Entre la guardia vieja macielista y la refundación.
Modificar las líneas de mando y las influencias es una tarea difícil en cualquier institución, porque el término medio entre la destrucción de la institución y la permanencia con los viejos vicios no es fácil de conseguir, porque nadie renuncia al poder fácilmente.
Según trascendidos, el Vaticano teme que los protegidos del fundador Marcial Maciel impongan al nuevo líder en la próxima asamblea donde se decidirán los estatutos luego de la intervención papal.
¿Francisco aprobará los estatutos y dará a la Legión un visto bueno? ¿Hará algún tipo de cláusula que prolongue la supervisión del Vaticano una vez que De Paolis se vaya?
Durante el mes pasado hubo varios retrocesos en el proceso de la legión para reformarse mediante la elección de un nuevo dirigente, con lo que terminará la supervisión del Vaticano que duró tres años. Pero aunque la Legión quiere mostrar una nueva cara, sus más altos directivos siguen hablando con nostalgia y veneración de Maciel, quien violó a varios seminaristas, tenía tres hijos y fue definido como alguien «carente de escrúpulos y auténtica vocación religiosa» por los investigadores designados por el Vaticano para indagar los abusos de los que se le acusaba.
Si con esto no se puede, significa que se reducen las posibilidades de éxito para una reforma drástica de la Legión como lo desea el Vaticano y plantean el interrogante de qué hará el pontífice con la otrora poderosa y acaudalada congregación una vez que termine el mandato del enviado papal.
El antecesor de Francisco, Benedicto XVI, se hizo cargo de la Legión en 2010 y nombró a un cardenal para dirigirla luego de que los investigadores encontraron que la orden necesitaba «purificarse» de la influencia de Maciel.
Sin duda se han logrado ciertos progresos durante la regencia vaticana sobre la orden. La Legión reescribió sus estatutos, dio a conocer estadísticas de casos de abuso sexual y sacerdotes respetados pidieron perdón a las víctimas de Maciel por ignorarlos y difamarlos. Pero las elecciones recientes demostraron que los miembros de la congregación votaron a favor del orden tradicional.
Esa mentalidad provocó que decenas de sacerdotes desilusionados y cientos de seminaristas y consagrados salieran de la Legión: el sábado se ordenaron 31 nuevos ministros, la mitad de los que se ordenaban hace unos tres años.
El mes pasado, Deomar de Guedes, el consejero gobernante de orientación reformista, anunció no sólo que renunciaba a su puesto sino que abandonaría a la congregación, un golpe importante que ocurre antes de la asamblea del 8 de enero en la que se aprobarán los estatutos y se elegirá a un nuevo superior.
En su carta de despedida, De Guedes dijo que no tenía fuerzas para seguir, pero el vocero de la Legión, el sacerdote Benjamín Clariond, dijo que a menudo De Guedes estaba en la «minoría», que pedía cambios más rápidos y profundos y que eso era una fuente de «tensión» para él.
«Sabemos que la reforma ha sido lenta hasta ahora», dijo Clariond en un correo electrónico. «Eso se debe a que tratamos de hacer cambios que no sean sólo cosméticos sino que resuelvan las causas de los conflictos. Eso toma tiempo».
Pero tras la asamblea, cuando concluya el mandato del delegado papal, el cardenal Velasio de Paolis, habrá varias preguntas que el papa Francisco deberá responder.
¿La Legión ha abandonado las prácticas de culto que los obispos franceses denunciaron recientemente en una carta a las víctimas de abuso sexual? ¿Francisco aprobará los estatutos y dará a la Legión un visto bueno? ¿Hará algún tipo de cláusula que prolongue la supervisión del Vaticano una vez que De Paolis se vaya?
Francisco ha dicho que la asamblea de la Legión no es el fin de la reforma sino un «paso» más de ella.
Fuentes: Agencias, Religión Digital, Signos de estos Tiempos