Con el regreso de occidente a Cristo.
Frente a las atrocidades del Estado Islámico en Irak y Siria no sirven nuevas cruzadas, aunque incluso un diálogo sin respeto a la verdad histórica es una ficción hipócrita.

 

Abu Bakr al Baghdadi califa del estado islamico

 

Las atrocidades del «califato islámico» en Irak y Siria han sacudido a occidente, que en su crisis política-económica-religiosa- moral se vuelve cada vez más indiferente a lo que ocurre en países vecinos y a los miles de refugiados desesperados.

Desde que el naciente ISIL (Estado Islámico de Irak y el Levante) gana en Siria e Irak una base territorial amplia, estableciéndose con violencia demoníaca contra los que no se convierten al Islam sunita, obligando a los Estados Unidos y algunos países europeos a intervenir, parece que la opinión pública occidental está tomando conciencia de cuanto odio tienen los espíritus fantasmas de pesadilla que agitan la bandera de color negra; odio no sólo contra los cristianos, sino contra Occidente y nuestra forma de vida, lo que ellos ven como un enemigo mortal del Islam, ya que destruye los fundamentos de la religión coránica con el desarrollo económico liberal y el estado de bienestar, la democracia y los derechos humanos y de las mujeres, la ciencia y la tecnología, la alfabetización universal, la libertad de prensa y de costumbres, y así sucesivamente.

La civilización islámica se basa en la obediencia irracional a Dios (por supuesto, el Dios del Islam), que el hombre occidental construye agregando su razón, su libertad, sus derechos. Nuestra civilización, que tiene profundas raíces cristianas, cree que puede prescindir de Dios.

Actualmente el Islam significa dependencia de Dios sin razonar, y Occidente significa el desarrollo humano sin Dios, el secularismo, el ateísmo práctico, «la moral laica», la primacía absoluta de la conciencia individual que ignora a Dios y Jesucristo, y así sucesivamente.

Si este análisis es correcto, o al menos plausible, también indica cómo hacer frente a la amenaza del Islam radical en Occidente, que se está extendiendo no sólo en el Medioriente sino también en Nigeria, la República Centroafricana, Mali, Libia , Sudán, Mauritania, y amenaza a los gobiernos de Egipto y Argelia.

La historia reciente nos muestra algunas cosas:

1) la guerra no resuelve nada, en realidad empeora la situación (ver las dos guerras en Irak); quien espera una nueva cruzada y un nuevo Lepanto no tiene en cuenta los mil millones 300 mil musulmanes, que si son atacados regresarán unidos contra Occidente;

2) la reforma del Islam vendrá de la formación de los pueblos islámicos a través de la educación y la libertad, de la investigación histórico-crítica de las fuentes islámicas, para contextualizar el Corán y a Mahoma al mundo moderno, como se hizo en la Iglesia a través de los Concilios y de los 265 papas que la guiaron;

3) Occidente puede ayudar a este proceso de maduración, con la ayuda de los refugiados y de los perseguidos, el diálogo con los musulmanes «moderados» y los musulmanes en Occidente, el respeto a la verdad en la descripción de las atrocidades de la guerrilla y los terroristas islámicos, denunciándolo en la raíces coránicas e históricos del Islam, como el exterminio de los Judíos se atribuye a la ideología racista de los nazis. El diálogo sin respeto por la verdad histórica se convierte en un pretexto hipócrita que no convence a nadie.

4) Lo más importante, si Occidente quiere hablar y enfrentar el desafío del Islam, debe volver a Cristo. La civilización que los cristianos habían fundado, ahora no satisface a nadie, ni siquiera a nuestro pueblo que la fundó. Es una civilización sin alma, sin esperanza, sin hijos y sin alegría, que son signos de demasiados fracasos de una sociedad sin Dios. Aún no se ha dado cuenta de que los Diez Mandamientos y el Evangelio son las directrices que Dios nos ha dado a los seres humanos creados por él, para vivir una vida que conduce a la paz, la fraternidad y la solidaridad, el desarrollo auténtico, la justicia y la paz (véase la Populorum Progressio). Si Occidente no recupera sus «raíces cristianas» y lo convierten en el fundamento de su vida y su cultura, seguirá en el camino de la guerra y la autodestrucción de nuestros pueblos.

Fuentes: Padre Piero Gheddo, Signos de estos Tiempos

 

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