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A la Virgen Niña DEVOCIONES Y ORACIONES

Oraciones a la Virgen Niña

La Fiesta de la Presentación de María en el templo se celebra el 21 de noviembre y es muy antigua ya que su celebración en la Iglesia oriental se remonta al siglo VI. En occidente no se adoptó hasta el siglo XIV.

De ese hecho surgen las devociones a la Virgen Niña, Divina Infantita o Maria Bambina.

Su carisma es el de revivir en la Iglesia el anonadamiento de Cristo a través de la imitación de María en el misterio de su infancia

 

ORACIÓN DE LA PRESENTACIÓN DE NUESTRA SEÑORA AL TEMPLO

Dios te salve, María suavísima, a quien tus santísimos padres trajeron al templo, y en tu tierna edad presentaron al Señor y ofrecieron a su servicio, para que en dejando los pechos de tu madre le hicieses sacrificio de ti misma, y como fruta temprana, fresca y cogida del árbol con su flor fueses mas gustosa y agradable a aquel Señor que es fruto de tu sagrado vientre.

En el templo material entraste, y le santificaste e ilustraste para que fuese más glorioso que el que edificó el Rey Salomón, porque tú eres el templo vivo de Dios, y como un Sancta Sanctorum adonde no es lícito entrar sino al sumo Sacerdote según la orden de Melquisedec, y como la verdadera arca del Testamento en que está la urna del maná con que sustenta el cielo y la tierra.

Aquí viviste y pasaste tu niñez, y fuiste modelo perfectísimo de santidad, y derramaste el olor suavísimo de todas las virtudes; y como alférez y Virgen de las vírgenes, te consagraste toda a Dios, y fuiste la primera que hizo voto de perpetua virginidad con alegre y determinada voluntad, abriendo camino con tu ejemplo a todas las vírgenes que después te han seguido y seguirán; y le guardaste tan perfectamente, que más parecías ángel sin cuerpo que doncella en carne mortal.

Y pues fuiste tan acabado dechado de pureza, que sola tu vista penetraba los corazones de los que te miraban con una lumbre celestial, y criaba en ellos amor de honestidad, mírame, Señora, con esos ojos amorosos y eficaces, para que de tal manera mi ánima y mi cuerpo florezcan con la castidad, que ninguna fealdad me ensucie, ningún vicio me posea, y a ningún deleite consienta.

¡Oh Reina mía, esperanza mía y alegría mía de mi corazón! que viviendo en el templo, con la soledad, silencio y quietud te disponías a la contemplación y unión con Dios, y eras tan regalada de él y tan visible de los ángeles, que más morabas en el cielo que en la tierra, y más vivía tu espíritu con el espíritu del Señor que tu cuerpo con tu espíritu; alcánzame por tus merecimientos amor del silencio y del reposo espiritual, para que estos sean mis deleites todo el tiempo que fuere detenido en la cárcel de este cuerpo, por Jesucristo tu benditísimo Hijo, que vive y reina en los siglos de los siglos. Amén.

 

ORACION I

La niña María
– ¡qué gracia en su vuelo!-
paloma del cielo,
al templo subía
y a Dios ofrecía
el más puro don:
sagrario y mansión
por él consagrada
y a él reservada
en su corazón.
¡Oh blanca azucena!,
la Sabiduría
su trono te hacía,
dorada patena,
de la gracia llena,
llena de hermosura.
Tu luz, Virgen pura,
niña inmaculada,
rasgue en alborada
nuestra noche oscura.
Tu presentación,
princesa María,
de paz y alegría
llena el corazón.
De Dios posesión
y casa habitada,
eres la morada
de la Trinidad.
A su Majestad
la gloria le sea dada. Amén.

 

ORACIÓN II

Dulcísima Niña María, radiante Aurora del Astro Rey, Jesús, escogida por Dios desde la eternidad para ser la Reina de los cielos, el consuelo de la tierra, la alegría de los ángeles, el templo y sagrario de la adorable Trinidad, la Madre de un Dios humanado; me tienes a tus plantas, oh infantil Princesa, contemplando los encantos de tu santa infancia. En tu rostro bellísimo se refleja la sonrisa de la Divina Bondad, tus dulces labios se entreabren para decirme: «Confianza, paz y amor…»

¿Cómo no amarte, María, luz y consuelo de mi alma…, ya que te complaces en verte obsequiada y honrada en tu preciosa imagen de Reina parvulita? Yo me consagro a tu servicio con todo mi corazón. Te entrego, amable Reina, mi persona, mis intereses temporales y eternos. Bendíceme Niña Inmaculada, bendice también y protege a todos los seres queridos de mi familia. Se tu, Infantil Soberana, la alegría, la dulce Reina de mi hogar, a fin de que por tu intercesión y tus encantos reine e impere en mi corazón y en todos los que amo, el dulcísimo Corazón de Jesús Sacramentado. Amén.

 

ORACIÓN III

Te entrego, Virgen Niña, mi corazón para que lo presentes a Jesús.

Por el amor y complacencia con que te aceptó, cuando a la temprana edad de tres años te consagraste a El, suplícale acepte el mío e imprima en él las virtudes que le faltan, para que, a imitación del tuyo, le sea agradable.

Enséñame o despreciar las honras vanas del mundo; haz que siempre sea mi único anhelo crecer en el amor de Dios, cumpliendo siempre su divina Voluntad.

Te presento también los corazones de los que no te conocen y no pueden amarte. Oh Virgen Niña, atráelos con tus inspiraciones para que, amándote todos como hijos, vayamos a cantar las glorias y magnificencias de tu hijo Jesús, nuestro Señor en el Cielo. Amén.

 

ORACIÓN IV

Niña celestial, que con tantos prodigios de gracias te dignaste mostrar tus deseos de ver honrada tu tierna infancia -aquel período de tu existencia que fue tan grande ante Dios, por el privilegio de tu inmaculada concepción y natividad dichosa.

Tú, la más privilegiada entre las hijas de Eva, vuelve hacia mí, desde esa preciosa Cuna, tus ojos llenos de dulzura y bondad, y continuando tu oficio de Mediadora y Abogada, haz que vea cumplida mi súplica.

No salga yo defraudada en mis esperanzas de tu venerada Cuna, sino que consiga las gracias y los consuelos que te pido.

A mí y a todos, ¡oh María!, alcánzanos el verdadero espíritu de la devoción a Ti, ¡Virgen Niña!, y el don inapreciable de la perseverancia final. Así sea.

 

ORACIÓN V

¡Oh! Santísima Virgen Niña, que viniendo al mundo consolaste la tierra que en Ti saludó la aurora de la Redención por los prodigios de gracia que derramaste entre nosotros, escucha piadosa mis súplicas.

En las penas que me afligen y especialmente en la necesidad que en este momento me oprime, toda mi esperanza está en Ti, ¡oh dulce Virgencita! Muéstrame pues que el tesoro de gracias que dispensas es inagotable, porque ilimitado es tu poder sobre el Corazón paternal de Dios.

Escucha ¡oh Virgen Niña! mi ardiente súplica y alabaré eternamente la bondad de tu Corazón.

Rezar tres Avemarías y una Salve.

 

ORACION VI

Santa Madre María, tú que desde temprana edad te consagraste al Altísimo,
aceptando desde una libertad poseída el servirle plenamente como templo inmaculado,

tú que confiando en tus santos padres, San Joaquín y Santa Anita, respondiste con una obediencia amorosa al llamado de Dios Padre, tú que ya desde ese momento en el que tus padres te presentaron en el Templo percibiste en tu interior el profundo designio de Dios Amor;

enséñanos Madre Buena a ser valientes seguidores de tu Hijo, anunciándolo en cada momento de nuestra vida desde una generosa y firme respuesta al Plan de Dios.
Amen

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Novena a la Virgen Niña

La Novena a la Virgen Niña o Divina Infantita, comienza el 12 de noviembre, siendo su fiesta el 21 de noviembre.
 
  
 

 

 

  

ORACIÓN INICIAL

¡Oh María santísima! elegida y destinada al eterno por la augustísima Trinidad para Madre del unigénito Hijo del Padre, anunciada por los Profetas, esperada de los Patriarcas, y deseada de todas las gentes; sagrario y templo vivo del Espíritu Santo, sol sin mancha, porque fuisteis concebida sin pecado original, Señora del cielo y de la tierra, Reina de los Ángeles; nosotros humildemente postrados os veneramos, y nos alegramos de la solemne conmemoración anual de vuestro felicísimo Nacimiento; y de lo mas íntimo de nuestro corazón os suplicamos que os dignéis benigna venir a nacer espiritualmente en nuestras almas, para que cautivadas estas por vuestra amabilidad y dulzura, vivan siempre unidas a vuestro dulcísimo y amabilísimo Corazón. 

  

I. Ahora con nueve distintas salutaciones contemplaremos los nueve meses que estuvisteis encerrada en el seno materno; diciéndoos que oriunda de la Real prosapia de David, salisteis con grande honor a luz de las entrañas de santa Ana vuestra afortunadísima madre. Avemaría. 

II. Os saludamos, oh Niña celestial, paloma candidísima de pureza, que a despecho del infernal dragón fuisteis concebida sin pecado original. Avemaría. 

III. Os saludamos, oh Aurora brillantísisima, que como precursora del Sol de justicia, trajisteis la primera luz al mundo. Avemaría. 

IV. Os saludamos, oh Elegida, que, cual sol sin mancha alguna, despuntasteis en la noche más tenebrosa del pecado. Avemaría. 

V. Os saludamos, oh bellísima Luna, que iluminasteis al mundo envuelto en las más densas tinieblas del gentilismo. Avemaría. 

VI. Os saludamos como a esforzada amazona, que sola, a manera de un numeroso ejército, pusisteis en fuga a todo el infierno. Avemaría. 

VII. Os saludamos, oh hermosa alma de María, a quien Dios poseyó desde la eternidad. Avemaría. 

VIII. Os saludamos, oh amada Niña, y veneramos vuestro santísimo cuerpecito, los sagrados pañales en que fuisteis envuelta, y la sagrada cuna en que estuvisteis acostada, y bendecimos el punto y momento en que nacisteis. Avemaría. 

XI. Os saludamos finalmente, oh amada Niña, como adornada de todas las virtudes en grado inmensamente mas elevado que los otros Santos, y que, hecha digna Madre del Salvador, y habiendo concebido por virtud del Espíritu Santo, paristeis al Verbo encarnado. Avemaría. 

 

ORACIÓN FINAL

¡Oh graciosísima Niña! que con vuestro feliz nacimiento habéis consolado al mundo, alegrado al cielo y aterrado al infierno; habéis dado ayuda a los caídos, consuelo a los tristes, salud a los enfermos y alegría a todos; os suplicamos con los mas fervorosos afectos que renazcáis espiritualmente con vuestro santo amor en nuestras almas; renovad nuestro espíritu para que os sirvamos, encended de nuevo nuestro corazón para que os amemos; y haced florecer en nosotros aquellas virtudes con las que podamos hacernos siempre mas agradables a vuestros benignísimos ojos. ¡Oh María! Sed para nosotros María, haciéndonos experimentar los saludables efectos de vuestro suavísimo Nombre; sírvanos la invocación de este Nombre de alivio en los trabajos, de esperanza en los peligros, de escudo en las tentaciones, de aliento en la muerte. Sea el Nombre de María como la miel en la boca, la melodía en el oído, y el júbilo en el corazón. Así sea.


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