Cómo abrir el ojo al mundo sobrenatural que nos rodea para descubrir la mirada de Dios. 

La vista natural o terrenal no percibe el mundo espiritual que nos rodea, que es el mundo real, no una fantasía.

Esta realidad oculta a nuestros ojos la vemos únicamente con el ojo del entendimiento que nos da Dios, cuando se lo pedimos y lo mantenemos abierto.

Lo cual nos permite ver las cosas desde la perspectiva de Dios, o sea ver las cosas como Dios las ve.

Porque a los ojos de Dios las cosas se ven de manera muy diferente a como las vemos nosotros.

Pero puede suceder que este ojo espiritual que se nos abrió se cierre, parcialmente o totalmente.

Aquí hablaremos sobre cómo pedir a Dios que te abra el ojo del entendimiento y cómo mantenerlo abierto a través del tiempo.

Al principio Adán y Eva tenían abiertos los ojos del entendimiento, pero se les cerraron al desobedecer la instrucción de Dios.

De modo que cuando depositamos nuestra Fe en Dios, el Espíritu nos permite ver las maravillas obradas por Él.

Pero debemos ser obedientes y perseverantes para mantener abierto el ojo del entendimiento, y eso viene por tener abierto el ojo de la fe.?

Es el ojo de la Fe lo que nos mantiene enfocados en Dios. 

“La Fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”, dirá San Pablo en Hebreos 11:1. 

Y Jesús dirá, “Bienaventurados los que no vieron y creyeron”, Juan 20:29.

Por lo tanto estamos destinados a mirar las cosas que no se ven con los ojos del entendimiento de la fe, porque como escribió San Pablo “lo que se ve es transitorio, pero lo que no se ve es eterno”, 2 Corintios 4:18. ?

Para mantener abierto el ojo del entendimiento de la Fe es increíblemente importante que sepamos y entendamos completamente quiénes somos.

Somos la creación especial de Dios. 

Él nos ha hecho a cada uno de nosotros a Su imagen y semejanza, en libertad y amor.

Y nos ha invitado a pasar toda la eternidad compartiendo Su gloria y bienaventuranza, en comunión con Él en el Cielo.

Es increíblemente importante que sepamos y entendamos completamente dónde estamos y por qué estamos aquí.

Estamos en la Tierra como parte de la creación de Dios. 

La Tierra es nuestro lugar de peregrinaje, no es nuestro hogar. 

A medida que experimentamos este lugar, debemos llegar a conocer y amar a Dios de manera más auténtica, sirviendo y amando a los demás.

Es increíblemente importante que sepamos y entendamos completamente dónde está el Cielo y cómo llegar allí.

Como creación única de Dios renacida por la Fe, somos discípulos de Jesús y miembros del Cuerpo Místico de Cristo, por el bautismo. 

Lo seguimos a Él, y Él nos conduce a través de esta vida a nuestro hogar eterno.

Es increíblemente importante que sepamos y entendamos completamente que vivimos en un mundo que a veces es oscuro y peligroso. 

Que en un momento todo puede cambiar y nuestra vida terrenal puede terminar.

Que el mundo está lleno de pecado y violencia, y que es elección de la humanidad, no voluntad de Dios. 

Y que Dios nos llama a elegir siempre lo bueno y evitar lo malo. 

Sin embargo, con demasiada frecuencia vemos odio y violencia hacia los demás, perpetrados por quienes afirman actuar según la voluntad de Dios.

Es increíblemente importante que sepamos y entendamos bien a quién debemos temer.

Jesús nos advierte específicamente sobre qué temer y qué no temer.

«No temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; más bien temed a aquel que puede hacer perecer tanto el alma como el cuerpo en el infierno”, Mateo 10:28. 

Es increíblemente importante que sepamos y entendamos claramente en quien poner nuestra confianza.

Jesús nos recuerda poner nuestra confianza en Dios, reconociéndolo como el Señor.

Y que si lo hacemos, todo estará bien.

Estas motivaciones que abren el ojo de la fe, se basan también en señales objetivas como:

– la gloriosa resurrección de Cristo, que es un signo definitivo de su divinidad y prueba de la verdad de sus palabras;

– los milagros de Cristo y de los santos;

– el cumplimiento de las profecías hechas sobre Cristo o por Cristo mismo presentes en los pasajes de la Biblia;

– la excelencia y elevación de la doctrina cristiana;

– la propagación y la fecundidad histórica de la Iglesia, más allá de sus pecados y épocas de apostasía.

Sin embargo, la mayoría de nosotros cerramos el ojo a la Fe, especialmente en tiempos de gran angustia.

Pasamos por temporadas en que nuestra Fe languidece.

Y cuando te sucede, desprecias tu propia debilidad y quieres volver a la pasión que una vez experimentaste.

Renuevas tu resolución y prometes volver a encarrilarte. 

Pero la mayoría de las veces vas bien por un tiempo, pero luego llega el desaliento y se come a tu resolución.

Y puede llegar hasta que tu ojo de la Fe se cierre por largos períodos o para siempre. 

Por eso el clamor de los cristianos es “Señor aumenta nuestra Fe», o sea mantener abierto nuestro entendimiento por el ojo de la Fe.

Es que sentimos que nuestra Fe nunca alcanza, es frágil, escurridiza. 

A veces no sentimos que Dios nos escucha, ni que Él nos responda.

Pero es la Fe la que nos debe decir que Jesús nos escucha y que Él nos habla.

Si supiéramos tener permanentemente abierto el ojo de la Fe, siempre encontraríamos a Dios y tendríamos resueltos nuestros problemas.

¿Y cómo hacerlo?

La Fe es un don gratuito de Dios, accesible a cuantos lo piden humildemente y con un corazón sincero.

Lo que mueve al creyente a creer es su voluntad de creer, aunque siempre como consecuencia de un acto de gracia de Dios.

Pero la fe no es un sentimiento, sino una decisión del hombre, esto hay que tenerlo bien claro. Tener fe es una decisión.

Es la respuesta que cada uno le da a la promesa de Dios, “Yo estoy junto a la puerta y llamo: si alguien oye mi voz y me abre, entraré en su casa y cenaremos juntos” dice Apocalipsis 3: 20.

Oigo su voz, tomo la decisión abriendo la puerta, y Él entra en mi corazón, transformando mi vida y dándome Su entendimiento.

Y esto comienza con la profesión de Fe “Creo en Dios”, porque es la fuente de todas las demás verdades sobre el hombre y el mundo.

La confianza que permite tener abierto el ojo de la fe, se da cuando mantienes la seguridad en la promesa de Dios.

No por la esperanza de que Dios haga lo que pides, sino porque tienes la convicción de que Dios te hizo una promesa.

Es esperar a recibir lo que Jesús te prometió.

Es una certeza que supera la lógica y una total seguridad de que Dios va a actuar a través de una palabra o una acción.

Por lo tanto la Fe es confianza en Dios, en Su palabra, en Sus promesas, en Su provisión, en el carácter moralmente correcto de Sus pedidos y sus mandamientos.

Y para tener abierto el ojo de la Fe debes creer que Dios está presente en tu vida en todo momento, que quiere hacer cosas buenas para ti, que Él puede hacerlo, y que lo está haciendo y lo hará aún más, aunque pueda permanecer velado a tu limitada comprensión.

Bueno hasta aquí, lo que queríamos hablar sobre cómo se abre nuestro ojo de la Fe y cómo mantenerlo abierto aún que pases por duras pruebas.

Y me gustaría preguntarte si has experimentado períodos en que has tenido una fe más fuerte que en otros y que has hecho en los casos de debilidad.

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