Opciones que comprometen.
La actitud del Comité de la ONU sobre los Derechos del Niño, que el 5 de febrero no se quedó sólo en protestar por las supuestas deficiencias de la Santa Sede en la respuesta a la crisis de los abusos sexuales por sacerdotes, sino que se extralimitó pidiendo que la Iglesia revise su posición sobre el aborto y la sexualidad, está llevando a comentaristas católicos a interpretar el hecho. Un comentario inteligente fue realizado por el conocido George Weigel.
La ponencia de Weigel es que la ambición de la Santa Sede de ser un jugador político le ha llevado a firmar documentos, como la Convención de la ONU sobre los Derechos del Niño en 1990, que se han convertido en una trampa y un engaño, pues aceptó algunos términos contradictorio con su doctrina, y que le arriesgan a exponerse a mayores críticas.
No hace falta ser un teórico de la conspiración para entender que el informe del Comité tiene mucho menos que ver con la protección de los jóvenes de la pedofilia que con deplorar la ética sexual católica. Al punto que Weigel describe el comportamiento de los burócratas internacionales como desvergonzado.
Entonces se pregunta:
“¿Por qué la Santa Sede y la Iglesia Católica, se exponen a este tipo de ataque? ¿Por qué, la Santa Sede firmó la Convención sobre los Derechos del Niño de 1990, que en numerosos puntos no está sincronizado con la comprensión católica de la vida familiar, la relación entre padres e hijos, y la naturaleza de la crianza de los hijos?”
Y su respuesta es que:
“Demasiados funcionarios del Vaticano siguen pensando de la interfaz de la Iglesia con la política mundial, como si la Santa Sede fueron los Estados Papales, una entidad política europea de clase B, tratando incidir por encima de su peso en la diplomacia internacional”.
“Y si usted está pensando en ese marco, se vuelve importante firmar este, aquel o el otro instrumento jurídico internacional ideado por la ONU que afirma que usted es un jugador. Al firmarlo dice que usted está en el juego”.
Y define que esta no es la fortaleza de la Iglesia Católica:
“Sin embargo, las últimas cuatro décadas han demostrado que la capacidad de la Santa Sede para dar forma a la política mundial viene, no de jugar el juego de las reglas convencionales, sino de elevar argumentos morales y apelando a las poblaciones, que no quieren que sus representantes en foros internacionales rindan pleitesía a la corrección política de la ONU”.
“En todo el mundo, la Iglesia Católica se ha desenredado de la cautividad babilónica del establishment legal. La Iglesia no busca la «bendición» del Estado, sino que simplemente pide (y si es necesario, exige) que el Estado permita que la Iglesia sea si misma”.
“Ese fue el enfoque que finalmente marcó la diferencia en la Conferencia de Población de la ONU de 1994 en El Cairo y la Conferencia de Naciones Unidas de 1995 sobre la Mujer en Beijing”.
Fuentes: First Things, Signos de estos Tiempos