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El legado del discernimiento de los jesuitas.

 

El 21 de septiembre Vittorio Messori, el analista católico más leído, publicó un artículo, en su columna del Corriere della Sera, comentando la entrevista realizada por las publicaciones jesuitas al papa Francisco, que tanto revuelo y ríos de tinta está causando. Puede leerse íntegra aquí.

 

nicolas spadaro y francisco

 

La originalidad de su trabajo es que explica como los planteos que realizó el Papa en esa oportunidad son parte de la tradición jesuita y a donde apuntan, lo que nos permite entender mejor la hoja de ruta.

Estamos publicando algunos pasajes del artículo para su discernimiento.

… nos encontramos con la entrevista a la revista más antigua no solo del mundo católico, sino también del italiano, a la quincenal fundada hace 163 años. Un jesuita, el padre Antonio Spadaro, dialogando -en la revista de los jesuitas- con el primer pontífice jesuita de la historia. Eso se llama jugar en casa.

Evidentemente, no es algo que suceda por puro azar. Así es. Leyendola, se entiende cómo la estrategia del Papa que ha querido llamarse Francisco no es para nada consecuencia de su singular carácter ni continuación de la mejor tradición de los hijos del “Poverello”, sino de la de Ignacio.

El carisma de los discípulos del militar vasco fue comprender que el mundo tenía que ser salvado tal y como era, nos gustara o no; que la utopía cristiana tenía que confrontarse siempre con la realidad concreta; que no había que escandalizarse por la amarga cascara de Maquiavelo, por la manera de ser de los humanos, al margen de lo que quisiéramos que fueran. Es a este hombre, no a uno ideal e inexistente, al que se le propone la salvación traída por Cristo.

La suerte de los jesuitas, su éxito en remotas misiones y, al mismo tiempo, en las cortes de reyes y emperadores (un éxito que los llevó posteriormente a su supresión en 1773 de la mano, mira tú por dónde, de un Papa franciscano), aquella suerte fue el fruto maduro de un carisma que el mismo Bergoglio llama “discernimiento”.

Es lo que los enemigos de la Compañía llamaron “hipocresía”, “oportunismo”, “mimetismo” y los jansenistas “laxismo” y que, sin embargo, según explica el mismo papa Francisco, “es la conciencia de que los grandes principios cristianos deben ser encarnados según las varias circunstancias de lugar, tiempo y personas”.

Que la evangelización sea flexible y tenga en cuenta la fragilidad humana, que “el confesionario no sea un lugar de tortura”, por usar las palabras literales de Bergoglio.

A pesar de las exageraciones (condenadas después por la misma Compañía, antes incluso que por la Iglesia), tuvieron razón los jesuitas: la misericordia, la comprensión, las finuras y acrobacias dialécticas para no excluir a nadie de la comunión eclesial, fueron y son medios de apostolado muchos más eficaces que la grave severidad, el legalismo escriturístico y canónico, el moralismo implacable, la ortodoxia usada como un garrote.

Los rigoristas están obsesionados por el “aut aut” (o esto o aquello), mientras los jesuitas practican siempre, y en toda circunstancia, el “et et” (esto y aquello) que permita alcanzar la salvación eterna al mayor número posible de criaturas de Dios.

Fue la intransigencia de otras órdenes lo que trajo la desastrosa ruina de la inculturación del Evangelio intentada por la Compañía en Asia, en América, en África y que, finalmente, el Vaticano II tuvo que redescubrir y poner en valor.

Y de este deseo de convertir al mundo entero, usando más la miel que el vinagre, brota una de las perspectivas más convincentes de las confiados por el Papa a su cofrade: la de encontrar la justa jerarquía cristiana.

… se re-evangeliza, anunciando la misericordia y la esperanza del Evangelio. Los demás, vendrá por sí mismo. No hay, en sus palabras, ningún retroceso sobre los así llamados “principios no negociables” en materia ética.

Hay, más bien, una insistencia sobre el proceso que es preciso cuidar: primero, la fe y, luego, la moral. Primero, convocamos, acogemos y curamos los heridos de la vida y, luego, después de que hayan conocido y experimentado la eficacia de la misericordia de Cristo, les damos lecciones de teología, de exégesis, de ética.

Fuentes: Vittorio Messori, Signos de estos Tiempos

 

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