La Teología del Pueblo.
En la medida que Jorge Mario Bergoglio nunca adhirió formalmente a una teología específica, han surgido en este año de pontificado toda clase de especulaciones, la más extendida es que sería un adherente periférico de la Teología de la Liberación, porque incluso coincide su llegada con la mayor visibilidad vaticana de su fundador, el P. Gustavo Gutiérrez.
Sin embargo, el sacerdote Antonio Grande, rector del Colegio Sacerdotal Argentino de Roma, como la teóloga Emilce Cuda, explican que Bergoglio sigue el peculiar pensamiento de la Teología del Pueblo.
FRANCISCO PLANTEA LA TEOLOGÍA DESDE UNA MANERA DE VIVIR
Grande explica en una entrevista que:
Frrancisco está poniendo en modo sencillo la forma de vivir de Jesús. Unido a esto, propone un modo de vida que todos captan, de un humanismo rico, sencillo, fraterno, solidario y al mismo tiempo religioso.
Refiriéndose a la idiosincrasia argentina, de la cual Bergoglio es hijo, expresa que una peculiaridad es:
la religiosidad popular, que vincula a los pastores con el pueblo, en otras partes del mundo parece no existir o no estaría tan claro. Para nosotros el pastor no es un personaje, más allá de la reverencia que se le debe tener, es alguien del pueblo que camina con el pueblo.
Y en este contexto examina las influencias teológicas de Bergoglio:
En Argentina es muy propia la teología del pueblo, que tiene como referente destacado el padre Lucio Gera y otros. Su propuesta es una mirada del misterio de Jesús y de una Iglesia que es pueblo de Dios, que está presente, se compromete, que es fiel a la guía de la Iglesia universal pero también es fiel al pueblo.
Creo que el cardenal Bergoglio lo conocía y se mueve en esa perspectiva. Se nota en sus palabras y en sus actos que tiene un sello muy “geriano”. De hecho al padre Gera lo hizo sepultar en la catedral de Buenos Aires.
En la teología del pueblo se propone un modo de actuar de pastores espirituales, cercanos a la gente, desde la fidelidad a la Iglesia, con un espíritu muy creativo, fraterno y misionero. Eso está alimentado por una fe que busca profundizar desde la tradición pero, al mismo tiempo, de la necesidad de búsqueda del pueblo de Dios.
Pero deslinda la Teología del Pueblo de la Teología de la Liberación:
La teología de la liberación ha sido dinámica. Estando el cardenal Ratzinger en la Congregación para la Doctrina de la Fe acompañó, clarificó, más allá de que algunos no lo tuvieran en cuenta o se abrieran de la vida de la Iglesia. Hubo un camino de maduración y purificación, de acuerdo con el evangelio.
En la teología del pueblo existen varios matices también, pero se ve la fe del pueblo de Dios como punto de partida que va en relación con la fe de la Iglesia y con la vida de la Iglesia, desde la palabra y los sacramentos. Habría una relación dinámica entre los pastores que buscan al pueblo y viceversa.
Ni populista, ni académica. Un estudio que tiene en cuenta la fe del pueblo para servicio de la fe y al mismo tiempo rescata la participación activa del pueblo de Dios. Eso es algo de gran riqueza.
FRANCISCO: ENTRE LA TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN Y LA TEOLOGÍA DEL PUEBLO
Por su parte la teóloga Emilce Cuda hace un interesante análisis en que separa técnicamente la teología de la Liberación de la teología del Pueblo.
Entre los cuarenta y cinco años que separan a Francisco de Medellín la cultura latinoamericana se teologiza y produce una nueva categoría hermenéutica: el pobre. No se trata de adivinar cuál es la teología de Francisco, sino tan solo de conocer la modalidad teológica argentina que el papa habitó, como herramienta para entender la radicalización en la pobreza del obispo de Roma. Esa teología se denomina Teología del Pueblo –modalidad que asume laTeología de la Liberación latinoamericana en una parte de la teología argentina-, y surge con los procesos políticos por la democracia en Argentina entre los años 1964 y 1976. Ambas, la Teología de la Liberación y la Teología del Pueblo, utilizan el método ver-juzgar-obrar, poniendo en relación la praxis cultural con la reflexión teológica, pero la Teología del Pueblo privilegia el análisis histórico-cultural sobre el socio-estructural.
Para comprender mejor la diferencia entre la Teología de la Liberación y la Teología del Pueblo, tomaré la clasificación hecha por Scannone, para quien dentro de la Teología de la Liberación pueden distinguirse cuatro corrientes, siendo la Teología del Pueblo una de ellas.
A la primera la denomina Teología de la Liberación desde la Praxis Pastoral (Pironio), persigue la unidad de todo el pueblo mediante una reflexión ética-antropológica teniendo en cuenta a las ciencias sociales, pero sin reflexionar en los aspectos políticos.
La segunda es la Teología de la Liberación desde la Praxis Revolucionaria (Assmann), un análisis socio-histórico de la realidad a partir del marxismo, que la convierte en teología secularizada.
La tercera es la de la Teología de la Liberación desde la Praxis Histórica (Gutiérrez, Sobrino), fiel a la tradición, utilizará el saber sociológico del análisis marxista en busca de una transformación radical de la sociedad latinoamericana, donde el sujeto es el pueblo pobre como clase encarnada.
La cuarta corriente es la Teología del Pueblo (Gera, Tello), que busca la inculturación de la teología como praxis, trazando socialmente la línea de la justicia entre pueblo y anti-pueblo. Francisco estudió y vivió entre la Teología Pastoral y la Teología del Pueblo.
Para la Teología del Pueblo el sujeto es el pueblo y no la clase. Una parte del pueblo, el pobre, y este es el agente de evangelización ya que el mismo pueblo como comunidad organizada que se autoevangeliza y se autogobierna. Esa práctica pública de la Teología del Pueblo que conoció Francisco se detiene hacia 1976, como consecuencia de la persecución política que comienza con la dictadura cívico-militar en Argentina y en otros países de la región. La Teología del Pueblo, en lugar de secularizarse -es decir, de secularizar sus conceptos teológicos insertándolos como políticos en la cabeza del nuevo príncipe moderno-, se incultura. La Teología del Pueblo logra inspirar al resto de la Teología Latinoamericana con esta idea de cultura, así Gera fue el inspirador y redactor de los números centrales de la Conferencia Episcopal de Puebla sobre “evangelización de la cultura” en 1979, y Bergoglio el relator de Aparecida en el 2007.
Mientras la Teología de la Liberación concluye que la pobreza es el estado de anonadamiento como lugar teológico privilegiado, por el contrario el documento de Aparecida -donde Bergoglio tuvo un papel decisivo-, dice que la evangelización es para que los pobres tengan vida y la tengan en abundancia, es decir para que se exilien de la pobreza del ser al ser.
A mi modo de ver, la resolución de esta dialéctica, entre el ser y la nada, es el punto de desencuentro entre la Teología de la Liberación y la Teología del Pueblo. La Teología del Pueblo ve a la pobreza como momento escatológico pero con esperanza. El ascenso de la nada al ser es posible aquí y ahora, aliviando el sufrimiento del pobre. Agudizar las contradicciones sociales para acelerar la parusía es para ella una posición marxista; por el contrario, intervenir en la realidad buscando justicia social es una posición políticamente popular que genera la esperanza de promoción total del hombre.
La Teología del Pueblo trata de intervenir culturalmente, por ejemplo a través del sindicalismo o apoyando las políticas públicas de gobiernos populares. No hablará entonces de liberación, sino de liberalidad, que no es renuncia a todo lo material, ni tampoco liberalismo egoísta, sino vocación de dar lo poseído. Buscará políticamente la justicia social, por eso los teólogos argentinos de los años 1960 y 1970 se vinculan con el movimiento obrero, por considerar que será en el mundo del trabajo, y no en la pobreza, donde el pastor deviene teólogo.
Esta praxis teológica articula lo teórico y lo práctico en el campo de la realidad, uniendo así: acción y contemplación, docencia y estudio, pastoral y teología.
De este modo, el saber teológico, como el saber político, emergen de la acción.
El teólogo y el trabajador –para la Teología del Pueblo se auto-producen en la experiencia como sujetos teológicos y políticos colectivos. Su saber teológico será a posteriori de una praxis como sujeto colectivo, y no a priori como pretende el sujeto iluminado.
Fuentes: Vatican Insider, Catholic Ethics, Signos de estos Tiempos