Lo que muchos saben, pero callan por vergüenza.

El mundo, incluido la Iglesia, está pasando por una crisis fenomenal, donde han desaparecido las certezas.

Vivimos en un mundo de opiniones. Donde la verdad ha desaparecido, incluso la científica, como fundamento para los juicios de los seres humanos.

Algunos dicen que estamos en un cambio de época tan radical, que el pasaje de la Edad Media al mundo moderno, se nos presentaría como un simple accidente menor en comparación a lo que vivimos ahora.

Pero corremos el riesgo de ver sólo la punta del iceberg.

Aquí hablaremos sobre el porqué de los cambios que estamos presenciando en el mundo, y especialmente en la Iglesia, cómo esto ya había sido profetizado desde siglos antes, a qué seguridades debemos aferrarnos y que hacer de ahora en adelante.

Muchas revelaciones privadas pasadas y presentes anunciaron una gran crisis en el mundo y en la Iglesia en nuestro tiempo.

Pero los primeros signos visibles llegaron en la década de los años 1960.

Allí hubo una conjunción de la revolución sexual impulsada por el mayo de París y el movimiento hippie en el mundo. 

Y en la Iglesia los primeros signos visibles comenzaron a aparecer al final del Concilio Vaticano II.

Después del Concilio, hubo una parte de buenos pastores que se comprometieron a vivir y encarnar el Concilio en la vida de la Iglesia.

Pero también hubo otra parte que, contaminada por interpretaciones liberales del Concilio, buscó modificar o tergiversar la doctrina original de la Iglesia, que el propio Juan XXIII declaró como «cierta e inmutable».?

El resultado fue que inmediatamente después del Concilio se paralizaron las conversiones al catolicismo, especialmente en el primer mundo, que antes sumaban cientos de miles cada año. 

Hubo una enorme caída de las vocaciones religiosas.

En apenas diez años, los aspirantes en los seminarios se redujeron a la mitad, y en algunas diócesis incluso a un quinto o un sexto.

Hubo deserciones colosales en las órdenes religiosas.

Por ejemplo, entre los jesuitas, diez mil sacerdotes de treinta y seis mil abandonaron el estado religioso.

Y entre los dominicos el porcentaje de deserciones fue aún mayor.

Al mismo tiempo, por ejemplo, la Acción Católica Italiana vio caer el número de sus miembros de tres millones a seiscientos mil.

Nunca en la historia milenaria de la Iglesia se había presenciado algo similar.

Pero la confusión en la doctrina, la disidencia, las rebeliones y las deserciones, tanto entre los laicos como entre el clero, no fueron los únicos males que acosaron a la Iglesia en las últimas décadas. 

Las nubes negras de los abusos trajeron a la Iglesia la mayor pérdida de imagen de todos los tiempos.

Pero esto es la punta del iceberg, porque por debajo de las aguas, satanás está lanzando su ataque más imponente y furioso.

Es consciente de que se le acaba el tiempo. Sabe bien que el Triunfo del Inmaculado Corazón es ahora inminente.

Por lo que está decidido, en el tiempo que le queda, a jugar todas las cartas que tiene a su disposición sembrando el descrédito y el odio a los sacerdotes y a la Iglesia, y arrebatando a Dios tantas almas como sea posible.

A sólo 7 años de la finalización del Concilio, en junio de 1972, Pablo VI lo confirmó, dijo, «el humo de Satanás ha entrado por alguna grieta en el templo de Dios.

Se creía que después del Concilio vendría un día soleado para la historia de la Iglesia. En cambio, vino un día nublado, tormentoso, oscuro». 

Y en 1977 le dijo a Jean Guitton, “Hay una gran perturbación en este momento en el mundo y en la Iglesia, y lo que está en juego es la fe”.

“Dentro del catolicismo a veces parece predominar un pensamiento de tipo no católico, y puede suceder que este pensamiento no católico dentro del catolicismo, sea mañana el más fuerte” 

Y sentenció,

“Pero nunca ese pensamiento representará el pensamiento de la Iglesia. Tiene que haber un pequeño rebaño, por pequeño que sea”.

Mientras que el Cardenal Joseph Ratzinger, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe en el post concilio, declaró en 1985,

“Es indiscutible que los últimos veinte años, 1965 a 1985, han sido decididamente desfavorables para la Iglesia Católica. 

Los resultados que siguieron al Concilio parecen cruelmente opuestos a las expectativas de todos, empezando por las de Juan XXIII y las de Pablo VI. 

Los Papas y los Padres del Concilio esperaban una nueva unidad católica y, en cambio, hubo un disenso que pareció pasar de la autocrítica a la autodestrucción, y a un proceso progresivo de decadencia que se ha ido desarrollando en gran medida bajo el signo de una referencia a un supuesto «espíritu del Concilio»”  

Y situó un problema con los teólogos, dijo, 

“me sorprende la capacidad de los teólogos que logran sostener exactamente lo contrario de lo que está escrito en documentos claros del Magisterio”.

Y diagnosticó que, “este clima de confusión hizo que muchos católicos se abrieran sin filtros ni frenos al mundo, es decir, a la mentalidad moderna dominante, al mismo tiempo que cuestionaban los fundamentos mismos del depósito de la fe».

Este humo de Satanás, que crea confusión doctrinal, del que hablaba Pablo VI, parece que se ha infiltrado incluso entre las altas jerarquías eclesiásticas, según lo que leemos de declaraciones y acciones de varios cardenales y obispos.

Y coincide con el supuesto contenido adicional del tercer secreto de Fátima, que ha permanecido sin publicar, y que según los que lo leyeron se refiere a que la apostasía comenzará por el vértice de la Iglesia.  

Y este humo de satanás que se habría infiltrado en la Iglesia, parece tener una fecha.  

El 13 de octubre de 1884, mientras celebraba la Misa el Papa León XIII, tuvo una visión sobre el futuro de la Iglesia. 

Fue un diálogo entre Nuestro Señor y satanás, en el que el maligno afirmaba con orgullo que podía destruir la Iglesia, y pedía 75 o 100 años y mayor poder para los que se pusieran a su servicio. 

Jesús accedió a los pedidos de satanás y le dio alrededor de un siglo, durante el cual tendría libertad para ejercer plenamente el poder que pedía.

Y luego vio una bandada de demonios atacando el Vaticano y eso le llevó a redactar la oración a San Miguel Arcángel solicitando su ayuda, que decretó y fuera dicha al final de cada misa.

Pero se quitó luego de las reformas litúrgicas del Concilio Vaticano II.   

Esta apostasía en la Iglesia que hoy vemos desarrollarse no se trata de una simple desobediencia humana, de sacerdotes y teólogos, que se confabularon para tratar de desvirtuar la prédica de la Iglesia.

Sino que se trata de un ataque lanzado por el demonio, que sólo en 1884 parece que logró más poder.

Pero que ya había sido avisado por la Santísima Virgen en el siglo XVII que iba a suceder en el siglo XX.

Nuestra Señora del Buen Suceso le dijo a la Madre Mariana de Jesús Torres en Ecuador, que sucedería un aparente triunfo de satanás, que traería enormes sufrimientos a los buenos Pastores de la Iglesia.

Le dijo que el clero dejaría mucho que desear, ya que los sacerdotes se volverían negligentes en sus sagrados deberes y al no tener la brújula divina, se desviarían del camino trazado por Dios para el ministerio sacerdotal, y se apegarían a los bienes y riquezas.

Dijo, «las vocaciones de los religiosos se perderán. Y esto será un verdadero desastre. Los religiosos abandonarán sus sagrados deberes y se desviarán del camino que Dios les ha señalado».

Algo similar dijo la Virgen en La Salette en 1846.

Y lo ha repetido en casi todas sus apariciones después de la visión de León XIII de 1884.?

Por ejemplo la Virgen le dijo al Padre Gobbi en 1990 que la Iglesia estaba «subiendo al Calvario de su dolorosa pasión» y que al diablo se le permitiría «penetrar incluso dentro de la Iglesia «, añadiendo que Satanás tendría éxito al llenar el santuario de Dios de tinieblas.

Dijo además que satanás seducirá a unos con soberbia, a otros con el amor a la carne, a otros con dudas, a otros con incredulidad y a otros con desánimo y soledad. 

Y agregó, 

“Muchos de ellos dudarán de Mi Hijo y de Mí, y creerán que este es el fin de Mi Iglesia».

Y sentenció,

 «Ha llegado la gran prueba para la Iglesia”. 

También la Virgen le habló sobre un posible cisma, le dijo,

“en secreto se prepara un verdadero cisma que pronto será abierto y proclamado, y entonces sólo quedará un pequeño remanente fiel, que guardaré en el jardín de mi Corazón Inmaculado…»

Pero también los mensajes nos ubicaron en las razones de este furibundo ataque.

Nuestra Señora del Rosario de San Nicolás le dijo a Gladys Quiroga de Motta en 1986, que «el príncipe del mal esparce hoy su veneno con todas sus fuerzas, porque ve que su triste reinado se acaba».

Y también dijo en Civitavecchia en 1995, “satanás sabe que su tiempo se está acabando, porque mi Hijo Jesús está a punto de intervenir». 

¿Y entonces qué debemos hacer?

Primero, tener confianza en Dios, confiar en la palabra de Jesucristo y de la Virgen de que, cuando todo parezca perdido, derrotarán de un plumazo a los demonios y a sus acólitos.

Segundo, confiar en su guía y protección durante estos tiempos duros.

Y tercero, rezar por los sacerdotes y por los cristianos en general, con más compromiso que nunca, para que no caigan en la trampa de los demonios, y se mantengan firmes en la fe. 

Bueno, hasta aquí cómo se ha estado desarrollando el ataque del demonio a la Iglesia, por qué tanto ahínco y qué debemos hacer al respecto.

Y me gustaría preguntarte si crees que los católicos que conoces están persuadidos de que está sucediendo un ataque fenomenal de los demonios a la Iglesia o no se dan cuenta.

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