Los prodigios del Señor de la Misericordia para consolar a Su pueblo.

Nuestro Señor misericordioso se manifiesta consolando a su pueblo cuando se hace necesario y utiliza la naturaleza para hacerse visible.

Es en los momentos difíciles, que Él y Su Madre se hacen presentes con una palabra de esperanza para calmar nuestra angustia.

En 1847 la imagen del Señor de la Misericordia de Ocotlán apareció entre las nubes por 30 minutos, en un momento muy especial de la región.

Fenómeno que fue visto por una multitud de personas y fue aprobado por la Iglesia.

Y en el 2010 sucedió otro fenómeno prodigioso en la Imagen de Nuestro Señor de la Misericordia.

Cuando la corona de espinas seca, en una estatua de Nuestro Señor, produjo flores.

Estas dos manifestaciones del Señor de la Misericordia de Ocotlán, como todos los milagros, sólo pueden verse con los ojos de la fe, porque sin fe nada es un milagro.  

Aquí hablaremos sobre cómo sucedieron los dos milagros con el Señor de los Milagros de Ocotlán, la presencia de su imagen entre las nubes y el florecimiento de la corona de espinas.

A mediados de la década de 1840 la ciudad de Ocotlán en Jalisco, México, se había convertido en un lugar de vicio y licenciosidad.

La vida y costumbres de las gentes de Ocotlán, habían visto un gran deterioro, degradándose a tal punto, que crímenes y vicios de muy diversa índole, tanto como robos y asesinatos, tenían lugar a plena luz del día.

Pero sobre todo, los valores cristianos habían casi desaparecido, al punto que tanto la indiferencia religiosa y el libertinaje, sentaron su presencia en los corazones de los habitantes del lugar.

Pero todo eso cambió abruptamente el 2 de octubre de 1847.

El día sábado 2 de octubre de 1847 alrededor de las 7:15 de la mañana, un violento sismo tuvo lugar en aquella región, dando lugar a réplicas posteriores entre las 9:00 y las 10:00 de la mañana, tirando por tierra a la mayoría de los edificios y haciendo que el resto fuera inhabitable.

Hubo mucha miseria y muerte y los supervivientes en esta ciudad estaban en estado de shock.

Y a la mañana siguiente, bajo los rayos de un sol esplendoroso y el azul limpio del cielo libre de nubes, el vicario parroquial, padre Julián Navarro, se aprestaba a celebrar la Santa Misa en el cementerio de la Capilla de la Inmaculada Concepción, porque la iglesia estaba inutilizable. 

Había hecho saber con anterioridad, que la ceremonia tendría especial atención a los fallecidos del día anterior. 

Por esta razón, fieles de los pueblos vecinos también se hicieron presentes, llegando a sumar unas 2000 personas.

Y justo antes de su inicio, dos peculiares nubes blancas comenzaron a aproximarse la una a la otra, uniéndose en el cielo al noroeste y apareciendo la imagen de Nuestro Señor crucificado. 

Aquellos presentes en la ceremonia y vecinos de las ciudades aledañas, quedaron profundamente conmovidos ante la visión de semejante portento. 

Muchos comenzaron a hacer actos de contrición y clamaron perdón al Cielo suplicando, «¡Señor, ten piedad!»

Y entre los fieles que presenciaron el milagro estaban el padre Julián Martín del Campo, párroco de la comunidad, y Antonio Ximénez, alcalde de la ciudad. 

Ambos enviaron sendas cartas a sus respectivos superiores, narrando el evento había sucedido.

La carta del alcalde de Ocotlán, Juan Antonio Ximénez al gobernador del estado de Jalisco decía lo siguiente,

«Ayer, sábado 2, a las siete y media de la mañana, un fuerte terremoto, que duró más de cinco minutos, se sintió en esta ciudad. Sin embargo, no causó ningún daño.

Pero la réplica, ocurrida entre las nueve y las diez de la misma mañana, fue terrible.

En un instante, algunos de los edificios de la ciudad fueron derribados, y los otros fueron completamente destruidos o en peligro inminente de colapso».

Dijo que 46 personas habían sido halladas muertas, y no era posible saber con certeza el número de heridos que milagrosamente escaparon a la destrucción.

Pero el alcalde Ximénez continuó su carta diciendo,

«Esta mañana, 24 horas después de los desafortunados acontecimientos, la perfecta imagen de Nuestro Señor Jesucristo en la Cruz fue vista entre el Oeste y el Norte.

Formada entre dos nubes y duró media hora.

Tiempo en el cual más de 1500 personas que estaban en la plaza, cayeron de rodillas, realizando actos de contrición y clamando al Señor por su misericordia».

Lo que el alcalde describió se llamaría más tarde la aparición milagrosa del Señor de la Misericordia.

La imagen fue descrita por los diversos testimonios desde una nubosa formación entre las nubes en forma de cruz, hasta una imagen perfecta y resplandeciente de un Cristo crucificado.

Cuya cara era una expresión que combinaba amor y tranquilidad.

Se decía que la imagen se había movido hacia el noroeste antes de desaparecer lentamente.

La gente en las áreas rurales circundantes también reportó haber visto la imagen de Jesús en las nubes.

La noticia de este milagro se extendió por toda la región y Ocotlán se convirtió en el foco de peregrinaciones, para las personas que querían venerar al que se llamaba el Señor de la Misericordia.

En 1875 se construyó una nueva iglesia para honrar esta manifestación de Jesús, y luego se expandió aún más hasta el complejo de la basílica que existe en Ocotlán hasta el día de hoy.

El 29 de septiembre de 1911, el Cardenal José de Jesús Ortiz y Rodríguez, Arzobispo de Guadalajara, firmó un documento en el que se reconocían los testimonios escritos de 1897 y se proclamaba el acontecimiento de 1847 como «El milagro de Ocotlán».

En su pronunciamiento, el cardenal escribió:

«Debemos reconocer como hecho histórico, perfectamente probado, la aparición de la bendita imagen de Jesucristo Crucificado…

Y que no pudo haber sido obra de una alucinación o fraude, ya que ocurrió a plena luz del día, a la vista de más de 2000 personas».

Además, el Cardenal Ortiz y Rodríguez estableció una fiesta formal para reconocer a Nuestro Señor de la Misericordia.

Estableció que los habitantes de la ciudad debían reunirse, después de purificar sus conciencias con los santos sacramentos de la Penitencia y la Sagrada Comunión, año tras año, para celebrar el aniversario del 3 de octubre.

Y al año siguiente 1912, comenzó la fiesta formal del Señor de la Misericordia, que se inicia el 20 de septiembre y termina en la fecha de la aparición 3 de octubre, o sea un total de 13 días de celebración, contemplación y contrición.

El milagro en Ocotlán suele considerarse la primera y única aparición legítima de Jesús en el cielo, a la vista de miles de personas, que ha habido en todo el mundo, aprobada por la Iglesia.

Aunque los escépticos han dicho que las nubes forman imágenes que hacen acordar a figuras familiares todo el tiempo y la gente le atribuye un significado donde no lo hay.

Esto se llama Pareidolia, que es la tendencia de la percepción a imponer una interpretación significativa sobre un estímulo nebuloso, generalmente visual, para asimilarlo a un objeto conocido. 

Sin embargo los eventos milagrosos de Nuestro Señor de la Misericordia no quedan aquí.

En diciembre de 2010, equipos de televisión de toda Latinoamérica llegaron a la ciudad de Ocotlán para cubrir lo que la gente de toda la región estaba considerando otro milagro.

En la Basílica de Nuestro Señor de la Misericordia algo inusual sucedía en el crucifijo principal detrás del altar.

De la corona de espinas en la cabeza de Jesús comenzaron a brotar flores.

La corona, que había sido hecha de una espinosa planta desértica que había sido retorcida en un círculo, fue retirada inmediatamente de Jesús, cuando el padre Miguel Ángel González notó un brote que había aparecido en la parte posterior de la corona, a principios de noviembre de 2010.

Y había sido puesta bajo el cristal y vigilada por cámaras de seguridad.

Cuando los equipos de televisión filmaron el objeto sagrado, tenía varias flores de color rosa, como trompetas, que salían de la corona y algunos otros brotes verdes con hojas.

Fieles de la ciudad de Ocotlán y los alrededores formaron cola para ver la corona, porque las flores parecían muy especiales una semana antes de Navidad.

El sacerdote explicó que esta corona de espinas fue dada a la iglesia como un regalo en 1994 por una novia después de una boda.

La corona se colocó al pie de la cruz y luego se trasladó a las manos orantes de una estatua de la Virgen de Dolores.

Y luego se trasladó a su lugar legítimo encima de Cristo, en el crucifijo principal en la basílica.

La explicación de los botánicos es que después de 15 años de estar inactiva, la planta de la cual la corona estaba hecha, vino a la vida.

Presumiblemente debido a la humedad del lugar o a la coalescencia de gotas de agua en la parte posterior de la cabeza de la estatua donde descansaba la corona.

Ahora, Dios está presente en el mundo trabajando activamente, sosteniéndolo y muchas veces nos recuerda su presencia.

Y usa los fenómenos naturales, como el florecimiento de una planta que estaba dormida o las nubes, cuando lo desea, para comunicarse con sus hijos.

La aparición de Jesús en el cielo ha sido escrupulosamente estudiada con miles de testigos y allí se vio efectivamente la imagen de Jesús entre las nubes.

Y la propia ciencia pudo comprobar el florecimiento de una corona de espinas que estaba muerta.

Los milagros después de todo se producen y se ven con los ojos de la fe, si no hay fe nada se va a ver como un milagro.

Bueno, hasta aquí lo que queríamos hablar sobre los milagros del Señor de los Milagros de Ocotlán, que se pueden apreciar sólo con los ojos de la fe.

Y me gustaría preguntarte si tu consideras que estas manifestaciones fueron milagros reales o que fueron solamente casualidades.

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