La forma moderna de hacer rendir los recursos del sistema sanitario.
El mundo desarrollado avanza a pasos veloces al quiebre de sus estructuras sanitarias, porque cada vez hay mas viejos para atender la salud y menos gente que trabaja, debido al envejecimiento de la población producida por la lógica occidental del control de la natalidad. Los recursos escasean y hay que ordenar propioridades, y por tanto la sociedad se enfrenta a decidir a quienes debe priorizar en la atención médica, y el eslabon más debil, los viejos que consumen mas servicios de salud que los jóvenes y no producen, sean los perdedores.
Hace unos días el Gobierno de Su Majestad ha presentado un proyecto de ley que busca eliminar o restringir la atención sanitaria a las personas de edad avanzada que han vivido lo suficiente y que recibieron atención apropiada en el curso de su existencia. Seguir cuidando de ellos con medicinas y visitas sería un despilfarro de dinero público. Al final, es mejor el abandono terapéutico cuando el anciano ya no es «un beneficio para la sociedad en general» – así reza el proyecto – no sólo porque ya no es capaz de producir, sino también porque consume muchos recursos.
LOS ESFUERZOS DE LA SOCIEDAD SÓLO SOBRE EL QUE VALE LA PENA
Los criterios establecidos en esta propuesta no es nueva, ya la había acuñado el jurista y filósofo Jeremy Bentham (1748-1832). Bentham sostuvo que los esfuerzos deben perseguir «la mayor felicidad para el mayor número de personas», aun a costa del sacrificio de algunos para el beneficio y la «felicidad» de muchos.
En esta perspectiva, las medicinas y terapias se deben dar al paciente sólo si el acto vale la pena. Así que alguien con razón habló de «el valor social de la medicina», valor dado en beneficio de la sociedad y de los costes sociales y no orientada a las personas al final de la vida. Si el presupuesto está en números rojos hay que ocuparse de la situación del personal sanitario redundante. Es la vieja idea de que tú vales por lo que haces o tienes, no por lo que eres.
Esto hace eco de un proyecto de ley similar hecho por Obama hace unos años: en tiempos de crisis los recursos son pocos, por lo que es mejor invertirlos en aquellos temas que den retorno, orientados a los que son capaces de trabajar (el mismo criterio para los campos de concentración que terminaron en en las cámaras de gas de los nazis). Curiosamente, Obama quería ayudar a los que tenían menos necesidad de ayuda y en su lugar dejar en la calle al que merecía más atención. Un extraño giro del principio de solidaridad.
EUGENESIA POR RAZONES PRESUPUESTARIAS
El Reino Unido está siendo testigo de una nueva variante de la eugenesia, la eugenesia de Estado promovida por razones presupuestarias, lo que tiende a “tirar de la torre” a una porción de los humanos que ya no son sostenibles, no son más amigables con el medio ambiente para las arcas del Estado.
Pero también es una variación sobre el tema de la «eutanasia», un presagio de esto, una variante suave que el estado de bienestar es para los que pueden trabajar y no producen costos adicionales.
El proyecto de ley se ve afectada por la lógica del sistema Liverpool, un protocolo clínico presente inicialmente en un hospital de Liverpool y que luego se extendió a otras estructuras, pero que ya no está en vigor, que incluía la abstención de atención a los enfermos terminales.
LA ADORACIÓN DEL PRINCIPIO DE UTILIDAD
El proyecto de ley no sale de la nada, como una idea extraña de parlamentarios progresistas, sino que tiene sus raíces en una concepción de la bioética en particular que se basa sólo en el principio de la utilidad y en la expectativa de vida: mejor dar preferencia a los jóvenes que a alguien que tiene sus horas contadas.
John Harris, profesor de bioética en la Universidad de Manchester y un partidario de la eutanasia infantil, dice en un artículo de 1970 (El valor de la vida, una introducción a la Ética Médica) que a todo el mundo se debe garantizar una «cuota justa de vida», que se estima en 70 años. Aquellos que logran superarla «deben tener en cuenta los años adicionales como una especie de bono», por lo que si le quitas la oportunidad de vivir más tiempo no se puede argumentar injusticia porque «una vez que se alcanza el umbral [70 años] se ha cumplido su derecho».
Un cronómetro es la hermosa idea de Harris. De ello se sigue con la lógica implacable que entre dos «candidatos» a la supervivencia, si los recursos no nos permiten satisfacer las demandas de ambos, debemos dar prioridad a la que tiene mayores expectativas de vida, al que acaba de comenzar su estancia terrenal. Así, la elección es siempre por el joven.
No hace falta decir que, estrictamente hablando, también se debe tener en cuenta a aquellos jóvenes que, con su estilo de vida poco saludable – exceso de alcohol, comida, tabaco, y drogas y nada de deportes y verduras – erosionan partes significativas de su existencia, con el consumo irresponsable de su esperanza de vida y atacan de manera perniciosa su longitud. ¿Por qué dar perlas a los cerdos restándolas a aquellos que llevan una vida virtuosa? Así, por ejemplo, un emisario del Ministerio de Salud puede reportar su nombre a las autoridades competentes por lo que puede usted verse en la lista de clientes superfluos.
Cómo dice con brillo Harris no mas «larga vida» – tal vez porque en suelo inglés pronto será prohibido este deseo – sino permanecer en perfecto estado de salud, hasta que el tic-tac de la alarma del abandono terapéutico suene, a los 70 años.
Fuentes: La Nuova Bussola Quotidiana, Signos de estos Tiempos