Poco después de la batalla de Lepanto en 1571, los frailes dominicos en Filipinas propagaron la devoción a Nuestra Señora del Santo Rosario, a quien se atribuye la victoria en esa batalla histórica.
La imagen de la Virgen y el niño Jesús que se encargó en 1593 fue tallada en marfil por un artesano chino que más tarde se convirtió a la fe; se dice que es el más antiguo de marfil tallado en Filipinas.
Profusamente vestida y enjoyada, la imagen tiene su lugar normal en el transepto izquierdo. La procesión del día grande de La Naval de Manila es el segundo domingo de octubre.
LA VIRGEN MARINERA
Cuando el Papa Gregorio XIII introduce la advocación de la Virgen del Rosario en 1573, sustituyendo la anteriormente denominada por su predecesor Pío V como Virgen de las Victorias, en honor al triunfo de La Liga Santa en la Batalla de Lepanto, poco podía imaginar de la inmensa repercusión que tendría tal advocación en todos los puntos del planeta.
Las extraordinarias noticias para la cristiandad, que partieron del Golfo de Lepanto con el suceso de la victoria cristiana sobre el Imperio Turco, recorrieron las costas desde el Mar Mediterráneo al Océano Pacífico, mediando el amplio Océano Atlántico y el continente americano que transportó a los descubridores del nuevo mundo.
La Virgen que había intercedido en la buena nueva, se convertiría en Patrona de la mar y como consecuencia de ello, en cada galeón que partía hacia el nuevo mundo, partía también la historia de la heroica hazaña en la que un grupo de canarios había tenido el honor de participar a las órdenes del capitán Francisco Díaz Pimienta.
Y fue precisamente el descendiente del mismo apellido y nombre, el almirante Francisco Díaz Pimienta, junto a galeotes y dominicos de la Orden de Predicadores quienes llevaran allende los mares la tradición de recordar mediante fiestas de exaltación con desfiles y libreas, los parabienes de la victoria cristiana en la Batalla de Lepanto.
Él la trasladaría a América en cada uno de los viajes de la flota de galeones que hacía la llamada Carrera de Indias, de la que él era General, y que partiendo de Puerto de Santa María en Cádiz, comunicaba la metrópoli española con las Islas Canarias y sus colonias americanas, cuyo puerto de arribada era Vera Cruz en México, para partir nuevamente por Acapulco hacia Manila, la capital de Filipinas.
En este recorrido por los mares y continentes del globo, desde el golfo de Lepanto a Manila, la Virgen recibe diferentes advocaciones, mencionadas en el presente trabajo: Virgen de Las Victorias, Virgen del Rosario, Virgen Galeona en Cádiz, Virgen de la Batalla de Lepanto en Granada, y Virgen de la Naval en Manila.
LLEGA A MANILA, FILIPINAS
La Flota de Galeones de Indias tenía su punto final en Filipinas; y hasta allí llegaron las historias narradas de lo que aconteció en Lepanto, y llegaron también las primeras imágenes de la Virgen del Rosario en las galeras de cada expedición de la Flota de Galeones.
La admiración, simpatía y devoción a la Virgen protectora de la gente de la mar, no hacía más que crecer con cada expedición, y la disponibilidad de un recinto para el culto a la imagen se hacía pronto necesaria en aquellas islas. Y fue así que la orden de los monjes dominicos construyó la primera iglesia dedicada al culto del Rosario en su convento.
La comunidad de frailes dominicos llegó a Manila procedente de México, en la flota de galeones de la Carrera de Indias.
La Orden Dominicana construyó su primer convento en Filipinas, en su capital Manila en 1588, y en 1593 el Gobernador General, Luis Pérez Dasmariñas legó a los Dominicos la imagen de la Señora del Santísimo Rosario, tallada a partir de marfil por un escultor chino no creyente, bajo la supervisión del capitán Hernando de los Ríos Coronel.
Tuvo la particularidad –según la tradición, milagrosa–, de que el escultor chino en ningún momento pretendía convertirse en un gran artista, pues ni siquiera había desempeñado esa faceta, y la concluyó como si estuviese guiado por una inspiración divina, algo que él mismo no tuvo en cuenta. Este escultor más tarde se convirtió.
Esta primera imagen aún se conserva en una urna situada entre las dos torres de los campanarios en la fachada exterior de la iglesia actual.
Aunque su ropa está hecha al estilo español del siglo XVI, sin embargo sus rasgos orientales reflejan la singularidad de su posición como una verdadera Reina Indígena de Filipinas.
LA RAZÓN DE LA GRAN FIESTA DE LA NAVAL DE MANILA
Rinde homenaje a los soldados que en 1646, se enfrentaron en cinco ocasiones, en cinco sangrientas batallas navales a los holandeses, los ingleses y los corsarios que no sólo buscaban las riquezas del archipiélago, sino que también pretendían sustituir el catolicismo por el calvinismo protestante holandés, de las que la más célebre es aquella en la que a bordo de los galeones “Encarnación” y “El Rosario”, los españoles consiguieron hacer frente y derrotar a la flota de quince fragatas holandesas que mejor dotadas y armadas que las españolas, intentaban invadir Filipinas.
En las cinco batallas, sólo quince defensores de Manila murieron. Antes de cada una de las batallas se buscó fervientemente la intercesión de Nuestra Señora del Rosario, a la espera de una protección similar a la que dio a los cristianos en Lepanto.
Ante cada una de las batallas, la tripulación de las galeras, los soldados, los religiosos españoles y filipinos prometieron un homenaje especial a la Virgen del Rosario si se producía la victoria, y puesto que las victorias se produjeron, los homenajes se celebraron con el nombre ya mencionado de La Naval, y los defensores solicitaron el reconocimiento oficial de la iglesia y la declaración de las victorias navales de 1646 como fruto de la intercesión de la Madre de Jesús.
El consejo eclesiástico en Cavite, con la ayuda de los teólogos, expertos canónicos, y religiosos prominentes, debatida y examinada la documentación aportada, y escuchados los testimonios orales de todos los testigos oculares, el 9 de abril de 1662, declaró milagrosas las cinco victorias navales de 1646, concedidas por la intercesión ante el Soberano Señor, de la Santísima Virgen y su devoción al Rosario.
Desde entonces, las procesiones y las misas y el novenario anual se han celebrado con gran alegría, fervor y belleza en Manila.
La imagen está todavía alojada en la iglesia de los dominicos de Santo Domingo, se trasladó a Quezon City (que es parte de la megalópolis que es Manila) después de la Segunda Guerra Mundial en 1954.
En 1907 el Papa San Pío X autorizó que la imagen sea coronada canónicamente, y en 1973 fue declarada patrona de Quezon City, y de la nación filipina.
La celebración de La Naval de Manila recuerda las suntuosas fiestas de Sevilla de 1572 relatadas por Pedro de Oviedo; tiene lugar cada segundo domingo de octubre en la capital de Filipinas, siendo la más grande de todas las celebraciones festivas del archipiélago, a la que acude toda la sociedad de Manila luciendo sus mejores libreas.
La Naval es una procesión a modo de desfile, de diez imágenes dominicanas intercaladas con banderas y estandartes que hacen referencia a los quince misterios del Santo Rosario.
Encabeza la procesión la imagen de San Pedro de Verona,…Santa Rosa de Lima, y las de Santo Tomás de Aquino, Santo Domingo de Guzmán, San José…, y la cierra la principal de la Virgen del Rosario.
Esta última imagen de la Patrona de Manila es transportada en la llamada Carroza Triunfal (exactamente igual la llamaron en el desfile de las suntuosas fiestas de Sevilla… de 1572); una carroza en forma de barco de transporte, de la que se dice que la primera fue construida en un 85% de plata maciza, y que durante los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial se fundió en un incendio de la iglesia (como veremos más adelante). La Carroza Triunfal actual es más sencilla.
EL MILAGRO DURANTE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL
Parece ser que la Virgen del Rosario de Manila quiere renovar su labor protectora del pueblo filipino, y cada cierto tiempo se publican noticias de milagros atribuidos a la intercesión de la misma.
Aunque muchas de estas historias milagrosas son realmente emocionantes, sólo me voy a parar en el suceso del bombardeo de la iglesia del convento de Santo Domingo acaecido durante la II Guerra Mundial, ya que nuevamente vuelve a tener relación con un conflicto armado, como lo fue en su día la Batalla de Lepanto, o las batallas de 1646 contra holandeses, ingleses y corsarios.
El 27 de diciembre de 1941, los aviones de combate japoneses bombardearon la ciudad de Manila, siendo la iglesia y el convento de Santo Domingo, uno de sus primeros objetivos. Las torres fueron destruidas, y sólo permanecieron en pie las paredes, provocándose un incendio que estuvo ardiendo durante varios días.
Pero viéndolo venir, los frailes dominicos días antes del bombardeo habían trasladado la imagen del Rosario, junto a las joyas, coronas, documentos, ornamentos y el tesoro del convento, todos de varios siglos de antigüedad, a una bóveda de gruesos muros protegida por una puerta acorazada, con la promesa del Prior Aurelio Valvuena, de que si se salvaba el legado, lo transferiría a la Universidad de Santo Tomás.
Habida cuenta de que el incendio permaneció durante días, alcanzándose temperaturas elevadísimas favorecidas por el grosor de los muros, la sociedad de Manila se entregó al rezo del rosario, pidiendo por la conservación de tan alto legado cultural de Filipinas, si bien las esperanzas de que no se hubiese destruido eran casi nulas.
El 30 de diciembre de 1941, tres días antes de que el ejército japonés invadiese por tierra Manila, el Prior del convento de Santo Domingo se reunió a las 4 de la madrugada con compañeros dominicos, algunos devotos, dos sacerdotes agustinos y algunos policías en las ruinas de la iglesia para buscar el tesoro oculto.
La puerta acorazada del almacén no se podía abrir; pensaron volarla con una granada, pero observaron que no sería necesario si conseguían abrir un hueco con un soplete de acetileno. Cuatro horas más tarde el mecanismo de apertura de la puerta se resistía y mientras, los bombardeos continuaban en otra parte de la ciudad, con la electricidad cortada y apenas con la luz del soplete apuraban los últimos minutos de oscuridad.
Finalmente el mecanismo de apertura cedió, y aunque la ansiedad por pasar al interior y comprobar el estado del tesoro les resultaba incontrolable, un infernal calor surgió al abrir la puerta, obligándoles a retirarse bruscamente; no obstante tuvieron tiempo de comprobar que la imagen de la Virgen del Rosario había sobrevivido. Todos arrodillados de inmediato rezaron “La Salve” en voz alta.
El calor extremo del fuego había doblado, torcido, deformado, y casi derretido varios de los importantes objetos de oro y plata. Sin embargo, los 350 años del marfil con el que el escultor chino había esculpido la imagen de la Virgen, y la madera dura que la sostenía, permitió la supervivencia a la conflagración que había consumido su belleza, de color rosa.
La imagen de la Virgen fue envuelta en una manta, y junto a sus joyas y coronas, y el resto del tesoro conservado, la llevaron en una camioneta por calles oscuras de la trasera de la ciudad, a la Universidad de Santo Tomás, donde permaneció durante toda la guerra.
Días más tarde, un soldado japonés que había escuchado sobre la existencia del almacén con la Virgen y el tesoro, obligó a punta de fusil a un monje dominico para que lo llevara hasta la bóveda acorazada de la iglesia, pero al llegar y encontrar la puerta abierta y el almacén vacío en medio de materiales fundidos por el calor, el soldado japonés se asustó y salió corriendo.