Cómo la Intervención de la Virgen María en los últimos 500 años está cambiando el mundo y la Iglesia.

Hace 500 o 600 años el mundo luchaba contra el hambre y las enfermedades

Los musulmanes habían ocupado España por siglos, y tenían el control de Tierra Santa.

Colón había descubierto América habitada por miles de indígenas paganos, que no conocían a Dios y hacían sacrificios.

Una venenosa confusión en el seno de la Iglesia corroía la fe de los cristianos, caracterizada por la corrupción interna y la presencia de dos papas, uno en Roma y otro en Aviñón.

Y Lutero lanzaba el cisma protestante, dividiendo a la cristiandad, y abriendo su cristianismo a la influencia del mundo.

Era una época muy parecida a la nuestra, de la que parecía difícil salir.

Pero entonces vimos a las fuerzas del pecado retroceder ante la presencia de Nuestra Señora.

Aquí hablaremos como hace 500 años se produjo un reavivamiento de la fe y un crecimiento sin precedentes del catolicismo, a través de la Santísima Virgen, que deberíamos pedir para nuestra época.

La historia comienza en el año 711, cuando las fuerzas islámicas llegaron a España desde África y conquistaron gran parte de la Península Ibérica hasta Francia. 

Los musulmanes, conocidos como moros o sarracenos, reinaron en la mayor parte de España durante más de cinco siglos.

Pero todo cambió alrededor del año 1212, cuando los ejércitos cristianos comenzaron a invocar el nombre y la imagen de la Virgen María en el campo de batalla. 

Los muchos éxitos milagrosos registrados, llevaron al rey Alfonso VIII a tomar a María como su patrona, luchando bajo un estandarte que llevaba la imagen de María.

¡La Reconquista había comenzado a través de un avivamiento de la fe por María!

Fue en ese mismo tiempo en que Nuestra Señora entregó el Rosario al español Santo Domingo, en el sur de Francia. 

Con el rosario los dominicos derrotaron a los albigenses, y sus éxitos llegaron a los cruzados de España. 

Y sirvió para darle más vigor a los cristianos españoles en la lucha contra los invasores musulmanes.

Y entonces rindieron homenaje a Nuestra Señora a través de espléndidas pinturas, himnos, estandartes militares y oraciones. 

A medida que se afianzaban en el país, los reyes españoles, dejaron claro que eran Reyes marianos bajo una monarquía mariana, empezando por Fernando III y, luego su hijo Alfonso X, ambos proclamados santos.

Sabían bien quién estaba detrás de sus éxitos y la honraban.

Cada vez que obtenían la victoria, las mezquitas de las ciudades conquistadas se convertían en iglesias y recibían el nombre de Nuestra Señora.

Las historias de la época cuentan cómo Nuestra Señora liberó a prisioneros encadenados y salvó a quienes veían una muerte inminente a manos de los moros. 

Una historia cuenta de un comandante que, al final del día, vio que el sol se pondría antes de que pudiera ganar la batalla. 

Y arrodillándose, oró para que Nuestra Señora «detuviera el día», para que él y sus hombres pudieran salir victoriosos. 

Y sucedió como con Josué contra los amorreos, que el sol se detuvo milagrosamente.

Sucedieron muchas cosas milagrosas durante este período. 

Y alrededor de 1326, en una zona recién liberada del centro de España conocida como Extremadura, un pastor tuvo una aparición de la mujer más bella vestida de un blanco deslumbrante. 

Quien le dijo que quería que desenterrara una imagen suya donde le indicó, y se construyera una iglesia en el lugar.

Un sacerdote desenterró una caja y contenía la imagen de Nuestra Señora, junto con un pergamino con los detalles de su procedencia e historia ilustre. 

Se trataba de una imagen milagrosa pintada por San Lucas, que el Papa Gregorio Magno había regalado al obispo de Sevilla, San Leandro, en el siglo VI. 

Y que cuando la ciudad fue atacada por los moros en el año 711, los cristianos habían enterrado cerca de lo que se conocía como el río Guadalupe.

Esta imagen fue honrada bajo el nombre de Guadalupe, y abundaron más milagros, de una victoria tras otra contra los moros. 

Al punto que en junio de 1492 los reyes Fernando e Isabel peregrinaron en acción de gracias por su victoria en Granada, la última resistencia sarracena en España.

Finalmente, bajo el estandarte de María, el cristianismo había retomado España después de 781 años de ocupación islámica.

Y aprovechando la ola de sus éxitos, los reyes de España expandieron su celo evangélico financiando la expedición de Cristóbal Colón al nuevo mundo.

El 12 de octubre de ese mismo año 1492, Colón tocó tierra en la isla de Guanahaní, en las Bahamas, en el llamado Descubrimiento de América.

Y 4 décadas después, entre el 9 y 12 de diciembre de 1531, Nuestra Señora se apareció en el hoy México, al indio converso Juan Diego, sanó milagrosamente a su tío, produjo el milagro de Su imagen estampada en su tilma, y le reveló Su nombre: Santa María de Guadalupe.

Muchos creen que lo que dijo María fue mal traducido por los españoles, que en realidad dijo “Coatlallope”, que significa “la que pisa serpientes”. 

Pero no parece inverosímil pensar que María haya dicho “Coatlallope” para asociar las apariciones española y mexicana.

Porque además María colocó símbolos de tradiciones cristianas en su imagen estampada en la tilma de Juan Diego, para hablar a los aztecas en su lenguaje, permitiendo su conversión explosiva.

El 12 de diciembre de 1531, la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe quedó estampada en la tilma del indio Juan Diego. 

Y desde entonces, los científicos han luchado por explicar sin éxito, cómo llegó la imagen allí y sus atributos extraordinarios.

Como por ejemplo el material de la tilma, que ha mantenido su integridad química y estructural durante 5 siglos, cuando las réplicas con la misma composición química y estructural duran sólo quince años, antes de descomponerse.

La tilma no parece estar pintada, sino que los colores flotan por encima de la tela.

Y sus ojos tienen las cualidades de un ojo vivo y se ven en ellos imágenes de varias personas presentes en el momento que Juan Diego abrió la tilma.

Estos y otros milagros más han sido la fuente notable de conversión al catolicismo de 9 millones de aztecas y luego de todo el continente.

Y 40 años después, en 1571, una imagen de Nuestra Señora de Guadalupe del Tepeyac navegó en el buque insignia cristiano de la batalla de Lepanto. 

El rey Felipe II de España se la había dado a su medio hermano, Juan de Austria, comandante supremo de la flota cristiana en Lepanto, quien la colocó en la nave insignia.

Mientras tanto, Pio V había puesto a la cristiandad a rezar el Rosario en la retaguardia, para que Nuestra Señora diera el triunfo a los cristianos ante el ataque musulmán. 

Y según infinidad de testimonios, la Virgen de Guadalupe jugó un papel importante, porque apareció en el cielo durante la batalla, inspirando a los soldados cristianos y aterrando a los musulmanes.

Y en el mismo tiempo histórico, el Concilio de Trento logró contener el avance del protestantismo en lo que se conoce como la contrarreforma.

Se reafirmó la autoridad de la Iglesia católica.

Se reformó la vida interna de la Iglesia, se combatió la corrupción y se fomentó la educación del clero.

Y se produjo un importante florecimiento cultural católico.

En el centro de este avivamiento de la fe están las palabras que Nuestra Señora dijo al indio Juan Diego en 1531, que deberían resonar en nuestro corazón “No temas, ¿no estoy Yo aquí, que soy tu madre? 

Hoy más que nunca deberíamos recordarlas porque Su intervención cambió la historia de una manera radical por siglos.

Y esperamos que lo haga de nuevo en nuestro tiempo, porque prometió que al final Su Inmaculado Corazón triunfará.

Bueeeno, hasta aquí lo que queríamos recordar sobre cómo el crecimiento del cristianismo y la reforma católica tuvo a la Virgen María como protagonista central, como también será en el futuro. 

Y me gustaría preguntarte si crees que estamos cerca o no del triunfo del Inmaculado Corazón de María profetizado en Fátima.

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