La Batalla Espiritual del Sínodo de la Sinodalidad y las profecías de la tribulación.
Dentro de la Iglesia Católica y bajo el Sínodo de la Sinodalidad, se está produciendo una batalla que ya se sucedió dentro de la sociedad civil y triunfó el maligno.
Y que se dio dentro de la Iglesia Alemana con el mismo resultado parcial.
Es una batalla por mantener la doctrina que Jesús entregó a los apóstoles.
Mientras el Cielo hace pendular la eventualidad de la profundización de la tribulación.
Aquí hablaremos sobre cómo se está dando la batalla dentro del Sínodo de la Sinodalidad, cuáles son las fuerzas que colisionan y por qué es tan importante este Sínodo, y en particular la sesión plenaria de octubre de 2023.
En octubre de 2023 se realizará una nueva sesión plenaria del Sínodo de la Sinodalidad de la Iglesia Católica universal, que transcurre entre 2021 y 2024.
Es el Sínodo más grande que haya tenido la Iglesia, tanto por su duración, como por lo ampliado de la consulta a las diócesis de todo el mundo, así como por la novedosa participación de laicos, en un Sínodo que no ha dejado de ser de Obispos.
Y esto sucede a la sombra del fantasma del Camino Sinodal Alemán, que presenta las mismas ideas heterodoxas para ser aprobadas, y utiliza la misma metodología, aunque menos sofisticadamente.
Y también sucede a la luz de dos profecías.
La primera es que Nuestra Señora dijo en Garabandal, que los eventos para la purificación del mundo, incluyendo el Aviso y la gran tribulación, coincidirían con un gran Sínodo en la Iglesia.
Pudiera ser este.
Y la segunda, es que el Padre Oliveira de Brasil recibió el mensaje de que a partir de octubre de 2023 se irá acentuando paulatinamente la tribulación.
Y tal vez esto dependa del resultado del Sínodo, porque quizás la Iglesia acelere la respuesta divina debido a las blasfemias, herejías y apostasía que suceden dentro de la Iglesia.
La imagen que los organizadores han adoptado para la sesión plenaria del mes de octubre del 2023, es la de una tienda que se ensancha, para finalmente “acoger y acompañar” a quienes “no se sienten acogidos por la Iglesia”.
¿Y quiénes son los primeros de la lista de estos excluidos, según el “Instrumentum laboris”, que guía el sínodo?
Los divorciados vueltos a casar, las personas en matrimonios polígamos y las personas no heterosexuales.
Hace años que el mundo se ha manifestado a favor de estos 3 públicos, que ahora el Sínodo caracteriza como excluidos, y al último mencionado lo está privilegiando especialmente.
Mientras el Camino Sinodal Alemán ya decidió que la Iglesia debe levantar las barreras que señalan la pecaminosidad de estas conductas, para que estos tres públicos puedan comulgar y su conducta sea bendecida.
Y en este momento, los sectores progresistas los han puesto en el centro de discusión de la Iglesia universal.
Si se adopta el cambio para facilitar la inclusión, sin requerir condiciones, revolucionaría la doctrina católica sobre la sexualidad humana, que es de origen bíblico.
Pero quienes se oponen a este cambio sostienen que es ceder al espíritu de los tiempos, y que pone en cuestión los fundamentos mismos de la fe cristiana.
El Instrumentum Laboris para octubre de 2023 se pregunta: ¿Cómo podemos crear espacios en los que los que se sienten heridos por la Iglesia y no bienvenidos por la comunidad, puedan sentirse reconocidos, recibidos, no juzgados y libres?
Por lo que insinúa claramente que es la Iglesia misma la que ahonda que esas personas se sientan “heridas”, “excluidas” o “no bienvenidas”.
Pero la Iglesia enseña criterios que vienen de la Biblia, no está inventando nada, son mandamientos que vienen de Dios.
Por lo tanto, en todo caso, estas personas se sentirían “heridas”, “excluidas” y “despreciadas” por las enseñanzas de Dios, quien establece que el matrimonio es indisoluble, que sus integrantes son una mujer y un hombre, y que hay formas de vivir y practicar la sexualidad humana que son pecaminosas.
De modo que objetivamente, si se levantan las restricciones doctrinales para bendecir estas tres conductas, la Iglesia estaría innovando la fuente de su doctrina, que ya no sería enteramente bíblica sino que ahora tomaría en cuenta el estado de la opinión pública del momento histórico.
Pero la Iglesia debe tener derecho a tener sus propios criterios de membresía.
Así como por ejemplo un médico debe tener un título habilitante para ejercer, que avale los conocimientos que aprendió durante sus estudios en la Facultad de Medicina, de la misma forma la Iglesia tiene sus propios criterios habilitantes.
La Iglesia hoy tiene 1300 millones de miembros, por lo que si no fuera inclusiva no tendría tal volumen; no es un club exclusivo.
Y desde hace 2000 años los instrumentos de inclusión que ha utilizado con éxito han sido el catecumenado y el Bautismo, la conversión y el sacramento de la Penitencia.
Y no el “no juicio” que contradiga los juicios que hace Dios.
La Iglesia está apegada, o debería estarlo, a los mandamientos de Dios y Su ley moral, enseña o debería enseñar alejarse del pecado, promover la castidad, y la búsqueda de la santidad para alcanzar la vida eterna.
Sin embargo, estos conceptos no se encuentran llamativamente en las 70 páginas del Instrumentum Laboris para octubre de 2023.
Es el pecador el que debe arrepentirse y convertirse, no es la Iglesia la que debe convertirse al “reconocimiento” de los que no quieren seguir sus enseñanzas y, por lo tanto las de Dios.
El hecho de que los organizadores del sínodo no hablen de pecado, de arrepentimiento y de conversión de los pecadores no significa que el pecado deje de existir a los ojos de Dios.
Y aunque llegaran a establecer que una conducta en particular no es pecado, no significa que Dios la haya quitado de la lista de pecados.
Debemos tener claro que dentro del Sínodo de la Sinodalidad está ocurriendo una batalla espiritual producida por el corazón caído de la humanidad.
Es una batalla entre el camino del Espíritu y el camino de la carne, descrito por San Pablo.
O entre las dos ciudades de San Agustín, o los dos estandartes de San Ignacio de Loyola.
Y ante estas propuestas del Instrumentum Laboris, muchos creyentes de hoy se preguntan si la jerarquía católica ha levantado la bandera de la rendición ante el espíritu de la época.
En momentos en que aún muchas de las tropas de los bautizados todavía están en la batalla, peleando y trabajando para que el bien y la justicia triunfen en el corazón humano y en la sociedad.
Muchos bautizados se preguntan «¿hemos perdido?»
Porque el sólo hecho de hacer la vista gorda sobre los pecados bíblicos, en bien de la inclusión, transmite a los bautizados la idea de rendición.
Y porque el resultado de esta batalla determinará la salud de la Iglesia, su eficacia para anunciar el Evangelio y de dar un verdadero testimonio de Dios.
Esta batalla que estamos viendo desarrollarse dentro de la Iglesia no es más que la continuación de la que tuvo lugar durante el Concilio Vaticano II.
Los católicos progresistas siempre sintieron que el Concilio no fue lo suficientemente lejos.
Sintieron que durante estas 6 décadas no hubo ningún cambio significativo en la Iglesia.
Y ahora parecen decididos a usar el Sínodo para hacer los grandes cambios en la enseñanza de la Iglesia que intentaron, y no lograron del todo en el Vaticano II.
El Sínodo de la Sinodalidad es vivido por los católicos disidentes con la doctrina bíblica, como una posibilidad más para intentar cambiar la doctrina de la Iglesia sobre el matrimonio, el sexo, la anticoncepción, la ordenación sacerdotal, el celibato, el rol de las mujeres, etc, todo lo cual está en la mira.
Bueno hasta aquí lo que queríamos contar sobre la batalla que se está librando dentro del Sínodo de la Sinodalidad.
Y me gustaría preguntarte si crees que al final los progresistas lograrán algún cambio en la doctrina católica ahora o no.
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