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El origen de la imagen de Nuestra Señora de Atochaes muy similar al de la Almudena.

La trajeron, se dice, los discípulos del apóstol Pedro desde Antioquía.

Para alentar el naciente cristianismo en la región carpetana.

Virgen-de-Atocha

La tradición sigue contando que fue tallada por Nicodemus, todavía en vida de la Virgen, y pintada por san Lucas.
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Sea como fuere, todos los cronistas aceptan que su devoción es de un origen antiquísimo.
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Y remontan sus primeros momentos de culto «a los primeros siglos del Cristianismo».

Son muy conocidos sus milagros, el prodigio de su reaparición y el del Santo Niño de Atocha…

Ya en el año 665 ó 666 se documenta la advocación Atocha, en una carta de San Ildefonso.

Según el mismo historiador, en 1085 el arcipreste Juliano la nombra como Virgen de Antiochía, idéntica denominación que la recibida en 1148 en una carta del Papa Eugenio III.

En el Fuero de Madrid, en 1202, se cita el arroyo y prado de Toia o Tocha, los cuales, aunque topónimos, es de suponer que se aplicasen también a la ermita y Virgen que en ese lugar se asentaban.

La festividad de Nuestra Señora de Atocha se celebra el primer domingo de octubre.

En cuanto al nombre de Atocha, varios son los orígenes que le atribuyen los historiadores.

La mayoría de los autores coinciden en hacerlo derivar de Antioquía, lugar de origen de la imagen según la leyenda.

Del latín antiochía, pasando por antiocha, se habría llegado finalmente al actual atocha.

Este origen ya lo recoge uno de los primeros documentos ciertos que mencionan este culto madrileño, un texto del año 1085 de Juliano, arcipreste de Santa Justa de Toledo y cronista de Alfonso VI, en el que la imagen se nombra como «Santa María de Antiochia».

Para otros, deriva de Teotokos, Madre de Dios en griego.

Con motivo de la herejía de Nestorio en el siglo V, que negaba la maternidad divina de la Virgen, la Iglesia, tras condenar dicha herejía, ordenó grabar en muchas de las imágenes existentes el nombre de Madre de Dios en lengua y caracteres griegos.

Para estos autores, al pie de la silla o trono de la imagen existen grabadas unas letras griegas T y O, posible resto de la palabra Teotokos.

La evolución, según esta hipótesis, habría sido Teotokos – Teotoka – Toca – Tocha – Atocha.

Tal teoría, sin embargo, elude el hecho cierto de que la imagen no pudo haberse labrado en fecha anterior al siglo XI.

La tercera teoría asegura que la imagen recibió el nombre por haber sido encontrada en un atochar o campo de esparto, denominándose por ello en un primer momento Nuestra Señora del Atochar.

La voz atocha podría derivar, así, de la prerromana tautia y la mozárabe tauca, origen de varias formas gallego-portuguesas (touza), leonesas y aragonesas (toza), con el significado de «mata, matorral», «arranque del tronco de una planta».

Virgen-de-atocha madrid fondo

 

EL HALLAZGO DE LA IMAGEN

Cuenta la tradición que allá por el siglo VIII fue alcalde de Madrid el noble caballero Gracián Ramírez, el cual, con su mujer y dos hijas, se retiró a Rivas de Jarama ante la invasión musulmana.

Por aquellos tiempos -sigue narrando la tradición- existía una muy antigua ermita en los arrabales de la villa -quizá en la vega madrileña, cerca del río Manzanares, en el lugar denominado Santiago el Verde-, en la que se veneraba una imagen de Nuestra Señora de la que era muy devoto el alcalde madrileño.

Razón por la cual, aun estando la villa dominada por los musulmanes, hacía Gracián furtivas visitas a la ermita.

En una de éstas vio que había desaparecido la imagen y se aprestó a buscarla, ofreciendo levantar una nueva en el mismo lugar en que la encontrara.
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Al poco tiempo la descubrió en unos atochares cercanos -donde actualmente está la basílica-, y, reuniendo a sus gentes, se dispuso a cumplir su ofrecimiento.

Los moros, sin embargo, advertidos de la obra que se llevaba a cabo, pensaron que los cristianos se estaban fortificando, y cercaron la ermita en construcción.

Gracián Ramírez, consciente de la aplastante superioridad de los sitiadores, y temeroso por el destino que, sin duda, correrían su mujer e hijas, decidió quitarles la vida él mismo, y con su propia espada segó sus cabezas, dejando degolladas a las tres mujeres al pie mismo del altar.

En aquel momento, grandes resplandores y rayos cegaron a los musulmanes.
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Que sorprendidos por la inesperada y misteriosa ayuda recibida por los cristianos, se retiraron en tropel atropellándose unos a otros.
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La victoria cristiana fue completa, y todos se aprestaron a dar gracias a Nuestra Señora.

Al llegar a la ermita, Gracián vio con asombro a su mujer e hijas arrodilladas frente al altar, sanas y salvas, con unos hilos encarnados en el cuello, en el mismo lugar donde él les había propinado el mortal golpe de espada.

Estos hechos, finaliza la leyenda, ocurrieron en el año 720, siendo Papa Gregorio II.

 

LA IMAGEN

Hasta hace escasamente 15 años, desde los tiempos en que triunfó la costumbre impuesta antiguamente de vestir a las imágenes, la de Atocha, vestida y cubierta toda la talla con rico ropaje, a excepción de caras y manos, aparentaba ser una imagen altísima, del tamaño casi de una persona.

En la actualidad, despojada de las vestiduras que la desfiguraban, la imagen aparece tal como es, sentada en un trono símbolo de realeza y cátedra de sabiduría, y su altura no llega a los 60 centímetros desde lo alto de la corona hasta el plano donde asienta los pies.

Tal como ahora la veneramos fue como debió estar en los primeros siglos en que recibió culto en Madrid.

Hasta que la piedad de las gentes movidas por los milagros o en acción de gracias por los beneficios obtenidos por su mediación, hizo que empezaran a regalar a las imágenes de la Virgen joyas, adornos, vestidos y mantos.

De estos últimos tuvo una gran colección muy valiosa la Virgen de Atocha; regalos todos ellos de las reinas de España que tornaron por costumbre piadosa donar a la Virgen sus galas de novia.

Hoy todavía se conserva entre otros, el manto de terciopelo rojo y armiño, cuajado de castillos y leones bordados en oro, regalo de Isabel II, que luce la imagen en las grandes solemnidades.

La imagen de Atocha es de madera, muy dura e incorruptible.

La figura está sentada (como hemos dicho) como queriendo afirmar con esta postura su magisterio sobre la Iglesia a la muerte de su divino Hijo.

Al lado izquierdo y formando parte de la misma talla, tiene un Niño pequeño al que ofrece una manzana con la mano derecha.

El niño no parece mirar la manzana y tiene levantada su diestra en actitud de bendecir al pueblo, extendidos sus dedos índice y anular y doblados los restantes sobre la palma de la mano.

Disposición que, siendo uso general en los primeros siglos de la Iglesia Universal, se guarda con esmero hoy en la de Oriente y se observa en estatuas, mosaicos y pinturas murales de los artistas bizantinos, hasta que llega por fin a propagarse en las regiones del mediodía de Europa, penetrando más tarde en nuestra península.

El rostro de la Virgen, debido a su antigüedad, es moreno oscuro, casi negro.

Los ojos son grandes y rasgados, majestuosos, alegres y risueños, pero llenos de compostura y suma honestidad.

Alargado el rostro, más de lo que pedía la proporción aceptada por la escultura griega y coronadas las sienes por la característica y maltratada corona.

El conjunto nos revela sin gran esfuerzo que la estatua de la Virgen de Atocha es fruto de un arte en decadencia.

nicho de virgen de atocha fondo

 

MILAGROS

Varios son los milagros atribuidos a nuestra Señora de Atocha que Alfonso X el sabio salvó del olvido recogiéndolos en sus Cantigas.

En la 289 –«Como Santa María de Tocha guariaú un laurador, que andaua segando, en día de San Quirez, que se lle cerraron os punos ambos»– cuenta cómo un labrador al que por no respetar la fiesta dominical se le cerraron las manos sin que pudiera abrirlas, pidió perdón arrepentido a la Virgen de Atocha, y al fin pudo abrirlas.

El segundo milagro que recoge, en la Cantiga 315 -«Esta e como Santa María guareceu en Tocha, que e cabo Madride, un menyno que tijnna hua espiga de trijgo no uentre»-, es el de un niño que se ahogaba con una espiga que se había tragado.

Su madre le condujo ante la Virgen de Atocha, y el niño quedó libre de la espiga que le causaba la muerte.

Otro de los milagros que la tradición nos ha transmitido ocurrió en 1374, durante las Cortes celebradas en Burgos.

Por Madrid asistió como procurador Diego Fernández de Gudiel, el cual, involuntariamente, se vio mezclado en la muerte de Sancho, hermano del rey Enrique II.

Éste, lleno de furor, hizo prender a seis de los procuradores, entre ellos Diego, y los condenó a muerte.

El madrileño, entonces, se encomendó a Nuestra Señora de Atocha, prometiéndole que si se libraba de la muerte volvería desde Burgos hasta Madrid, descalzo y con traje de ajusticiado, a dar gracias en la iglesia de Atocha.

Camino ya del cadalso, Enrique se compadeció de los condenados, y perdonó a todos.

Don Diego, agradecido a su Virgen, cumplió la promesa y volvió a Madrid atadas las manos con una soga que le pendía del cuello; ya en el templo de Atocha, ofreció a la Virgen la soga, que allí permaneció varios siglos colgada de la pared.

 

DEVOCIONES REALES

Desde muy antiguo fue notoria la devoción que los monarcas castellanos tuvieron a Nuestra Señora de Atocha.
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Se dice que Alfonso VI, tras conquistar la villa, ordenó colgar en su ermita el pendón real y el de los musulmanes.
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Y que ambos todavía continuaban allí en el siglo XVII.

El emperador Carlos V, en 1525, oyó misa ante la Virgen, acompañado por toda la Corte, para dar gracias por la victoria de Pavía, y repitió idéntica ceremonia tras la victoria de Túnez y Argel.

Felipe II fue también un gran devoto de la Virgen de Atocha y se declaró decidido protector del santuario; se cuenta que decía de ella, cuando algún cortesano la llamaba Patrona de Madrid: «No es Patrona de Madrid, sino de todos mis Reinos».

Tras la batalla de Lepanto, vino a la villa y aquí se cantó un solemne Te Deum en acción de gracias; ante el altar de la Virgen se colocaron las banderas cogidas a los turcos y el estoque que llevó en la batalla don Juan de Austria.

El hijo y sucesor del monarca, Felipe III, aceptó formalmente el Patronato de Atocha por parte de la Casa Real, estipulando las condiciones del mismo y ordenando labrar y colocar en la capilla de la Virgen las armas reales.

La devoción se mantuvo en todos sus sucesores, y se dice que Felipe IV llegó a visitar la imagen 3.400 veces.

En la Basílica tuvieron lugar matrimonios regios como el de Alfonso XII y su prima la Infanta María de las Mercedes de Orleans, el 23 de enero de 1878 o posteriormente el 29 de noviembre de 1879 por el mismo rey viudo en segundas nupcias con María Cristina de Habsburgo-Lorena, Archiduquesa de Austria.

En el caso del enlace del príncipe Felipe de Borbón y Grecia con Letizia Ortiz el el 22 de mayo de 2004 acudieron desde la Catedral de la Almudena, donde tuvo lugar la ceremonia, a la Basílica para depositar el ramo de novia ante la Virgen de Atocha.

Existe una tradición en la Familia Real española de que las reinas y Princesas de Asturias acudan a la Basílica a presentar a los príncipes e infantes ante la Virgen de Atocha unos cuarenta días después del parto.

Este rito fue realizado por la reina regente María Cristina de Habsburgo-Lorena para presentar a su hijo, futuro Alfonso XIII cuando tenía 45 días y también por el Rey Juan Carlos y Doña Sofía de Grecia para sus hijos Felipe, Elena y Cristina, lo mismo que el que era Príncipe Felipe (ahora Rey) y Doña Letizia Ortiz lo hicieron con sus hijas las Infantas Leonor y Sofía.

basilica de atocha

 

LA BASÍLICA

La Real Basílica de Nuestra Señora de Atocha se encuentra en la ciudad de Madrid en la Avenida de la Ciudad de Barcelona, número 3.

Está situada sobre el antiguo convento de dominicos de Nuestra Señora de Atocha, que albergaba a su vez la primitiva ermita – santuario que daba culto a la Virgen de Atocha.

No hay otra mención escrita, a la mencionada anteriormente, donde se dice de la existencia de una diminuta capilla.

Es a partir de 1083 cuando empezará a crecer y a enriquecerse al ser conquistada Madrid por el rey Alfonso VI de Castilla.

En el Fuero de Madrid se afirma que con las posesiones que se tenían se podían atender el sustento de varios capellanes encargados del culto en el prado de Tocha (Atocha).

En el año 1150, se tiene constancia de la Ermita de Atocha a través de don Juan, arzobispo de Toledo, a la sazón, de donde dependía eclesiásticamente.

Se nombran canónigos para la Iglesia de Santa Leocadia (Toledo), anexionando varias propiedades a la misma, entre ellas, la Iglesia de Santa María de Atocha, que ante la cada vez mayor presencia de fieles obliga a construir un templo mayor, pero sin tocar para nada la Ermita.

No es hasta el siglo XVI y ante el estado ruinoso de la ermita cuando fray Juan Hurtado de Mendoza, confesor de Carlos V, decide reformarla para convertirla en una gran iglesia y aprovecha para reconvertir también las casas de los canónigos de Santa Leocadia de Toledo en un convento de dominicos, que serán los encargados del Santuario según concesión del Papa Adriano VI de 11 de julio de 1523.

Durante el reinado de la Casa de Borbón se continuaron las donaciones y mejoras del complejo hasta llegar a la noche del 5 de diciembre de 1808 en que entraron las tropas francesas, expulsando a los religiosos y convirtiéndolo en cuartel, produciéndose robos y destrucciones de innumerables obras de arte.

Una vez pasada la invasión francesa, los dominicos vuelven al Convento hasta que se produce su exclaustración en 1834, lo que provocó grandes daños a la iglesia, convirtiéndose el convento en cuartel de Inválidos y la iglesia en parroquia castrense.

El 12 de noviembre de 1863, el Papa Pio IX la convierte en Basílica Menor, siendo la primera de esta tipología en la ciudad de Madrid.

En 1888, la reina regente María Cristina, viuda de Alfonso XII al ver el estado en que se encontraban los edificios mandó el derribo de los mismos y ordenó la construcción de otro complejo en donde se incluiría, adosado al templo, en el claustro, un Panteón de Hombres Ilustres.

El concurso público lo ganó el arquitecto Fernando Arbós y Tremanti, proyectando una basílica estilo neobizantino con un campanil exento a la moda medieval italiana y un panteón inspirado en el Camposanto de Pisa.

Las obras comenzaron en 1891 pero por problemas económicos sólo se llevó a cabo el campanil y el panteón.

No fue hasta 1924 en que los dominicos, ante la total paralización de las obras, pidieron al rey Alfonso XIII que les facilitaran medios para restaurar el convento y la iglesia.

Les cedió entonces la propiedad y nuevos terrenos y los frailes prosiguieron las obras por su cuenta pero sin seguir el proyecto inicial de Fernando Arbós y Tremanti.

El 20 de julio de 1936, durante la Guerra Civil, el Convento e Iglesia es incendiado, perdiéndose todas las obras de arte excepto la imagen de la Virgen de Atocha que se había ocultado.

En Navidad de 1951 se inaugura la nueva iglesia con trazos de Arquitectura madrileña en ladrillo y estilo neoclásico teniendo unas medidas de 52 X 34 m en la base y una altura de la nave central que alcanza los 13,25 m.

Las vidrieras quieren recordar al estilo románico actualizado y representan los misterios del Rosario.

santo niño de atocha

 

EL SANTO NIÑO DE ATOCHA

En Atocha, muchos hombres estaban en prisión debido a la fe que profesaban.

Como los carceleros no alimentaban a los prisioneros, las familias les traían los alimentos.

En una época, el califa emitió una orden que consistía en que nadie excepto niños de doce años o menores podía traer alimentos a los prisioneros.

Aquellos que tenían niños jóvenes podían mantener con vida a sus familiares, ¿pero qué les sucedería a los demás?

Las mujeres del pueblo suplicaban a Nuestra Señora, pidiéndole que las ayudara a encontrar una forma de alimentar a sus maridos, hijos y hermanos.

Al poco tiempo, los niños volvieron a sus hogares con una historia extraña.
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Un joven niño visitaba y alimentaba a los prisioneros que no tenían niños jóvenes que los alimentaran.
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Ninguno de los niños sabía quién era, pero la pequeña vasija de agua que llevaba nunca estaba vacía.
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Y la canasta siempre estaba llena de pan para alimentar a todos los desafortunados prisioneros que no tenían niños propios que les trajeran alimentos.

Llegaba de noche, pasando al lado de los guardias que dormían o sonriendo amablemente a los que estaban despiertos.

Aquellos que habían pedido un milagro a la Virgen de Atocha comenzaban a sospechar acerca de la identidad del pequeño niño.

Como una manera de confirmarlo, los zapatos de la estatua del niño Jesús estaban gastados.

Cuando los reemplazaron por unos nuevos, esos también estaban gastados.

Luego de que Fernando e Isabel expulsaron a los moros de España en 1492, la gente continuó invocando la ayuda de Nuestra Señora de Atocha y su Santo Niño.

Fuentes:


Equipo de Colaboradores de Foros de la Virgen María

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