Pero la Iglesia ya paso otros períodos de ensombrecimiento en la historia y pudo salir.

El Camino Sinodal alemán parece que acerca cada vez más a la Iglesia Católica de Alemania a un cisma.

Sin embargo esto sucedería sólo si la Iglesia Universal reconoce que las propuestas alemanas son elementos extraños dentro de la doctrina tradicional de la Iglesia.

¿Pero qué sucedería si el Sínodo de la Sinodalidad moviera a la Iglesia hacia posiciones más parecidas a las de los alemanes?

Para algunos esto es un ejercicio sólo intelectual, porque la jerarquía de la Iglesia no va a permitir un cambio importante de la doctrina.

¿Pero estamos seguros que es así?

Porque hay noticias inquietantes sobre lo que proponen distintas conferencias episcopales al Sínodo de la Sinodalidad de la iglesia universal.

Aquí hablaremos sobre cómo las propuestas de varias conferencias episcopales al Sínodo de la Sinodalidad son similares a las de Alemania, cómo eso está ensombreciendo a la Iglesia y qué ha sucedido en otras épocas históricas de grandes crisis de la Iglesia.

El Camino Sinodal Alemán, que quiere cambiar parte de la doctrina católica, ha sido advertido de palabra, y para algunos tibiamente, por el Vaticano, de que sus posiciones conducen a un cisma.

Sin embargo ha seguido adelante sin ningún tipo de impedimento superior.

¿Y cuál es su fuerza? 

La interpretación que el Vaticano ha dado es que el error del Sínodo Alemán sucede porque elites intelectuales y teológicas de la Iglesia son influenciadas externamente, y que los cambios hay que hacerlos a partir de los fieles, del pueblo.

Tal vez el argumento podría tener algún viso de realidad, pero no se compadece con lo que sucede en los hechos.

Si fuera como lo interpreta el Vaticano, entonces las propuestas del Sínodo de la Sinodalidad que emprendió el Vaticano, debería proponer cosas opuestas a las que suceden en Alemania, porque cada Conferencia Episcopal ha enviado sus propuestas en base a una amplia consulta a sus fieles.

Sin embargo, a pesar que estas propuestas salieron del pueblo mismo, son indistinguibles de las que está proponiendo el Camino Sinodal Aleman.

Las otras conferencias episcopales europeas están proponiendo lo mismo que los alemanes, sólo que no fueron tan osados como ellos para llevarlo adelante.

Por ejemplo, la Iglesia de Francia propone al Sínodo de la Sinodalidad de la Iglesia, la admisión generalizada a los sacramentos de los divorciados vueltos a casar y de las parejas no heterosexuales, la ordenación de mujeres, que laicos realicen las homilías, y un cambio radical de la misa dando menos peso a la liturgia porque la gente no la entiende.

Por su parte la Iglesia de Irlanda propone lo mismo, y además evitar cualquier condena a sexualidades diferentes, y hasta que se eliminen de la Misa las lecturas del Antiguo Testamento, porque según ellos «chorrean sangre».

Pero además de las opiniones están los hechos, suceden cosas en Europa como que 300 frailes franciscanos alemanes eligieron a un superior de la orden, de una sexualidad abiertamente distinta.

En la Diócesis de Chur en Suiza, los sacerdotes y empleados diocesanos han sido obligados a firmar un código de conducta comprometiéndose a no evaluar negativamente los comportamientos sexuales de las personas, aunque la Biblia los evalúe negativamente.

Y así podemos seguir enumerando, y seguramente cada uno de los que ven este video puede agregar cosas que ha visto.

El problema no es que las propuestas del Sínodo Alemán se han desviado porque no se consultó a los fieles como dice el Vaticano, porque cuando se consulta a los fieles, o sea al espíritu de la época que vive en la opinión de los fieles, las propuestas son las mismas. 

El problema está en el error de querer abrir la Iglesia al mundo.

De aceptar el espíritu de la época y tratar de integrarlo a la doctrina y la pastoral de la Iglesia, en lugar de tratar de que la Iglesia sea el testigo de la palabra de Dios, de los mandamientos que ha dado a los hombres y de la conciencia de la creación.

Tampoco se puede pretender un resultado diferente al de Alemania, cuando se nombró para puestos clave en el Sínodo de la Sinodalidad a tres personajes, que han manifestado la necesidad que la Iglesia haga cambios similares a los que está siendo propuestos en Alemania, Francia, Irlanda, etc.: el cardenal maltés Mario Grech, el cardenal jesuita luxemburgués Jean-Claude Hollerich y la francesa hermana Nathalie Becquart.

El cardenal Hollerich por ejemplo ha sido cuestionado por varios cardenales como Relator de General del Sínodo, por sus manifestaciones radicales a favor del cambio de la doctrina y pastoral de la Iglesia universal, pero el Vaticano se ha llamado a silencio y ha seguido en el cargo. 

Y tampoco es una buena señal que se haya puesto en marcha un grupo de trabajo sobre cómo conciliar el Sínodo Alemán con el Sínodo de la Sinodalidad de la Iglesia universal.

Porque monseñor Georg Batzing, el principal de Sínodo Alemán, ha declarado recientemente que está decepcionado por el paso demasiado lento del Vaticano, sugiriendo que las diferencias no son de fondo sino de rapidez para implementar los cambios.

El error ha sido abrir la Iglesia al mundo, suponiendo que de esa forma iba a poder evangelizar mejor al mundo.

Porque sucedió lo contrario, que el espíritu de la época entró en la Iglesia y de a poco fue erosionando la fe.

Esto lo advirtió la Virgen María en reiteradas ocasiones, pero la jerarquía vaticana se negó a escuchar.

Las apariciones de Nuestra Señora del Buen Suceso, La Salette, Fátima y Akita, por nombrar sólo las aprobadas, nos dijeron que vendría una gran apostasía que devastaría a la Iglesia. 

Nuestra Señora nos ha dicho que los católicos fieles sufrirán, pero pueden contar con las gracias de Dios si hacen todo lo posible para preservar la fe.

Pero que la Iglesia perdería varias batallas espirituales, sería gobernada por un tiempo por la confusión y el error, y se enlentecería la llegada de un tiempo de Paz, como prometió Nuestra Señora en Fátima.

Sin embargo, debemos poner las cosas en perspectiva.

Tenemos la promesa del Señor que la Iglesia es indefectible, es decir, que permanecerá y seguirá siendo la Institución de salvación, fundada por Cristo, hasta el fin del mundo.

Sabemos que la Iglesia será acosada por la persecución hasta el fin del mundo, pero no puede ser destruida totalmente.

Será probada pero no vencida, por más oscuros que sean los momentos en los que viva, según San Jerónimo.

Hoy estamos pasando un momento oscuro, pero debemos relativizarlo, porque hubo otros también muy oscuros, de los que la Iglesia se recuperó.

La Iglesia sufrió mucho durante la crisis arriana del siglo IV, y San Atanasio aseguró a sus pocos seguidores que la promesa de Nuestro Señor se aplicaría, incluso si la verdadera Iglesia se redujera a un puñado.

Porque si bien la institución Iglesia seguía formalmente, la herejía arriana, que sostenía que Jesucristo no era Dios sino un ser creado por el Padre, se había hecho preponderante.

Y luego, en el siglo XIV, los católicos europeos vivieron más de 40 años con dos colegios de cardenales, e incluso en las mismas diócesis llegaron a haber dos obispos, y hasta dos párrocos en el mismo templo, cuando las disputas políticas de los imperios dominaron la Iglesia y se habían creado dos papados.

Pero de todo esto salimos.

Nuestro Señor nos advirtió que la oscuridad se apoderaría del mundo en el Final de los Tiempos.

Mateo 24:24 pone en boca de Jesús que en esa época se levantarán falsos Cristos y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, hasta el punto de engañar, si es posible, aun a los escogidos.

De modo que la indefectibilidad de la Iglesia no excluye la posibilidad de crisis, que ya hemos visto que han ocurrido en la Iglesia, o su oscurecimiento como ahora. 

Porque las crisis son formas en las que el Señor renueva a la Iglesia.

Dios ha permitido que los actuales ataques al catolicismo, desde afuera y desde adentro, pongan un nuevo foco en la verdadera doctrina. 

Como un Padre bueno y cariñoso, Dios usa tanto las bendiciones como la adversidad para entrenarnos en el camino que Él desea que sigamos.

Dios permite tanto lo bueno como lo malo en nuestras vidas, y en la Iglesia también, en diferentes momentos y por diferentes razones. 

Y va tan lejos como para convertir la ocasión de nuestros pecados en nuestro bien.

Porque ¿cuántos católicos, aún los más aferrados a la tradición apostólica, no se han dejado llevar por un tiempo por el espíritu de la época actual?

Lo que está sucediendo alrededor nuestro nos dice que debemos dar vuelta nuestra perspectiva temporal, mundana y humana, y tratar de obtener una perspectiva eterna, espiritual y piadosa de las circunstancias del mundo, de la Iglesia y de nuestras vidas.  

Si lo hacemos podremos ver la verdadera fe elevándose por encima de todo lo demás en nuestro mundo caído.  

Y si el maligno se esfuerza por envenenar, no solo a una pequeña parte de la Iglesia, sino a la mayoría de la Iglesia a la vez, entonces nuestra gran preocupación debería ser apegarnos a la tradición, que obviamente ya no puede ser seducida por ninguna novedad engañosa.

Bueno, hasta aquí lo que queríamos sobre cómo el Camino Sinodal Alemán es la punta de iceberg que está ensombreciendo a la Iglesia.

Pero por más que hagan, tenemos la promesa de la indefectibilidad de la Iglesia, que ha sido probada a través de la historia, y por lo tanto el trabajo de cada uno es permanecer firme, fuera del error. 

Y me gustaría preguntarte si crees que la apertura de la Iglesia al espíritu del mundo está haciendo más estragos en algunas zonas geográficas más que en otras o es generalizado. 

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