Cómo colaborar para restablecer la civilización cristiana desde tu humildad.

Poderosas fuerzas económicas han corrompido el mundo para llevarlo a una remodelación, donde el pecado sea la norma de convivencia legítima.

Estamos en las etapas finales de este proceso que ha llevado más de un siglo.

Y las tribulaciones por las que estamos pasando son el vehículo, porque lo quieren hacer a través del engaño y el miedo.

Mucha gente sabe esto, pero no sabe cómo resistir.

Debemos comprender que Dios es el único que puede ponerle freno, porque no se trata de un conflicto entre seres humanos, sino contra entidades que no son de este mundo. 

Quienes manejan a un pequeño grupo a través de la tentación.

¿Entonces cómo aportar nuestro granito de arena? 

Aquí hablaremos sobre cuál es nuestro aporte para parar este loco proceso y qué acciones concretas deberíamos realizar.

La situación por la que pasa el mundo, con el mal apoderándose cada vez más de todo, es consecuencia de la infidelidad de la humanidad, que dejó de oír la voz de Dios y se acomodó a las tentaciones del maligno.

Esto generó más pecado en el mundo y pecados más profundos.

Fue creciendo y corrompiendo todo en base a engaños y mentiras.

Lo vemos especialmente hoy entre los periodistas, que sabiendo lo que sucede lo niegan públicamente.

Y ahora las élites, los que diseñaron un mundo de grandes pecados, quieren remodelarlo para que refleje ese pecado permanentemente.

Un puñado de poderosos quieren esclavizar a la gran masa de seres humanos, porque los considera comedores inútiles, depredadores y además son demasiados.

Y eso les impide a ellos vivir los placeres de su vida sin preocuparse. 

Ese es el resumen espiritual del nuevo orden que está en proceso de implantación, por las poderosas élites financieras y tecnológicas 

Es un plan diabólico literalmente, no hay otra definición posible. 

Y por lo tanto no es algo que podamos solucionar nosotros con nuestras propias fuerzas.

Estamos ante una batalla espiritual.

Como dice San Pablo en Efesios 6, «nuestra lucha no es contra la carne y la sangre, sino contra los Principados, contra las Potestades, contra los Dominadores de este mundo tenebroso, contra los Espíritus del Mal que están en las alturas».

Y el único que puede hacer frente a esto es Dios y sus ángeles.

¿Pero los seres humanos no jugamos un papel en todo esto?

Claro que sí, y decisivo, como intercesores.

Debemos declarar a Dios que no estamos conformes con lo que este pequeño grupo de luciferinos quiere hacer.

Permanecer firmes, no corrompernos y dar testimonio.

Ganar almas para Dios arrebatándoselas al mal.

Y pedir Su intervención en esta batalla.

¿Y cómo hacemos esto?    

Con la gran arma que Dios nos ha dado, la oración.

Porque hay 3 cosas que sabemos de la oración, comprobado a través de los siglos.

Uno, que es infalible, o sea que nuestra oración siempre será escuchada. 

Dos, que su eficacia se produce, no por nuestro poder personal, sino por la promesa de Cristo de que siempre va a responder a las oraciones.

Es la bondad y misericordia de Dios que nos permite que el pedido que hacemos en oración sea eficaz, de otro modo sería hablar como con una pared.

Y tres, la razón por la que Dios va a conceder las peticiones no es por el mérito nuestro sino por Su infinita misericordia.

Por eso la oración implica la fe y la confianza en la misericordia de Dios.

De modo que Dios va a escuchar nuestro pedido de que intervenga en esta batalla, contra los seres malignos que nos quieren esclavizar, y le va a prestar atención especial si la hacemos con fe y confianza.

¿Y cómo hace Dios para intervenir?

Él modifica 3 cosas.

Primero, modifica al orante, porque Dios lo va fortaleciendo, dándole información infusa y manteniéndolo firme cerca de Él.

O sea que esa misma oración de intercesión nos previene de apostatar, dándonos motivos para no hacerlo y desarrollando nuestro entendimiento de la situación. 

Segundo, modifica nuestra relación con Dios, porque nos vamos habituando a un estilo de conversación especial, agarrando confianza.

Y Él nos va dirigiendo en lo que tenemos que hacer para colaborar, a nuestro modesto nivel, e incluso nos puede dirigir sobre cual persona orar. 

6 Y tercero, modifica el mundo físico, porque cuando le pedimos algo a Dios y Él nos corresponde, de alguna manera modifica la situación alrededor nuestro para dárnoslo.

Lo que implica que si pedimos por la conversión de los pecadores por ejemplo, Él actuará.

Es a esto que solemos llamar el poder de la oración.

Que está fundamentado en el pasaje del evangelio que dice «pide y se te dará, busca y encontrarás, llama y se te abrirá. Porque el que pide recibe, el que busca encuentra y al que llama se le abrirá» (Mateo 7:8).

Por lo tanto se trata de una promesa incondicional y que incluye hasta la violación de las leyes naturales por parte de Dios.

¿Y en esta circunstancia por la que estamos pasando, qué intervención debemos pedir?

Lo más razonable parece ser orar por la conversión de los pecadores, para que los alejados vuelvan a Dios, interceder para que vayan descubriendo la verdad. 

Porque el gran problema de hoy es el alejamiento masivo de Dios.

Pero la conversión de un pecador no es una tarea nuestra sino de Dios.

Nosotros a lo sumo podemos poner nuestro granito de arena orando y dando testimonio, pero si no está Él actuando, no lograremos nada.

Fijémonos en un episodio que cuenta el evangelio de Lucas 5 sobre cómo funciona la intercesión.

Un día estaba Jesús enseñando y llegaron unos hombres que traían en una camilla a un hombre paralítico y lo querían poner cerca de Jesús para que lo sanara, pero no podían acercarlo a causa del gentío.

Entonces subieron a la azotea y lo descolgaron con la camilla a través de las tejas delante de Jesús. 

Y Él viendo la fe de estos hombres dijo, hablándole al paralítico: «Hombre, tus pecados están perdonados».

Y luego le dirá «ponte en pie, toma tu camilla y vete a tu casa», lo que el hombre hizo.

Estos hombres intercedieron por el paralítico, y le pidieron a Jesús no solo orando sino con sus obras

Tal era su fe y confianza en Jesús, que hasta abrieron un agujero en el techo y pusieron la camilla frente a Él.

Y Él aceptó su oración y sus obras por el paralítico y lo sanó.

Y le dijo que se fuera con su camilla a su casa.

O sea que lo curó, pero no le dijo que olvidara sus padecimientos, sino que los tuviera presentes, simbolizado en la camilla que se llevó, para tener recuerdo de que había sido Dios el que había intervenido y que siempre recordara su cambio.    

Hoy estamos en una situación en que tenemos que ser como los amigos del paralítico, tratando de poner frente al Señor a los pecadores para que los convierta.

Nuestra tarea, si queremos que haya menos pecado en el mundo, es orar por los pecadores y dar testimonio con nuestra vida, o sea que el Señor vea nuestras obras y que los pecadores también.

Incluyendo a los grandes pecadores que quieren cambiar el mundo. 

En 1 Timoteo 2, San Pablo dice:

«Ante todo recomiendo que se hagan plegarias, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos los hombres; por los reyes y por todos los constituidos en autoridad, para que podamos vivir una vida tranquila y apacible con toda piedad y dignidad».

Esto tenemos que hacerlo con perseverancia.

En cada rosario que hagamos deberíamos dedicar una decena para pedir la conversión de los pecadores.

Y si hiciéramos un rosario por los pecadores, mejor aún.

Y si pudiéramos enfocarnos en personas específicas, con nombre y apellido, sería mejor, porque concentramos nuestro pequeño poder de intercesión.

La oración de intercesión tiene lugar en este mundo espiritual donde se ganan o pierden las reales batallas por nuestras familias, nuestros amigos, nuestra nación y el mundo.

Y es nuestra tarea hoy, porque nos fortalece incluso a nosotros mismos.

En resumen, un pequeño grupo de poderosos multimillonarios está construyendo un mundo donde el pecado es la base.

Y el único que puede frenar esto es Dios con su intervención.

Porque se trata de una batalla espiritual contra entidades que no son de este mundo, que manejan a sus secuaces a través de la tentación.

Nuestra tarea es por un lado pedir a Dios que intervenga.

Y por otro lado, interceder por los pecadores y los alejados para que se conviertan.

Y lo debemos hacer mediante la oración y dando testimonio.

En cada oración que hagamos deberíamos incluir estas intenciones.

Y si podemos concentrar nuestra intercesión por personas concretas, tanto mejor.

Bueno hasta aquí lo que queríamos hablar sobre cuál debería ser nuestro granito de arena para que Dios intervenga, y no permita que se consolide el pecado como forma de vida legítima en el planeta: oración por los pecadores y testimonio. 

Y me gustaría preguntarte si has conocido gente que se ha acercado a Dios en medio de las tribulaciones que estamos pasando o no.

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