Dios gobierna el mundo a través de la Divina Providencia.

Lo que significa está en control de todo.

Y si la dejamos actuar libremente en nosotros, si no le ponemos oposición, ella nos guiará por el camino que nos conviene más.

De esta forma no estamos atados al destino, como proclama la espiritualidad de Oriente.

Ni tampoco a la casualidad de la conjunción de fuerzas del momento, como proclaman los ateos.

La Divina Providencia actúa de manera sutil pero efectiva, y su eficacia depende de qué tanto nos abandonemos a ella.

¿Esto significa que nos convirtamos en autómatas?

 

¿SOMOS ROBOTS GOBERNADOS POR EL CAPRICHO DE DIOS?

Dios ha grabado en el alma de cada ser humano el camino que quiere que recorra.

Sin embargo nos ha dado la posibilidad de elegirlo o no; esto se llama libre albedrío.

Entonces nosotros podemos aceptar o no su proposición.

Podemos aceptar o no su Providencia.

Pero aunque no lo aceptemos, Él siempre estará atento a nuestras necesidades.

Él es omnisciente y por lo tanto conoce mejor nuestras necesidades que nosotros mismos.

Si no nos rebelamos, y por el contrario seguimos Sus caminos confiando en Su provisión,  experimentaremos que todo está en sus manos.

Es que no nos abandona.

En Mateo 6: 31-32 se expresa claramente,

“No anden tan preocupados ni digan: ¿tendremos alimento? ¿qué beberemos?, o ¿tendremos ropas para vestirnos?

Los que no conocen a Dios se afanan por eso, pero el Padre del Cielo, Padre de ustedes, sabe que necesitan todo eso”.

Estas son verdades consoladoras.

Porque además, si nos abandonamos a su Providencia, tendremos el selector más calificado de las cosas que obtengamos.

Nadie sabe mejor que Dios lo que en realidad necesitamos, por tanto nos alivia el proceso de prueba y error.

Dicho de otro modo, obtendremos lo justo y se desechará lo no necesario o no conveniente en nuestras vidas.

 

LA PROVIDENCIA TAMBIÉN NOS MANDA PRUEBAS

Sin embargo, que aceptemos el gobierno de la Providencia Divina, no significa que nos salvemos de tribulaciones y dolores.

Dios quiere que nosotros crezcamos espiritualmente.

Y para ello nos envía pruebas impulsando que reflexionemos sobre nuestra vida y tomemos ciertas decisiones con firmeza.

Pongamos el hipotético ejemplo de una persona que es auxiliar administrativo de una empresa y que tiene dones de escritor.

Pero su trabajo le impide dedicar el tiempo necesario para escribir.

De repente un buen día pierde su trabajo de auxiliar administrativo; una mala noticia.

Y en medio de su tribulación comienza a tomar la decisión de dedicarse a escribir, porque siente que no tiene otra opción.

Entonces termina rápidamente varios textos que tenía inconclusos.

Se le presentan oportunidades de publicar sus trabajos, comienza a escribir en un medio de comunicación, y así comienza su carrera de escritor.

Esto no hubiera sucedido si no le hubiera llegado eso que en principio él pensó que era una tribulación, y que al final terminó siendo una bendición.

 

UNA BÚSQUEDA DEL DIOS BENEFACTOR EN LA HISTORIA

La confianza es una virtud en la que predomina la esperanza.

Las personas han especulado sobre la necesidad de encontrar en Dios a un benefactor.

Tal vez el Antiguo Testamento tiene ese trasfondo.

Las personas no se sentían pecadoras si tenían abundancia de bienes y salud.

Probablemente como una forma de creer que Dios no las abandonaba.

Pero hay diferentes casos donde tener propiedades no es consecuencia de su santidad o pecado.

Por ello es necesario recalcar la virtud de la confianza.

Y al hacerlo se observa en el arte a Jesús con aquella frase, tal y como se lo pidió a Santa Faustina Kowalska.

Insistir en esto es consecuencia de creer que en Él está toda plenitud.

Ya lo menciona las Sagradas Escrituras, pidan y se les dará.

Sepan pedir y Dios lo concede si es para su bien. Así se relata esa insistencia.

 

LA INSISTENCIA EN PEDIR

Una señora quería que le hicieran justicia, y fue con un juez para que este lo hiciera. Más el individuo, podría ser cualquiera de esos que no creen en Dios, o no tienen ningún respeto por los demás.

La señora llegaba constantemente y el juez ante la insistencia le resolvió el caso, haciendo justicia.

El Evangelio de San Lucas, en el capítulo 18, dice esta parábola.

La fe, de ella, es elogiada por Cristo. Pues ha conseguido lo que quería.

También el Padre, si piden sabiamente, les dará.

Pues constantemente se observan este tipo de historias donde al final obtienen lo pedido.

El amor infinito de Jesús recuerda su Corazón traspasado por la lanza.

Ese amor se observa en la frase que el Señor le dijo a Santa Faustina:

“Tu gran confianza en Mí Me obliga a concederte gracias continuamente.

Tienes grandes e inexpresables derechos sobre Mi Corazón, porque eres una hija de plena confianza.”

Aunque se lo dijo a esta santa, es aplicable a todos.

Para entender su Providencia, es necesario creer, esperar y amar con todo el ser, sabiendo que Jesús no defrauda.

Pues si Él, dejó todo en la cruz por cada hombre, ¿cómo te negara algo?

 

ESTÁN CONTADOS TODOS NUESTROS CABELLOS

El capítulo 12 de San Lucas, recuerda ese amor de Dios, por sus hijos.

Pues como obra creadora del Todopoderoso, sabe hasta cuantos cabellos tienen en su cabeza.

Por ello recalca que nadie está olvidado ante Dios, ni siquiera los pajaritos que se venden.

San Claudio de la Colombiere tiene una hermosa oración compuesta por él mismo:

“Dios mío, estoy tan persuadido de que veláis sobre todos los que en Vos esperan y de que nada puede faltar a quien de Vos aguarda toda las cosas, que he resuelto vivir en adelante sin cuidado alguno, descargando sobre Vos todas mis inquietudes.

Mas yo dormiré en paz y descansaré; porque Tú ¡Oh Señor! Y sólo Tú, has asegurado mi esperanza.

Los hombres pueden despojarme de los bienes y de la reputación; las enfermedades pueden quitarme las fuerzas y los medios de serviros; yo mismo puedo perder vuestra gracia por el pecado; pero no perderé mi esperanza; la conservaré hasta el último instante de mi vida y serán inútiles todos los esfuerzos de los demonios del infierno para arrancármela. Dormiré y descansaré en paz.

Que otros esperen su felicidad de su riqueza o de sus talentos; que se apoyen sobre la inocencia de su vida, o sobre el rigor de su penitencia, o sobre el número de sus buenas obras, o sobre el fervor de sus oraciones.

En cuanto a mí, Señor, toda mi confianza es mi confianza misma. Porque Tú, Señor, solo Tú, has asegurado mi esperanza.

A nadie engañó esta confianza.

Ninguno de los que han esperado en el Señor ha quedado frustrado en su confianza.

Por tanto, estoy seguro de que seré eternamente feliz, porque firmemente espero serlo y porque de Vos ¡oh Dios mío!

Es de Quien lo espero. En Ti esperé, Señor, y jamás seré confundido.

Bien conozco ¡ah! demasiado lo conozco, que soy frágil e inconstante; sé cuánto pueden las tentaciones contra la virtud más firme; he visto caer los astros del cielo y las columnas del firmamento; pero nada de esto puede aterrarme.

Mientras mantenga firme mi esperanza, me conservaré a cubierto de todas las calamidades; y estoy seguro de esperar siempre, porque espero igualmente esta invariable esperanza.

En fin, estoy seguro de que no puedo esperar con exceso de Vos y de que conseguiré todo lo que hubiere esperado de Vos.

Así, espero que me sostendréis en las más rápidas y resbaladizas pendientes, que me fortaleceréis contra los más violentos asaltos y que haréis triunfar mi flaqueza sobre mis más formidables enemigos.

Espero que me amaréis siempre y que yo os amaré sin interrupción; y para llevar de una vez toda mi esperanza tan lejos como puedo llevarla, os espero a Vos mismo de Vos mismo ¡oh Creador mío! Para el tiempo y para la eternidad. Así sea.”

Esta oración, que se presenta al final de la novena a los Dolores Internos del Corazón de Jesús, tiende a recalcar ese abandono en Dios.

Pues si no se confía, no puede la persona abandonarse en otro.

Así es el sencillo ejercicio de cerrar los ojos y dejarse caer, esperando que la persona de atrás lo sujete.

 

SABERSE ABANDONAR

En el caso de Dios, su fidelidad y amor es eterno.

Ya se observa las palabras de Jesús a Santa Faustina.

Pues bien, la oración de San Claudio, es la versión para el laico.

Si bien hay una petición hacia el Omnipotente, el que lo reza recuerda que debe aprender a dejarse abandonar en Dios.

La Providencia es precisamente el saberse abandonar.

El cristiano debe entender que Dios en su sabiduría perfecta obra conforme sus designios.

Ante tal situación las adversidades que resaltan en cada etapa de la vida del cristiano, aun confiando plenamente, tienen por objeto ayudar a los justos y para que ellos no entibien su fe.

Para los pecadores fuente de cercanía, con ello probarlos y si logran alcanzarán mayor perfección.

Son ocasiones para obtener la salvación.

Cuando las cosas parezcan muy malas y que la vida se destruye, cuando no sepamos a donde ir, y si solo existen lágrimas y se está en lo más obscuro de esta vida, sólo queda ver al cielo.

San Bernardo lo dirá: “¡Mira la Estrella!, invoca a María.”

Pues la oración hecha con perseverancia alcanza bienes, la oración hecha con confianza termina por ser lazo de unión entre Dios y el hombre.

Pues quién confía no puede otra cosa que creer.

Quién confía sabe esperar, quién sabe a quién recurre se abandona.

Diversos santos muestran esa confianza, en el llamado santo abandono.

Cada día son menos los que se dejan conducir por Dios.

Pues la misma tecnología, la sociedad exige conocer todo.

Nadie pasa la semana sin ir al supermercado, porque si no, no tiene que comer.

Ven el GPS de tráfico, con la esperanza de no encontrar tráfico, o de buscar la ruta más corta.

Las redes sociales son el medio de estar comunicados unos con otros.

 

SABER QUE DIOS NO ABANDONA

San Antonio Abad, dejó a su hermana con una buena familia, con bienes para que pudiera vivir y escoger posteriormente su camino.

Sus padres habían muerto, así que él imitando el Evangelio se fue de eremita.

Su confianza, en la Divina Providencia, se observa en la serie de episodios de su vida.

Santos que se abandonan en Dios, de eremitas, de monjes cartujos, de clausura; que no tienen más de que vivir que en la absoluta confianza en la Divina Providencia.

Pues viven de lo que trabajan.

La verdadera pobreza, es saber que a pesar de no tener nada, Dios no abandona.

 

ESPERAR EN LOS MOMENTOS OSCUROS

La misma sociedad debe examinar su conciencia y reconocer, que el Todopoderoso es sabio.

Acusar a Dios de los males, es desconfiar de su Providencia.

Job dirá: “Si aceptamos de Dios lo bueno, ¿no aceptaremos también lo malo?” (Job 2: 10)

Pues de los males Él saca bienes, o bien lo dice el dicho: “Dios escribe recto en líneas torcidas”

La Divina Providencia es confiar absolutamente en Él, a pesar de no saber que viene.

Es creer que no desampara a nadie.

Es esperar aún en los momentos más oscuros.

Resulta difícil, pero hay una guía cercana, la Estrella.

“La Inmaculada nunca falla” dice el Venerable Padre Tomás Morales SJ

Fuentes:


Enrique Alfaro, de Guatemala, Licenciado, Profesor de Arte y Teología

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