Sólo tienes que orar y confiar en que Dios hará el trabajo.
El mundo se pregunta: “¿Cómo puede ser esto?”.
Corazones que empiezan a funcionar de nuevo por sí mismos. Tumores que desaparecen sin dejar rastro.
Madre e hijo que mueren en el parto, pero vuelven a la vida sin que los médicos tengan explicación.
Personas que después de décadas en sillas de ruedas vuelven a caminar.
Todo en la misma fecha. El mundo pide respuestas.
Y el carpintero de la llanura de Galilea dio, y sigue dando, la mejor respuesta de todas,
«En verdad les digo: si tuvieran fe del tamaño de un granito de mostaza, le dirían a esta montaña: Quítate de ahí y ponte más allá, y la montaña obedecería. Nada sería imposible para ustedes».
Es el fruto del amor que se derrama con la oración confiada, especialmente en Navidad.
Aquí hablaremos de los grandes milagros de Navidad, especialmente de uno que se refiere al cumplimiento de un anhelo muy personal.
Sin exagerar podemos decir que todo lo verdaderamente grande en este mundo es fruto de la oración.
Y que todo hombre que ha logrado algo extraordinario y sostenido ha sido gracias a la oración.
María y José, los santos más grandes, llevaron una gran vida de oración.
Y este estado atrae la bendición de Dios, gana las batallas del Señor y produce triunfos de todo tipo sobre el mal.
Tener paz en la familia, experimentar alegría y consuelo en los hijos, es fruto de la oración.
Si nuestro negocio prospera, si nuestras empresas tienen éxito, puede que se lo debamos a alguien que está orando por nosotros, o puede ser porque nosotros mismos nos arrodillamos a menudo y oramos.
La oración nos ayuda en todas las necesidades y nos da consuelo en la aflicción.
Nuestro Señor nos invita diciendo: “Invócame en el día de la angustia; te libraré, y tú me honrarás», Salmo 49.
“Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso», Mateo 11:28.
“Todo lo que pidan orando, crean que lo recibirán, y les vendrá», Marcos 11:24.
En el Padre Nuestro, Él nos manda orar por “nuestro pan de cada día”.
Nuestro Señor no hace ninguna excepción, lo incluye todo, tanto los favores temporales como las gracias espirituales.
De modo que si Dios concede peticiones de favores temporales, todo cristiano puede y debe orar por el éxito en los negocios, por la conservación de la salud, por una abundante cosecha, por su vida espiritual, etc.
Y la Navidad es una fecha en que hay más gracias sobre el mundo y la gente hace más oración, por eso suceden más milagros, que hemos dado en llamar los Milagros de Navidad.
Algunos son impresionantemente grandes porque involucran grandes prodigios o derrotas notorias del mal.
Y otros son pequeños porque involucran a pocas personas y son el cumplimento de profundos anhelos personales que justo llegan en Navidad.
Como prodigios mayores podemos citar el milagro eucarístico que Legnica en Polonia, que sucedió en la misa de Navidad de 2013 en una Iglesia de esa ciudad.
Una hostia consagrada cayó al suelo durante la comunión y luego fue recogida por el sacerdote y depositada en un recipiente con agua.
Poco después, aparecieron manchas de color rojo.
Se extrajeron muestras para hacer un análisis riguroso.
Y el resultado fue que se trataba de fragmentos de tejido que contenían partes de músculo cardíaco de origen humano, con las alteraciones que aparecen frecuentemente durante la agonía.
Un caso muy similar había sucedido 5 años antes, en el 2008, en la misma Polonia, en Sokolka.
En octubre de 2008, una hostia cayó al suelo, fue transferida a un recipiente de agua para disolverse.
Luego la hostia y el agua tomaron un color rojo.
El material fue estudiado por especialistas, y también resultó que el material tenía una parte del músculo cardíaco.
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Otro milagro de Navidad de gran impacto sucedió durante la Primera Guerra Mundial, en la Navidad de 1914.
Ese día los sonidos de los rifles y los obuses se desvanecieron en varios lugares a lo largo del frente occidental.
Esa Navidad, muchas tropas alemanas y británicas cantaron villancicos juntos e intercambiaron regalos en el frente de batalla.
Con la primera luz del amanecer del día de Navidad, algunos soldados alemanes salieron de sus trincheras y se acercaron a las líneas aliadas a través de la tierra de nadie, diciendo en voz alta “Feliz Navidad” en la lengua nativa de sus enemigos.
Al principio, los soldados aliados temían que fuera un truco, pero viendo que los alemanes salían de sus trincheras desarmados, se dieron la mano con los soldados enemigos.
Los hombres intercambiaron presentes como cigarrillos, budines de ciruela, y toda clase de obsequios incluso se mostraron fotos de novias y la familia.
Y hubo un caso documentado de soldados de bandos opuestos que jugaron un partido de fútbol amistoso.
Y después están los milagros con los que se puede identificar cada uno de nosotros, porque se trata del cumplimiento de un anhelo personal, precisamente en Navidad.
Lo que voy a contar sucedió en Georgia.
Nina se había mudado a la ciudad para estudiar y fue seducida por un hombre casado.
Quedó embarazada, y el resto se desarrolló según el patrón habitual, el culpable le dio dinero para terminar con el embarazo.
Pero Nina ya amaba a su hijo por nacer y rechazó esta idea.
Ella sabía bien que su estricto padre y sus hermanos no le perdonarían este error, pero de todos modos regresó a su pueblo en su séptimo mes de embarazo.
Llegó el día de Navidad, y oraba para que esa noche se hiciera un milagro, que su familia la perdonara y olvidara todo.
Pero desafortunadamente, esto no sucedió. Incluso su madre no defendió el embarazo de su hija.
Al contrario, le dio un consejo sensato: “Todos están descansando ahora y no nos harán caso. Justo después de Navidad te llevaré a una partera que conozco. Allí podrás tener a tu bebé a escondidas. Luego se lo venderán a alguien. Es bueno porque hay muchas personas sin hijos, no llevará mucho tiempo encontrar un comprador”.
Entonces Nina decidió huir. Encontró una oportunidad y caminó largo rato por el bosque para que nadie la viera. Ni siquiera sintió el frío del miedo.
Cuando salió del bosque estaba completamente oscuro y se acercó a la primera casa que vio. Un joven estaba de pie en la puerta. Nina miró y lo llamó.
El joven miró en dirección a la voz y preguntó: “¿Quién eres? No reconozco tu voz.
«No soy de aquí. Me he escapado de casa”, respondió Nina, sin ver en la oscuridad que el hombre miraba más allá de ella.
«¡Mamá!» gritó el joven, volteándose hacia su casa. “¡Es un mekvle, navideño que ha venido hasta nosotros!” o sea la primera persona que llega a un hogar en Navidad con dulces y deseos de prosperidad para la familia, según la tradición georgiana.
Luego se dirigió a tientas a la puerta y la abrió.
«¿Podría realmente estar ciego?» pensó Nina mientras la compasión golpeaba su corazón.
De la casa salió una mujer de mediana edad, limpiándose la harina de las manos en el delantal.
Y llevaron a Nina a la casa, le dieron de comer y escucharon su historia.
“No voy a regalar a mi hijo. Moriré sin él”, les dijo Nina. “No sé cómo, pero lo salvaré”.
Y les pidió.
“Si me permite, le pido que me deje pasar la noche aquí. Tengo miedo de enfermarme afuera. Dios les recompensará por su bondad.
Madre e hijo aceptaron de muy buena gana.
Y entonces Nina escuchó la increíble historia de Tedo, el joven ciego.
“Hace cuatro años yo era el hombre más feliz de la tierra. Me encantó una chica hermosa. Ella quedó embarazada de mí y decidimos tener la boda después de Navidad.
Saludamos juntos la Navidad. Saqué un rifle afuera para dispararle a las doce y explotó en mis manos.
Los médicos no pudieron devolverme la vista.
Cuando mi prometida escuchó el diagnóstico, tuvo miedo de vivir su vida con un inválido y rompió el compromiso.
Le supliqué que tuviera su bebé y me lo diera para criarlo, pero de todos modos terminó artificialmente el embarazo.
Es difícil describir mi sufrimiento con palabras.
Sólo mi piedad por mi madre me impidió suicidarme».
Y entonces le preguntó,
“¿Crees en milagros? Después de todo, no es casualidad que después de caminar tanto tiempo hayas llamado a nuestra puerta y no a otra”.
Nina tenía lágrimas en los ojos y casi le besa sus manos y pasaron la Navidad juntos.
Por la mañana a Nina le dolía el abdomen. Estaba asustada aunque el niño solo tenía siete meses.
Era demasiado tarde para ir al hospital, los dolores de parto habían comenzado.
La madre de Tedo, Tamara, se dispuso a ayudarla a dar a luz. “¡Solo soy veterinaria pero sé un poco de ginecología!” dijo.
Por la mañana nació un niño.
Tedo llamó a un médico amigo, quien después de revisar a madre y al hijo dijo que no era necesario llevarlos al hospital.
Nina quería ponerle al niño el nombre del hombre de la casa, pero el ciego le pidió que no lo hiciera, “¡Ya que Dios te lo ha dado a ti en un día tan grande, es mejor llamarlo Khvisto!”, que en georgiano significa de Dios.
Han pasado treinta años desde ese día. Todo funcionó de la mejor manera.
Tedo y Nina se casaron. Tuvieron tres hijos más después de Khvisto.
El mayor fue a la escuela, se hizo médico y se casó.
Su plan principal fue operar al menos uno de los ojos de su padre, para devolverle la vista.
Tedo creyó en él y espera, porque sabe que nada es imposible para Dios.
Bueno hasta aquí lo que queríamos contar de los milagros que se producen en Navidad.
Y me gustaría preguntarte si a ti te ha sucedido algún milagro en Navidad y si actualmente estás orando por algún milagro.
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