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¿De dónde sacan el dinero? ¿Cómo lo entregan?

Las puertas del Cielo se entreabren y los susurros del Purgatorio llegan a nuestros oídos. 

Las almas imploran nuestra ayuda. 

Y vienen a pedir misas, con permiso de Dios, para acelerar su paso al Cielo.

Testigos excepcionales, como María Simma y el Padre Pío, nos han narrado sus experiencias con nuestros hermanos del más allá.

¿Hechos reales o sólo imaginación? Algunos tienen dudas.  

¿Pero si te dijera que hay documentos de almas del Purgatorio, que han bajado a la Tierra para entregar dinero, para que les celebren misas?

Si, dinero físico, y esos billetes aún se conservan. 

Hay dos sucesos con decenas de testigos, que recorren la tradición, y cuentan cómo las almas dejaron el dinero para pagar las misas que se harían por ellos.

Uno de ellos, el más célebre, tuvo una investigación canónica y fue aprobado como milagro por el obispo.

Aquí hablaremos sobre estos impresionantes sucesos de almas purgantes, que no sólo vinieron a pedir que le celebraran misas para entrar rápido al cielo, sino que entregaron el dinero para sufragarlas, y todo documentado.

Después de esto ¿cómo no orar y pedir misas por nuestros conocidos difuntos?

La primera historia que te quiero contar sucedió en 1849, en la parroquia de Ardoye, en Flandes, Bélgica.

El 13 de octubre murió Eugenie Van de Kerckove, cuyo esposo, John Wybo, era agricultor.

Unas tres semanas después de su muerte, la fallecida apareció a su sirvienta, Bárbara Vennecke.

Y le dijo que tomara un pequeño rastrillo, y excavara en un montículo de arena que había en una pequeña habitación.

Allí encontraría dinero, que lo debía usar para pedir misas por ella, “dos francos por cada misa, por mi intención, porque yo todavía estoy sufriendo”, dijo.

Al despertar, Bárbara pensó que tal vez fue sólo un sueño.

Pero para cerciorarse fue a la habitación, tomó el rastrillo, agitó la arena, y para su sorpresa encontró una bolsa que contenía quinientos francos.

Entonces pidió consejo a su párroco, quien le dijo que las misas por el alma de la difunta eran absolutamente necesarias.

Pero que era necesario el consentimiento del marido para usar el dinero, quien consultado aceptó, y se realizaron las misas. 

Y dos meses después de la primera aparición el dormitorio de la sirvienta se iluminó con una luz brillante, y su señora se presentó con una sonrisa radiante, hermosa, vestida con una túnica de deslumbrante blancura.

Y le dijo, “te doy gracias, porque ahora estoy liberada del lugar de purificación”, y se marchó.

Esta historia se cuenta oficialmente en la parroquia de Ardoye, en Flandes.

Pero hay otra más impresionante porque tiene la confirmación de un proceso canónico

Ocurrió en el monasterio italiano de San Leonardo de Montefalco, y es impresionante.

Desde el 2 de septiembre de 1918, al 9 de noviembre de 1919, se apareció un alma purgante a dejar sistemáticamente un billete de 10 liras, en la puerta del convento de las clarisas, para que hicieran misas por él.

En el museo hay una copia de uno de los billetes y un folleto explica la historia.

Estas manifestaciones fueron confirmadas por un proceso canónico del Obispo de Spoleto en agosto de 1921.

El 2 de septiembre de 1919, se escuchó el timbre de la sacristía, sor María Teresa de Jesús, abadesa del monasterio fue a responder, y desde el otro lado de la puerta una voz le dijo “debo dejar aquí una limosna”, y allí estaban diez liras.

La abadesa le preguntó si debían hacerse oraciones y celebrar misas, y la voz le respondió que sí.

Le preguntó ¿quién es usted?, y la voz respondió, “no corresponde saberlo”.

La voz era amable, pero lejana y apurada. 

Este hecho se repitió de la misma forma 6 días más y siempre las monjas recibían 10 liras.

El 14 de marzo el timbre sonó dos veces y la abadesa encontró el dinero dentro del convento, aunque la puerta estaba cerrada.

Por lo que las monjas comenzaron a pensar que aquel que dejaba las limosnas no era una persona de este mundo 

El 1º de abril, la voz por primera vez pidió oraciones por un difunto.

El 2 de mayo, poco antes de las 21:30 horas, se escuchó el timbre, cuatro monjas acudieron a contestar y encontraron 20 liras y dos papeles puestos en cruz. 

La puerta externa estaba cerrada como de costumbre.

Eso pasó de la misma forma dos días más, pero con 10 liras cada vez.

El 7 de julio la voz dijo a la abadesa “aquí dejo diez liras para oraciones”.

Y ella preguntó: “en el nombre de Dios, ¿quién es usted?”, y la voz le respondió, “no me es permitido decirlo”. 

La voz siguió viniendo a dejar 10 liras cada vez.

Y el 19 de agosto la voz le dijo “dejo esta limosna para oraciones”.

Entonces la abadesa respondió “nosotros rezamos siempre, la limosna désela a alguna persona más necesitada”. 

Y la voz dijo, “no, recíbala, es una misericordia”. 

Y la abadesa preguntó ¿podemos saber quién es? 

Y la voz respondió, “soy siempre la misma persona”.

El 16 de septiembre la abadesa dudó en tomar el dinero, pero la voz le dijo, “tómelo, es para satisfacer la Justicia Divina”.

Entonces la abadesa hizo repetir a su misterioso interlocutor la oración, “sea bendita la Santa, Purísima e Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María” y fue fielmente repetida por la voz.

Sin embargo el 3 de octubre la abadesa rehusó el dinero diciendo que el confesor no estaba contento, sospechando que se tratara de una manifestación diabólica. 

Y la voz respondió, “No, soy un alma purgante. Hace cuarenta años que me encuentro en el Purgatorio por haber disipado bienes eclesiásticos”.

El 6 de octubre se celebró una Misa en sufragio por aquella alma. 

El 10 de octubre la abadesa le preguntó de nuevo su identidad, y el ánima respondió: “el juicio de Dios es justo y recto”. 

“Pero ¿cómo?” dijo la abadesa, “hemos hecho varias misas en su memoria, y si una sola basta para liberar su alma ¿cómo es que la suya no está todavía libre?” 

Y la voz respondió, “Yo recibo la mínima parte”.

El 30 de octubre la abadesa le dijo “por orden del confesor no puedo recibir el dinero. 

En nombre de Dios y por orden del confesor tiene que decirme: ¿quién es, es sacerdote?”. 

Y la voz respondió “Sí».

Y el 9 de noviembre la voz apareció por última vez, dijo “alabado sea Jesús y María, le agradezco a Ud. y a la comunidad lo que han orado por mí, ya estoy libre de toda pena”. 

Y a petición de la abadesa, le dio la bendición sacerdotal en latín.

En total había dejado 300 liras y le fueron celebradas 38 misas. 

Estos hechos han sido consignados en un proceso canónico presidido por Monseñor Giovanni Capobianco, y se conservó un billete de 10 liras con todos sus números de serie.

Los originales del proceso se conservan en los archivos de la curia del Arzobispado de Spoleto, que cuenta con doscientas páginas.

El lugar, donde sucedieron estas manifestaciones, ha sido transformado en capilla, dedicada a orar por las almas del Purgatorio y, especialmente por los sacerdotes difuntos. 

Allí se ha erigido una confraternidad a favor de las Almas del Purgatorio.

Bueno, hasta aquí lo que queríamos contar sobre estas impresionantes historias, de almas del Purgatorio entregando dinero para sufragar misas en su favor, y que han dejado pruebas de su autenticidad. 

Y me gustaría preguntarte si acostumbras pedir misas por seres queridos muertos o no. Lo ideal son las misas gregorianas, que son 30 misas seguidas.

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