Los hechos sobrenaturales que iniciaron las tribulaciones.

Guerras, violencia, pandemias, desastres naturales, conflictos, traiciones.

¿De dónde viene esto?

¿El hombre es innatamente malo?

¿Fue creado así?

Si fuimos creados por Dios y dijo que lo que había hecho era bueno en cada día de la creación, entonces su creación debe haber sido buena, cuando nos creó en la mañana del sexto día.

¿Entonces de dónde vienen las tribulaciones que aquejan a las sociedades, a las familias, a las parejas, a las amistades?

Aquí hablaremos sobre cuál fue el momento en que se creó la semilla de la tribulación de los seres humanos y como se reproduce.

Empecemos por el principio. Dios creó multitudes de ángeles, un número incalculable. 

Un día durante un exorcismo, el padre Cándido Amantini, maestro del Padre Amorth, le preguntó a un demonio: «¿Cuántos son?». 

Y el demonio respondió: «Somos tantos que si fuéramos visibles oscureceríamos el sol». 

¿Cómo llegó esa multitud de seres creados por Dios a transformarse en ángeles malos, en demonios?

La Venerable María de Ágreda tuvo una visión sobre la creación y la caída de estos ángeles rebeldes.

En el momento en que Dios dijo: «¡Hágase la luz!», se crearon los ángeles, seres espirituales que reflejan la luz de Dios.

Todos estos ángeles fueron dotados de belleza, intelecto, voluntad y muchas otras gracias.

Cada ángel recibió diferentes dones. 

Lucifer, que era un querubín, tenía el mayor intelecto y la mayor belleza. 

Y el orgullo se instaló casi de inmediato en él.

Pero Dios dijo a los ángeles que debían adorarlo y servirlo.

Y mientras los ángeles buenos lo hicieron de inmediato y con absoluta lealtad, Lucifer y otros ángeles lo hicieron solo por obligación, y no porque realmente lo quisieran.

Ya estaba sembrada la semilla de la rebelión, que se desató luego cuando Dios les dijo que iba a crear una forma de vida inferior, los humanos, y que los ángeles debían ayudar al hombre en todos sus esfuerzos.

Y no solo eso, dijo que Dios se convertiría en uno de los hombres, y que ellos también debían adorarlo en su forma humana, tal como lo adoraban en su forma espiritual.

Pero Lucifer no estaba dispuesto a servir y ayudar a una forma de vida inferior a él, y tampoco lo iba a hacer, aunque ese ser fuera Dios mismo.

Y exigió que si había una unión entre la divinidad y el hombre, que fuera él y no Dios el nexo.

Así indujo a otros ángeles a seguir su rebelión, prometiéndoles que establecería su propio reino aparte del de Dios. 

Pero hubo aún más.

Dios mostró una gran señal que apareció en el cielo, la misma que se le mostró a San Juan en el Libro del Apocalipsis. 

Apareció una Mujer vestida del sol, con la luna bajo sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas. 

La luna creciente, representa la oscuridad del pecado y está sometida bajo sus pies, mientras Ella está vestida con el sol, símbolo de la gracia.

Y las doce estrellas en su cabeza representan a la vez las tribus de Israel, la Iglesia y las virtudes de María.

Dios les explicó a los ángeles que esta iba a ser Su futura madre terrenal, más pura y santa que cualquiera de los ángeles.

Y también mostró a los ángeles las muchas gracias que le había otorgado a esta mujer, y cómo obraría a través de Ella para hacer cosas maravillosas. 

Les mostró que la Mujer representa la raza de los seres humanos y, por lo tanto, Dios no castigará a la humanidad de la misma manera implacable que castigó a los ángeles. 

Por lo tanto, si la humanidad peca, se le permitirá recuperar las gracias que perdió, debido a la gracia de Dios que fluye a través de la santidad de esa Mujer, la Santísima Virgen.

Los ángeles buenos estaban regocijados, pero esto enfureció aún más a los ángeles malos.

Entonces Lucifer profirió blasfemias contra el Señor, prometiendo destruir a la raza humana, y perseguir a esta Mujer.

Y lo primero que hizo, y eso fue el inicio de nuestras tribulaciones, fue sembrar su propia desobediencia en los seres humanos, tentando a Eva y Adán en el jardín del Edén.

Esto despertó la ira de Dios, quien le dijo que esta mujer le aplastaría la cabeza y, a través de Ella, él sería vencido. 

Esto está en el Génesis 3:15.

Dios sabía que el orgullo de Lucifer quedaría más herido si fuera vencido por una humilde mujer.

Entonces se declaró la guerra entre los ángeles obedientes a Dios y los rebeldes.

Y Sor María de Ágreda relata un diálogo entre Lucifer y el arcángel Miguel, un ángel por entonces menor, que su fidelidad lo llevó hasta las cumbres más altas.

Lucifer le dijo que Dios era injusto porque no debía poner a una figura por encima de él, y le anunció que no se sometería a sus mandatos.

Y el arcángel Miguel le pidió que callara sus blasfemias propias de un pensamiento de maldad, y arengó a los ángeles a reverenciar a Dios bajo el grito ¡quién como Dios! 

Y llamó a reverenciar a la madre de Dios que daría carne humana al Señor.

María de Ágreda tuvo también la visión de cuando Lucifer expone el plan para la destrucción de la Mujer, que Dios había dicho que aplastaría su cabeza, y también para la destrucción de la humanidad.

Prometió crear muchas sectas y religiones falsas que alejarían a la humanidad de Dios. 

Dijo que levantaría a muchos hombres valientes y arrogantes, que cumplirían sus órdenes haciendo que el pecado floreciera en la tierra. 

La versión celestial de esta guerra está descrita en Apocalipsis 12, y muestra a Miguel y los ángeles buenos derrotando a Lucifer y los ángeles malos.

Y al final Lucifer, líder de esta revuelta, es arrojado del cielo y lo acompaña un tercio de los ángeles. 

Y desde ese momento han estado deambulando por la tierra generando devoción a otros dioses distintos al Dios verdadero.

Esto lo podemos ver en cantidad de civilizaciones ancestrales que adoraban a dioses crueles que les pedían sacrificios terribles contra la vida.

Y han estado impulsando también prácticas contrarias a las que promueve Dios: puedes hacer lo que quieras sin someterte a las leyes de Dios; no obedecer a nadie; y convertirte a ti mismo en dios.

Su objetivo es llevar al infierno tantas almas como les sea posible.

O por lo menos convertir sus vidas en la tierra en un infierno, a través de sembrar miedos, violencia y pecados de todo tipo, que oscurezcan la bondad de Dios.

Mientras que Dios nos ofrece vivir junto a Él por la eternidad, que comienza ya ahora en la tierra, en un reino de gozo eterno.

Estos demonios han sido empoderados por Nuestro Señor en estos tiempos finales, permitiendo que sean más fuertes, porque en definitiva es lo que quiere la mayoría de la gente en su libre albedrío.

Básicamente tientan a los seres humanos, les crean obsesiones y los vejan, y a veces hasta se meten dentro de ellos, y deben ser desalojados por exorcismos.

La poderosa fuerza del mal ejercida por estas criaturas demoníacas puede parecer desalentadora, pero Dios nos ha provisto de muchas armas contra ellas. 

Podemos defendernos profundizando nuestra fe y nuestra relación con Cristo, teniendo una vida de oración regular, buscando la verdad y luchando por la santidad. 

Estar en estado de gracia y recibir frecuentemente los sacramentos, que son salvaguardas poderosas contra las tentaciones. 

Los demonios y nuestra tendencia al pecado a partir de la primera desobediencia, también retroceden ante los sacramentales usados con fe y confianza, como la señal de la cruz, el agua bendita, el nombre de Jesús, los crucifijos, y cualquier otra señal de fe abierta.

Y una de las armas más grandes que se nos ha dado es la ayuda de los ángeles buenos, especialmente nuestros ángeles de la guarda. 

Estas criaturas están participando en la obra de nuestra salvación, y han defendido el reino de Cristo que se está construyendo en la tierra.

Debemos desarrollar una relación con estos poderosos aliados y nunca dudar en pedirles orientación y protección en momentos de necesidad.

Esta batalla en curso no es simplemente del bien contra el mal, sino que es una lucha por nuestras almas y, por eso, Dios ha revelado la realidad de estos demonios para advertirnos. 

Son reales e impactan nuestras vidas, pero Dios es más grande y nos da una armadura eficaz. 

Debemos utilizar Sus recursos y tener cuidado de no bajar la guardia.

Bueno hasta aquí lo que queríamos hablar sobre cómo empezó este ataque a la humanidad que impulsa nuestra tribulación.

Porque nuestra lucha no es contra la carne y la sangre como dice San Pablo, sino contra estos seres invisibles que se rebelaron contra Dios, ya fueron vencidos, y ahora mantienen una guerra contra los seres humanos.

Pero a su vez tenemos en nuestra alma una tendencia al pecado que viene desde el pecado original en el jardín del edén y que es la materia prima de los demonios.  

Y me gustaría preguntarte si crees que sigue siendo firme la creencia de los católicos en la existencia de los demonios o es algo que se está erosionando.

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