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Cómo CORONAR una Imagen de la Virgen María

Siempre es una ocasión precisa para que le pongas un Corona de Nuestra Madre.

A María Reina.

Corona la imagen de la Virgen María que tengas en tu Casa o en tu Grupo de Oración.

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Desde el Concilio de Nicea en el año 787, la Iglesia ha afirmado con frecuencia que es lícito venerar las imágenes de Cristo, María y los santos. 

Esta es una práctica antigua de las iglesias cristianas en Oriente y en Occidente. 

La coronación es una forma de reverencia mostrada con frecuencia a las imágenes de la Virgen María. 

Es sobre todo desde fines del siglo XVI que en Occidente la práctica de coronar las imágenes de la Virgen se generalizó en los fieles, tanto por religiosos como laicos.

Porque María es Reina; Reina y Señora de todo lo creado.
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A través de los siglos los cristianos así la reconocieron en Oriente y Occidente.

Al Papa Pío XII correspondió el honor de fundamentar la doctrina sobre la Realeza de María e instituir su fiesta, en su magna encíclica “Ad Coeli Reginam”, uno de los hechos dominantes del primer Año Mariano Universal.

En ella nos dice:

“Hemos recogido de los monumentos de la antigüedad cristiana, de las oraciones de la liturgia, de la innata devoción del pueblo cristiano, de las obras de arte, de todas partes, expresiones y acentos según los cuales la Virgen Madre de Dios está dotada de la dignidad real.

Y hemos demostrado también que las razones sacadas por la Sagrada Teología del tesoro de la fe divina, confirman plenamente esta verdad.

De tantos testimonios aportados se forma un concierto, cuyo eco llega a espacios extensísimos, para celebrar la suma alteza de la dignidad de la Madre de Dios y de los hombres, la cual ha sido exaltada a los reinos celestiales por encima de los coros angélicos”. (Pío XII, Encíclica “Ad Coeli Reginam”, 11 de octubre de 1954)

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MARÍA ES REINA CORONADA

El 1º de noviembre del mismo año, en la Basílica Santa María la Mayor, ante 450 delegaciones de los santuarios marianos más importantes del mundo, que llevaban sus estandartes con las Imágenes de sus advocaciones, el Papa Pío XII proclamó la Realeza de María.

Y coronó a la Virgen como Reina del Mundo en su Icono Salus Populi Romani, y explicó el sentido de esa Realeza:

“La realeza de María es una realeza ultraterrena, la cual, sin embargo, al mismo tiempo penetra hasta lo más íntimo de los corazones y los toca en su profunda esencia, en aquello que tienen de espiritual y de inmortal.

El origen de las glorias de María, en el momento culmen que ilumina toda su persona y su misión, es aquél en que, llena de gracia, dirigió al arcángel Gabriel el Fiat que manifestaba su consentimiento a la divina disposición.

De tal forma que Ella se convertía en Madre de Dios y Reina, y recibía el oficio real de velar por la unidad y la paz del género humano”. (Pío XII, Alocución “Le testimonianze”, 1º de noviembre de 1954)

María es coronada como Reina en el Cielo, por la Santísima Trinidad.
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Su corona es el Amor de las tres Divinas Personas Su corona.
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Son las doce estrellas que nos muestra el Apocalipsis, que simbolizan las doce tribus de Israel y los doce Apóstoles, con todos nosotros, sus hijos.

El Ritual de la coronación de una imagen de la Santísima Virgen explica la naturaleza y significado del rito:

“La veneración de las imágenes de la Santísima Virgen María frecuentemente se manifiesta adornando su cabeza con una corona real.

Y, cuando la imagen de la Santa Madre de Dios lleva en sus brazos a Su Divino Hijo, se coronan ambas imágenes (…).

Obispo Coronando a María Auxiliadora en Sevilla
Obispo Coronando a María Auxiliadora en Sevilla

La costumbre de representar a Santa María Virgen ceñida con corona regia data ya de los tiempos del Concilio de Efeso (431) lo mismo en Oriente que en Occidente.

Los artistas cristianos pintaron frecuentemente a la gloriosa Madre de Dios sentada en solio real, adornada con regias insignias y rodeada de una corte de ángeles y santos del cielo.

En esas imágenes no pocas veces se representa al divino Redentor ciñendo a su Madre con una refulgente corona” (Pío XII, “Ad Coeli Reginam”, 11 de octubre de 1954).

Por eso el pueblo de Dios tiene innumerables imágenes, en todas las latitudes, de muy diversas hechuras, con mayor o menor valor artístico, que los pastores coronaron reconociendo la realeza siempre maternal, y siempre dulcemente amorosa, sobre ese pueblo.

Y en muchos casos, el propio Sumo Pontífice es quien las coronó. Así fueron honradas las más célebres imágenes del mundo, entre las que se cuentan muchas nuestras.

El Papa –o el obispo- al coronar la Imagen eleva una plegaria en la que reconoce la realeza de Jesucristo y María:

“Bendito eres, Señor,
Dios del Cielo y de la Tierra,
que con tu misericordia y tu justicia
dispersas a los soberbios y enalteces a los humildes;

de este admirable designio de tu providencia
nos has dejado un ejemplo sublime
en el Verbo Encarnado y en Su Virgen Madre:

Tu Hijo, que voluntariamente se rebajó
hasta la muerte de cruz, y ahora
resplandece de gloria eterna y está sentado a tu derecha
como Rey de reyes y Señor de señores;

y la Virgen, que quiso llamarse tu esclava,
fue elegida Madre del Redentor
y verdadera Madre de los que viven,
y ahora, exaltada sobre los coros de los ángeles,
reina gloriosamente con Tu Hijo
intercediendo por todos los hombres
como Abogada de la gracia y Reina de misericordia.

corona que bendijo el Papa

Mira Señor, benignamente, a éstos tus siervos
que al ceñir con una corona visible
la imagen de la Madre de Tu Hijo
reconocen en Tu Hijo al Rey del universo
e invoca como Reina a la Virgen María…”

Son incontables las imágenes que recibieron la coronación pontifica, sin embargo sólo dos lo fueron con el título de “Reina del Mundo”.

En forma expresa y con trascendencia universal: el icono de María Salus Populi Romani, que se venera en la Basílica Santa María la Mayor de Roma.

Y aún antes, la imagen de la Virgen de Fátima en su Capelinha de la Cova de Iría, ésta con un agregado singular: “Reina del Mundo y de la Paz”.

La primera oriental y muy antigua; la segunda occidental y de estos tiempos.

Una permanece en la urbe, la otra peregrinando en sus innumerables copias por el orbe.

Corona de la Virgen de Fátima con bala de JPII
Corona de la Virgen de Fátima con bala de Juan Pablo II

 

LA CORONACIÓN DE LA VIRGEN DE FÁTIMA

La imagen de la Virgen de Fátima representa y recuerda sus apariciones maravillosas y su mensaje dramático, del cual acabamos de conocer la última parte.
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Este mensaje se centra en una frase que, lamentablemente, no es suficientemente conocida y meditada:
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“Dios quiere establecer en el mundo la devoción a Mi Corazón Inmaculado”.

El Papa Pío XII que la coronó, fue quien consagró el mundo al Inmaculado Corazón de María.

pidió que esta consagración fuera ratificada en todas las diócesis, parroquias, comunidades y familias, y que la realice cada cristiano.

Y también consagró a Rusia, cumpliendo – en parte – el pedido de Dios.

En los tiempos controvertidos del Concilio Vaticano II, Paulo VI proclamó, en la clausura de la tercera sesión, a María como Madre de la Iglesia.

Los Padres Conciliares se despojaron de sus mitras y de pie se unieron en el más atronador y prolongado aplauso del Concilio.

Fue en ese momento cuando renovó la consagración del mundo al Inmaculado Corazón de María y anunció el envío de la Rosa de Oro a la Virgen de Fátima.

Corona de la Virgen de Nuestra Esperanza

Pío XII tenía una relación con la Virgen de Fátima por haber sido consagrado obispo el mismo día en que Ella se apareció a los pastorcitos.

Pero Juan Pablo II tenía otra mayor, ya que en su día, el 13 de mayo de 1981, salvó milagrosamente su vida una mano materna que desvió la bala.

En acción de gracias peregrinó también a Fátima y repitió su visita el 13 de mayo del 2000, en un acto oficial del Gran Jubileo, ocasión en la que beatificó a Jacinta y a Francisco.

Juan Pablo II no sólo renovó la consagración del mundo –y de Rusia- al Inmaculado Corazón de María, sino que completó este acto según el pedido de la Virgen, haciéndolo con el episcopado mundial el 25 de marzo de 1984.

En esa ocasión hizo llevar la imagen de Fátima a Roma para hacer ante ella la trascendental ofrenda.

En el Año Santo 2000, Bimilenario del Señor, quiso el Papa otra vez en Roma a la “Reina del mundo y de la Paz” porque quiso confiar a María Santísima el tercer milenio, con todos los obispos unidos a él, ante esa imagen.

Así lo hizo el 8 de octubre.

Esta imagen, singular e histórica, honrada por los Papas y las multitudes, recibió la coronación pontificia el 13 de mayo de 1946. 

La corona puesta en las sienes de la Virgen tiene 950 brillantes de 76 quilates, 1400 rosas, 313 perlas, una esmeralda grande y 13 pequeñas, 33 zafiros, 7 rubíes y 26 turquesas. En total 2963 piedras preciosas.

Pero hoy la Virgen luce en su corona una gema más preciosa: la bala que no pudo matar a Juan Pablo II, y que él quiso ofrecerle, colocándola allí, en acción de gracias.

Pongamos nosotros en la corona de la imagen nuestra devoción, nuestras penas y sufrimientos, consagrándonos a Su Inmaculado Corazón con incesante oración, y apresuraremos la gloria de la proclamación del último dogma de la Virgen.

Entonces se colocará la piedra preciosa que falta en su corona de la tierra, y la tierra se unirá al Cielo para contemplar con gozo de eternidad a María Santísima en toda su gloria.

Después de esta historia veamos ahora como coronar una imagen de María.

coronando imagen de la virgen de lujan

 

COMO CORONAR UNA IMAGEN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA EN TU CASA O GRUPO DE ORACIÓN

Realizaremos una pequeña corona que se ajuste a la cabecita de la imagen de la Virgen María que tengamos en nuestro hogar.
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La corona puede ser de perlas, puntilla, tela, flores, fantasía, metal, etc.

Lo importante es que un día especialmente elegido.

Puede ser una Fiesta del Señor o de la Virgen, o un sábado que tradicionalmente se dedica a María.

O elegir algún día de mayo, que es su mes; por ejemplo el 13 de mayo en que se celebra la fiesta de Fátima.

O más precisamente en la Fiesta de María Reina el 22 de agosto.

La familia o el grupo de oración se reúne, reza el Rosario y hace una oración de consagración a Jesús en las manos de María.

Para el acto de coronación la imagen debe estar iluminada por una vela, símbolo de la presencia de Cristo que prometió su presencia entre quienes se reúnen en su Nombre.

También debe haber flores naturales en honor de nuestra Reina.

Se comienza el acto de coronación haciendo la Señal de la Cruz, y rezando un Credo para pedir a la Virgen que conserve la fe católica de nuestros hogares y de todos nuestros países.

Se puede agregar un cántico y luego, en silencio, cada uno se consagra personalmente a la Virgen según su devoción personal.

Y después se puede recitar esta oración del Himno Akathistos:

Cantaré un himno a la Reina Madre
y me acercaré gozoso a celebrar sus glorias
cantando alegre sus maravillas
¡Oh Señora!
nuestra lengua es incapaz de alabarte dignamente
pues Tú, que engendraste a Cristo Rey,
has sido elevada sobre los Serafines
Dios te salve, ¡Oh Reina del mundo!
¡Oh María! Reina de todos nosotros

Se procede entonces a colocar en la cabeza de la imagen de María la Corona diciendo:  

¡Santa María, Madre de Dios y nuestra, te coronamos como Reina de nuestra familia (o de nuestro grupo de oración)! 

Finalmente se reza el Santo Rosario y al final se agregarán tres Ave Marías en desagravio al Corazón Inmaculado de María.

También se puede recitar todo el Akathistos:

AKATHISTOS

Salve, por ti resplandece la dicha;
Salve, por ti se eclipsa la pena.
Salve, levantas a Adán, el caído;
Salve, rescatas el llanto de Eva.
 
Salve, oh cima encumbrada a la mente del hombre; 
Salve, abismo insondable a los ojos del ángel. 
Salve, tú eres de veras el trono del Rey;
Salve, tú llevas en ti al que todo sostiene.
 
Salve, lucero que el Sol nos anuncia;
Salve, regazo del Dios que se encarna.
Salve, por ti la creación se renueva;
Salve, por ti el Creador nace niño.
 
Salve, ¡Virgen y Esposa! 
Salve, ¡Virgen y Esposa!
 
Salve, tú guía al eterno consejo;
Salve, tú prenda de arcano misterio.
Salve, milagro primero de Cristo;
Salve, compendio de todos los dogmas.
 
Salve, celeste escalera que Dios ha bajado;
Salve, oh puente que llevas los hombres al cielo. 
Salve, de angélicos coros solemne portento;
Salve, de turba infernal lastimero flagelo.
 
Salve, inefable, la Luz alumbraste;
Salve, a ninguno dijiste el secreto.
Salve, del docto rebasas la ciencia;
Salve, del fiel iluminas la mente.
 
Salve, ¡Virgen y Esposa! 
Salve, ¡Virgen y Esposa!

 Salve, oh tallo del verde Retoño; 

Salve, oh rama del Fruto incorrupto. 
Salve, al pío Arador tú cultivas; 
Salve, tú plantas quien planta la vida. 
Salve, oh campo fecundo – de gracias copiosas; 

Salve, oh mesa repleta – de dones divinos. 

Salve, un Prado germinas – de toda delicia; 

Salve, al alma preparas – Asilo seguro.

Salve, incienso de grata plegaria; 
Salve, ofrenda que el mundo concilia. 
Salve, clemencia de Dios para el hombre; 
Salve, del hombre con Dios confianza. 
Salve, ¡Virgen y Esposa! 

Salve, Nutriz del Pastor y Cordero; 
Salve, aprisco de fieles rebaños. 
Salve, barrera a las fieras hostiles; 
Salve, ingreso que da al Paraíso. 
Salve, por ti con la tierra – exultan los cielos;

Salve, por ti con los cielos – se alegra la tierra. 

Salve, de Apóstoles boca – que nunca enmudece;

Salve, de Mártires fuerza – que nadie somete. 

Salve, de fe inconcuso cimiento; 
Salve, fulgente estandarte de gracia. 
Salve, por ti es despojado el averno; 
Salve, por ti revestimos la gloria. 
Salve, ¡Virgen y Esposa! 

Salve, oh Madre del Sol sin ocaso; 
Salve, aurora del místico Día. 
Salve, tú apagas hogueras de errores; 
Salve, Dios Trino al creyente revelas. 
Salve, derribas del trono – al tirano enemigo;

Salve, nos muestras a Cristo – el Señor y el Amigo.

Salve, nos has liberado – de bárbaros ritos;

Salve, nos has redimido – de acciones de barro. 

Salve, destruyes el culto del fuego; 
Salve, extingues las llamas del vicio. 
Salve, camino a la santa templanza; 
Salve, alegría de todas las gentes. 
Salve, ¡Virgen y Esposa! 

Salve, levantas al género humano; 
Salve, humillas a todo el infierno. 
Salve, conculcas engaños y errores; 
Salve, impugnas del ídolo el fraude. 
Salve, oh mar que sumerge – al cruel enemigo; 

Salve, oh roca que das de beber – a sedientos de Vida.

Salve, columna de fuego – que guía en tinieblas; 

Salve, amplísima nube – que cubres el mundo.

Salve, nos diste el Maná verdadero; 
Salve, nos sirves Manjar de delicias. 
Salve, oh tierra por Dios prometida; 
Salve, en ti fluyen la miel y la leche. 
Salve, ¡Virgen y Esposa! 

Salve, azucena de intacta belleza; 
Salve, corona de noble firmeza. 
Salve, la suerte futura revelas; 
Salve, la angélica vida desvelas. 
Salve, frutal exquisito – que nutre a los fieles; 

Salve, ramaje frondoso – que a todos cobija.

Salve, llevaste en el seno – quien guía al errante;

Salve, al mundo entregaste – quien libra al esclavo.

Salve, plegaria ante el Juez verdadero; 
Salve, perdón del que tuerce el sendero. 
Salve, atavío que cubre al desnudo; 
Salve, del hombre supremo deseo. 
Salve, ¡Virgen y Esposa!  

Salve, mansión que contiene el Inmenso; 
Salve, dintel del augusto Misterio. 
Salve, de incrédulo equívoco anuncio; 
Salve, del fiel inequívoco orgullo. 
Salve, carroza del Santo – que portan querubes;

Salve, sitial del que adoran – sin fin serafines. 

Salve, tú sólo has unido – dos cosas opuestas:

Salve, tú sola a la vez – eres Virgen y Madre.

Salve, por ti fue borrada la culpa; 
Salve, por ti Dios abrió el Paraíso. 
Salve, tú llave del Reino de Cristo; 
Salve, esperanza de bienes eternos. 
Salve, ¡Virgen y Esposa! 

Salve, sagrario de arcana Sapiencia; 
Salve, despensa de la Providencia. 
Salve, por ti se confunden los sabios; 
Salve, por ti el orador enmudece. 
Salve, por ti se aturden – sutiles doctores; 

Salve, por ti desfallecen – autores de mitos; 

Salve, disuelves enredos – de agudos sofistas; 

Salve, rellenas las redes – de los Pescadores. 

Salve, levantas de honda ignorancia; 
Salve, nos llenas de ciencia superna. 
Salve, navío del que ama salvarse; 
Salve, oh puerto en el mar de la vida. 
Salve, ¡Virgen y Esposa! 

Salve, columna de sacra pureza; 
Salve, umbral de la vida perfecta. 
Salve, tú inicias la nueva progenie; 
Salve, dispensas bondades divinas. 
Salve, de nuevo engendraste – al nacido en deshonra;

Salve, talento infundiste – al hombre insensato. 

Salve, anulaste a Satán – seductor de las almas;

Salve, nos diste al Señor – sembrador de los castos. 

Salve, regazo de nupcias divinas; 
Salve, unión de los fieles con Cristo. 
Salve, de vírgenes Madre y Maestra; 
Salve, al Esposo conduces las almas. 
Salve, ¡Virgen y Esposa! 

Salve, oh rayo del Sol verdadero; 
Salve, destello de Luz sin ocaso. 
Salve, fulgor que iluminas las mentes; 
Salve, cual trueno enemigos aterras. 
Salve, surgieron de ti – luminosos misterios;

Salve, brotaron en ti – caudalosos arroyos. 

Salve, figura eres tú – de salubre piscina;

Salve, tú limpias las manchas – de nuestros pecados. 

Salve, oh fuente que lavas las almas; 
Salve, oh copa que vierte alegría. 
Salve, fragancia de ungüento de Cristo; 
Salve, oh Vida del sacro Banquete. 
Salve, ¡Virgen y Esposa! 

Salve, oh tienda del Verbo divino; 
Salve, más grande que el gran Santuario. 
Salve, oh Arca que Espíritu dora; 
Salve, tesoro inexhausto de vida. 
Salve, diadema preciosa – de reyes devotos;

Salve, orgullo glorioso – de sacros ministros. 

Salve, firmísimo alcázar – de toda la Iglesia;

Salve, muralla invencible – de todo el Imperio. 

Salve, por ti enarbolamos trofeos; 
Salve, por ti sucumbió el adversario. 
Salve, remedio eficaz de mi carne; 
Salve, inmortal salvación de mi alma. 
Salve, ¡Virgen y Esposa!

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Letanía y Nombres Misteriosos de la Reina del Cielo, mi Señora

Esta letanía fue compuesta por la Venerable Sor María de Jesús de Agreda. Está enriquecida con indulgencias por Sumo Pontífice y varios Prelados.
Sor María de Jesús nace el 2 de abril, 1602 en Ágreda, Soria, y muere el 24 de mayo de 1665 en el mismo lugar.

Religiosa Concepcionista Franciscana con extraordinarios dones místicos, padecía «muertes místicas» en las que permanecía durante horas inmóvil e insensible. También experimentaba éxtasis y levitación. Dicen que también tenía el don de bilocación.

Estos fenómenos la hicieron sospechosa ante el Santo Oficio (Inquisición) pero salió absuelta. Ello fomentó aún más su fama y hasta el rey Felipe IV fue a conocerla. El Papa Clemente X, en 1765, la declaró Venerable.

Su obra más importante, La Mística Ciudad de Dios, sobre la Vida de la Virgen, fué, según la Venerable, dictado por la Virgen María. La escribió dos veces. La primera fue quemada por la propia autora a causa de la imposición de un religioso anciano que era contrario a que las mujeres escribieran sobre temas teológicos, y la segunda versión fue publicada tras su muerte.

 

LA LETANÍA

Kyrie, eleyson. Christe, eleyson. Kyrie, eleyson.
Christe, audi nos. Christe, exaudi nos.

Santa Maria, Emperatriz del cielo y tierra, Ora pro nobis.
Hija del Eterno Padre,
Madre del Eterno Hijo,
Esposa del Eterno y santo Espíritu,
Complemento de la inefable y beatísima Trinidad,
Espejo inmaculado y perfectísimo de la Divinidad,
Esfera de la Divina omnipotencia,
Centro de la bondad incomprensible,
Aurora de la eternidad interminable,
Lucero del eterno sol y luz inaccesible,
Gloria de la Jerusalén triunfante,
Virtud y fortaleza de la Jerusalén militante,
Alegría del pueblo santo y escogido,
Ejemplar de los supremos y abrasados Serafines,
Resplandor de los iluminados Querubines,
Santa y justa emulación de la angélica naturaleza,
Victoria de los ejércitos del Señor Dios,
Honra de la humana naturaleza,
Decoro y hermosura de todo lo criado,
Triunfo y triunfadora de los enemigos del Altísimo,
Nobilísimo objeto en pura criatura de loa predestinados,
Corona de los Santos,
Laureola de las vírgenes,
Flor candidísima de la castidad virginal,
Bálsamo oloroso de la pureza corporal,
Prodigio inexplicable de la pureza espiritual,
Vencedora de la muerte y del pecado,
Judit animosa que al príncipe de las tinieblas degollaste,
Mujer fuerte cuyo precio vino de lejos de la Divinidad,
Mujer invicta e invencible que a la antigua serpiente quebrantaste la cabeza,
Torre de David contra el infierno,
Escala de Jacob que llega al cielo,
Manantial de toda gracia y vida eterna,
Archivo de las riquezas del muy alto,
Origen de los dones de su diestra,
Restauradora de la inconstancia y culpa de Eva,
Arco del cielo que el sereno de la piedad anuncias,
Nave de la contratación del cielo cargada del pan que nos sustenta,
Arca incorruptible del nuevo y eterno testamento,
Tierra santa donde llovió el cielo el maná vivo,
Tierra de promisión que mana leche y miel de gracia,
Vellocino rociado con la misma Divinidad,
Mesa franca del pacífico y verdadero rey Asuero,
Zarza no consumida y abrasada,
Oculta vida que a las almas resucitas,
Antídoto contra el veneno de la serpiente antigua,
Glorioso fin de la sabiduría de Dios y su potencia,
Ester privilegiada de la común ley de la culpa,
Prudente reina que a tu pueblo librasteis de la muerte,
Reina sola de tus vasallos fidelísima,
Retrato que engrandeces a tu Artífice,
Monte santo donde se dio la ley de amor,
Memorial justo que ofrecemos al justo Juez los pecadores,
Pura criatura a Dios más inmediata,
Custodia del escondido Sacramento,
Fénix única que en tu fuego renovada regeneraste al mundo,
Pelícano que con tu sangre en tu Hijo alimentas a tus hijos,
Amantísima que amas hasta el fin a quien te ama,
Estampa del ser divino que acredita el ser humano,
Instrumento del amor inmenso y de sus obras,
Atalaya que avisa al navegante,
Receta para enfermos incurables,
Imán que lleva a Si los corazones,
Antorcha que da luz al que va a oscuras,
Refugio y sagrado para quien huye de la justicia,
Terror para las furias del infierno,
Jerusalén adornada con su esposo,
Esposa que pacificas al verdadero Sansón indignado con los hombres,
Abogada que sabiamente alegas nuestra causa,
Madre del amor hermoso y santa esperanza,
Madre del temor discreto y grandeza del corazón,
Flor del campo,
Rosa mística,
Lirio de los valles,
Huerto cerrado,
Fuente sellada,
Puerta del cielo,
Casa del sol,
Mi dulce vida por quien vivo y por quien muero,
Mi madre y mi maestra, por quien me gobierno,
María siempre virgen prudentísima,

De todo mal y culpa, líbrame Señora.
De la ira del Altísimo,
De su desgracia y ofensa,
De la muerte súbita e improvisa,
Del furor y saña de mis enemigos,
De la astucia maliciosa de la serpiente,
De la ira, odio y mala voluntad,
Del espíritu inmundo,
De la ofensa de mis hermanos y prójimos,
De la inconstancia en la virtud,
De la muerte eterna por el pecado,
De la muerte eterna por el pecado,
De la muerte eterna por el pecado,
En el día del juicio,
Por tu purísima Concepción inmaculada,
Por tu natividad santísima,
Por tu presentación al templo,
Por la encarnación del Verbo eterno en tus purísimas entrañas,
Por la dignidad inefable de ser Madre de Dios,
Por el gozo que de ver a Dios de Ti hecho hombre y adorado recibiste,
Por la santa conversación y vida que con El hiciste,
Por lo que en tu vastísimo corazón con la profecía del Santo Simeón sentiste,
Por el dolor que sentiste, cuando le perdiste en Jerusalén,
Por el dolor cuando viste su prisión,
Por el dolor de verle con la cruz a cuestas,
Por el dolor de verle clavar y levantar en ella,
Por el dolor de verle expirar en ella,
Por el dolor de verle bajar de la cruz y sepultar,
Por todos los dorares que en toda su pasión, sentiste,
Por el gozo de su resurrección,
Por el no conocido que tuviste en su admirable ascensión,
Por la plenitud de dones que con la venida del Espíritu Santo recibiste,
Por tu admirable asunción,
Por tu admirable exaltación y coronación,
Por la gloria accidental de la Divinidad que gozas,
Por la gloria que das a los bienaventurados, gozarás y darás por todas las eternidades,

 

ORACIÓN

Santísima e inmaculada, por haberte preservado el Altísimo de toda mancha de pecado para que fueses digna Madre de su Unigénito Hijo, que de tus virginales entrañas tomó carne humana y se hizo hombre, suplícote purísima y bendita entre todas las mujeres, que me alcances de tu dilecto Hijo perdón cumplido de todos mis pecados; que sea escrita en el número de los predestinados, y en esta vida alcance la gracia final con que merezca la eterna, que esperamos por Ti, Señora Nuestra,. y por el mismo Señor que vive y reina por todos los siglos de los siglos. Amén.

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Regina Coeli (Reina del Cielo) con videos

Regina Coeli es el nombre de una oración en honor de la Virgen. Son las palabras latinas con que abre el himno pascual de la Santísima Virgen María que traducidas al español son “Reina del cielo”, es una composición litúrgica a manera de felicitación a María por la resurrección de su Hijo Jesucristo.

El Regina Coeli sustituye el rezo del Ángelus durante el tiempo pascual. Litúrgicamente está prescrita en el Breviario Romano desde las completas del Sábado Santo hasta la hora nona del sábado posterior a Pentecostés. Debe ser cantado o rezado en coro y de pie.

Aunque no se conoce el autor, ya se rezaba en el siglo XII y los frailes menores (OFM) lo rezaban después del oficio de Completas ya en la primera mitad del siglo XIII y gracias a la misma actividad de los frailes franciscanos se popularizó y expandió por todo el mundo cristiano.

Si bien esta oración es de autor desconocido, la tradición se la atribuye a San Gregorio Magno, el cual escuchó los tres primeros versos cantados por ángeles mientras caminaba descalzo una mañana en una procesión en Roma, a las que él agregó la cuarta línea. Sin embargo también ha sido atribuido a Gregorio V, aunque sin sólido fundamento.

El himno no parece caer en desuso en la Iglesia siendo uno de los más populares y rezado por los católicos hasta el día de hoy y habitualmente es objeto de trabajo para compositores musicales polifónicos y modernos. Mozart ha compuesto una bellísima pieza con el texto de Regina Coeli.

 

Latín

V/        Regina coeli, laetare, alleluia.

R/        Quia quem meruisti portare, alleluia.

V/        Resurrexit, sicut dixit, alleluia.

R/        Ora pro nobis Deum, alleluia.

V/        Gaude et laetare Virgo María, alleluia.

R/        Quia surrexit Dominus vere, alleluia.

V/        Oremus:

Deus, qui per resurrectionem Filii tui, Domini nostri Iesu Christi, mundum laetificare dignatus es: praesta, quaesumus; ut, per eius Genetricem Virginem Mariam, perpetuae capiamus gaudia vitae. Per eundem Christum Dominum nostrum. Amen.

Español

V/        Alegrate, reina del cielo, aleluya.

R/        Porque el que mereciste llevar en tu seno; aleluya.

V/        Ha resucitado, según predijo; aleluya.

R/        Ruega por nosotros a Dios; aleluya.

V/        Gózate y alégrate, Virgen María; aleluya.

R/        Porque ha resucitado verdaderamente el Señor; aleluya.

V/        Oremos.

Oh Dios, que por la resurrección de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo, te has dignado dar la alegría al mundo, concédenos que por su Madre, la Virgen María, alcancemos el goce de la vida eterna. Por el mismo Cristo Nuestro Señor. Amén.

REGINA CAELI LAETARE, Antifona gregoriana, Schola Gregoriana Mediolanensis, direttore Giovanni Vianini, Milano, Italia


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Reina elevada al Cielo

Por Antonio Orozco Delclós
Subió al cielo nuestra Abogada, para que, como Madre del Juez y Madre de Misesicordia, tratara los negocios de nuestra salvación. (S. BERNARDO).
«Assumpta est Maria in coelum: gaudent angeli! -María ha sido llevada por Dios, en cuerpo y alma, a los cielos: ¡y los Angeles se alegran!
Así canta la Iglesia» (J.E. de Balaguer), al celebrar el triunfo de Nuestra Madre, que llena de esperanza el corazón de todos sus hijos.

Es natural:
«Jesús quiere tener a su Madre,
en cuerpo y alma, en la Gloria.
Y la Corte celestial despliega
todo su aparato, para agasajar a la Señora.
Tú y yo- niños al fin-
tomamos la cola del espléndido manto azul de la Virgen,
y así podemos contemplar aquella maravilla.
«La Trinidad Beatísima recibe y colma de honores
a la Hija, Madre y Esposa de Dios…
Y es tanta la majestad de la Señora,
que hace preguntar a los Angeles:¿Quién es Esta?»

¿Quién es Esta que surge como la aurora, bella como la luna, refulgente como el sol…? (Cant 6,10).
Bien lo sabemos. Bien lo saben los ángeles: Yo soy la Madre del Amor hermoso, y de la sabiduría y de la santa esperanza.(Eccl 24,24)
Pero la pregunta no es vana: ¿Quién es Ésta?, ¿Quién conoce la magnitud y riqueza de la dignidad y hermosura de tal Reina?

Sólo Dios lo sabe. Sería menester ser Dios para saberlo. La plenitud de gracia divina y humana de esta criatura singularísima excede con mucho las posibilidades de comprensión de la mente, sea humana o angélica; y sólo la van conociendo aquellos a quienes Dios otorga la sabiduría.

Nunca acabaremos de conocerla. Por eso es preciso estudiarla mucho (de Virgine numquan satis…). Y cuanto más se la conoce, más el corazón se enamora y ya no puede vivir sin Ella.

 

SE ALEGRAN LOS ANGELES

Gaudent angeli!, los Angeles se alegran por tener en el Cielo la mirada de los más bellos ojos. Ciertamente sólo Dios basta.

Pero el Cielo no es lo mismo con la Virgen que sin Ella.

Obra Maestra del Creador, no ha habido, no hay ni habrá otra hermosura creada que la iguale.

Por naturaleza, es inferior a los ángeles; pero, por gracia, mucho más perfecta. Los ángeles santos, humildes, sabios, se alegran. Mucho hacía que deseaban recibirla en su mundo y rendirle pleitesía de vasallos (J.E.de Balaguer).

Sólo Gabriel, el Arcángel, gozó del privilegio de conversar con la Virgen en la tierra, y decirle apasionadamente, con suma veneración y respeto alégrate llena de gracia!».

Ahora, la Madre de Dios los conoce a cada uno por sus nombres -como a todos sus hijos-; los ve, los mira; y ellos se entusiasman con la pureza inmaculada, con el corazón dulcísimo, con la majestad soberana; y le dicen cosas encendidas, aunque nunca podrán superar la palabra inspirada de Gabriel, la misma que nosotros le repetimos sin cansancio, en un crescendo de cariño, al rezar el Santo Rosario como en tantas otras ocasiones. Los Ángeles se alegran de compartir con nosotros el mismo canto.

 

ERA COMO UN SUEÑO

A la Virgen Santísima, cuando andaba los caminos de la tierra, le parecía un sueño lo que ahora está gozando en el Cielo: verse sin sombras, ni velos ni espejos inmersa en el océano infinito de Amor que es Dios Uno y Trino; en los brazos del Padre; de nuevo entre sus brazos el Hijo; y fundida en el Amor del Espíritu Santo. Y junto a José, el esposo santo, bueno y fiel, recio, custodio invencible, su enamorado siempre.

Cuando estaba en la tierra, la realidad de su hoy eterno parecía un sueño; ahora es una realidad realísima y definitiva.

El sueño, lo que parece un sueño es ahora lo pasado en el mundo nuestro. Aquella espada de siete filos que atravesó su alma apenas recibida la más gozosa noticia que criatura alguna haya podido escuchar.

La pobreza de Belén -no por Ella, claro es, sino por el Niño, el Niño-Dios-; la huida precipitada a Egipto; la pérdida del mayor tesoro, Jesús, a los doce años, en Jerusalén.

La angustiosa expectación del cumplimiento de las profecías sobre el Varón de Dolores.

Cada insulto, cada golpe, cada latigazo, cada espina, cada clavo en la carne del Hijo era un latigazo, un golpe, una espina, un clavo, una espada en la exquisita sensibilidad del Corazón materno.

Toda aquella realidad cruda, cruel, inhumana, ahora, en el Cielo, parece un sueño -«una mala noche en una mala posada», diría Teresa de Jesús-; un sueño que se recuerda tan sólo para alabar a Dios y darle gracias por el don de la fidelidad aquella, que hizo posible lo que no parecía más que un sueño.

El pasado, la mala noche, es ahora un tesoro que, formando un todo con el sacrificio de su Hijo, presenta María de continuo a la Trinidad, para alcanzarnos misericordia, perdón, gracia sobreabundantes; y un lugar muy junto a Ella en el Paraíso.

Si yo me esfuerzo por no apartar mis ojos de los suyos; si miro todas las cosas a su luz y aprendo sus virtudes – su gran amor de Dios, su vida de oración y de trabajo; su ponderar hondamente las cosas y descubrir en todas el mensaje divino que encierran; su entrega sin reservas a la humanidad entera desde la pequeña casa de Nazaret; su pureza inmaculada, su reciedumbre ante el sacrificio; su estar en los detalles con Amor, su santificar la vida ordinaria…-, entonces mi vida será un sueño magnífico. Con sus pequeñas pesadillas, nada más 2que esto, y con un despertar increíble, que superará con creces la imaginación más fértil.

¡Vale la pena!. Nunca es mucho lo que se debe sufrir en este mundo si se vive de esperanza teologal. En cambio, cualquier pequeñez es una tragedia si se pierde pié, el pié -pes- de la esperanza:

«Cuando los cristianos lo pasamos mal,
es porque no damos a esta vida todo su sentido divino.
Donde la mano siente el pinchazo de las espinas,
los ojos descubren un ramo de rosas espléndidas,
llenas de aroma»
(J.E. de Balaguer).

Lo que ha sucedido a Nuestra Madre es preludio de lo que ha de acontecer a sus hijos. Todo lo oscuro y desagradable se desvanecerá en la noche vencida de la Historia.

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