La Catedral de Notre-Dame de París (Cathédrale Notre-Dame) es una de las catedrales francesas más antiguas de estilo gótico.
Se empezó a construir en el 1136 y se terminó en 1345.
Se sitúa en la pequeña Isla de la Cité en París, Francia, la cual está rodeada de las aguas del río Sena.
La catedral tiene planta de cruz latina, una fachada de 40 metros de ancho, una longitud de 130 metros, y una altura máxima de 69 metros. Contiene 5 naves, 37 capillas, 3 rosetones con 13,5 metros de diámetro cada uno y un total de 113 vitrales.
EL PRESTIGIO DE NOTRE DAME DE PARIS
La obra se inició en un contexto de expansión demográfica y económica, y en un ambiente de paz, de prosperidad y de renuevo religioso e intelectual.
Desde la consagración de la capilla mayor, en 1182, fue el sitio de grandes acontecimientos religiosos y políticos dada la importancia que tenía París en el reino: los primeros Te Deum cantados en acción de gracias con motivo de las victorias de Felipe Augusto, el recibir la Corona de espinas traída por San Luis, la apertura de los primeros Estados generales por Felipe IV el Hermoso.
Desde entonces, la historia de la catedral está vinculada a la de Francia. En los siglos XVII y XVIII, Notre-Dame fue teatro de los actos solemnes de la grandeza de la realeza: victorias, exequias, etc…Pero ya se había extinguido la inspiración gótica y no dudaron en reemplazar las grandes vidrieras de color por otras blancas más luminosa.
Para cumplir con el voto de Luis XIII, Luis XIV sustituyó el coro gótico por otro barroco. Fué celebrada por un Te Deum todavía la toma de la Bastilla, pero pronto los revolucionarios decapitaron, y después derrumbaron laS grandes estatuas de las portadas y de la galería de Reyes antes de transformar la ex iglesia en templo de la diosa Razón.
Así pues, cuando fué devuelta al culto bajo el Consulado, era un edificio muy deteriorado, que tuvieron que ocultar bajo oros y tapices para el acto de coronación de Napoleón I, el 2 de diciembre de 1804.
Hubo que esperar a que volviera la prosperidad y a que el movimiento romántico rehabilitase una Edad Media sin duda mítica, para que emprendiesen la restauración de la catedral Jean-Baptiste Lassus y Eugène Viollet-le-Duc. La terminación de las obras coincidió con la restructuración de la isla de la Cité por el barón Haussmann, quien suprimió todo el barrio antiguo, aislando Notre-Dame detrás de un atrio inmenso.
En el siglo XX, sigue gozando Notre-Dame de un gran prestigio. Contribuyen los ministerios sucesivos a las obras imprescindibles para su conservación. Como catedral de Francia fué donde se celebró la victoria, al fin de las dos grandes guerras mundiales. Allí es donde se celebran los funerales en honor de los jefes del Estado.
El paso por estos innumerables sucesos ha dejado huellas en su arquitectura.
La catedral fue, a finales del siglo XVII, durante el reinado de Luis XIV, escenario de alteraciones sustanciales principalmente en la zona este, en la que túmulos y vitrales fueron destruidos para sustituirlos por elementos más al gusto del estilo artístico de la época, el Barroco. En 1793, durante la Revolución francesa y bajo el culto a la razón, más elementos de la catedral fueron destruidos y muchos de sus tesoros robados, acabando el espacio en sí por servir de almacén para alimentos.
Con el florecer de la época romántica, la catedral se ve con otros ojos y la filosofía se vuelca hacia el pasado, enalteciendo y mistificando en un aura poética y etérea la historia de otras épocas y su expresión artística. Bajo esta nueva luz del pensamiento se inicia un programa de restauración de la catedral en 1844, liderado por los arquitectos Eugène Viollet-le-Duc y Jean-Baptiste-Antoine Lassus, que se extendió por veintitrés años.
En 1871, con el corto ascenso de la Comuna de París, la catedral se vuelve nuevamente telón de fondo a las turbulencias sociales, durante las cuales se cree haber sido casi incendiada.
En 1965, como consecuencia de excavaciones para la construcción de un parking subterráneo en la plaza de la catedral, fueron descubiertas catacumbas que revelaron ruinas romanas, de la catedral merovingia del siglo VI y de habitaciones medievales. Ya más próximo a la actualidad, en 1991, fue iniciado otro proyecto de restauración y mantenimiento de la catedral que, aunque fue previsto para que durase diez años, se prolonga hasta la actualidad.
LA CONSTRUCCIÓN
Los celtas habían celebrado aquí sus ceremonias donde, más tarde, los romanos erigirían un templo de devoción al dios Júpiter. También en este local existió la primera iglesia cristiana en París, la Basílica de Saint-Etienne, proyectada por Childeberto I alrededor del 528 d.C. En sustitución de esta obra surge una iglesia románica que permanecerá hasta 1163, cuando se da el impulso en la construcción de la catedral.
En el siglo XII, en París, corresponde sin duda alguna la iniciativa del proyecto al obispo Maurice de Sully. Hijo de labradores de Sully-sur-Loire, no tenía bienes personales para costear las obras; en cambio supo administrar perfectamente los bienes eclesiásticos propios de su cargo (la mensa episcopal) y fue capital su contribución financiera. Sus sucesores: Eudes de Sully, pero también unos hombres como Guillaume d´Auvergne o Simon Matifas de Buci tendrán empeño en llevar a cabo las obras o en introducir importantes modificaciones en el edificio.
En esta tarea auxiliaba al obispo el cabildo, institución que desde el siglo IX reúne a todos los canónigos de la catedral. A falta de documentos, no se sabe si participó el cabildo regularmente en la financiación de las obras en el siglo XII. En cambio, en el siglo XIII, este cabildo, que dispone de una parte de la mensa episcopal y de bienes propios, desempeña un papel cada vez más importante en la dirección de las obras, en particular las del Hôtel-Dieu.
Al contrario de lo comunmente admitido, no intervenía el rey en la edificación de Notre-Dame de París. Bien hizo Luis VII un donativo antes de morir en 1180, y se tienen tradicionalmente los personajes reales arrodillados en el tímpano de la «puerta roja» por San Luis y Margarita de Provenza; pero aunque dan a entender que los reyes hubieran participado directamente en la construcción de la catedral (desgraciadamente en esto faltan los documentos), ésta no puede ser considerada como obra de los reyes.
En cuanto a los burgueses (lo son quienes viven dentro de las murallas de la ciudad) participan en la financiación con ofrendas; esta práctica no tiene la aprobación de todo el clero y la critica mucho Pedro el Chantre, deán del cabildo hacia 1180.
Si es cierto que el pueblo participó también en el costeo de las obras, es dudoso, y más bien un mito, que trabajase en el mismo taller. Sólo gente muy capacitada podía concebir y levantar un edificio tan grande, interviniendo en la construcción varios gremios de artesanos, especializados y organizados, y confiando las tareas propias de los peones a jornaleros contratados en el mismo sitio y pagados al día.
Los más importantes de estos especialistas son los arquitectos: verdaderos científicos, se les atribuye el título de «maîtres lapicides».
La construcción refleja algunos trazos conductores de la abadía de Saint Denis, subsistiendo aún dudas en cuanto a la identidad de quien habría «colocado» la primera piedra, el Obispo Maurice de Sully o el Papa Alejandro III. A lo largo del proceso (la construcción, incluyendo modificaciones, duró hasta mediados del siglo XIV) fueron varios los arquitectos que participaron en el proyecto, esclareciendo este factor las diferencias estilísticas presentes en el edificio.
En 1182 el coro ya prestaba servicios religiosos y, durante la transición entre los siglos, está la nave terminada. Al inicio del siglo XIII arrancan las obras de la fachada oeste con sus dos torres, extendiéndose a mediados del mismo siglo. Los brazos del transepto (de orientación norte-sur) son trabajados de 1250 a 1267 con supervisión de Jean de Chelles y Pierre de Montreuil. Simultáneamente se levantan otras catedrales a su alrededor en un estilo más avanzado dentro del gótico; la Catedral de Chartres, la Catedral de Reims y la Catedral de Amiens.
MOMENTOS IMPORTANTES EN LA CATEDRAL
• 1431 – Coronación de Enrique VI de Inglaterra durante la Guerra de los Cien Años.
• 1804 – Coronación, el 2 de diciembre de Napoleón Bonaparte, emperador de Francia y su mujer Josefina de Beauharnais, emperatriz, en presencia del Papa Pío VII.
• 1900 – El organista y compositor francés Louis Vierne gana la plaza de organista titular tras una dura competición contra los 500 mejores organistas de su época.
• 1909 – Beatificación de Juana de Arco.
• 1937 – Fallece Louis Vierne durante la interpretación de su recital de órgano número 1750.
• 1980 – El Papa Juan Pablo II celebra misa en la plaza Parvis.
Durante el espíritu del Romanticismo, Víctor Hugo escribió, en 1831, el romance Nuestra Señora de París. Situando los acontecimientos en la catedral durante la Edad Media, la historia trata de Quasimodo, que se enamora de una gitana de nombre Esmeralda. La ilustración poética del monumento abre puertas a un nuevo deseo de conocimiento de la arquitectura del pasado y, principalmente, de la Catedral de Notre-Dame de París.
«Y la catedral no era sólo su compañera, era el universo; mejor dicho, era la Naturaleza en sí misma. Él nunca soñó que había otros setos que las vidrieras en continua floración; otra sombra que la del follaje de piedra siempre en ciernes, lleno de pájaros en los matorrales de los capiteles sajones; otras montañas que las colosales torres de la iglesia; u otros océanos que París rugiendo bajo sus pies.»
Víctor Hugo, Notre-Dame de Paris, 1831.
LA FACHADA
Situada en la parte este de Ile de la Cité, su fachada mira hacia el oeste y da sobre la plaza Notre Dame, donde se encuentra el punto cero desde el que se cuentan todas las distancias de Francia. Sus dimensiones alcanzan los 130 metros de largo por 48 metros de ancho y una altura total de 69 metros.
La fachada presenta tres grandes portales. El Portal del Juicio Final, el más importante al centro, muestra esculturas representando la resurrección de los muertos, un ángel con una balanza pesando virtudes y pecados y demonios que se llevan las almas pecadoras, imágenes que sin duda habrán tenido gran peso en el inconsciente popular en la Edad Media. Los dos portales laterales fueron consagrados a la Virgen María y a Santa Ana, su madre.
A unos 20 metros del suelo, una galería con 28 estatuas se levanta por encima de los portales. Cada estatua, de 3,5 metros de altura, representa los 28 reyes de Judea que precedieron la llegada de Cristo. De las estatuas originales medievales sólo quedan fragmentos, ya que durante la Revolución fueron destruidas creyendo que representaban reyes franceses.
Sobre el portal central se destaca el gran vitral circular de la roseta, de casi 10 metros de diámetro, uno de los elementos más notorios de la fachada. Sin embargo, este vitral no es el más grande de la catedral, ya que las fachadas norte y sur presentan vitrales de 13 metros de diámetro. Por encima de la roseta, una hilera de columnas y luego las dos torres con campanario completan la cara oeste.
LAS CAMPANAS
La campana mayor, instalada en 1400 en la torre Sur, fue refundida por Luis XIV que le dio el nombre de «Emmanuel». Pesa trece toneladas y su badajo quinientos kilos.
No toca más que en las grandes fiestas del año: Navidad, Domingo de Ramos, Pascuas de Resurrección, Ascensión, Pascuas de Pentecostés, Asunción y fiesta de Todos los Santos, y con motivo de ceremonias excepcionales.
Otras cuatro campanas están en la torre Norte desde 1856, sustituyendo las de la Edad Media fundidas en 1791 para hacer cañones.
Tocan tres veces al día para el Angelus a las ocho, las doce de la mañana y las siete de la tarde y también para el oficio catedralicio los días de entresemana. Los domingos y días de fiesta, tocan a las diez menos cuarto, y a las cuatro menos cuarto de la tarde.
El campaneo, «con cuerda» fue sustituido por el uso de un pedalier en el siglo XIX. Ahora el toque de campanas funciona con telemando eléctrico.
EL INTERIOR
En cuanto se entra, el visitante se sosiega y se recoge, envuelto en la penumbra. Conforme avanza en la nave central, se fija en el altar y, más allá, en la cruz grande de bronce dorado, mientras que el alzado de las columnas le atrae hacia el cielo.
El crucifijo grande de bronce del siglo XIX, delante del cual se detiene el visitante a pocos pasos de entrar, forma parte de estos donativos : lo ofreció Napoleón III
La Piedad de la Capilla Mayor
Instalada en el fondo de la capilla mayor barroca de acuerdo con el voto de Luis XIII, la Piedad fue siempre objeto de profunda veneración.
Ante el cuerpo de Jesús muerto, la Virgen María levanta los ojos hacia el cielo con confianza. Está a la vez muy triste y como si esperara un acontecimiento extraordinario.
Las dos imágenes de la Virgen con el Niño
Contra el pilar sureste del crucero se encuentra hoy la Virgen con el Niño del siglo XIV procedente de la capilla de Saint-Aignan, situada en la antiguacalongía, recinto claustral dedicado a la vivienda de los canónigos (actual calle des Ursins).
Adornada siempre con flores, esta imagen airosa y llena de humanidad, con la curvatura del cuerpo bastante acentuada, y conocida bajo la advocación de Notre-Dame de París, acoge la oración de los fieles en un ámbito más tranquilo. Cerca de esta imagen fue donde se convirtió el poeta Paul Claudel, el día de Navidad de 1886, durante el oficio de vísperas.
La imagen de la Virgen barroca, de mármol, situada en la nave lateral septentrional, es obra de Antoine Vassé, realizada en 1722 para adornar el altar de la Virgen que se encontraba en el crucero contra el pilar sureste del crucero.
Rosetones
En la Edad Media, todos los vanos de Notre-Dame tenían vitrales magníficos. Todo fue destruido en el siglo XVIII, excepto tres grandes rosetones, de excepcional calidad. En el siglo XIX, Viollet-le-Duc y sus colaboradores crearon nuevas vitrales en el estilo medieval para las capillas laterales y las de la girola. Por fin, en el siglo XX, en 1960, Jacques Le Chevallier hizo para las ventanas altas de la nave y para los vanos de las tribunas unos vitraless no figurativas en los tonos de los tres rosetones de la Edad Media.
Estos tres rosetones son el del Oeste (1220), encima del órgano mayor que lo oculta a medias, y los dos rosetones simétricos de las naves Norte (1250) y Sur (1270) del crucero que, según la tradición, hubieran sido dados por San Luis. Los tres son en gran parte de origen, a pesar de las imprescindibles restauraciones y limpieza.
Está constituido el rosetón oeste de un medallón central que representa a la Virgen con el Niño, rodeado de tres grandes círculos concéntricos. En torno al hueco central está la serie de los doce profetas menores, que anunciaron la Encarnación de Jesús. Los otros dos círculos exteriores oponen en la parte alta doce virtudes y doce vicios y, en la parte baja, asocian las faenas del campo a los doce signos del zodíaco. El número de doce, producto de tres por cuarto (tres, símbolo de la Trinidad, cuatro, símbolo de lo terrestre) simboliza la Encarnación.
Está dedicado al Antiguo Testamento el rosetón Norte. Predomina el color morado, señal de espera y de esperanza de la venida del Mesías. En tres círculos, están representados ochenta personajes : profetas, reyes, jueces y sumos sacerdotes. En el centro, de nuevo se encuentra la Virgen con el Niño, realización de la promesa y, por eso, que une el Antiguo Testamento al Nuevo.
El rosetón Sur es el del Nuevo Testamento. Predomina el color rojo y su orientación lo hace mucho más luminoso. Lo constituyen veinticuatro medallones repartidos en cuatro círculos y que figuran apóstoles, mártires, obispos así como escenas del Evangelio. El medallón central, creación del taller de Viollet-le-Duc, representa a Cristo, el Cristo del Apocalipsis rodeado del tetramorfos.
Los vitrales debajo de los dos rosetones representan, una los diez y ocho reyes de Judá, la otra, los diez y seis profetas, entre los cuales los cuatro del centro llevan a hombros a los cuatro evangelistas. En el siglo XIX, hizo de nuevo estas vidrieras el taller de Viollet-le-Duc.
La reliquia de la Corona de Espinas de Jesucristo
Antes de que muriese crucificado Cristo, haciéndole escarnio le coronaron con espinas, porque se proclamó Rey de los Judíos. Según la tradición, se conservó y se veneró piadosamente esta Corona. Señal de ella se vuelve a encontrar en los relatos de peregrinos a Jerusalén, en el siglo IV.
La reliquia, cuya autenticidad no se puede afirmar con rigor científico, se envió después a Constantinopla con el tesoro de los emperadores bizantinos. Empeñada en el siglo XIII a consecuencia de un préstamo, fue comprada por San Luis quien, para conservarla, mandó construir la Santa Capilla en París.
Durante la Revolución la depositaron en la Biblioteca Nacional.
Por el Concordato de 1801 se la devolvió al arzobispo de París que, en 1806, la destina al Tesoro de la Catedral donde sigue estando.
Se presenta la reliquia en forma de un círculo trenzado de juncos al que se hubiera atado espinas para hacer la corona.
Napoleón I y Napoleón III dieron sendos relicarios para conservarla, el primero, neoclásico, y el segundo, neogótico, procedente del taller de Viollet-le-Duc. Los dos están expuestos de un modo permanente en el Tesoro de la sacristía.
Actualmente existen tres reliquias de Cristo en el Tesoro de Notre-Dame de París: la Corona de espinas, un fragmento de la Cruz del Calvario, uno de los clavos que sirvió para fijar a Cristo en la Cruz.
La Corona, así como las reliquias de la Cruz y el clavo se ofrecen a la veneración de los fieles cada viernes primero de mes (15h) y el Viernes Santo.
Además de estas tres reliquias de Cristo, posee también el Tesoro de Notre-Dame varias reliquias de San Luis: unos huesos, su túnica y su disciplina.
Los Órganos
Los órganos a la vez como muebles y música participan de la arquitectura de la catedral.
Hay dos en Notre-Dame.
Un órgano de coro, instrumento con treinta registros y dos mil tubos, y un órgano mayor que, con sus ciento trece registros y sus ocho mil tubos, quizás sea el más potente de Francia y sin duda de Europa.
Posee 113 juegos y 7800 tubos, algunos de los cuales son de la Edad Media. Se puede oir cada domingo a las cinco y cuarto de la tarde, cuando lo toca alguno de los organistas titulares de Notre-Dame, o con motivo de recitales dados una vez al mes, los jueves, por unos organistas venidos del mundo entero.
Así, fieles a su servicio desde el siglo XV, se han sucedido cuarenta y siete organistas en los teclados del órgano situado debajo del rosetón del poniente.
Uno de los primeros fue el famoso autor del Verdadero misterio de la Pasión, Arnoul Gréban.
En el transcurso de los siglos, adquirió cada vez más tuberías y registros el órgano mayor hasta tener en el siglo XVIII las proporciones que hoy sigue teniendo.
En 1868, con ochenta y seis registros, y cinco teclados y pedalier, le da su plenitud sinfónica el organero Aristide Cavaillé-Coll.
En la segunda mitad del siglo XX, en torno a Jean-Loup Boisseau y Bertrand Cattiaux, se les ocurrió a un grupo de organeros acudir a la informática.
Además de la seguridad de la tradición, hace posible la informática para los organistas un sinfín de combinaciones y registros personalizados.