Por sus actos revolucionarios y ser argentino ya lo llaman el “Che” Bergoglio.
Inició un cambio revolucionario y ya lo llaman «el Che» Bergoglio. Rápidamente conquistó con su estilo frontal. Sus gestos y definiciones acaparan la atención, y la gente lo ama. Pero también se ganó enemigos en la curia romana. Pero el se ríe cuando le dice que lo llaman «populista» o «demagogo sudamericano».
El Papa encara la reforma a Curia: nombrará nuevo «primer ministro». Es inminente la designación del cardenal Giuseppe Bertello como Secretario de Estado, en reemplazo de Tarcisio Bertone. El objetivo es hacerla más eficaz y, sobre todo, al servicio del Papa, no de sí misma.
YA ESTA EL SUSTITUTO DE BERTONE
Francisco acelera su programa de reformas radicales en el gobierno de la Iglesia y sería inminente la designación del cardenal italiano Giuseppe Bertello, de 71 años, como nuevo Secretario de Estado, que equivale al de «primer ministro» del Papa argentino. Bertello es el gobernador de la Ciudad del Vaticano y apoyó la elección de Jorge Bergoglio como Papa en el cónclave que lo eligió el 13 de marzo pasado.
También es el único italiano en la comisión de ocho cardenales nombrados por Francisco para asesorarlo en las reformas del gobierno central de la Iglesia, escenario en los últimos años de fieras luchas por el poder entre facciones, que incluyen «corrientes de corrupción» y «lobby gay», como reconoció el mismo pontífice hace unos días.
Clarín mencionó ya dos veces a Bertello como principal candidato a ser el nuevo jefe operativo de la Curia Romana después del verano, pero los tiempos al parecer se han acortado y algunos vaticanistas sostienen que el 29 de junio, fiesta de los santos Pedro y Pablo, podrían anunciarse reemplazos con sabor a degüello en los grandes «ministerios» (dicasterios) de la Curia, junto con traslados y promociones.
El nuevo Secretario de Estado sustituirá al cardenal Tarcisio Bertone, que en diciembre cumplirá 79 años.
Los ocho cardenales del «consejo de la corona», cuyo coordinador es el hondureño Oscar Rodríguez Maradiaga, se reunirán con el Papa el 1° de octubre para poner en marcha una reorganización general de la Curia con fusiones, supresiones de organismos y creaciones de nuevos institutos para hacer más ágil y sobre todo más transparente el funcionamiento del gobierno central de la Iglesia.
El objetivo primario es terminar con las facciones en lucha, con medidas ejemplares.
Francisco dio la primera sorpresa haciendo nombrar como su Prelado en el IOR (Instituto para las Obras de Religión) el llamado banco del Papa, a monseñor Battista Ricca.
El Prelado es el número dos del IOR, signado por una vasta serie de escándalos desde que fue fundado en 1942 por Pío XII.
Monseñor Ricca es el director de la Casa de Santa Marta, el hotel interno del Vaticano donde se aloja Francisco desde el Cónclave que lo eligió Papa. También es el director de la Casa Internacional del Clero, situada en el centro de Roma, donde desde hace muchos años se alojaba cuando venía a Roma Jorge Bergoglio.
El Papa argentino es muy amigo y tiene absoluta confianza en monseñor Ricca, cuya misión de coordinación en el banco consistirá en mantener informado a Francisco de la situación interna del IOR y de la transparencia de las operaciones.
Jorge Bergoglio demostró al incluir al cardenal Bertello en el «consejo de la corona» de ocho cardenales que aprecia y tiene pro- funda confianza en el purpurado italiano para que lleve adelante la «limpieza de la Curia», que el mismo Bergoglio definió como un programa antes de partir de Buenos Aires para el Cónclave que lo eligió obispo de Roma y jefe de la Iglesia universal.
EN EL MARCO DE LOS PRIMEROS 100 DÍAS DE PONTIFICADO
El anciano y todavía muy influyente cardenal conservador Camillo Ruini, que fue vicario en Roma de Juan Pablo II y Benedicto XVI, se ríe cuando le cuentan que los enemigos que acumula en la Curia Romana el nuevo Papa argentino, lo llaman «el Che Bergoglio», además de «populista» y » demagogo sudamericano». Ahora que el próximo miércoles Francisco llegará a los cien días de su pontificado que está revolucionando a la Iglesia, determinado a hacer los grandes cambios sin laceraciones, llega la hora de un primer balance.
En los últimos días Jorge Mario Bergoglio, de 76 años, ha puesto el acelerador y las novedades saltan como chispas. Admitió y a la vez denunció en un encuentro con religiosos latinoamericanos que en la Curia, el gobierno central de la Iglesia, hay una «corriente de corrupción» y que sí, es cierto, «existe un lobby gay y está ahí» También anunció que está por salir una absoluta novedad. Una encíclica escrita a cuatro manos con su predecesor Benedicto XVI. «Recibí su gran trabajo y lo he llevado adelante», dijo. Primera vez que hay dos Papas y que conviven casi bajo el mismo techo en la pequeña ciudad estado del Vaticano de 44 hectáreas. Primera vez que el pontífice efectivo adjudica al Papa emérito el mérito que le corresponde en la confección de la encíclica sobre la fe. Bergoglio, eso sí, ya está preparando una encíclica toda suya sobre la pobreza, el tema que caracterizará todo su pontificado junto con el renovado impulso a la evangelización, que ya está acercando a millones de fieles entusiasmados con el estilo y los contenidos de la Iglesia de Francisco. De paso hay que anotar que el Papa argentino es por lejos la figura más popular en Italia.
La gente le cree y lo compara con los políticos y gobernantes de la casta, tan desprestigiados.
Jorge Bergoglio también inició una «reforma radical» en el IOR, el Instituto para las Obras de Religión, con una historia de escándalos de corrupción. Ayer designó a monseñor Battista Ricca, director de la Casa Santa Marta y un hombre de su absoluta confianza, como número 2 del banco oficioso de la Santa Sede.
Francisco se reunió también con los episcopales que coordinan la Secretaría Permanente del Sínodo Mundial de Obispos, el «parlamento» que quiso el Concilio Vaticano II para cooperar con el Papa en el gobierno de la Iglesia. Aquella sana aspiración nunca se concretó porque ocurrió lo contrario. Roma, los Papas y la Curia apretaron las clavijas de la centralización.
Fue en los sínodos a caballo entre fines de los »90 y comienzos del nuevo siglo que Jorge Bergoglio fue descubierto. En 2002, Sandro Magister, de L»Espresso , profetizó: «Si hubiera hoy un Cónclave el cardenal de Buenos Aires recibiría una avalancha de votos».
En su encuentro de la semana pasada con los episcopales de la secretaría del Sínodo, Francisco les reiteró que quiere reforzar la colegialidad y crear una especie de «consejo permanente» de obispos a partir de la asamblea mundial para facilitar la cogestión.
Si sumamos el nombramiento del «consejo de la corona» de ocho cardenales a comienzos del pontificado, para ayudar al Papa argentino a reformar la Curia Romana, hasta ahora un potro indomable que empujó a la renuncia a Benedicto XVI, las instituciones de una nueva era en la Iglesia mundial tienen bases firmes. Los cardenales se reunirán el 1 de octubre, pero ya sesionan continuamente por separado con Francisco.
Son charlas informales, concretas, que a veces ni son anunciadas entre las actividades del pontífice. Como tampoco hay noticias de los encuentros que con frecuencia el Papa argentino mantiene con Joseph Ratzinger, su predecesor, a quien consulta con respeto y afecto. Basta una caminata discreta de unos cientos de metros o un paseo en auto por los jardines vaticanos desde la Casa de Santa Marta, donde se aloja Francisco, para llegar al ex convento donde reside Benedicto XVI.
En el centro de las preocupaciones se desarrolla la decisión de acelerar la reforma del paralizante gobierno central de la Iglesia. «Hay que limpiar la Curia», dijo el cardenal Bergoglio poco antes de partir de Buenos Aires para no volver, porque fue elegido Papa, obispo de la Urbe y jefe de la Iglesia Universal.
Pero la prioridad que Francisco está realizando en estos tres meses de «precalentamiento» de su pontificado erizado de dificultades por las resistencias de los que no quieren que nada cambie, es impulsar unareanimación purificadora, espiritual, del anuncio más eficaz de Cristo y los Evangelios.
El Papa argentino ha logrado en un plazo muy corto dar vuelta totalmente la imagen de desprestigio que predominaba en la Iglesia. Desató una revolución mediática que ha logrado que los medios de comunicación, hostiles a una realidad dominada por los escándalos y las luchas intestinas en la Curia Romana, se hayan convertido a la admiración cotidiana de la acción de Jorge Bergoglio y a la certidumbre de que la renovación está en marcha.
El lenguaje sencillo y directo, que pone en el centro la misericordia, la solidaridad, la comunicación con Dios y Jesucristo que «no se cansan de perdonar» a los pecadores «que somos todos», pero nunca a los corruptos; el ataque a los explotadores de los pobres y los indefensos, ha creado un nuevo clima que atrae multitudes a la plaza de San Pedro, reabre los confesionarios en las parroquias y a las misas devuelven a muchos que se habían alejado.
Francisco convence porque todos los días se conocen nuevas anécdotas de su extrema sobriedad de vida, que se remonta a muchos años. Pero ¿cuál es la ideología de Bergoglio, su teología?
El cardenal Ruini, prominente seguidor de una línea religiosa y cultural muy conservadora, contó hace poco que «estudié hace años la teología argentina, especialmente del jesuita Juan Carlos Scannone».
Scannone, de 81 años, a quien se considera el más importante teólogo argentino viviente, ha sido profesor y subordinado de «Jorge Mario», como lo llama con afecto, en la orden de San Ignacio de Loyola. En una entrevista sobre «el Papa venido del sur», que le hizo la revista progresista católica El Reino , de Bolonia, explicó las claves de esta teología argentina, «que es una línea de la Teología de la Liberación». Como esta doctrina que agitó a la América Latina en el pasado y fue severamente reprimida en los años »80 por Roma, «liga praxis histórica y reflexión teológica, recurre a la mediación de las ciencias sociales y humanas».
El padre Scannone explicó que «privilegia un análisis histórico cultural respecto al análisis socio-estructural, de tipo marxista», como principal diferencia. La evangelización «ha contribuido a forjar la teología argentina que se manifestaba sobre todo en el catolicismo popular», en las categorías de «pueblo» y «antipueblo», que «reconocía las injusticias pero poniendo el acento en la unidad del pueblo más que en el conflicto, como hubiera ocurrido usando el concepto de clase». La » teología del pueblo», a la que adhiere el Papa argentino «destaca la importancia de la cultura, de la religiosidad y de la mística popular, afirmando que los intérpretes más auténticos y fieles son los pobres con su espiritualidad tradicional y su sensibilidad por la justicia».
Esta sensibilidad es la que explica cómo el arzobispo de Buenos Aires recorría los suburbios porque «esta reflexión alimenta la pastoral en los barrios populares y las villas miseria».
Desde que ha sido elegido obispo de Roma, el título que más le gusta, Francisco ha seguido el camino de su gestión pastoral en Argentina y de sus propuestas en los Sínodos y en las reuniones preparatorias de los cónclaves de 2005 y marzo pasado, que terminaron por convencer a una amplia mayoría de cardenales que era él quien debía conducir los cambios indispensables para restablecer y renovar la reputación en crisis de la Iglesia.
Carlos Custer, ex embajador de Argentina ante la Santa Sede, dijo que «un Papa humilde y austero no sólo hace bien a la imagen de la Iglesia sino que se convierte en un modelo para obispos, sacerdotes, religiosas y laicos. Su preocupación por los pobres, que no es de ahora, resulta también un ejemplo y una clara »opción preferencial» para la Iglesia: »una Iglesia pobre al servicio de los pobres», como dijo Francisco».
Fuentes: Valores Religiosos, Signos de estos Tiempos