Cómo somos guiados por el cielo para cumplir nuestra misión, cuando le hacemos caso.
Todos los seres humanos venimos a la Tierra con una misión, que implica extender el reino de Dios y a su vez dar batalla contra los enemigos.
Algunos dirán «pero yo no estoy capacitado para ninguna misión ni para luchar contra los enemigos, Dios no me puede pedir eso».
Pero se olvidan que Dios es un gran capacitador y nos irá instruyendo para desarrollar capacidades que hoy creemos que no tenemos, si es que somos dóciles y le hacemos caso.
En distintos momentos nos dará herramientas y enseñanzas para llevar adelante lo que espera de nosotros.
Y tenemos que estar preparados para asimilarlas, comprendiendo que por algo Dios nos está dando tales enseñanzas, y que precisamente no es para que sean un adorno.
Aquí hablaremos de san Maximiliano Kolbe para que podamos ver esto en funcionamiento.
Mostraremos cómo la Virgen María lo fue instruyendo y capacitando para diversas misiones, y cómo el santo fue recogiendo esas enseñanzas y luego instrumentándolas en la realidad.
En el siglo XVI comenzó formalmente la revolución contra la cristiandad, que trabajosamente había estado creando el cristianismo desde su fundación por Jesucristo.
La revolución comenzó con el cisma protestante y el iluminismo, y siguió con la revolución francesa, la masonería y el comunismo.
Y continúa hoy mostrando diversas caras, pero todas son frontings distintos de la misma revolución.
Ante esto el Señor organizó la contra revolución haciendo participar en estas batallas a las generaciones que siguieron.
Porque su meta es ganar la batalla en el corazón de cada ser humano, en cada generación, y santificar a los que luchen por el Reino.
Su estrategia ha sido poner a Su Madre como líder de esta contrarrevolución, que culminará pisándole la cabeza al maligno, que fue el instigador de la revolución.
Entonces, la Santísima Virgen ha ido formando su ejército con el objetivo del triunfo de su Inmaculado Corazón, primero en el corazón de cada combatiente y luego en el mundo.
Hay generales de ese ejército, que ha elegido Ella, que han sido por demás exitosos y que se han vuelto notorios para que sirvan de ejemplo de cómo conducirse.
Porque ellos muestran a las generaciones siguientes cuáles y cómo son los enemigos y cuáles son las armas de las que dispone el ejército y sus tácticas.
Uno de esos generales más distinguidos del ejército fue San Maximiliano Kolbe, cuya fiesta se celebra el 14 de agosto.
Porque en esa fecha fue martirizado en Auschwitz, a los 47 años, cuando se propuso para ocupar el lugar de otro prisionero condenado, debido a que tenía hijos y Maximiliano argumentó que no tenía familia.
Ahí Nuestra Señora nos mostró la primera arma, la abnegación con consentimiento.
Este martirio fue la culminación de una profecía que la Virgen le había dado a Maximiliano cuando era niño.
Cuando tenía 12 años se le apareció al futuro San Maximiliano, llevando en las manos dos coronas: una blanca y otra roja.
Lo miró con cariño y le preguntó si quería esas dos coronas.
La blanca significaba que perseveraría en la pureza y la roja que sería mártir.
Y el adolescente contestó que aceptaba las dos.
Entonces la Virgen lo miró con dulzura y desapareció.
Un año después Maximiliano ingresó en el seminario de los padres franciscanos en la ciudad polaca de Lvov, que hoy pertenece a Ucrania.
Y a partir de ahí Nuestra señora nos mostrará dos armas más.
El desarrollo de la devoción hacia la Medalla Milagrosa y de las devociones pedidas en las apariciones de Fátima.
Y nos mostrará también cómo se debería dar la lucha contra las caras que presentaban los revolucionarios, que en ese momento eran la masonería y el comunismo.
En 1917, en el año de las apariciones de Fátima, San Maximiliano estaba estudiando teología en Roma y presenció un hecho que definió su misión.
Allí vio cómo se celebraron los 200 años de la fundación formal de la masonería, de una forma muy agresiva contra la Iglesia.
Ya en los años previos a la primera guerra mundial, la camarilla masónica estaba públicamente enfrentada contra la Iglesia.
Y gobernaba la ciudad de Roma con cada vez mayor descaro anticristiano.
Y san Maximiliano presenció que en ocasión de los festejos de 1917, colocaron el estandarte negro de Giordano Bruno bajo las ventanas del Vaticano.
Con el arcángel San Miguel caído debajo de los pies del triunfante lucifer.
Innumerables panfletos eran distribuidos a las personas en los que el Papa era atacado vergonzosamente.
Decían por escrito que satanás gobernará en el Vaticano y el Papa le servirá en el uniforme de la Guardia Suiza, y otras cosas por el estilo.
Vio largas procesiones que se abrían paso a través de las calles de Roma hacia la Plaza de San Pedro.
Mientras los manifestantes cantaban canciones blasfemas y portaban pancartas con lemas como: «satanás reinará en el Vaticano y el Papa será su servidor».
El joven estudiante en la Universidad Gregoriana, se vio obligado a presenciar estas manifestaciones amenazantes como parte de la capacitación que le estaba dando el Cielo.
Y esto lo capacitó para ver quiénes eran realmente los enemigos, detrás de fachadas que a veces se muestran como inocuas.
Entonces se preguntó,
«¿Es posible que nuestros enemigos hagan tal exhibición de fuerza para derrotarnos, mientras nosotros cruzamos los brazos y no hacemos nada?».
Y agregó,
«Después de todo, ¿no tenemos armas mucho más poderosas? ¿No podemos contar con todo el cielo, y especialmente con la Inmaculada?».
Estas mismas preguntas son las que pide el Cielo que se haga cada persona en cada generación.
Y fue en ese momento que Maximiliano concibió la idea de organizar una sociedad activa para contrarrestar a la masonería y a otros esclavos de lucifer.
Tres días después del milagro del sol en Fátima, el 16 de octubre de 1917, Maximiliano fundó la Milicia de la Inmaculada, junto con seis hermanos.
Mientras tanto en Fátima, ya la Inmaculada nos había dado varias armas espirituales eficaces para dar batallas a la toma comunista de Rusia, que se produciría pocas semanas después.
Las armas dadas en Fátima fueron la consagración al Inmaculado Corazón de María, el rezo del Santo Rosario por la conversión de los pecadores, la penitencia, la devoción de los Cinco Primeros Sábados y la consagración de Rusia al Inmaculado Corazón de María.
Y casi al mismo tiempo, el Cielo capacitó al fiel servidor Maximiliano Kolbe, para organizar un contraataque contra el enemigo que estaba presentando dos caras: la masonería y el comunismo.
Esto fue mediante la organización de la Milicia de la Inmaculada, que supuso que sus miembros se consagraran a la Santísima Virgen María y tendrían el objetivo de luchar, mediante todos los medios moralmente válidos, para la construcción del Reino de Dios en todo el mundo.
Las condiciones para ingresar a la Milicia eran: consagración total de sí mismo a la Inmaculada, para ser instrumento en sus manos inmaculadas, y portar la Medalla Milagrosa como signo.
Y se pedía a los miembros recitar cada día la invocación:
«Oh María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a ti, y por todos los que no recurren a ti, en especial por los enemigos de la Iglesia».
Y para sellar esto Maximiliano celebró su primera misa luego de ordenado en la «Capilla del Milagro» de la basílica de Sant’ Andrea delle Fratte.
Donde a un judío francés, banquero, adinerado y ateo, llamado Alfonso de Ratisbone, se le apareció la Virgen de la Medalla Milagrosa el 20 de enero de 1842, con una corona, una sencilla túnica blanca larga con un cinturón de piedras alrededor de la cintura y el manto azul-verdoso que le cubría el hombro izquierdo.
Ratisbone se arrodilló ante ella dándose cuenta quién era y pidió inmediatamente un confesor para que pudiera recibir el bautismo.
Once días después, el 31 de enero, recibió el bautismo, la confirmación y la primera comunión de manos del Cardenal Patrizi, el Vicario del Papa.
Y después Ratisbone se convirtió en sacerdote jesuita, igual que su hermano.
En el mismo altar de la aparición de la Medalla Milagrosa, San Maximiliano dijo su primera misa.
Y nos mostró que otra arma es confiar en lo sobrenatural y celebrar los hechos prodigiosos que ocurrieron en la historia, porque nos guían.
Luego en 1929 San Maximiliano fundó la primera «Ciudad de la Inmaculada», en el convento franciscano de Niepokalanów a 40 kilómetros de Varsovia.
En 1931 el Papa solicitó misioneros para lejano oriente, se ofreció como voluntario y viajó a Japón en donde fundó una nueva ciudad de la Inmaculada y publicó la revista «Caballero de la Inmaculada» en japonés.
Y esto nos muestra otra arma, que debemos pensar en desarrollar grandes proyectos marianos.
Finalmente, en 1939 las tropas alemanas invaden Polonia y ante la respuesta de Francia y Gran Bretaña, se inicia la Segunda Guerra Mundial.
La Ciudad de la Inmaculada es bombardeada y saqueada.
Kolbe es apresado y conducido al campo de concentración de Auschwitz y allí recibe su martirio.
En el mismo lugar en que Edith Stein, una judía convertida al catolicismo y carmelita descalza con el nombre de Sor Teresa Benedicta de la Cruz, también es martirizada y será luego canonizada.
Y aquí el Cielo nos muestra otra arma, si trabajamos para el reino de Dios, y si nos aprestamos a dar la buena batalla contra revolucionaria, recibiremos la corona de la gloria y llegaremos al cielo directamente.
Bueno hasta aquí lo que queríamos hablar sobre cómo la Virgen María nos va capacitando para la lucha por el Reino y por nuestra Salvación, mostrando el ejemplo de San Maximiliano Kolbe.
Y me gustaría preguntarte si has notado que el Cielo te ha ido capacitando para alguna misión o para profundizar en tu conversión o no.
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