Laura Degan fue preparada durante 4 años e hizo su pasaje a los 7 años.

La vida de Laura Degan es extraordinaria y su breve pasaje por la Tierra ya está produciendo milagros.

Nació en 1987 y murió en 1994 en aroma a santidad, como suele decirse de una persona que vivió relacionada con el Cielo.

Se la oía a menudo conversando con su Ángel Custodio, con la Virgen María y el Niño Jesús.

Y cuando recibe la Eucaristía por primera vez, con sólo seis años de edad, se enamora hasta tal punto que obtiene poder comulgar cada día.

Esperaba con ansia la comunión y se impacientaba si el sacerdote tardaba; esa era su única queja.

Y luego de su muerte su habitación y su tumba se convirtieron en un lugar de peregrinación de laicos y sacerdotes.

Aquí hablaremos sobre la corta vida de Laura Degan y sobre cómo los que estaban al lado de ella, pudieron ver que estaba siendo asistida desde el cielo para hacer el pasaje.

Laura Degan nació el 13 de diciembre de 1987, día de Santa Lucía, en Cervarese Santa Croce, un pequeño municipio de cinco mil habitantes en la provincia de Padua, en Italia.

Era una niña vivaz, alegre, a la que le encantaba jugar, correr, saltar.

Apenas tenía dos años cuando en febrero de 1990 los médicos le diagnosticaron una enfermedad muy grave, un extraño cáncer en la cara.

Sus padres, terriblemente afectados por la noticia, deciden de inmediato ir al Santuario de San Leopoldo Mandic, conscientes de que su hija, además de los mejores cuidados médicos, tiene que ser encomendada a los cuidados celestiales.

Cuando llegan al convento de la Santa Croce en Padua, su madre Paola, acaricia el rostro de Laura justo en el lugar donde se había manifestado la enfermedad, con un trozo del hábito de San Leopoldo. 

Y la pequeña besa las sandalias del santo, expuestas como reliquias, y con las manos juntas reza al «abuelo Poldo» para que la cure.

Luego un amigo los llevará a Vago di Lavagno, a ver al hermano Vittorino Faccia, discípulo directo de San Juan Calabria.

Y durante la Adoración Eucarística llevada a cabo por el devoto fraile, Laura abandona los brazos de su madre y se dirige hacia el religioso, para que acaricie su rostro enfermo con la Custodia.

Todos se quedan sin palabras al ver una criatura tan pequeña correr al encuentro de Jesús. 

En el mismo febrero de 1990 Laura entra por primera vez al quirófano del servicio de cirugía pediátrica del Hospital de Padua.

Ese día la Virgen María se le manifestará.

Su madre obtiene el permiso de entrar con Laura al quirófano, y a pesar de la anestesia la niña no se duerme

Pero de repente deja de quejarse y, de manera totalmente inesperada, la pequeña le pide: «¡Mamá, cántame el Ave Maria!». 

Y gracias a la poderosa presencia de la Virgen, la madre y la hija encuentran la paz y Laura, por fin, se duerme.

En 1993 la pequeña se sometió a un trasplante de médula ósea. Y la familia y la pequeña se encomendaron a San Padre Pio de Pietrelcina 

Laura siempre le rezaba, y en las noches cuando no podía dormir escuchaba los casetes del Santo Rosario con la voz del Padre Pío. 

Después asiste a jardín de infantes, a clases de catecismo y aprende a leer y escribir.

El 8 de septiembre, fiesta de la Natividad de la Santísima Virgen María, la madre le pregunta: «Dime, Laura, ¿hoy hay fiesta en el Paraíso?». 

Y su hijita asiente con la cabeza con alegría y responde: «¡Sí, mamá! ¡Con el Pan de los Ángeles!». 

Y su madre se preguntaba ¿cómo era posible que una niña de sólo cinco años, pudiera tener tanto conocimiento de las cosas del Cielo?

Sin embargo la enfermedad siguió avanzando y la familia logra obtener del párroco la posibilidad de adelantar la Primera Comunión, que tanto deseaba recibir Laura.

Desde ahí Laura comulgaba todos los días, y siempre que le era posible iba con su madre a la Misa en la iglesia del Sagrado Corazón de Saccolongo. 

En 1994 fueron a Medjugorje dos veces y la noche antes de la segunda salida, Laura miró por la ventana y dijo que había un ángel allí afuera.

En Medjugorje conocieron a la vidente Vicka, quien les escribió, a los pocos días de que Laura muriera, que era un Ángel del Cielo.

Más adelante, cuando estaban en casa de unos amigos para rezar juntos el Santo Rosario, de repente la niña levantó los ojos al cielo y exclamó, «¡Veo un Ángel!».

Y diría que era pequeño como su hermanito Marco, rubio como su prima Gabriele, de pelo todo rizado, vestido de blanco y con alas transparentes.

Y desde entonces la escucharían muchas veces hablar con él.

Y cuando le preguntaban qué decían, ella respondía: «¡Tú hablas con tu Ángel, y yo hablo con el mío!». 

Y unos meses antes de hacer su pasaje, sus padres le preguntaron a Laura qué disfraz quería ponerse para el próximo Carnaval. 

Y la pequeña respondió de inmediato: «Me vestiré como un ángel».

Cuando ya no le fue posible ir a la iglesia, porque estaba postrada en cama, un sacerdote le llevaba la Eucaristía que la pequeña esperaba con ansias.

Y tan pronto como recibía la comunión se calmaba, mientras sostenía una pequeña estatua de la Virgen en sus pequeñas manos. 

Incluso se celebraría misa en su habitación en alguna oportunidad, porque ya se había convertido en un lugar sagrado.

El 1 de agosto de 1994 la oyen cantar con voz fuerte en el piso de arriba y cuando entran en la habitación encuentran a Laura en éxtasis, mientras canta el himno de la Virgen de Czestochowa, repitiendo sin cesar: «¡Deja que viva cerca de ti!». 

Y sólo al cabo de mucho tiempo se da cuenta de la presencia de su familia y pide que la dejen sola.

Y un par de días antes de su muerte sus padres oyen claramente la voz de Laura que susurraba: «Sí, sí, está bien, lo entiendo, está bien».

Y su madre le pregunta con quién estaba hablando. 

Con gran naturalidad, la niña entonces le explica que el Niño Jesús y la Virgen se habían sentado en su cama y le habían acariciado la frente porque sentía mucho dolor.

Le pregunta más sobre el contenido de la conversación que ha tenido con esas «extraordinarias» presencias celestiales. 

Y la pequeña responde que es un secreto, que no puede decirlo.

Lo que sí puede decir es que Jesús tenía unos cinco años y que la Virgen llevaba un vestido largo y gris. 

El 10 de septiembre, de repente, sucede algo insólito. 

Son las cuatro de la mañana y Laura pide recibir a Jesús. 

Implora a su familia: «¡Quiero la comunión! ¡Quiero la comunión!». 

En principio su familia piensa que se trata de un error de la niña, que al haber perdido la vista, ya no sabe cuándo es de día y cuándo de noche. 

Pero lo comprenderán más tarde, cuando a la mañana los padres llaman al párroco don Rino y, cuando llega, les regaña porque se da cuenta de la extraordinaria petición.

Laura, sólo puede recibir un pequeño fragmento de la Eucaristía, como un grano de arroz, en una cuchara, con unas gotas de agua. 

Don Rino consigue responder a tiempo el deseo de Laura, porque unas horas más tarde las condiciones de la pequeña empeoran enormemente, y por la noche la situación se agrava aún más. 

La pequeña parece que sabía que ya se iba a ir.

Luego de eso Laura aparece serena, como iluminada por una luz sobrenatural, abandonada y confiada en las manos del Padre. 

En esas pocas horas que le quedan de vida en la Tierra, en más de una ocasión se incorpora, se sienta en la cama y eleva los brazos al Cielo. 

En un signo evidente para todos de que estaba abrazando una presencia que la asistía y que la abrazaba primero.

Ya estaba haciendo el pasaje.

A las 13:50 del domingo 11 de septiembre de 1994 su madre levanta la mirada hacia el cuadro de la Dolorosa que está colgado en la pared, apoya una imagen del Padre Pío sobre la garganta de su hija, y hace la última oración por ella. 

Y en ese instante Laura exhala el último suspiro entre los brazos maternos.

Tras su muerte, el fenómeno devocional que había despertado la pequeña se acrecentó.

Mucha gente fue a visitar el lugar donde Laura pasó sus últimos días, y rezan y meditan cerca de su cama donde sufrió, o en el Cementerio. 

Entre ellos varios sacerdotes que se enteraron de la vida de Laura.

Algunos cuentan que la han soñado. 

Una mujer pidió su intercesión ante Jesús, por un embarazo difícil, que llegó a buen puerto. 

Y su mejor amiga se hizo recientemente monja de clausura y cuando se consagró eligió convertirse en Sor Laura, en memoria de Laura Degan.

Poco a poco, la historia de Laura Degan ha atraído el interés de un número cada vez mayor de personas, que se ha traducido, a lo largo de 25 años, en la publicación de varios libros dedicados a ella.

Incluso atrajo el interés de Juan Pablo II en su momento.

Bueno hasta aquí lo que queríamos hablar sobre la corta vida de Laura Degan y cómo el Cielo la fue asistiendo en esos años para el prematuro pasaje, que debía de hacer en medio de su enfermedad.   

Y me gustaría preguntarte si conoces o has sentido hablar de alguna persona a quien fueron preparando desde el Cielo para hacer el pasaje o no.

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