La mayoría del pecado que hay en el mundo es porque buscamos el placer inmediato.

Huimos de cada cosa que nos da dolor, displacentera, que nos implique un sacrificio.

La no aceptación de cargar nuestras cruces nos lleva a desastres personales y en la sociedad global.

Estamos optando crecientemente por el camino más fácil, que a la corta nos parece menos costoso, sin medir que si nos sacrificamos por un tiempo, el resultado futuro será mucho mejor.

Pongamos como ejemplo al matrimonio.

Un matrimonio de repente se divorcia porque discuten mucho y ya no se llevan bien.

En vez de optar por el camino largo de volverse a acercar, o de la perseverancia de aceptar pagar costos por la relación, optan por el camino más fácil,  olvidando los problemas que puede traer a los hijos.

O tal vez alguno fue tentado por otra pareja, entonces opta por ceder a la tentación.

Así podemos analizar los otros casos.

No aceptar los sacrificios y los dolores en el corto plazo, que siempre trae la vida, lleva a males mayores.

Esta carrera de no aceptar las cruces personales se magnifica cuando muchos individuos hacen lo mismo.

Entonces la sociedad se vuelve cada vez más pecaminosa, se rebela cada vez más del creador y se arriesga a serias consecuencias colectivas.

Esto es lo que vino a avisar la Virgen María en sus apariciones de los últimos dos siglos.

Las apariciones de Fátima y de Akita son un aviso de que debemos cargar nuestras cruces y no optar por el pecado para salir de ellas.

Ese es el mensaje personal que debemos comprender.

 

DE LA CRUZ VIENE EL ÉXITO Y LO BUENO

No hay ninguna cosa que pueda obtener el hombre que no sea mediante sacrificio.

Para obtener un título universitario tiene que sacrificarse varios años.

Una madre tiene que sacrificarse durante el embarazo y luego durante el parto.

Si queremos comprarnos una casa nueva o cambiar el auto o que nuestros hijos tengan buenos estudios debemos ahorrar y el ahorro significa siempre sacrificar algunas cosas.

Si queremos tener buena relación en la familia o en el trabajo debemos aguantar ciertas cosas, lo que implica también un sacrificio.

Todo lo bueno que se obtiene en el futuro tiene detrás un esfuerzo y un sacrificio.

Esa es ni más ni menos la paradoja de la Cruz.

Del sacrificio de la Cruz viene la vida.

Y los verdaderos cristianos, más que nadie, deben abrazar la cruz, porque es lo que enseñó el maestro.

Deben poner una valla a las tentaciones en vez de abrazar ansiosamente el pecado.

Deben ser generosos con los más necesitados y no pensar en sí mismos como actitud de conducta permanente.

Deben matar su orgullo con la humildad.

Y deben asumir lo que Cristo pidió en sus mandamientos.

Eso es lo que nos hace testigos.

Y eso significa abrazar la cruz.

Porque siempre es más fácil ceder a las tentaciones del mundo que hacer lo correcto.

A partir de la lógica de la Cruz, Cristo conquistó la oscuridad a través de la luz.

Y venció el odio con el amor.

Pero no es un requisito absolutamente imprescindible ser cristiano para tener una actitud de abrazar la cruz.

Hay muchas personas que no aceptan el cristianismo, a veces por resistencia a la intermediación de la Iglesia, pero que están en el camino de seguir la cruz como pidió Jesús.

Y a su vez hay muchos cristianos y católicos que reniegan de la Cruz.

Éstos interpretan qué Jesús no vino a pedirnos sacrificios a nosotros, sino que él se sacrificó por nosotros y ya ganó nuestra salvación.

¿No conoces gente es así sentada en los bancos de las iglesias?

Pero aunque el problema es generalizado, debemos admitir que el gran alejamiento del sacrificio se produce mayoritariamente entre los no católicos.

 

LA CONVOCATORIA DE DIOS A LA HUMANIDAD

El mensaje de Jesús es,

«El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame».

Y cargar la cruz significa hacer sacrificios, soportar el dolor y no evitarlo, como dijimos.

Hoy el mundo está en una carrera loca en búsqueda del placer que oculte el dolor.

Y no comprenden que el dolor es parte de la vida.

No hay ningún ser humano que se saltee los momentos dolorosos.

Pero lo difícil de comprender inmediatamente, es que esos momentos dolorosos son los que nos permiten avanzar en la vida, como por ejemplo los sacrificios.

Pero Jesús incluso va más allá.

Va tan lejos en su planteo que llega a decir que quienes no acepten la cruz perderán sus vidas.

Esto quiere decir que al no aceptar el sacrificio y optar por la solución fácil del pecado, arruinarán su vida.

Es ni más ni menos lo que pasa en los casos trágicos de quienes roban como estilo de vida; no se sacrifican trabajando y abrazan el pecado encarnado en el delito.

O los que se drogan; que en vez de buscar una solución a sus problemas de adaptación, optan por la solución fácil de olvidarlos, de esconderlos, atrás del artificio de un procedimiento químico en su cerebro.

La cruz es la condición para cumplir lo que ha diseñado el creador para la vida humana.

Porque de vuelta, no se pueden evitar momentos de dolor.

Entonces hay que buscar una forma sana de usarlo en nuestro provecho.

Es lo que Dios quiere y ha sido la enseñanza de Jesucristo.

Paradójicamente aquellos que desarrollan la fe suficiente como para cargar su cruz, obtienen de Dios el poder de transformar su sufrimiento en algo saludable, e incluso en alegría.

La oscuridad en que nos sumen las dificultades se convierte en luz, a través de las promesas de Jesucristo y de las gracias que obtenemos cuando seguimos su camino.

Porque con la cruz obtenemos gracias que nos permiten aceptar pacíficamente los sufrimientos, y no evitarlos por caminos artificiales.

Y paralelamente nos pone en un camino de mayor amistad con Dios.

Esta es la verdadera autoayuda cristiana.

O sea usar nuestro libre albedrío para ser perseverantes en el seguimiento de los mandamientos de Dios.

Lamentablemente este razonamiento suena muy indirecto para aquellos que buscan el placer ya.

Pero quienes entran en la dinámica de aceptar la propuesta que trajo Jesucristo saben por propia experiencia que cargar la cruz de nuestros problemas es la mejor solución posible.

Es por esto que la cruz es central en el catolicismo.

Si uno es Cristiano va a comprender mucho mejor el alcance último de la propuesta de Dios, que es avanzar en santidad.

 

PARA CADA VEZ MÁS GENTE ES DIFÍCIL ACEPTAR LA IDEA DE LA CRUZ

Para nadie es fácil convivir con el dolor y las frustraciones.

Se necesita una claridad de razonamiento a largo plazo o un intenso amor a Dios.

Él llama a trabajar en nuestra sanidad interior rompiendo los lazos pecaminosos que nos dañan.

Y este camino está lleno de resistencias dentro nuestro.

Por eso se entabla una lucha con los mandatos de Dios, que nos exigen que derribemos nuestros deseos pecaminosos y le hagamos caso totalmente.

Esto es como una lucha con Dios, que está simbolizada en la lucha que tuvo toda la noche Jacob con un ángel, lo que lo llevó a quedar rengo; esto se puede leer en Génesis 32.

El mensaje es que nadie sale sin sus cicatrices de las heridas luego qué tuvo una batalla con Dios.

Dios te ha marcado cuando te fue sanando.

Porque la búsqueda de la perfección interior implica desarmar ciertas actitudes y conductas que nos produce o nos van a producir dolor.

Cuando Dios nos pide esto, se entabla la lucha que tuvo Jacob.

Es por esto que la Iglesia predica a Jesús crucificado para que nosotros percibamos el valor de la Cruz y del sacrificio.

San Pablo dice en 1 Corintios 1: 23 que nosotros predicamos a Cristo crucificado.

Y en concreto,

«¿Dónde está el sabio? ¿Dónde el docto? ¿Dónde el sofista de este mundo?

¿Acaso no enloqueció Dios la sabiduría del mundo?

De hecho, como el mundo mediante su propia sabiduría no conoció a Dios en su divina sabiduría, quiso Dios salvar a los creyentes mediante la necedad de la predicación.

Así, mientras los judíos piden señales y los griegos buscan sabiduría, nosotros predicamos a un Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles; mas para los llamados, lo mismo judíos que griegos, un Cristo, fuerza de Dios y sabiduría de Dios.

Porque la necedad divina es más sabia que la sabiduría de los hombres, y la debilidad divina, más fuerte que la fuerza de los hombres» (1 Corintios 1: 20-25).

Esto revela que la cruz se encuentra en el centro de la historia y del universo como signo de contradicción y de éxito final.

Por eso todos los templos católicos tienen en el altar, o cerca de él, una cruz con Cristo crucificado, que se puede ver desde todas partes de la iglesia.

Y en las liturgias se resalta aún más esa Cruz.

En todos los hogares católicos es impensable que no haya un crucifijo.

E incluso la mayoría de los católicos usa un colgante con una cruz.

Porque la Iglesia predica a Cristo crucificado, o sea que predica el mensaje de que cada uno de los seguidores de Cristo deben abrazar sus propias cruces.

Pero incluso esto no es un mensaje sólo para los católicos, sino para todo el mundo, porque abrazar la cruz es la manera más racional de vivir la vida.

Ya lo dijimos antes, no se necesita ser cristiano para adoptar esta estrategia de autoayuda.

La cruz da vuelta todas nuestras ambiciones y deseos terrenales, y vuelve absurdos nuestros planes e ideas humanas.

Sólo puede entenderse si uno está abierto, por eso los mundanos odian a la cruz y es el mayor enemigo de los demonios en los exorcismos.

Algunos no aceptan a Dios porque dicen que no ha eliminado el sufrimiento humano, aunque no pueden decir cuánto sufrimiento que nos tocaba eliminó Dios por Su misericordia.

Mucho del sufrimiento que nos toca es consecuencia de nuestras búsquedas equivocadas, de preferir despegarse del dolor en el corto plazo.

Pero para que Dios elimine todos los dolores tendría que eliminar nuestro libre albedrío y no permitirnos decidir cosas que a la larga nos traen Dolor.

Entonces seríamos como autómatas que perderían su libertad.

Esto que hemos estado hablando hasta aquí funciona a nivel individual, pero también lo podemos ver qué funciona a nivel colectivo por la sumatoria de lo que hacen las personas.

La decadencia moral creciente en el mundo, la violencia, la pobreza, las insatisfacciones, las adicciones, son consecuencias de que cada vez más personas no aceptan llevar la cruz.

Y desde el cielo nos avisan de lo que nos puede suceder si seguimos en este camino de desobediencia personal, que sumada a las de otros, en una gran desobediencia colectiva.

 

EL MUNDO NO ACEPTA LA CRUZ, POR ESO LA VIRGEN BAJA A AVISARNOS DE LAS CONSECUENCIAS

En los dos últimos siglos Dios ha enviado a Su Madre cada vez más frecuentemente para advertirnos, que lo que nos sucederá a nosotros depende de cómo respondamos a los mandamientos de Dios.

Nuestros actos pecaminosos y desordenados son los que están llevando al mundo a una situación caótica

Porque están destruyendo las bases sobre las que se creó el mundo y la sociedad humana.

E incluso desde la biología se está operando en la modificación de los ladrillos básicos de la vida.

Hay dos apariciones de la Santísima Virgen que nos hablan específicamente de las consecuencias de nuestros actos pecaminosos.

En definitiva de nuestra resistencia a reformarnos y aceptar que debemos llevar la cruz y no cortarnos por caminos humanos que aparenta más fáciles y placenteros.

Ellas son las apariciones de Fátima en Portugal en 1917 y las de Akita en Japón en 1973, las que Benedicto XVI refirió que eran la continuación de las apariciones de Fátima.

En Fátima Nuestra Señora dijo a los tres pastorcitos que al final su Corazón Inmaculado triunfará; ese es el mensaje optimista final.

En la tercera aparición de Fátima el 13 de julio de 1917 Nuestra Señora dijo que si los hombres no se abstienen de ofender a Dios comenzaría otra terrible guerra durante el pontificado de Pío XI.

Y esa profecía se materializó en la Segunda Guerra Mundial.

En Fátima también ella pidió el rezo del santo rosario para terminar con la guerra y para obtener la paz; concretamente dijo,

«Continúen rezando el Rosario todos los días en honor a Nuestra Señora del Rosario, para obtener la paz del mundo y el fin de la guerra, porque sólo ella puede obtenerla.»

Y también habló del castigo que vendría si los hombres siguen pecando contra Dios.

Esto fue retomado en las apariciones de Akita, cuando Nuestra Señora le dice a la vidente hermana Agnes Sasagawa,

«Muchos hombres en este mundo afligen al Señor. Deseo que las almas lo consuelen para suavizar la ira del Padre Celestial«.

Y agregó,

«Como te dije, si los hombres no se arrepienten y se mejoran a sí mismos, el Padre infligirá un terrible castigo a toda la humanidad.

Será un castigo mayor que el diluvio, como nunca se habrá visto antes.

El fuego caerá del cielo y destruirá a una gran parte de la humanidad, tanto a los buenos como a los malos, sin diferenciar sacerdotes ni fieles.

Los sobrevivientes se encontrarán tan desolados que envidiarán a los muertos.

Las únicas armas que quedarán para ti serán el Rosario y la Señal dejada por Mi Hijo.

Cada día recita las oraciones del Rosario. Con el Rosario, reza por el Papa, los obispos y los sacerdotes».

Y además informó,

«Con mi Hijo, he intervenido muchas veces para apaciguar la ira del Padre.

He evitado la llegada de las calamidades ofreciéndole los sufrimientos de mi Hijo en la Cruz, Su Preciosa Sangre y a las amadas almas que lo consuelan formando una cohorte de almas víctimas.

La oración, la penitencia y los sacrificios valientes pueden suavizar la ira del Padre».

Estos breves pantallazos del contenido de las apariciones de Fátima y Akita nos llaman la atención a que hay demasiada gente en el mundo que no acepta las cruces – aunque sean temporales – y se revela haciendo cada vez más pecaminoso el mundo.

Y entonces nos arriesgamos a lo peor como sociedad.

Fuentes:


Sergio Fernández, Editor de los Foros de la Virgen María

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