La lucha contra las insidias del demonio aún después que la persona está muerta.
El cristianismo enseña que los seres humanos estamos hechos a imagen y semejanza de Dios, y como tal, tenemos una dignidad esencial y única, que debemos preservar, porque Dios lo quiere así.
El maligno ha tratado de que no conservemos la dignidad de nuestro cuerpo durante toda nuestra vida, a través de la promoción de diferentes abusos.
Pero también promueve que denigremos nuestro cuerpo luego de la muerte, y mucha gente no se da cuenta.
Aquí hablaremos sobre qué métodos está promocionando el maligno, para quitar dignidad a nuestros cuerpos luego de muertos, para que no caigas en su trampa.
Sabemos que nuestros cuerpos humanos físicos mueren, pero las almas humanas nunca mueren.
El Catecismo de la Iglesia Católica # 366 dice que el alma no perece cuando se separa del cuerpo en la muerte, y se reunirá con el cuerpo en la Resurrección Final.
En el momento de la muerte, el alma se separa del cuerpo, es juzgada inmediatamente y entra en el Cielo en ese momento o a través del Purgatorio, o va al Infierno.
Pero luego, cada alma se unirá con su cuerpo resucitado justo antes del Juicio Final, cuando Cristo regrese.
Allí se revelará la verdad de la relación de cada hombre con Dios, el bien que cada uno ha hecho o dejado de hacer durante su vida terrena.
El Catecismo # 990 explica que la “resurrección de la carne” significa no sólo que el alma inmortal vivirá después de la muerte, sino que incluso nuestro cuerpo mortal volverá a la vida.
Lo que no significa que nuestros cuerpos serán como en la Tierra, con sus diversas imperfecciones, deformidades o debilidades físicas o mentales.
Sino que tendremos cuerpos gloriosos como mostró Jesucristo resucitado; serán incorruptibles y con nuevas cualidades,
Todo el peso de nuestra fe cristiana ha descansado en la resurrección personal de Jesús, si Él no resucitó nuestra fe sería vana.
Y generaciones han sopesado una y otra vez la evidencia y han proclamado la esperanza de su propia resurrección personal en el Credo de los Apóstoles: “Creo en la resurrección de la carne”.
Esto implica que nuestro cuerpo material es un don de Dios, creado a su imagen y semejanza, con dignidad propia, y por tanto digno de respeto.
No es un mero objeto mío para hacer con él lo que me plazca. Y Dios nos va a pedir cuentas de lo que hicimos con él y con el de nuestros seres queridos.
Y la perspectiva de volver a vivir después de nuestra muerte terrenal, es la razón por la cual la Iglesia insiste en que los cuerpos de los difuntos deben ser tratados con dignidad.
La tradición dice que deben enterrarse en una tumba, en un cementerio, nicho o panteón.
O bien, deben ser incinerados y las cenizas enterradas en un columbario, donde se alojan las urnas con las cenizas de los difuntos.
Pero ha surgido una desviación que es no enterrar las cenizas después de la cremación de manera adecuada.
Algunas personas, debido a un intenso dolor, no pueden decidir separarse de los últimos restos de un ser querido.
Y hasta exhiben la urna en un lugar destacado de la casa o dividen los restos entre los miembros de la familia, y no se sabé que sucederá con ellos en las generaciones futuras.
Pero la más nociva es la práctica pagana de dispersión de las cenizas en el aire, para que los difuntos puedan pasar la eternidad con la Tierra.
Porque debemos recordar, que la forma en que tratamos los cuerpos de nuestros muertos, siempre debe dar testimonio de nuestra fe y nuestra esperanza en sus promesas.?
Pero de las ideas progresistas impulsadas por el maligno, de que el cuerpo es un mero instrumento, que se puede cambiar – como el sexo con que uno nació -, que se puede mutilar de la manera que uno desee y que la vida no es sagrada, han surgido otros males.
Lo cual aumentó con la preocupación por el ambientalismo, que ha fomentado objeciones a los cementerios.
Antes los cementerios se veían como lugares de tributo y recuerdo, mientras que ahora se ven cada vez más como imposiciones artificiales sobre el paisaje natural, concentraciones dañinas de productos químicos y un desperdicio de espacio.
Y por otro lado el ambientalismo propugna también restaurar el estado de la naturaleza antes de la revolución industrial, que será un estado desprovisto de seres humanos y de sus problemáticas huellas de carbono.
Por lo tanto, la idea de que las personas son hijos de Dios y tienen derecho a un lugar digno de descanso final, está en conflicto con esta forma de pensar antihumana.
Y esta devaluación del ser humano ha conducido a dos perversiones mayores respecto a la disposición de los restos de los fallecidos, el compostaje humano y la hidrólisis alcalina.
El compostaje humano es procesar los restos corporales de los difuntos en una mezcla de astillas de madera, paja y alfalfa.
A partir de la descomposición y el crecimiento bacteriano, se obtiene una materia orgánica que puede usarse como fertilizante.
Los comprometidos con la ecología obtienen cierta satisfacción, al pensar que un ser querido contribuya con su sustancia a la fertilidad de su jardín.
Esta idea tiene un atractivo cada vez mayor, porque genera la fantasía de que el cuerpo humano se reintegra al ciclo de la vida y que perpetúa la vida, en lugar de ser una fuente de contaminación.
Hay algunos países en que ya se usa y es legal, como en algunos lugares de EE.UU, de Australia, Canadá, Suecia, México, Filipinas.
Sus defensores argumentan que es una mejor alternativa a la cremación, porque no utiliza combustibles fósiles y no contribuye a las emisiones de gases de efecto invernadero.
Y la ven como mejor opción a las sepulturas tradicionales, que consumen más espacio, y contribuyen a la contaminación del suelo y de las aguas subterráneas. ?
El otro método es un procedimiento llamado hidrólisis alcalina.
Consiste en poner el cuerpo en una solución alcalina, y someterlo a alta temperatura y alta presión, para acelerar la descomposición.
Y una vez completado el proceso, se separan los residuos.
Los líquidos se eliminan como aguas residuales por la alcantarilla, y los sólidos se procesan para convertirlos en un polvo blanco similar a la ceniza.
Es una técnica nueva que se usa en algunos lugares de EE.UU. Reino Unido, Canadá y Australia.?
Tanto el compostaje como la hidrólisis alcalina no permiten que todas las partes del cuerpo conserven la dignidad de su unidad.
Tampoco queda nada distinguible del cuerpo, para ser colocado en un lugar donde los fieles cristianos puedan visitar para orar y recordar.
Y supone que no debemos esperar que nuestros cuerpos resuciten y sean glorificados. ?
¿Y cuál es la posición de la Iglesia?
La instrucción de octubre de 2016 de la Congregación para la Doctrina de la Fe “Ad Resurgendum Cum Christo», afirma que si bien la cremación no está prohibida, la Iglesia sigue prefiriendo la práctica de enterrar los cuerpos de los difuntos, porque esto muestra una mayor estima hacia los difuntos.
Pero la cremación es aceptable, a menos que se dispersen las cenizas, lo que la Iglesia prohíbe.
Mientras los obispos de EE.UU. han emitido una condena enérgica a la destrucción de los cuerpos humanos fallecidos mediante el compostaje y la hidrólisis alcalina, que son procedimientos más nuevos.
El criterio es que los seres humanos estamos obligados a respetar la dignidad de nuestro cuerpo material a lo largo de nuestra vida y a respetar los cuerpos de los difuntos cuando su vida terrenal haya llegado a su fin.
Bueno, hasta aquí lo que queríamos contar sobre cómo el maligno promociona ideas para que denigremos nuestros cuerpos luego de muertos y no conservemos nuestra dignidad.
Y me gustaría preguntarte qué experiencias tienes con los cuerpos de tus seres queridos y que esperas para ti.
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