Los materialistas dicen que el hombre es lo que come.

Pero quienes piensan  que el hombre es un ser trascendente a su vida en la tierra, dicen que un hombre es lo que hace con su silencio.

O sea si lo usa para comunicarse con Dios y la eternidad o no.

silencio

Y en ese sentido, la frase «conversación con Dios» describe la oración cristiana maravillosamente.
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Cristo nos ha revelado que Dios es una persona real, y que él está interesado, apasionadamente interesado, en nuestras vidas, nuestra amistad, nuestra cercanía.

  

EL SILENCIO ABSOLUTO NO ES PARA EL SER HUMANO

No importa cuánto tratemos, no podemos alcanzar el silencio completo.

Pero estamos obligados, por ejemplo, a tratar con el silencio natural que viene con el sueño, la enfermedad, la muerte y el dolor.

También nos encontramos a nosotros mismos frente a los momentos de silencio todos los días que vienen inmediatamente después de despertarnos, durante el viaje por la mañana, a la hora del almuerzo, después de la cena y antes de acostarnos.

Dado que todos tenemos que cuidar de las funciones básicas de la vida, todos tenemos que pasar tiempo trabajando en una forma u otra, y todos tenemos que pasar tiempo en relación con los demás.

Pero parece que la diferencia básica entre un persona que vive una vida de fe y otra que no, es lo que hacen con ese silencio.

silencio

  

EL MANEJO DEL SILENCIO

Así que pregúntate esto: ¿qué debo hacer cuando hay silencio? 

¿Tengo que llenarlo con actividades ajenas? ¿Oro?

La oración es una vocación humana universal, lo que no sólo significa que Dios llama a todos a la misma, sino que también todas las grandes religiones creen en ella.

Además, esto es lo que Dios nos manda que hagamos en el Salmo 46, versículo 11: «Paren y reconozcan que yo soy Dios».

Por lo tanto, nuestra alegría debe ser la preservación y la promoción de la oración comunitaria y personal.

Podemos hacerlo reavivando el deseo de orar, buscando entender mejor la oración, practicando la oración con el mayor cuidado, consistencia y profundidad, y al permitir que la oración – que es el encuentro con Dios – nos lleve lejos de la obsesión por las cosas ruidosas de la vida.

Nuestra tarea, entonces, es reorientar nuestra vida mediante la participación en una especie de kénosis humana (una palabra griega transliterado que significa «anonadamiento»).

Dado que la sociedad secular parece distraernos por el ruido, entonces el verdadero creyente debe encontrar la fuerza para buscar el silencio.

  

UN TIEMPO PARA CENTRARSE EN DIOS

En pocas palabras, el silencio le da al cuerpo, al alma y al espíritu de un tiempo y un lugar para orar específico.

El silencio nos da tiempo para estar en la presencia de Dios.

Como resultado, la oración nos ayuda a centrarnos en el tiempo por venir.

Cuando usamos el silencio adecuadamente (para orar), nos abrimos a la unión mística con Dios que puede venir después de la muerte.

La oración se desarrolla en el tiempo, pero en esencia trasciende al tiempo.
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El que santamente  perdamos el sentido del tiempo mientras rezamos, es más que el resultado psicológico de una intensa concentración.
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Lo que realmente ocurre es un traslado a la eternidad. 

La oración se hace «a través de Cristo».

Sin embargo, el tiempo de Jesús no es simplemente de duración terrena, sino que él guía el tiempo para su cumplimiento y todo lo gobierna.

La hora de la oración es en sí mismo sagrada por el mero hecho de pertenecer a «la era por venir».

Tiende hacia la plenitud que viene y se dirige hacia el Día del Señor.

Ya que no podemos evitar en última instancia, todo el silencio, debemos tomar la decisión de usar el silencio como Dios quiso que lo utilizáramos.
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Para orar, para encontrarlo y buscar nuestra unión con Él por toda la eternidad.

San Buenaventura, Obispo y Doctor de la Iglesia

  

DISPONERSE FUERA DEL INTELECTO

Nuestro intelecto es nuestra mayor fortaleza y una de nuestras más grandes bendiciones, sin embargo, casi siempre nos mete en tantos problemas.
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Nuestra fortaleza es también nuestra debilidad.
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Creemos que sabemos algunas cosas pero a veces con humildad descubrimos que conocemos muy pocas cosas.

La oración recorre el espacio que nos hace llegar a Dios siempre que no sea una oración mecánica de mera repetición.

San Buenaventura en El Itinerario de la mente a Dios dice:

Cristo es el camino y la puerta…. 

Un hombre… debe mirarlo colgado en la cruz, lleno de asombro y alegría, marcado por la gratitud, y abierto a la alabanza y júbilo.

Entonces un hombre así hará con Cristo una ‘Pascua’

A través de las maderas de la cruz que pasará sobre el Mar Rojo, Egipto y dejándose entrar en el desierto. 

Allí se va a probar el maná escondido…

Para que esta Pascua sea perfecta, hay que suspender todas las operaciones de la mente y debemos transformar nuestros afectos dirigiéndolos a Dios.

Se trata de una experiencia mística sagrada.

No puede ser comprendido por cualquier persona, a menos que se entregue a ella. …

Buscar la respuesta en la gracia de Dios, no en la doctrina.
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En el deseo de la voluntad, no en el entendimiento.
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En los suspiros de la oración, no en la investigación.
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En buscar al novio no al maestro; a Dios y no al hombre.
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En la oscuridad no en la luz del día.
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Y no en buscar no la luz, sino más bien el voraz incendio que lleva el alma a Dios con intenso fervor y amor que brilla intensamente.
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El fuego es Dios…

Veamos… entra en la oscuridad, silenciando tus angustias, tus pasiones y todas las fantasías de la imaginación… diciendo:

Mi carne y mi corazón me fallan, pero Dios es la fortaleza de mi corazón y mi herencia para siempre.

Bendito sea el Señor para siempre… ¡Amén, Amén!

Nuestro intelecto es a la vez nuestro mayor don y nuestro bloqueo más grande.

Sólo la humildad y el silencio místico puede desbloquear tu más grande potencial: moverte hacia Dios para una comprensión más profunda.

Ejercitemonos ahora en hallar a Dios en la oración.

  

TRES FORMAS EN QUE DIOS NOS HABLA EN LA ORACIÓN

1 – EL DON DE LA CONSOLACIÓN

En primer lugar, Dios puede hablar con nosotros, dándonos lo que los escritores espirituales llaman consuelo.

Por medio de la consolación, él toca el alma y nos permite ser consolados y fortalecidos por la conciencia de su amor, su presencia, su bondad, su poder y su belleza.

Este consuelo puede fluir directamente desde el significado de las palabras de una oración vocal.

Por ejemplo, cuando rezo la famosa oración «Amable Luz» del Beato Cardenal Newman, Dios puede aumentar mi esperanza y confianza, simplemente porque el significado de las palabras nutre y revitaliza mi conciencia del poder y la bondad de Dios.

Guíame, Luz Amable, entre tanta tiniebla espesa,
¡llévame Tú!
Estoy lejos de casa, es noche maciza y densa,
¡llévame Tú!
Guarda mis pasos;
no pido ver confines ni horizontes,
sólo un paso más me basta.
Yo antes no era así, jamás pensé
en que Tú me llevaras.
Decidía, escogía, agitado; pero ahora,
¡llévame Tú!
Yo amaba el lustre fascinante de la vida y, aun temiendo,
sedujo mi alma el amor propio,
no guardes cuentas del pasado.
Si me has librado ahora con tu amor, es que tu Luz
me seguirá guiando
por la pradera y el pantano, por el despeñadero y el torrente,
hasta que la noche huya,
y con el alba, estalle la sonrisa de los ángeles,
la que perdí, la que anhelo desde siempre.

La consolación también puede fluir desde la reflexión y la meditación que participan en la oración mental.

Al leer y reflexionar lentamente, en oración sobre la parábola del hijo pródigo, por ejemplo, puedo sentir mi alma consolada con esa imagen del Padre que abraza al hermano menor arrepentido.

Esa imagen del amor de Dios viene a mi mente, y me da una conciencia renovada de la misericordia y la bondad de Dios.

¡Dios es tan misericordioso! pienso para mí, y siento el calor de su misericordia en mi corazón.

Esa imagen y esas ideas son mías, en la medida que vayan surgiendo en mi mente, pero son de Dios, en la medida que surgieron en respuesta a mi consideración de la revelación de Dios, en un ambiente de fe.

O, en otra ocasión, podría meditar en el mismo pasaje bíblico y ser movido por una experiencia profunda de dolor por mis propios pecados.

En la rebelión ingrata del Hijo Pródigo, veo una imagen de mis propios pecados y rebeliones, y yo estoy repelido por ellos.

Una vez más, la idea de la fealdad del pecado y de la sensación de dolor por mis pecados personales son mis propias ideas y sentimientos.

Pero ellos son una respuesta a la acción de Dios en mi mente, mientras guía el ojo de mi mente para percibir ciertos aspectos de su verdad, mientras que lo escucho hablando a través de su Palabra revelada en la Biblia.

En cualquiera de estos casos, mi alma es tocada y por lo tanto nutrida y consolada, por la verdad de quién es Dios para mí, y quien soy yo para él – una verdad por la cual Dios habla a mi alma.

Pero la distinción entre el hablar de Dios y mis propias ideas, no es tan clara como nos gustaría a veces.

En realidad Él habla a través de las ideas que me vienen cuando dirijo mi atención hacia él en la oración.
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Él habla dentro de mi corazón, en las palabras que se forman en mi corazón al contemplar la Palabra.

2 – NUTRICIÓN DE LOS DONES DEL ESPÍRITU SANTO

Dios puede respondernos en oración con el aumento de los dones del Espíritu Santo en nuestras almas:
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La sabiduría, el conocimiento, el entendimiento, la piedad, el temor de Dios, la fortaleza y el consejo.

Cada uno de estos regalos nutre nuestros músculos espirituales, por así decirlo; construyen nuestras facultades espirituales.

Hacen más fácil para nosotros descubrir la voluntad de Dios en nuestras vidas, para apreciar y querer su voluntad, y para llevar a cabo esa voluntad.

En definitiva, mejoran nuestra capacidad de creer, esperar y amar a Dios y al prójimo.

Durante el tiempo de oración, entonces, cuando me dirijo a Dios en la oración vocal, o trato de conocerlo más profundamente a través de la oración mental, o adorándolo por medio de la oración litúrgica, la gracia de Dios toca mi alma, alimentándola a través de aumentar el poder de estos regalos del Espíritu Santo.

Dado que estos regalos son espirituales y no materiales, y puesto que la gracia de Dios es espiritual, no siempre se siente que la nutrición tiene lugar.

Puedo dedicar quince minutos a la lectura y la reflexión sobre la parábola del Buen Pastor, y ninguna idea o sentimiento de consuelo suscitarse; mi oración se siente seca.

Pero eso no quiere decir que la gracia de Dios no este alimentando mi alma, que no se están fortaleciendo dentro de mí los dones del Espíritu Santo.

Cuando tomo vitaminas (o como brócoli), no siento mis músculos crecer, pero sé que las vitaminas están permitiendo de hecho el crecimiento.

Del mismo modo, cuando oramos, sabemos que estamos entrando en contacto con la gracia de Dios, con un Dios que nos ama y nos está haciendo santos.

Cuando no experimento consuelo, puedo estar seguro de que Dios todavía está trabajando en mi alma, fortaleciéndola con sus dones por medio de las vitaminas espirituales, que mi alma toma en cada vez que tengo contacto lleno de fe con Dios.

Pero yo sólo sé esto por fe, porque Dios no siempre envía consolación sensible con este alimento espiritual.
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Esto es por qué el crecimiento espiritual depende de manera muy significativa de nuestra perseverancia en la oración, independientemente de si sentimos consuelo.

dios se comunica

  

3 – INSPIRACIONES DIRECTAS

Dios puede hablar a nuestras almas a través de palabras, ideas o inspiraciones que reconocemos claramente como viniendo directamente de él.

Muchos sacerdotes tienen un vivo recuerdo de la primera vez que la idea del sacerdocio les vino a la mente. A veces ni siquiera eran católicos ni nadie les había dicho que debían ser sacerdotes.

Y, sin embargo, a raíz de una experiencia espiritual poderosa, la idea simplemente apareció en sus mentes, completamente formada o no, con claridad convincente o más o menos.

Y han interpretado sin ninguna duda que la idea había venido directamente de Dios, que les había hablado directamente, dando una inspiración.

La mayoría de nosotros hemos tenido algunas experiencias como éstas, cuando supimos que Dios nos estaba diciendo algo específico para nosotros, aunque hayamos escuchado las palabras sólo en nuestros corazones y no con nuestros oídos físicos.

Dios puede hablar de esta forma incluso cuando no estamos en oración.
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Pero una vida de oración madura hará de nuestras almas más sensibles a estas inspiraciones directas.
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Y creará más espacio a Dios para hablar directamente con más frecuencia, si así lo desea.

Jesús nos asegura que cualquier esfuerzo que hagamos en la oración traerá gracia en nuestras almas, lo sintamos o no: «Buscad, y hallaréis; pedid, y se os dará; llamad, y se os abrirá» (Mateo 7:7-8).

Pero al mismo tiempo, tenemos que recordar siempre que debemos vivir nuestra vida entera, incluyendo nuestra vida de oración, a la luz de nuestra fe, no sólo de acuerdo con lo que percibimos y con lo que sentimos.

Como dijo San Pablo con tanta fuerza, «Por fe andamos, no por la visión…» (2 Corintios 5:7).

hombre orando arrodillado

  

MAS TIEMPO EN ORACIÓN = MAS RESULTADOS

Por favor pregúntate esto: ¿qué hago con el silencio? ¿Lo evito a toda costa?
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¿Trato de llenarlo con la televisión, Internet o la radio? ¿Oro?
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¿Trato de convertir el silencio en tiempos naturales para estar con Dios?

“Gracias, Dios mío. Gracias, Creador. Gracias, Jesús.” 

Ese es el mantra cristiano, o debería serlo.

Es el código de área para alcanzar el cielo.

Pasa el mayor tiempo posible en oración, pasa mucho tiempo con el rosario.

Trabaja con Él. Relájate con él. Luego llama. Disca. Habla con Él en el silencio.

Cuanto más tiempo pasas en oración, más grande son los resultados.
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Nos vamos a ninguna parte cuando no estamos haciendo nada.

  

LOS PEQUEÑOS MILAGROS QUE LOGRA LA ORACIÓN

“Si el Señor no edifica la casa, en vano trabajan los albañiles, si el Señor no guarda la ciudad, en vano velarán los centinelas” (Salmo 127).

La Palabra siempre viene en nuestro auxilio para ayudarnos a abrir caminos.

En todas las circunstancias de nuestra vida, podemos estar seguros que el Señor nos dejará oír Su Palabra para guiarnos.

Son los pequeños milagros que todos los creyentes hemos sentido a lo largo de toda nuestra vida.

Pero, como dice el Salmo, “si el Señor no edifica la casa, en vano trabajarán los albañiles”.

Debemos entregar nuestra vida a Dios y dejar que Él decida el rumbo que le daremos.

Es el capitán de nuestra nave, pero ¿cómo hacer para ponernos en comunicación con Él?

Los que hemos experimentado los pequeños milagros de cada día, sabemos que Dios siempre está ayudándonos

Y cuando se trata de la oración, Su ayuda se hace patente.

“Señor, abre mis labios y mi boca proclamará Tu alabanza” (Salmo 51).

Por medio de Su Palabra, el Señor nos indica el camino a tomar.

Y de pronto, se hace la Luz en nuestra alma y comprendemos que si no invocamos al Espíritu Santo, nuestra oración solamente será un conjunto de palabras vacías.

La oración que nos une al Cielo es la alabanza y la alabanza es el lenguaje de los ángeles.

Dios merece ser alabado, por Su grandeza, por Sus obras, por Su generosidad, por Su Amor, por Su Misericordia.

Y son los gemidos del Espíritu Santo los que nos hacen sintonizar con la frecuencia de Dios”, como bien decía el papa Benedicto XVI.

Pero tengamos presente que entregarle nuestra vida a Dios no significa dejar que Él lo haga todo.

Dios nos dio libre albedrío y es necesaria nuestra voluntad para entrar en oración.

Pero no alcanza con la voluntad humana. El único que tiene la llave para ingresar a la Eternidad por medio de la oración es el Altísimo.

Y solamente el Altísimo nos franqueará la entrada, si invocamos Su Santo Espíritu, suplicándole que “abra nuestros labios” con el soplo de Su boca.

Sabemos que Dios nunca niega Su Santo Espíritu a quien se lo pide con fervor.

Invoquemos, pues, sin demora, más temprano que tarde, al Espíritu Santo y la eternidad bajará hasta alcanzarnos.

Fuentes:



María de los Ángeles Pizzorno de Uruguay, Escritora, Catequista, Ex Secretaria retirada

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