso de la oración.
Y otros creen que Dios no cambia de opinión, por lo tanto es inútil orar.
La respuesta de Santo Tomás a estos errores es muy precisa.
Dice que la Providencia Divina no sólo dispone los efectos que han de producirse, sino también las causas que los producen.
Y por tanto, es necesario que los hombres hagan ciertas cosas, no para cambiar a Dios con sus actos, sino para implementar los efectos y así le lleguen las gracias.
Por ejemplo, en la procreación, Dios ha dispuesto que los hombres realicen ciertos actos para producir el efecto de una nueva vida.
Dios ha dispuesto que cierto efecto bueno y justo se produzca por una acción humana y en este caso es la oración.
Piensa en el milagro de Caná de Galilea, la intercesión de la Virgen María precede al milagro y es por tanto lo causa.
Por lo tanto oramos no con el propósito de cambiar las disposición de Dios, sino para implorar lo que Dios ha dispuesto que debemos hacer para lograr Sus gracias.
Otro medio por el que actúa la Divina Providencia son las intervenciones extraordinarias y milagrosas.
La fe cristiana nos enseña que Dios puede hacer, y a veces hace milagros.
Y si los milagros no son más frecuentes, se debe ante todo, como dice Jesús, a nuestra poca fe.
Un milagro implica una suspensión de las leyes naturales en determinadas circunstancias.
Dios puede curar un cáncer a través de medicamentos sin suspender las leyes naturales.
Pero también puede curar un cáncer mediante la desaparición milagrosa del tumor.
En ambos casos estamos hablando de la Providencia Divina.
En un caso la Providencia Divina actúa a través de las leyes naturales y en el otro caso las leyes naturales son suspendidas puntualmente para producir el milagro.
Pero también están las innumerables mediaciones de que la Divina Providencia se vale para guiarnos: una persona, un libro, un encuentro inesperado, una persecución, etc.
Pero Dios no nos obliga a dejarnos llevar por Su Divina Providencia, no nos ha creado como robots.
Dios ha grabado en el alma de cada ser humano el camino que quiere que recorra.
Sin embargo nos ha dado la posibilidad de elegirlo o no y esto se llama libre albedrío.
Entonces nosotros podemos aceptar o no su proposición. Podemos aceptar o no su Providencia.
Pero aunque no lo aceptemos, Él siempre estará atento a nuestras necesidades más básicas.
Pero haríamos mal en no confiar en su Providencia, porque Él es omnisciente y por lo tanto conoce mejor nuestras necesidades que nosotros mismos.
Si no nos rebelamos, y por el contrario seguimos Sus caminos, confiando en Su provisión, experimentaremos que todo está en sus manos.
En Mateo 6:31 se expresa claramente,
«No anden tan preocupados ni digan: ¿tendremos alimento? ¿qué beberemos?, o ¿tendremos ropa para vestirnos?
Los que no conocen a Dios se afanan por eso, pero el Padre del Cielo, Padre de ustedes, sabe que necesitan todo eso».
Estas son verdades consoladoras.
Porque además, si nos abandonamos a su Providencia, tendremos el selector más calificado de las cosas que obtengamos.
Nadie sabe mejor que Dios lo que en realidad necesitamos, y por tanto esto nos alivia el proceso de prueba y error.
Dicho de otro modo, si confiamos en la Divina Providencia, nosotros obtendremos lo justo y Dios se encargará de desechar lo no necesario o no conveniente en nuestras vidas.
Sin embargo, que aceptemos el gobierno de la Providencia Divina, no significa que nos salvemos de tribulaciones y dolores.
Dios quiere que nosotros crezcamos espiritualmente.
Y para ello nos envía pruebas impulsando que reflexionemos sobre nuestra vida y tomemos ciertas decisiones con firmeza.
Pongamos el ejemplo de una persona que es auxiliar administrativo de una empresa y que tiene dones de escritor.
Pero su trabajo le impide dedicar el tiempo necesario para escribir.
De repente un buen día pierde su trabajo de auxiliar administrativo, una mala noticia.
Dios permitió que se quedara sin empleo.
Y en medio de su tribulación toma la decisión de dedicarse a escribir, porque siente que no tiene otra opción.
Entonces termina rápidamente varios textos que tenía inconclusos.
Se le presentan oportunidades de publicar sus trabajos, comienza a escribir en un medio de comunicación, y así comienza su carrera de escritor.
Esto no hubiera sucedido si no le hubiera llegado eso que en principio él pensó que era una tribulación, y que al final terminó siendo una bendición.
En este caso vemos como Dios le indicó el camino, a través de lo que pareció al principio una tribulación.
Por eso, cuando las cosas parezcan muy malas y que la vida se destruye, cuando no sepamos a donde ir, y si solo existen lágrimas y se está en lo más oscuro de esta vida, sólo queda ver al cielo.
Dios no quiere directamente en nosotros un mal físico, por ejemplo una enfermedad, o ruptura de relaciones amorosas o de amistades.
Tampoco quiere directamente ninguna carencia, como una privación injusta de la libertad o una situación económica difícil.
Pero permite estos llamados males, para obtener mayores bienes.
Estos llamados males pueden resultar bienes cuando los aprovechamos como lo que son: gracias de privación, de sufrimiento, de dolor, para crecer en nuestra vida espiritual.
También del pecado Dios puede sacar un bien: el arrepentimiento del pecador, para que vuelva a Dios, y la humillación de la persona, para que crezca en humildad y, por tanto, en santidad.
Para los cristianos el abandono en la Divina Providencia es el punto final de la vida espiritual.
Donde el creyente se esfuerza por llegar a estar tan lleno de confianza en el plan divino y por el amor por Dios, que no hay nada más.
Incluso cuando no entienda lo que está ocurriendo, o mejor dicho, especialmente cuando no entiende lo que está sucediendo.
Bueno hasta aquí lo que queríamos hablar sobre cómo Dios dirige Su creación a través de la Divina Providencia y cómo deberíamos adaptarnos a esa forma de gobierno para obtener las mayores gracias y los menores dolores.
Y me gustaría preguntarte si has visto funcionar en tu vida a la Divina Providencia y en qué cosas la viste actuar.
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