El Vaticano protesta por el «road map» de la ONU sobre los derechos de los gays en cuanto que el misma no da lugar a ninguna distinción moral, política o jurídica en relación con el matrimonio, la adopción o la inseminación artificial.
La reciente resolución de las Naciones Unidas sobre la orientación sexual y la identidad de género ha entrado a formar parte de un documento-manifiesto que podría limitar la libertad de la Iglesia. En práctica, ya no sería considerado admisible tener una opinión moral o religiosa sobre la homosexualidad. El Vaticano, por lo tanto, pone en guardia sobre el pensamiento único, impuesto en nombre del desarraigo de la homofobia y de la transfobia. Las categorías de orientación sexual e identidad de género no son ni reconocidas, ni unívocamente definidas en el derecho internacional y por lo tanto, son susceptibles de ser interpretadas y definidas según las intenciones de quien se refiere a ellas. Según el representante de la Santa Sede en el Consejo de Derechos Humanos de Ginebra, la agenda de las Naciones Unidas pone en peligro la libertad religiosa de la Iglesia.
«El objetivo es incluir los derechos de los gays en la agenda global de los derechos humanos», advierte el arzobispo Silvano Maria Tomasi, Observador permanente de la Santa Sede en la oficina de la ONU de Ginebra.
Según la Santa Sede, una de las posibles tergiversaciones podría ser que, si un estado o una comunidad religiosa se negaran a casar a una pareja formada por dos personas del mismo sexo o a reconocer las adopciones infantiles, serían susceptibles de violar los derechos de los gays introducidos en la agenda de las Naciones Unidas. Y, en casos extremos, los ministros religiosos podrían incluso ser obligados a celebrar dicha unión gay.
La contribución de la Iglesia a la reflexión sobre los derechos humanos nunca ha estado separada de la perspectiva de la fe en Dios Creador. Para la Iglesia Católica, tratándose de derechos que tienen que ver con la vida y con el comportamiento de las personas, de las comunidades y de los pueblos, la razón prevé que en cada caso nos preguntemos si las problemáticas que se quieren reconocer como nuevos derechos promueven o no un bien verdadero para todos y qué relación tienen con los otros derechos y las responsabilidades de cada uno.
Por eso, el «road map» sobre los derechos de los gays, lo que verdaderamente amenaza, es la libertad religiosa. Por una parte, la Santa Sede se opone a una dictadura de la razón positivista que excluye a Dios de la vida de las comunidades y del orden público, privando de este modo al hombre de sus criterios específicos de medida; por otra acoge verdaderas conquistas de la Ilustración, los derechos del hombre y especialmente la libertad de fe y su ejercicio, reconociendo en ellos elementos esenciales incluso para una autenticidad de la religión.
El tira y afloja entre el Vaticano y la Onu se enmarca dentro de la discusión sobre los derechos de los «LGBT» (lesbianas, gays, bisexuales y transexuales), entre los cuales se contemplan también el matrimonio, la adopción y la inseminación artificial.
La Santa Sede comparte el fin legítimo de evitar discriminaciones injustificadas y tutelar de violencias a las personas «LGBT», pero estigmatiza el intento por forzar la opinión y el conocimiento, imponiendo una idea según la que cualquier tipo de relación (heterosexual, homosexual, bisexual, transexual) tiene el mismo valor desde el punto de vista de la naturaleza y de la moral.
Esto, según la Santa Sede, viola diversos derechos fundamentales ya que debilita la libertad de opinión, de expresión y de religión. Corren riesgo, por lo tanto, la libertad de la Iglesia y de los creyentes. Además la familia y los niños ya no serían reconocidos como realidad natural en sí mismos, sino como objeto de deseo subjetivo a causa de la existencia de un derecho de los gays a contraer matrimonio, adoptar y fundar una «familia», como si las realidades naturales no existieran.
La Santa Sede está preocupada por la negociación de la distinción entre la realidad de las parejas heterosexuales y la realidad de las relaciones entre personas LGBT, además de estar preocupada por la neutralización moral de la sexualidad.
La polémica entre Roma y Ginebra se funda en la percepción opuesta de un presupuesto: es decir, si la sexualidad está o no fuera de la esfera de la acción moral. Para la moral católica la sexualidad humana, como cada actividad voluntaria, posee una dimensión moral: se trata de una actividad que deriva de una voluntad individual, para una finalidad, no es una «identidad». Es decir, depende del hacer y no del ser, independientemente de cuanto las tendencias homosexuales puedan estar arraigadas en la personalidad. Negar la dimensión moral de la sexualidad equivale a negar la libertad de la persona en este ámbito y lleva hacia una violación de su dignidad ontológica. La Santa sede teme que el reconocimiento de una plena paridad jurídica para las personas con orientación homosexual pueda prestarse a la reivindicación del matrimonio entre dos hombres o dos mujeres
El enfrentamiento entre las Naciones Unidas y la Santa Sede, en Italia tiene un significativo precedente: la disputa que se produjo hace seis años entre la Región Toscana y el Cardenal Ennio Antonelli, entonces Arzobispo de Florencia y actualmente ministro del Vaticano para la Familia. También en ese caso la materia de la contienda fue una ley a favor de una cultura que desvía la natural distinción sexual entre hombre y mujer a favor de los transexuales. En una ley regional, de hecho, se afirmaba que la persona humana nace neutra, es decir, no existe una condición de la naturaleza que defina el sexo, y de este modo la elección del género se lleva a cabo por medio de un recorrido natural. De aquí deriva la invitación de la ley dirigida a provincias y municipios, a promover, mediante iniciativas culturales, las nuevas figuras como transexuales, homosexuales, lesbianas y transgéneros. «Una cosa son los derechos individuales de las personas, otra el reconocimiento jurídico de la pareja homosexual equiparándola a la familia– criticó el cardenal Antonelli. Creo que este es un camino que no contribuye al bien de la sociedad».
En octubre de 2009, en el Sínodo de Obispos dedicado a África que se celebró en el Vaticano, el mismo Cardenal Antonelli, como presidente del Pontificio Consejo para la Familia, se lamentó ante el Sínodo de la extensión de la teoría del género en África por medio de instituciones cristianas en línea con las instituciones internacionales, sus agencias (ONU, OMS, UNICEF, UNESCO) y las ONGs.
Fuente: Giacomo Galeazzi para Vatican Insider
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